México:
López
Obrador y el PRD: ausentes sin aviso en la solidaridad con Oaxaca
Oaxaca, soledad
en llamas
Por Adolfo
Gilly
La Jornada, México,
30/10/06
El conjunto de
organizaciones políticas y sindicales institucionales, pese a sus
diferencias entre sí, en la hora de la prueba están dejando a Oaxaca
en la soledad. Nada de las grandes manifestaciones que salieron a
detener la guerra contra el zapatismo en 1994, ni siquiera de las que
se alzaron contra la masacre de Acteal. La rutina electoral, es decir,
la lógica de las instituciones existentes, así sea para vituperarlas
de labios para afuera, los ha ganado a todos. Declaraciones hay,
protestas también, pero de movilizar fuerzas como pudieron hacer muy
poco ha en la disputa electoral, nada.
El PRD está
absorbido por la disputa parlamentaria. En el Congreso pidió
desaparición de poderes y juicio político. Si no se pudo, ni modo,
ya salvamos nuestro honor y nos vamos de puente. Los gobernadores
elegidos por el PRD, todos, incluido el del Distrito Federal, firmaron
en la Conago junto a Ulises Ruiz. La CND, motivo de tantas ilusiones y
encandilamientos, ha demostrado su inexistencia a todos los efectos prácticos,
salvo la recolección de votos y la disputa por ellos.
El viejo pacto
entre el PAN y el PRI, movilizado ahora en defensa de Ulises Ruiz y
contra el pueblo oaxaqueño, ya lleva 15 muertos en Oaxaca para
sostener a un gobernador repudiado y oponerse a un legítimo
movimiento social del pueblo oaxaqueño. Ahora han metido a la PFP y a
elementos militares disfrazados de PFP, una muestra más de su
impotencia y descrédito para alcanzar soluciones políticas, como en
cambio solían lograrlo en el pasado.
El pacto
PRI-PAN no es una novedad. Viene desde la fundación del PAN en 1939,
como heredero legal del sinarquismo y voz política de la jerarquía
eclesiástica y de los conservadores mexicanos. Nunca dejó de
funcionar en los momentos cruciales: en la represión a la huelga
ferrocarrilera de 1959, el movimiento estudiantil popular de 1968, la
guerra sucia de los años 70, la restructuración neoliberal desde
1982, el fraude de 1988 (con su secuela de cientos de muertos del PRD
y otros, porque la resistencia entonces no fue juego), la quema de las
actas en 1991, la liquidación de los artículos 27 y 130
constitucionales, la firma del TLCAN, la represión en Chiapas desde
1994, la ruptura de los acuerdos de San Andrés y el voto contra la
ley Cocopa, el Fobaproa, el pacto de bufones donde 360 diputados de
ambos partidos votaron unidos el imposible desafuero de López
Obrador, la negativa a que se verificara el resultado electoral de
2006 en un nuevo conteo de los votos. La lista es interminable y no
registra fallas importantes.
Hoy el PRD con
sus dos máscaras, la institucional llamada Frente Amplio Progresista
y la parainstitucional llamada Convención Nacional Democrática, no
quiere ni puede movilizar, en defensa de Oaxaca y contra la represión
del gobierno federal, a las fuerzas populares que apenas en septiembre
reunió en el Zócalo contra el fraude electoral. Por fortuna La
Jornada y varios otros medios (uno de ellos, Indymedia, ya pagó con
la vida de uno de sus reporteros), así como incontables voces
individuales, mantienen la información, la protesta y la indignación
(¡salud, Blanche, siempre en el lugar!). Pero su tarea no es, no
puede ser, organizar la movilización. Ella corresponde a quienes
tuvieron en julio 15 millones de votos y cuentan, como entonces se
vio, con el aparato adecuado. Pero por este lado, nada. Repiten con
Oaxaca lo mismo que hicieron con la represión sobre Atenco, que ya
anunciaba cuáles serían los métodos en adelante.
La carta de
Andrés Manuel López Obrador, publicada el domingo 29 de octubre en
La Jornada, no es aceptable. Se limita a denunciar la acción
policial, el pacto entre el PAN y el PRI y el gobierno "siniestro
y represor" de Ulises Ruiz. Declara que la renuncia de éste es
la única solución posible y recuerda que en la elección de julio
pasado la mayoría de los oaxaqueños votó por su candidatura. Es
todo.
La secuela de
estas constataciones puede suponerse que sería llamar a una gran
movilización en el Distrito Federal y en otros lugares de la República
en defensa del movimiento oaxaqueño, contra los asesinatos de los
paramilitares de Ulises Ruiz y contra la represión del gobierno
federal. Un llamado así, viniendo de quien tuvo 15 millones de votos,
llenaría a desbordar el Zócalo y otras muchas plazas de la República.
Una mera denuncia tardía y nada más, como es el contenido de aquella
carta, no sirve para nada.
Cuando escribo
estas líneas, Oaxaca está siendo ocupada por las fuerzas federales
que el gobierno del PAN ha lanzado en defensa de un gobernador asesino
del PRI. Hoy hay dos muertos más. No pido a los dirigentes de la CND
que movilicen sus fuerzas en las plazas y los centros de trabajo y
estudio de la República, primero porque no lo harán, segundo porque
tampoco disponen de ellas. Tampoco lo pido al jefe de la oposición,
Andrés Manuel López Obrador, porque su carta dice que tampoco tiene
intención de hacerlo.
Ante la
indignación y el pasmo del pueblo mexicano, que contempla atónito
como una vez más las fuerzas represivas del gobierno federal atacan a
un movimiento popular masivo y legítimo y tratan de acorralarlo y
empujarlo a los extremos y a los desmanes; y ante la protesta, las
denuncias y las movilizaciones de organizaciones populares, de
derechos humanos y otras, que hoy por hoy no disponen de fuerzas
mayores, el silencio y la pasividad de las grandes organizaciones deja
a Oaxaca librada a sus propias fuerzas, a su coraje, a su capacidad de
maniobra y a su propio y antiguo entramado organizativo.
Como en el
verso inolvidable del poeta de Muerte sin fin, Oaxaca es hoy la
"soledad en llamas". El pueblo-pueblo de Oaxaca podrá salir
de esta prueba golpeado, pero posiblemente más organizado. Los
recolectores de votos, por su parte, ya tendrán ocasión de recordar
otros versos: "Arrieros somos y en el camino andamos / y cada
quien tendrá su merecido".
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