El
presidente mexicano asumió en medio de una batalla campal
Bochornosa
jura de Calderón
Por
Gerardo Albarrán de Alba
Corresponsal
en México
Página
12, 02/12/06
En
pocos minutos y entrando por la puerta de atrás, Felipe Calderón
cumplió con la formalidad de colocarse la banda presidencial en el
Congreso. Para poder hacerlo sus legisladores desplazaron a trompada
limpia a los legisladores de la oposición de la tribuna.
Felipe
Calderón asumió ayer como presidente constitucional de México por
la puerta de atrás, resguardado por las fuerzas armadas que sitiaron
y mantuvieron bajo su control la sede del Poder Legislativo, y con la
máxima tribuna de la nación tomada a golpes y convertida en
trinchera por diputados y senadores del oficialista Partido Acción
Nacional (PAN), luego de casi 70 horas de crispación y negociaciones
políticas imposibles que sirvieron de nada.
Pese
a los reiterados llamados de la oposición para que aceptaran cambiar
la sede de la ceremonia oficial, Calderón y el PAN cumplieron así el
requisito constitucional de realizar la transmisión de poderes ante
el pleno del Congreso de la Unión, y con eso ganaron la batalla mediática.
Pero el partido opositor PRD y sus aliados, con su protesta
legislativa, expusieron frente a los ojos del mundo que en México está
fracturada la vida institucional. Al final, descontando filias y
fobias, unos y otros perdieron por igual en la percepción de la
sociedad general: la derecha fue evidenciada como sostén fáctico de
un presidente sin la legitimidad necesaria para asumir el poder con el
consenso nacional de su lado, y la izquierda –que cayó en todas y
cada una de las trampas que le tendieron en los últimos cuatro días–
quedó sumida nuevamente en la categoría de violenta e intransigente.
Ante tales victorias pírricas y pérdidas mayores, ni siquiera se
puede llamar empate.
Desde
el momento en que Calderón ingresó en el salón de sesiones, a las
9.48 de la mañana, y hasta que se retiró después de jurar y
colocarse la banda presidencial, pasaron solamente 4 minutos 51
segundos. Para sorpresa de todos, llegó acompañado de Vicente Fox, a
quien ya nadie esperaba ahí. Ambos aparecieron por una puerta oculta
detrás del estrado cubierto por dos banderas nacionales monumentales.
Fox llevaba en la mano la banda presidencial que se había quitado por
televisión en los últimos minutos de ayer y la entregó al
presidente del Congreso que, a su vez, la depositó en manos de Calderón.
Todo
esto ocurrió en medio de un tumulto de más de 70 legisladores
oficialistas, designados para copar todos los espacios en la tribuna
legislativa, junto con el presidente de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación y al menos 40 agentes del Estado Mayor Presidencial
–uniformados con traje oscuro y corbata roja– que coordinaron la
logística. La vicepresidenta de la mesa directiva de la Cámara de
Diputados, la izquierdista Ruth Zavaleta –que había permanecido en
su silla durante tres días–, optó por ceder su lugar al priísta
Manlio Fabio Beltrones, presidente del Senado. Así, el perredista más
cercano quedó a no menos de 20 metros de distancia de Calderón,
separado del estrado por una valla de medio centenar de legisladores
que improvisaron una barricada con los curules que les quedaron a la
mano. Más tarde, Calderón tendría un acto cómodo en el Auditorio
Nacional, cobijado por algunos miles de representantes de la derecha
nacional.
Hora
y media antes de que se iniciara la sesión de Congreso, había
vencido el plazo de la última de varias treguas pactadas entre las
fracciones parlamentarias desde el martes pasado, cuando los diputados
del PAN tomaron la tribuna y la retuvieron a golpes durante varios
zafarranchos con los perredistas que también trataban de subirse al
estrado. A las 8 de la mañana, senadores del PAN ingresaron en el salón
de sesiones; diputados del PRD trataron de cerrarles las puertas de
acceso y se reinició la batalla: nuevamente fueron repelidos a
golpes.
Para
cuando Calderón y Fox salieron hacia el Congreso –uno de su casa y
el otro de un hotel–, elementos de la Armada rodeaban el edificio
del Congreso y el Estado Mayor Presidencial estaba ya en el salón de
plenos, mientras la Policía Federal Preventiva ocupaba todo el sótano.
Las órdenes eran claras: no poner en riesgo la integridad física de
Felipe Calderón. A las 9.30 en punto se verificó el quórum,
garantizado por los legisladores del PRI –banderita tricolor en
mano, en un derroche de cinismo– que cumplieron su promesa al PAN de
asistir a la ceremonia. Cuatro minutos después se abrió la sesión.
