Lidera
los sondeos y es de centroizquierda, pero los analistas dicen
que habrá continuidad
Un
triunfo de López Obrador no cambiaría
mucho las cosas
Por
Claudio Aliscioni
Enviado a México
Clarín, 25/06/06
¿Habrá
acaso un giro a la izquierda en México como un calco del que,
supuestamente, ha iniciado casi toda la región? Ese es el gran
interrogante que debería despejarse el próximo domingo 2 de julio,
cuando se abran aquí las urnas. A escasos días de las
presidenciales, sobresalen apenas algunos indicios para emitir un pronóstico.
Sin embargo, varios analistas consultados por Clarín descartaron la
posibilidad de cambios bruscos y sorpresas relevantes en el futuro
inmediato.
La
pregunta es lícita porque todos los sondeos conceden por estrecho
margen la victoria al centroizquierdista Andrés Manuel López
Obrador, ante su rival del centroderecha, el oficialista Felipe Calderón.
La incógnita reside en determinar si, en efecto, el líder de la
oposición se apronta a aplicar una agenda que lo acerque a los
gobiernos englobados en la denominada "centroizquierda" que
hoy manda en la región. Una visión global del país ayuda a entender
el escenario sobre el que se desarrolla esta elección, la más reñida
de toda la historia mexicana.
Todos
los candidatos deben atender las demandas de una población fatigada
de la política, abrumada por la inseguridad, resignada ante la
corrupción y los empleos precarios. El sexenio del presidente Vicente
Fox, quien en 2000 desbancó al PRI tras 70 años de hegemonía, acaba
con buenos números macroeconómicos pero sin resto como para abatir
un cuadro social lacerante: el 50% de los mexicanos es pobre y el 20%
sufre de indigencia.
Aunque
la pobreza era algo estructural desde los años de la Revolución
Mexicana, viene agravándose desde los '80, cuando el PRI, entonces en
el poder, abrió como nunca la economía a los mercados
internacionales. Un México estable es esencial para EE.UU., a cuyo
gobierno urge encontrar un freno al creciente flujo inmigratorio de
mexicanos expulsados por la desocupación.
Fox
se presentó como el emisario del cambio, pero poco pudo hacer por dos
razones esenciales: su programa fue trabado en el Congreso por la
oposición y el impulso reformista cayó de bruces ante la trama de
negocios e intereses corporativos que alimenta al Estado mexicano
desde las épocas del PRI. Muchos de los aliados de Fox, él mismo afín
a la clase empresaria, han sido históricos cuadros dirigentes de ese
mismo aparato estatal.
Ahora,
como propuesta de gobierno, López Obrador pretende desembarazar al
Estado de "privilegios y contubernios" privados e impulsar
políticas públicas con aliento social. Calderón, a su vez, busca
dar más lugar a la iniciativa privada. "Si se cumplen los pronósticos
y gana Obrador, no va a haber cambios estructurales", dijo a Clarín
el profesor Gustavo Vega, experto en relaciones internacionales del
prestigioso Colegio de México. "El país tiene tantos
compromisos que haría difícil romper un modelo que requiere
equilibrios macroeconómicos", agregó.
Una
visión similar dio la economista Laura Juárez, de la Universidad
Obrera de México. "Creo que Obrador estará acotado
–sostuvo– porque hay políticas que trascienden al gobierno de
cada período. Su programa es neoliberal con algunos beneficios a los
trabajadores", dijo. Ante la consulta de Clarín, el director del
Departamento de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), Roberto Escalante Semerena, acordó con el diagnóstico.
"Desde los 80, el margen de maniobra de un presidente para
cambios sustantivos no es muy grande. Yo no he escuchado que ahora se
vaya a cerrar la economía", comentó.
Un
comentario del Financial Times refleja con acierto el escenario
que se viene: "México se enfrenta a la disyuntiva entre un político
que podría reformar pero no lo hará y otro al que le gustaría
hacerlo pero no podrá". En suma, cualquier cosa menos ese futuro
apocalíptico que prometen quienes piensan más en sus intereses
puntuales que en la realidad concreta de las cosas mexicanas.
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