Antecedentes
del régimen mexicano
Una democracia
casi igualita a una dictadura
Por
Isidoro Cruz Bernal
Socialismo o Barbarie, periódico, 12/10/06
México
vive una coyuntura política en la que han surgido varios frentes de
conflicto para el régimen burgués autoritario que dirige al país
desde hace décadas, y que ha tenido dos máscaras a través de su
historia. La primera, muy contradictoria en sus inicios, trataba de
aparecer como continuidad de la gran revolución popular y campesina
de 1910, pero a mediados de los años 20 fue mediatizada por la
burguesía y una burocracia del partido en el poder [1] que
establecieron un régimen nacionalista izquierdizante con apoyo de
masas. Éste, a medida que avanzó el desarrollo capitalista, fue
perdiendo paulatinamente sus aspectos antimperialistas y también
erosionó paso a paso y sin piedad las conquistas sociales obtenidas
por las clases populares. Entre ellas, una reforma agraria y un
importante desarrollo industrial que generó bienestar material entre
los trabajadores y estabilidad laboral.
Esta
decadencia a lo largo de dos o tres décadas tuvo como consecuencia
que el régimen conservara durante cierto lapso un perfil de
concesiones a las masas combinado con una tendencia cada vez mayor al
fraude electoral. Ese segundo aspecto adquirió con los años un claro
predominio sobre el primero. A eso hay que agregar que el partido en
el poder, “revolucionario” e institucional al mismo tiempo, fue
alineándose cada vez más en posiciones políticas reaccionarias
hasta adherir por completo a los postulados neoliberales a fines de
los 80. Social y políticamente, el unicato del PRI se fue
erosionando.
Así
fue como apareció la segunda máscara del capitalismo mexicano y su régimen
político: la transición hacia un régimen político en el que el PRI
no gane siempre pero en el que las contrarreformas neoliberales se
mantengan, y de ser posible se profundicen. El Partido de Acción
Nacional de Vicente Fox fue durante muchos años la oposición de
derecha, ligada al catolicismo, con ejes anti-corrupción y para los
cuales el régimen priísta era demasiado populista y “chabacano”.
Sin embargo, a fuerza de presentar una tenaz oposición al PRI, ganó
apoyo entre las clases medias y en algunos sectores campesinos
(ayudado por el manejo punteril de caciques emigrados del PRI). Este
carácter del PAN de ruptura conservadora con el régimen y
continuidad neoliberal lo proyectó como el candidato ideal para una
transición democrática bajo control burgués-imperialista.
Sin
embargo, la supuesta transición a la democracia no fue tal. La pasada
elección presidencial ha dejado a la vista que el actual régimen
(con el vistobueno de Estados Unidos) no soporta todavía ser relevado
por una alternativa indolora “por izquierda” como es López
Obrador y el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Este
partido de ningún modo constituía un intento de ruptura con el
neoliberalismo, aunque sí un tímido intento de defensa de algunas
posiciones de la gran burguesía mexicana, a la que se defendía de
una mayor apertura económica. Lo que podía tener de conflictivo el
PRD se vinculaba a contenidos de puja y regateo con ciertas ramas del
capital extranjero, y en modo alguno con el otorgamiento de
reivindicaciones sustanciales obreras y populares.
Sin
embargo a ese candidato se le robó descaradamente el triunfo de la
misma forma en que se había hecho en 1988 con Cuauhtémoc Cárdenas y
su coalición anterior al PRD, que tenía componentes de ruptura
“por izquierda” mucho más acentuados que López Obrador.
Hoy
en México se vuelve a dar la situación de un presidente con muy poca
legitimidad pero apoyado en el poder de facto del imperialismo, las cúpulas
empresarias y la burocracia estatal, especialmente la del aparato
judicial. El régimen mexicano es una versión levemente más refinada
de una famosa frase del dictador nicaragüense Anastasio Somoza
(padre) a un periodista extranjero que le reprochaba haber prometido
elecciones libres y, posteriormente, reincidir en el fraude. Somoza le
contestó: “Prometí elecciones libres, no escrutinios libres”.
Felipe Calderón, candidato del PAN, el nuevo PRI, ha sido ratificado
como presidente electo por la Suprema Corte. La transición a una
democracia burguesa “normal” es una asignatura pendiente que,
hasta ahora, parece ser difícil de conseguir en los marcos del régimen.
Como es sabido,
López Obrador ha movilizado a su base social, generando los
multitudinarios acampes contra el fraude en todo el país. Sin
embargo, este proceso de movilización es profundamente contradictorio
con la lógica de funcionamiento “carrerista” de su propio
partido, muy integrado al régimen. Ni los intendentes ni los
diputados o cualquier funcionario del PRD que haya llegado a obtener
un cargo en el estado burgués va a ponerlo en riesgo a causa de una
abstracción tan vaporosa, para ellos, como la “soberanía
popular”. Por eso, en lo que de ellos dependa, su “oposición”
tiene patas cortas.
Nota:
1.
La forma mexicana de partido único surgida de la revolución tuvo, en
el transcurso del tiempo (1929-1999), varias denominaciones. Estas
fueron: Partido Nacional Revolucionario, luego Partido de la Revolución
Mexicana y finalmente, acompañando su lento declive, Partido
Revolucionario Institucional (PRI).
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