Sobre la cabeza de Francisco Ramírez Acuña, flamante ministro
de Gobernación
(Interior), penden 640 denuncias por tortura
Un
torturador de ministro
Por
Gennaro Carotenuto desde Guadalajara [1]
rodelu.net,
10/12/06
Mientras
en Oaxaca se corre hacia la más brutal de las represiones, el
escritor Paco Ignacio Taibo II cuenta a Brecha un episodio de
la última campaña electoral mexicana. En el estado de Jalisco,
gobernado en los últimos 12 años por el pan, y en particular por Ramírez
Acuña, parroquianos denunciaron que en sus respectivas iglesias los párrocos
hacían abiertamente campaña contra Andrés Manuel López Obrador.
“En todas las denuncias –afirma Taibo II– los párrocos contaban
que el demonio AMLO les habría quitado los zapatos a los niños de
los fieles.”
Fue
Ramírez Acuña quien el 28 de mayo de 2004 lanzó a Felipe Calderón
como precandidato a la presidencia. Por esa misma época cien chicas y
chicos eran torturados en los sótanos de la policía en Guadalajara.
Eran
días excitantes para Ramírez Acuña. En Guadalajara –la estupenda
capital del tequila– se desarrollaba la cumbre euroamericana con la
presencia de decenas de mandatarios, entre los cuales Jorge Batlle. El
actual ministro se jactó entonces públicamente de haber infiltrado a
los manifestantes que protestaban pacíficamente contra la cumbre con
el fin de generar choques con la policía. A la cabeza de los
manifestantes estaba un tal Evo Morales.
Esa
misma noche Ramírez Acuña ordenó: “¡Quiero cien detenidos,
ya!”. Decenas de camionetas recorrieron la ciudad cazando jóvenes.
Los sacaron por los pelos de restaurantes, boliches, jardines, hasta
llegar al número exigido. Un chico de Monterrey fue secuestrado en la
misma sede de la Cruz Roja, donde era atendido tras haber llegado
cubierto de sangre.
Todos
los jóvenes fueron llevados directamente al sótano de la jefatura de
policía. Las mujeres fueron desnudadas y abusadas sexualmente, los
hombres golpeados salvajemente. A la mañana siguiente la mitad fueron
liberados, y los otros siguieron siendo torturados hasta firmar
confesiones fantasiosas por crímenes nunca cometidos. Algunos
quedaron presos un año o pagaron multas astronómicas para salir de
la pesadilla.
La
cumbre de 2004 es sólo uno de los episodios siniestros en los cuales
está involucrado Ramírez Acuña. Ya en 1999 un detenido por
presuntos crímenes comunes en Jalisco murió por las torturas
recibidas. En 2002, en una localidad aislada, una rave en la que
participaban miles de jóvenes fue interrumpida por la policía con la
excusa de la presencia de droga. Según la Comisión Estatal para los
Derechos Humanos (CEDH), el trato que se dio a los 1.500 detenidos fue
cruel, inhumano y degradante.
La
misma CEDH denuncia que Ramírez Acuña garantizó la impunidad de al
menos 640 casos de tortura certificados en Jalisco entre 2001 y 2005,
año en el cual se llegó al récord de 132 denuncias por tortura. El
presente año puede llegar a ser aun peor. Los informes sobre Ramírez
Acuña hablan de “persistente intolerancia hacia las manifestaciones
juveniles y el ejercicio, por parte de los jóvenes, de derechos
civiles y políticos”. Durante su gestión, señala la CEDH, el hoy
ministro “instaló una ideología moral llena de prejuicios sobre
los jóvenes, sus formas de expresión e identidad y sus derechos”.
Más de 60 organizaciones humanitarias –entre las cuales Amnistía
Internacional y Human Rights Watch– suscribieron un documento en el
que consideran a Ramírez Acuña incompatible con el cargo para el
cual ha sido designado.
.-
Columnista
del semanario Brecha de Uruguay.
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