México
parece haber entrado en un período de turbulencias cuyo epicentro es
hoy el fraude electoral, pero cuyos componentes son más variados y
sus raíces más profundas
Fraude
y algo más...
Por
Claudio Testa
Socialismo
o Barbarie, periódico, 14/09/06
Estaba
escrito. Cada vez que un país es puesto por Washington como
“modelo” de democracia política y buena conducta económica y
social, tarde o temprano estalla. En Argentina ya sabemos de eso: diez
años atrás fuimos con Menem otro país modelo en materia de
neoliberalismo.
Una
grave crisis política se ha desatado por el fraude particularmente
escandaloso de las elecciones presidenciales del 2 de julio. Esto es
lo que está en el centro de la crisis política y de legitimidad
que golpea a todas las instituciones del régimen: desde el
Poder Ejecutivo, que organizó el fraude, hasta los jueces corruptos
que finalmente lo avalaron.
Sin
embargo, aunque ése es el epicentro del terremoto, los componentes
de este período de turbulencias son más numerosos y sus raíces
sociales, más profundas.
Un desastre económico-social
Las
raíces se hunden en la catástrofe económico-social provocada
por más de dos décadas de neoliberalismo y colonización
estadounidense. México, en el extremo norte de América Latina, venía
siendo presentado efectivamente como el gran modelo...
Fue
el primer país latinoamericano en firmar un Tratado de Libre Comercio
con EEUU (el NAFTA, por sus siglas en inglés), que entró en vigor el
1º de enero de 1994. Inicialmente el NAFTA significó un importante
crecimiento económico. México ha llegado a ser la décima economía
mundial y exporta a Estados Unidos casi 200.000 millones de dólares.
Pero de eso sólo se beneficiaron las corporaciones norteamericanas
(que manejan todo desde ambos lados de la frontera) y los grandes
grupos económicos mexicanos asociados a ellas...
En
cambio, para millones de mexicanos, la fórmula “neoliberalismo +
NAFTA” implicó el desempleo, o los salarios de hambre y el trabajo
esclavo en las maquiladoras. Junto con los trabajadores de las
ciudades, fueron también arrasados millones de campesinos. Gracias al
“libre comercio” con EEUU, México ha terminado importando hasta
zanahorias de California.
En
síntesis: más de la mitad de la población está hundida bajo el
nivel de pobreza y de ese sector el 20% está en la indigencia: o sea,
no tiene ni para comer. Estas con las causas de que decenas de
millones de mexicanos desesperados arriesgan sus vidas para ingresar y
vivir como “ilegales” en EEUU.
Múltiples frentes de tormenta
Es
sobre este terreno que se desarrolla la crisis política provocada por
el fraude. Pero en este suelo abonado por la legítima bronca de la
mayoría de los trabajadores y campesinos, han crecido también otras
expresiones de lucha y protesta.
Un
analista mexicano advierte que “el poder que impuso a Calderón está
subestimando la reacción de importantes sectores del pueblo mexicano
y pretende que el desgaste y las campañas mediáticas se harán cargo
de la oposición contra la Presidencia impuesta. Sin embargo, existen
al menos cuatro formas político-organizativas que plantean una lucha
frontal contra el gobierno en ciernes: 1) Un movimiento ciudadano de
corte democrático popular [de protesta contra el fraude]... 2) La «comuna
de Oaxaca»... 3) El EZLN y la Otra Campaña, que pasan por momentos
de debate y definición, pero que representan una fuerza política...
y 4) Los grupos armados...” [1]
En
el detalle, podemos disentir con esta enumeración que parece dar a
todos los factores la misma importancia. Pero este analista tiene razón
en lo esencial al advertir que el futuro “presidente” tiene, ya
antes de asumir, múltiples “frentes de tormenta”. Y va a
tener que enfrentarlos desde una situación de ilegitimidad y
debilidad política.
