Obrador
dijo que México tendría dos presidentes
Por
Gerardo Albarrán de Alba
Corresponsal
en México
Página
12, 25/08/06
El
líder de la izquierda advirtió que el 16 de septiembre la Convención
Democrática Nacional a la que convocó lo nombraría como mandatario
legítimo si el tribunal falla en favor de Felipe Calderón.
No
ocurría desde tiempos de la Revolución Mexicana, en el primer tercio
del siglo XX, cuando caudillos y generales se disputaban el control de
un país en llamas. Pero todo indica que ahora, nuevamente, México
podría tener hasta tres presidentes al mismo tiempo: el que está en
funciones, el electo formalmente y uno más proclamado por la masa. Al
menos eso es lo que estaría planteando Andrés Manuel López Obrador
al decirle al diario francés Le Monde que el próximo 16 de
septiembre la Convención Democrática Nacional a la que ha convocado
"podrá nombrar un presidente legítimo y una coordinación de
resistencia popular". Ese presidente, por supuesto, sería él.
López
Obrador llamó hace un par de semanas a esta concentración basado en
el artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, que otorga al pueblo la facultad de cambiar la forma de
gobierno en cualquier momento. Una lectura constitucional la de López
Obrador –por cierto parcial–, porque lo que se puede cambiar es la
forma, no el gobierno en funciones. Es decir, los mexicanos podríamos
decidir en cualquier momento dejar de ser un sistema presidencialista
y optar por un régimen parlamentario, pero esto no implica que
podemos deponer al presidente en turno en una manifestación, por
multitudinaria que ésta sea.
En
una entrevista concedida a Le Monde, el candidato de la coalición Por
el Bien de Todos advierte que "si el tribunal (electoral) valida
el fraude, nosotros no reconoceremos a un presidente ilegítimo",
y plantea el escenario que contempla en el corto plazo:
"Asistimos en México a una recomposición de las fuerzas políticas
con la formación de dos bloques: derecha e izquierda. La realidad es
que no hay democracia. La derecha quiere imponer una democracia
simulada a la medida de las elites privilegiadas que dominan el país.
El candidato de la derecha (Felipe Calderón) es la marioneta de esos
grupos que han secuestrado las instituciones". "Nosotros no
somos como esos políticos tradicionales, no negociamos principios a
cambio de empleos públicos y prebendas. Negociar un acuerdo con un
gobierno sin legitimidad sería legalizar la simulación democrática,
y entonces este país no cambiará jamás."
López
Obrador pareciera aludir y querer distinguirse del derechista Partido
Acción Nacional, hoy en el poder, que en 1988 legitimó al priísta
Carlos Salinas de Gortari como presidente de México, a pesar de las
acusaciones de fraude electoral en las que participó su propio
candidato, el empresario Manuel J. Clouthier, quien murió meses después
en una carretera. Lo mismo hizo el PAN poco después con otra elección
fraudulenta, ahora en el estado de Guanajuato, cuando Vicente Fox
compitió y perdió ante un priísta. El PAN negoció la
"renuncia" del gobernador electo priísta y el nombramiento
de un interino. Seis años después, Fox ganó finalmente la gobernación
de Guanajuato, cuando el PAN ya era el interlocutor principal de la
tradicional clase política mexicana priísta, y además arrancó a
Salinas una reforma constitucional que permitió la postulación a la
Presidencia de la República a hijos de extranjeros, lo que le abrió
las puertas a Fox para postularse en las elecciones presidenciales de
2000, las cuales ganó por un amplio margen.
De
ahí que López Obrador insista en que él no es "un vulgar
ambicioso" y que su lucha "es por principios, ideales y
convicciones". Lo que está en juego, dice, es la democracia en México.
Pero al gobierno de derecha que encabeza Fox, esta postura le parece
una mera ocurrencia.
El
vocero presidencial calificó ayer de "fantasías" la idea
de que López Obrador se autoproclame presidente de la República,
pues "en una democracia formal" esto es facultad de los
electores. "Lo demás es folklore", dijo en conferencia de
prensa, parafraseando en sentido inverso a un clásico de la cultura
política mexicana.
Y
es que, para observadores críticos, el asunto no se puede simplificar
con tal descaro. Muchos coinciden en que la administración de Fox
desperdició la oportunidad de construir un entramado político que
permitiera al país transitar de una democracia meramente formal a una
democracia verdaderamente sustantiva o, como dijera Pablo González
Casanova hace más de 40 años en el libro La democracia en México:
"La democracia consiste en el acceso del pueblo al ingreso, a la
cultura y al poder. Lo demás es folklore".
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