México
fragmentado
Por
Ignacio Ramonet
La
Jornada, 29/07/06
Un
fraude masivo. E indiscutible. José Manuel Barroso, presidente de la
Comisión Europea así lo ha admitido. Los 25 ministros de asuntos
exteriores de la Unión Europea han expresado su "grave
preocupación. Es importante que transmitamos de la forma más clara
posible la inquietud de la Unión Europea y la de todos los estados
miembros sobre el resultado de la elección presidencial", ha
declarado el ministro holandés de Asuntos Exteriores, Hans van
Mierlo.
Reporteros
Sin Fronteras recuerda que "esta elección tiene lugar tras
cuatro años de una degradación continua y sin precedente de la
prensa en el país". En Washington, personalidades como Colin
Powell, Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski han afirmado que Estados
Unidos no debería admitir los resultados oficialmente. El National
Democratic Institute (NDI), presidido por Madeleine Albrigth, antigua
secretaria de Estado; la Freedom House, dirigida por James Woolsey, ex
jefe de la CIA; el American Entreprise Institute, impulsado por el ex
presidente Gerald Ford; e incluso el Open Society Institute, dirigido
por George Soros, han denunciado "manipulaciones masivas" y
reclaman "sanciones económicas". El senador Richard Lugar,
presidente de la comisión de Asuntos Exteriores del Senado
estadunidense y enviado especial del presidente George W. Bush, no ha
dudado en hablar abiertamente de "fraude: Está claro que ha
habido un vasto y concertado programa de fraudes el día de la elección,
ya sea bajo la dirección de las autoridades, o ya sea con su
complicidad".
¿Se
frotan los ojos? ¿Se preguntan cómo se les han podido escapar tales
declaraciones a propósito de la reciente elección presidencial en México?
Tienen toda la razón para estar perplejos. Ninguna de las
personalidades o instituciones citadas anteriormente ha denunciado lo
que acaba de pasar en México. Todos los comentarios anteriores -auténticos-,
conciernen a la elección presidencial del 23 de noviembre de 2004...
en Ucrania (1).
La
"comunidad internacional" y las habituales
"organizaciones de defensa de las libertades", que las hemos
conocido tan activas en Serbia, en Georgia, en Ucrania y más
recientemente en Bielorrusia, permanecen mudas, por así decirlo, ante
el "golpe de Estado electoral" que se comete ante nuestros
ojos en México (2).
¿Se
imaginan el clamor planetario si, por el contrario, esta misma elección
se hubiera desarrollado, por ejemplo, en Venezuela y si el vencedor
-por una diferencia de apenas 0.56 por ciento de los votos- hubiera
sido... el presidente Hugo Chávez? El escrutinio mexicano del 2 de
julio oponía a dos candidatos principales: Felipe Calderón, del
Partido Acción Nacional (PAN, de derecha y católico, en el poder),
declarado vencedor (provisionalmente) del escrutinio por el Instituto
Federal Electoral (IFE), y Andrés Manuel López Obrador, del Partido
de la Revolución Democrática (PRD, de izquierda moderada).
Mucho
antes del inicio de la campaña estaba claro para el presidente
Vicente Fox (PAN) y las autoridades en el poder, que López Obrador,
con su programa de lucha contra la pobreza, era el candidato a batir.
Por todos los medios. Desde 2004, una maniobra, con base en cintas de
video clandestinas difundidas por las cadenas Televisa y Tv Azteca,
adquiridas por el poder, trataban de desacreditar a López Obrador.
Esa maniobra fue en vano.
Al año
siguiente, con el extravagante pretexto de no respetar las normas
legales de construcción de una vía de acceso a un hospital, fue
condenado, se buscó que fuera encarcelado y privado del derecho a
presentarse a las elecciones. Manifestaciones masivas de apoyo
acabaron por obligar a las autoridades a desechar el proceso.
La
operación de acoso y derribo prosiguió. Y alcanzó un grado
delirante en el curso de la campaña electoral (3). Y aún más a
medida que un viento de pánico sopla sobre las oligarquías
latinoamericanas (y sobre la administración de Estados Unidos) desde
que la izquierda triunfa (casi) por todas partes: en Venezuela, en
Brasil, en Uruguay, en Argentina, en Chile, en Bolivia... Y que las
nuevas alianzas no excluyen a Cuba (4).
En
tal contexto, la victoria de López Obrador (el tribunal electoral
resolverá el próximo 6 de septiembre) tendría consecuencias geopolíticas
demasiado importantes. Y por tanto no la desean ni la patronal ni los
grandes medios de comunicación mexicanos. Ni Washington. A ningún
precio. A riesgo de sacrificar la democracia. Pero López Obrador y el
pueblo mexicano no han dicho su última palabra.
Notas:
1. La
idea de comparar las reacciones entre las elecciones de México y las
de Ucrania es de James K. Galbraith, en Doing Maths in Mexico, The
Guardian, Londres, 17 de julio de 2006.
2. En
cuanto a la realidad y la magnitud de los fraudes, leer, por ejemplo,
el informe de 17 de julio de 2006 del Centro de los Derechos Humanos
Fray Bartolomé de Las Casas
www.sipaz.org/documentos/obsddcp/elec0606_s.html.
3.
Sobre la violencia de los ataques, leer John Ross, All Against López
Obrador, Counterpunch, 6 de abril de 2006.
4. Leer Bernard Cassen, Una nueva América
Latina se expresa en Viena, Le Monde diplomatique , edición
española, junio 2006.
.-
Director de Le Monde diplomatique.
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