Entre
esos factores, además del movimiento contra el fraude (que moviliza a
millones pero con una dirección –la de López Obrador– que no es
garantía de lucha seria y consecuente), se destaca, efectivamente, la
"comuna de Oaxaca". El escándalo internacional por
el fraude ha puesto demasiado en segundo plano a esta trascendental
experiencia de lucha independiente, con centro en la capital de este
estado del sur de México.
Efectivamente
no es exagerado hablar de “comuna”, ya que, como reconocen todos,
se ha instalado allí un “doble poder”, basado en las
organizaciones sindicales, populares e indígenas.
El
punto de partida fue la lucha de maestros y profesores de ese estado
contra el gobernador. Esto, que comenzó como un lucha gremial, fue
derivando en enfrentamientos cada vez más violentos, con muertos, heridos
y desaparecidos. La lucha sindical se transformó así en lucha política
para derribar al gobernador. La policía y otras fuerzas represivas
han sido literalmente desalojadas y han perdido el control de gran
parte de la capital y aledaños. Se constituyó una Asamblea Popular
del Pueblo de Oaxaca (APPO), con más de 300 organizaciones sindicales
y populares, que de hecho se ha ido haciendo cargo de funciones de
gobierno.
La
“comuna de Oaxaca” es el punto más alto de una serie luchas de
trabajadores y de sectores populares (como la dura huelga minera y la
“pueblada” de Atenco) que se fueron desarrollando antes de las
elecciones... y que previsiblemente seguirán con el nuevo
“presidente” nacido del fraude.
El todo o nada de los discípulos mexicanos de Bush puede ser otro tiro
por la culata
De
esta forma se está agrietando uno de los pilares de la estabilidad
política de América Latina. Hasta ahora, México ofrecía un gran
contraste con lo que sucedía en el agitado sur de América Latina.
En
Sudamérica, el siglo XXI se inició bajo el signo de las rebeliones
populares de Ecuador, Bolivia y Argentina y las derrotas de los
intentos golpistas en Venezuela. Es verdad que este proceso
sudamericano pasa ahora por las mediaciones de los gobiernos de
“centroizquierda”. Regímenes como el de Kirchner y Lula han
demostrado ser muy eficaces para reabsorber o prevenir los estallidos
sociales. La política centro-izquierdista de “asistencialismo” a
los más pobres, pequeñas concesiones democráticas y cooptación de
los dirigentes sindicales, sociales y de derechos humanos, ha
demostrado su eficacia... por el momento... Esto ha ido también
acompañado, aunque con grandes diferencias según los casos, de un
juego más “autónomo” en relación al Amo del Norte.
En
contraste con eso, Fox y Felipe Calderón, su continuador fraudulento,
representan el neoliberalismo puro y duro, sin freno ni
regulación alguna... y la sumisión absoluta e incondicional a
EEUU. Ni una sola concesión hacia abajo. Y, hacia arriba,
“relaciones carnales” con Washington...
Las
propuestas de López Obrador –el candidato opositor falsamente
llamado “de izquierda”– no van más allá de lo que hacen en el
sur un Lula o un Kirchner... cosa que tiene gran éxito para la
estabilidad del sistema. Pero hasta esas migajas y ese mínimo juego
independiente resultan intolerables para la derecha mexicana, para sus
patrocinadores empresarios y sobre todo para su amo de Washington....
Así,
después de las elecciones del 2 de julio, cuando la mayoría de los
gobiernos miraba hacia otro lado, Bush tomó el teléfono y felicitó
por su “triunfo” a Calderón. La elección había sido impugnada,
oficialmente Calderón no era aún “presidente electo”, pero Bush
ya lo había proclamado por su cuenta...
Con
su política de no ceder un tranco, los amigos de Bush en México
posiblemente están preparando un escenario opuesto a sus intenciones.
No sólo en Medio Oriente los tiros les pueden salir por la culata. Es
que en México hay millones que evidentemente han decidido que esto
no va más.
Nota:
1-
Gilberto López y Rivas, "Felipe Calderón: presidente
espurio", La Jornada, 08/09/06
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