México
La resistencia del pueblo de Oaxaca
Por Vicky
Pelaez
El Diario –
La Prensa, Nueva York, 01/11/06
“Si Dios
existe, espero que tenga una buena excusa”. (Woody Allen)
Después de 161
días de resistencia social, el Zócalo de Oaxaca fue finalmente
tomada a “sangre y fuego” por 3,500 agentes de la Policía Federal
Preventiva armada hasta los dientes, con helicópteros, tanquetas,
topadoras y respaldados por 3,000 policías militares con rifles automáticos
y por 5,000 soldados.
El pueblo
movilizado por la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO), después
de una resistencia pacífica se ha replegado a las instalaciones de
Radio Universidad, y hasta el momento de escribir esta columna, desde
este medio escuchado en todo el mundo, estaban coordinando minuto a
minuto la movilización pacífica del pueblo, que seguía ocupando
varias barricadas en las calles de la ciudad.
En realidad,
Oaxaca es una víctima de la globalización neoliberal y su
“imprescindible” Tratado de Libre Comercio (NAFTA) firmado por el
gobierno de México con Estados Unidos y Canadá en 1994. Al pasar sólo
dos años el dinero de los inversionistas se había esfumado y la
mayoría de las empresas medianas y pequeñas mexicanas fueron
devoradas por las grandes corporaciones de las cuales no libró ni el
campo.
Tal fue la
avalancha neoliberal, que México por primera vez en su historia tuvo
que importar de California el 80 por ciento de su alimento básico
tradicional, el maíz.
Actualmente un
47 por ciento de los que trabajan reciben sueldos que no alcanza para
la canasta familiar y la sobrevivencia de siete de cada diez, depende
de las remesas que sus hijos les mandan desde EE.UU.
Oaxaca es uno
de los estados mexicanos más empobrecidos. El 70 por ciento de su
población es nativa y habla por lo menos uno de 16 idiomas autóctonos.
El promedio de ganancia de un trabajador es de 4.67 dólares. El 23
por ciento es analfabeta y el índice del promedio de estudios
escolares alcanzado es el más bajo en el país. El 40 por ciento de
los habitantes emigró a Estados Unidos, mayormente a California para
laborar en el campo.
Durante 80 años,
el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha dirigido el destino
de Oaxaca arbitrariamente y a su antojo. La corrupción e injusticia
llegaron a su máxima expresión con el gobernador Ulises Ruiz Ortiz
quien desde enero de 2005 se empeñó a reprimir el descontento social
del estado abandonado por el gobierno de Vicente Fox.
La erradicación
de la pobreza nunca estuvo en la agenda de estos líderes al servicio
de Estados Unidos.
Tampoco
combatir el narcotráfico extendido en el país como una plaga que
corrompe a todas las instituciones gubernamentales. Lo que interesa a
Fox y Ruiz Ortiz es aplacar los brotes de descontento y crítica que
pueden irritar al Gran Patrón y sus corporaciones.
Ulises Ruiz
Ortiz, con la venia del gobierno federal creó bandas paramilitares
que empezaron a sembrar terror en el pacífico estado sureño Oaxaca.
En los primeros 6 meses de su gobierno más de 150 líderes de bases
fueron detenidos para desarticular el movimiento social.
Sin embargo, el
tiro se le salió por la culata. La organización más combativa de la
ciudad la Sección 22 de la Unión Nacional de Educación, declaró en
mayo de este año al “Estado y su representante Ulises Ruiz Ortiz
enemigos del pueblo” y convocó a la Asamblea Popular de Pueblo de
Oaxaca (APPO) integrada por 350 organizaciones sociales. Desde junio
la APPO ocupó la mayoría de los edificios gubernamentales de la
capital oaxaqueña, instaló campamentos, barricadas y tomó las
instalaciones de Radio Universidad para exigir la salida de Ruiz
Ortiz, el fin de represión y el aumento de sueldos y salarios.
El gobierno
federal que nunca se ha atrevido a combatir el narcotráfico o
proteger a las mujeres de Juárez no ha dudado un instante a enviar
tropas a Oaxaca. Ya se sabe que hay muertos, heridos y desaparecidos,
sin embargo la resistencia sigue y hasta este momento Radio
Universidad sigue alzando su voz de protesta.
Lo estamos
viendo, la globalización no puede funcionar sin represión, pero la
última es también una constante generadora de resistencia, y lo que
hoy vive el pueblo de Oaxaca lo vivirán, de alguna manera, todos los
pueblos latinoamericanos firmantes del TLC.
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