México
La
política de los socialistas revolucionarios
Por
Claudio Testa
Socialismo
o Barbarie, periódico, 14/09/06
Como sucede en toda gran crisis, las
diferentes políticas de las corrientes de izquierda se ponen a
prueba. En este caso, los acontecimientos, la campaña electoral,
primero, y la cuestión del fraude después, obligaron a tomar posición.
Estos son nuestros puntos de vista.
Antes
de las elecciones
El
sistema político antidemocrático de México, sumado a la debilidad
orgánica de las corrientes socialistas revolucionarias, hicieron que
en las elecciones presidenciales sólo participaran tres candidaturas burguesas:
la oficialista de la derecha conservadora del PAN (Partido de Acción
Nacional), con Felipe Calderón; la del arcaico PRI (Partido
Revolucionario Institucional) en liquidación; y la de
centro-izquierda, de López Obrador, sostenida por la coalición
"Por el Bien de Todos" encabezada por el PRD.
Este
panorama desató las clásicas polémicas entre las políticas oportunistas
(votar por el “mal menor”, por la única opción “posible”; es
decir por López Obrador) y la política independiente frente a
esas tres opciones igualmente patronales.
Aunque
el voto es en última instancia un problema táctico, creemos que fue
totalmente correcto no votar por López Obrador y su coalición. Era
como votar por Kirchner en Argentina o por Lula en Brasil.
En
el período previo al 2 de julio, el zapatismo había dado un giro
político. Un año antes, en el 2005, el subcomandante Marcos dio
a conocer la “Sexta declaración de la Selva Lacandona”,
que significaba un cambio en su fracasada y nefasta política de
organización de “autonomías” indígenas exclusivamente en el sur
de México, a espaldas de los movimientos obreros y sociales urbanos.
Luego
de emitir la “Sexta”, Marcos inicia la “Otra Campaña”.
Sale a recorrer México en un intento de ligarse a un ascenso de las
luchas sociales, que ya comenzaba a notarse. Al mismo tiempo, la
“Otra Campaña” –aunque con la total confusión política del
autonomismo, que sigue sosteniendo la tontería de “cambiar al mundo
sin tomar el poder”– instalaba una opción independiente
frente a la campaña electoral de los tres candidatos burgueses.
El
hecho es que la “Otra Campaña”, por su énfasis en la luchas, en
la independencia frente a los candidatos burgueses y en las críticas
por la izquierda al limitado programa del PRD, logró atraer a
sectores significativos de la vanguardia y luchadores sociales, así
como también de la izquierda revolucionaria.
Después del
fraude
Pero
con las elecciones vino el fraude. Este nuevo hecho cambió la
situación. Si antes era completamente equivocado votar por López
Obrador, ahora era un crimen político no defender el voto del
ciudadano que honestamente lo había votado, y que ahora veía cómo
le robaban su voto mediante el fraude. Y con más razón cuando
millones de esos votantes (en su gran mayoría trabajadores) salieron
casi inmediatamente a la calle, protagonizando las marchas y
concentraciones más grandes de la historia de México. ¡Hasta dos
millones de manifestantes en una de esas marchas en el Distrito
Federal!
En
esta nueva situación, Marcos, el zapatismo y también algunas de las
corrientes socialistas revolucionarias que lo venían acompañando, perdieron
la brújula. Después de explicar bien cómo se había consumado
el fraude, Marcos fijó una posición abstencionista: “No tenemos
el problema de la gente que prendió sus velas al proceso electoral...
El sistema político demuestra la mentira de que la gente «decide»
con su voto.”
¡Hay
millones en las calles, movilizados para defender su derecho democrático
a votar, y Marcos se aparta y los trata como una manada de imbéciles,
que “prendieron sus velas al proceso electoral” y que así
van a aprender la lección de que la gente no decide con su voto! Pero
los verdaderos imbéciles son Marcos, el autonomismo... y los que van
a la cola de ellos.
Los
socialistas revolucionarios no creemos ni en ésa ni en ninguna otra
elección burguesa. Pero, en los marcos de este régimen, defendemos
incondicionalmente el derecho democrático de los trabajadores y el
pueblo a votar... y a que no le roben el voto mediante el
fraude...
En
esa situación, le decimos a esas masas justamente indignadas por ese
fraude, que no tenemos ninguna confianza en López Obrador y que no lo
votamos, pero que estamos incondicionalmente junto a ellas para
pelear por su derecho democrático a que su voto sea respetado.
Tanto
en sus métodos de movilización como en sus propuestas, López
Obrador se limita a aprovechar la indignación y movilización de las
masas para hacer presiones y obligar a sus adversarios políticos de
la burguesía a llegar a un acuerdo con él. Ahora ha propuesto a
Calderón un pacto para establecer “un Gobierno de transición de
sólo tres años, tras un nuevo recuento de votos”.
Pero
si algo ha quedado demostrado en esta crisis, es que todo el régimen
político y sus instituciones (presidencia, parlamento, poder
judicial...) están podridos hasta la médula. Un pacto como el que
propone López Obrador está dirigido a salvarles la vida y volver
a legitimarlas. En el fondo, López Obrador está proponiendo que
todo siga igual... pero con él de presidente, ahora o dentro de
tres años...
¡Esta
propuesta de acuerdo no tiene nada de democrática! ¡Es una burla a
los cientos de miles que se han organizado y se movilizan contra el
fraude! La única salida consecuentemente democrática es que la
movilización de las masas trabajadoras y populares derribe a este régimen
y sus instituciones, e imponga una Asamblea Constituyente,
donde se discuta y se decida sobre los problemas y los destinos de México.
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