Cinco
papeleras y encima un TLC
Por
Raúl Zibechi
ALAI, América Latina en Movimiento, 10/08/06
Esta semana los
uruguayos nos enteramos que ya son cinco las fábricas de
celulosa que se instalarían en el país. Peor aún, el presidente
Tabaré Vázquez dio luz verde al comienzo de las tratativas para
firmar un TLC (Tratado de Libre Comercio) entre Uruguay y
Estados Unidos.
“El tren, algunas
veces, pasa una sola vez”, dijo Tabaré Vázquez el 9 de agosto en
una conferencia organizada por la Cámara de Comercio
Uruguay–Estados Unidos y el Congreso de las Americas, en la que
participó el representante adjunto de Comercio de los Estados Unidos,
Everett Eissenstat. El presidente uruguayo se mostró partidario de
negociar con “pragmatismo”, enfatizó que en materia de negocios
no es bueno actuar en base a “ideologías” y que está dispuesto a
llegar “tan lejos como sea posible“ en sus relaciones con la
potencia del norte. “En materia de comercio con los Estados Unidos,
Uruguay no parte de cero, hay un camino recorrido y también un camino
para recorrer. Estamos dispuestos a ello”, dijo Vázquez, aunque
aseguró que también pretende mantener buenas relaciones con el
Mercosur.
Sentarse
a negociar
Según todos los
analistas, desde la derecha hasta la izquierda, desde los sindicatos
hasta los empresarios, Tabaré Vázquez envió una clara señal de que
pretende firmar un TLC con Estados Unidos, aunque se cuidó de hablar
explícitamente de libre comercio. Sabe que el gabinete está
dividido, que buena parte de la población se opone a un TLC y que su
fuerza política, el Frente Amplio, tiene una resolución expresa que
rechaza ese tipo de acuerdos. De ahí que se busque abordar la temática
a través de otros nombres, como el ABC (Acuerdo Bilateral de
Comercio), cuando los negociadores estadounidenses acaban de asegurar
que la propuesta para Uruguay es un acuerdo idéntico al que acaba de
firmar Perú.
A apropósito, la
economista Ariela Ruiz Caro en su libro Riesgos del TLC Perú–Estados
Unidos, recuerda que en el caso andino el Congreso fue ajeno a las
negociaciones y se limitó a ratificarlo; que la estrategia
estadounidense consiste en “dejar los temas sensibles como propiedad
intelectual y el agrícola para el final”, como sucedió con México,
Chile y Centroamérica; que el proceso de negociaciones es
“prolongado, extenuante y costoso” y que siempre está marcado por
los negociadores de Estados Unidos que proponen falsos blancos para
distraer la atención; que la superpotencia se caracteriza por
“ausencia de contrapropuestas a los planteamientos andinos en los
temas más sensibles, cambios de jefes en las mesas de negociaciones y
ausencia de negociadores en algunas de ellas, sin que mediaran aviso
alguno”(1).
Luis Guillermo
Restrepo, miembro del grupo técnico colombiano que representó al
sector salud en la mesa de derechos de propiedad intelectual, concluyó
en su carta de renuncia que luego de 18 meses “nunca existió
negociación y que para poder firmar un tratado de libre comercio con
Estados Unidos es necesario abandonar la estrategia de 'negociación
por intereses', traspasar las 'líneas rojas' y aceptar unas
disposiciones que eleven la protección a niveles similares o
superiores a los de los tratados firmados por ese país con Chile y
los países centroamericanos”(2).
Así y todo, el
presidente uruguayo está decidido a comenzar el proceso negociador
antes del mes de octubre, como lo demanda el Congreso estadounidense.
Quizá la jugada más importante que anunció Vázquez el 9 de agosto
consiste en sortear la oposición de su propia fuerza política.
“Este tema no lo resuelve sólo una fuerza política, este tema lo
resolvemos entre todos los uruguayos”, dijo el presidente. En el
fondo se trata de una amenaza: el TLC podría aprobarse con los votos
de la derecha y una parte de la izquierda, aunque Vázquez pretende
que la mayor parte de su partido se sume a un eventual acuerdo para
evitar pagar elevados costos políticos.
Y
además, las papeleras
El claro guiño de Vázquez
llega en un momento en el que se produce una fuerte disputa entre el
gobierno argentino y el FMI. El 7 de agosto la representante de
Comercio de Estados Unidos, Susan Schwab, declaró a la prensa que
Washington pretende excluir a Argentina, Brasil y Venezuela, entre
otros once países, del Sistema Generalizado de Preferencias que
permite venderle a Washington más de 3.000 productos sin aranceles.
La respuesta del presidente Néstor Kirchner no se hizo esperar:
“Nosotros ya no tenemos relaciones carnales con nadie. Somos un país
independiente”, marcando de esa manera distancias con el período en
que Carlos Menem había establecido “relaciones carnales” con
Estados Unidos con resultados catastróficos para el país(3).
La misma semana el
Banco Central de Argentina propuso a Paraguay y Uruguay eliminar el dólar
en sus intercambios comerciales, como ya decidieron hacerlo Argentina
y Brasil hace dos semanas. La iniciativa se encamina a conseguir una
moneda única para el Mercosur, lo que podría significar una seria
consolidación de la alianza comercial. Hasta el momento, y aunque
Uruguay consideró la propuesta como “interesante”, el presidente
del Banco Central oriental, Walter Cancela, señaló que la medida
“para Uruguay puede tener dificultades” porque “es una economía
muy dolarizada”(4). En suma, la parte uruguaya recibió la propuesta
con cierto escepticismo.
Lo que sigue
marchando viento en popa en Uruguay son las papeleras. La segunda
semana de agosto, una semana oscura por cierto, trascendió que ya son
cinco las papeleras que pueden instalarse en un pequeño país de 18
millones de hectáreas. A los emprendimientos de la finlandesa Botnia
y la española ENCE sobre el río Uruguay, motivo de conflicto con
Argentina, se sumó hace varios meses la propuesta de la empresa
sueco–finlandesa Stora Enso de instalar una planta en el centro del
país. Ahora trascendió que una empresa canadiense pretende instalar
otra más, pero el ministerio de Industria mantiene la iniciativa en
“absoluta reserva”; mientras, empresarios iraníes adelantaron que
pueden instalar una quinta planta en la laguna Merin, fronteriza con
Brasil(5).
Un país que luego de
la dictadura militar (1973–85) se destacó como paraíso financiero,
pagando un elevado costo económico y social al hundirse la industria
nacional, ahora puede convertirse en el paraíso de la industria
papelera, una de las más contaminantes que existen. Y, bajo un
gobierno que se proclama progresista, todo indica que comenzarán a
darse los primeros pasos para la negociación de un TLC con Estados
Unidos sin la necesaria oposición de los movimientos sociales: la
marcha contra el TLC convocada el 9 de agosto contó sólo con 500
manifestantes.
Notas:
(1)
Brecha, 4 de agosto de 2006, "Detrás de los números".
(2)
Idem.
(3)
Página 12, 9 de agosto de 2006, p. 4.
(4)
Idem.
(5)
El País, 9 de agosto de 2006.
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