Los perredistas acechaban todos los accesos al salón del pleno,
excepto la puerta de atrás, por donde ingresaron Calderón y Fox. No
había nada más que hacer, excepto bulla, mientras escuchaban la jura
de Calderón, que ni siquiera fue anunciada.
El
país observó todo mediante la señal oficial transmitida desde todas
las televisoras privadas y públicas, así como las radiodifusoras.
Algunas estaciones de radio desobedecieron la orden de la Secretaría
de Gobernación y continuaron con su propia transmisión. Una
conductora oficialista celebró en cadena nacional al nuevo presidente
con una sonrisa estúpida: “No se sintió tensión aquí (...) Este
acto nos da tranquilidad a los mexicanos, nos da certeza de que se
empieza un sexenio como debe ser: con mano dura, con el pie
derecho”. En el pleno del Congreso, todavía se escuchaba el grito
de los perredistas: “¡Va a caer, va a caer, Felipe va a caer!”.
Dos
horas y media después de salir del Congreso, ante 10 mil personas
reunidas ex profeso para un acto apologético, Calderón tardó seis
minutos en recorrer el pasillo central del Auditorio Nacional, entre
besos y abrazos. Más tiempo del que le tomó entrar, jurar y
abandonar el pleno del Congreso.
Entre
seguidores fieles y militantes de su partido, representantes
empresariales, del sector financiero y de la Iglesia católica,
intelectuales de derecha y sus invitados extranjeros, Calderón
finalmente se explayó: “¡Sí se pudo y sí se puede!”, soltó en
el discurso que no pudo pronunciar en el Congreso. Las señales de la
televisión privada estaban nuevamente intervenidas para escucharle
ofrecer un nuevo pacto social y político que cerrara las heridas
entre las fuerzas políticas, y un rosario de promesas de reforma política,
desarrollo social, crecimiento económico, seguridad, justicia, etcétera.
Esa fue su verdadera toma de posesión.
De
ahí, Calderón caminó a las instalaciones militares adyacentes del
Campo Marte, para recibir los honores del Ejército, la Marina y la
Fuerza Aérea, en su calidad de nuevo comandante supremo de las
fuerzas armadas. Salvas de 21 cañonazos y desfile de todas las armas.
Presentación y subordinación de cada uno de los generales de división
y almirantes en servicio. Discursos sobre lealtad. Todo el ceremonial
terminó a las 2 de la tarde con un minuto.
A
sólo dos kilómetros de distancia, Andrés Manuel López Obrador
–su Némesis– advertía en un mitin ante 50 mil personas que lo
reconocen a él como presidente legítimo: “El pueblo aún espera
una verdadera democracia”.
Los
Pinos reality show
Casi
10 horas antes de enfrentar a la oposición en el Congreso de la Unión,
Felipe Calderón tomó posesión de facto por televisión como
presidente de México. Faltando dos minutos para la medianoche de
ayer, en un acto sin precedente, Vicente Fox se despojó en la
residencia oficial de Los Pinos de la banda presidencial que simboliza
al Poder Ejecutivo y al comandante supremo de las fuerzas armadas, y
se la entregó a un cadete del Colegio Militar. Símbolo o mensaje,
jamás un presidente mexicano había entregado voluntariamente el
poder a los militares. Las leyes mexicanas contemplan que a la cero
hora del 1º de diciembre termina oficialmente su cargo de presidente
en funciones, pero impone también la obligación de que ese mismo día
entregue la banda presidencial al presidente del Congreso de la Unión,
quien se la impone al presidente de la República entrante después de
que éste haya jurado, para convertirse en presidente constitucional
de México. Sin embargo, Fox puso el emblema presidencial bajo
resguardo militar y Calderón no sólo recibió la oficina
presidencial unos minutos antes de la medianoche del 30 de noviembre,
sino que en mensaje grabado para la televisión anunció: “Estoy
asumiendo la Presidencia de la República”, y ordenó tomar posesión
de sus cargos a los secretarios de la Defensa Nacional, de Marina, de
Gobernación y de Seguridad Pública, es decir, su gabinete de
seguridad. Ante el ambiente de crispación, la incertidumbre sobre la
posibilidad de que a la mañana siguiente se realizara el acto oficial
de transmisión de poderes en la Cámara de Diputados, y al borde de
una crisis constitucional no vivida jamás en el México pos
revolucionario, Fox y Calderón se anticiparon y organizaron ayer una
ceremonia privada de transmisión de poderes a la que nadie tuvo
acceso, fuera de sus gabinetes, pero que fue transmitida por televisión
en cadena nacional. En este juego de símbolos, Fox y Calderón
recibieron sendas banderas nacionales de manos de cadetes militares.
Calderón prometió defenderla “incluso con mi vida”.
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