El
nuevo despojo del petróleo mexicano
Por
Adolfo Gilly
La
Jornada, 18/03/08
Hace
setenta años [después de la nacionalización del petróleo
por Cárdenas], las empresas petroleras fueron declarando
que la ineptitud tecnológica nacional obligaría a México
a pedir su regreso en pocos meses. Hoy, setenta años después,
la élite política y empresarial de México piensa que ese
plazo de meses por fin se ha cumplido y que, ahora sí,
aquellos capitales tienen que volver
1.
El costo de producción de un barril de petróleo es hoy,
para Pemex, de unos 5 dólares por barril. Su precio de
venta en el mercado asciende a más de 100 dólares. La
diferencia entre una cifra y otra es lo que se denomina
renta petrolera. Quién se quedaba entonces con ella fue el
tema central de la expropiación petrolera de hace setenta años.
Quién se queda hoy con la renta petrolera mexicana es,
nuevamente, el tema central.
Entendido:
nadie propone “privatizar Pemex”. Lo que quieren es
traspasar a manos privadas esa renta petrolera mientras el
Estado mexicano, bajo el rótulo “Pemex”, se queda con
instalaciones chatarra. La operación consiste en abrir en
todo o en parte a la inversión privada (de capital
extranjero y nacional) y a sus necesidades de ganancia, los
trabajos de exploración, extracción, refinación,
distribución y transporte, hoy a cargo de Pemex como
empresa estatal. Esta operación significaría convertir en
ganancia privada lo que hoy es renta propiedad de la nación.
Su nombre preciso es despojo.
Es
lo que ya se hizo con las tierras ejidales, con las
frecuencias entregadas graciosamente al monopolio televisivo
y con la telefonía, antes del Estado, regalada por el
gobierno de Carlos Salinas de Gortari (y sus altos
funcionarios de entonces) a Carlos Slim y asociados. En La
Jornada (7 de marzo de 2008, página 26), Carlos Fernández–Vega
anota que en 1991, cuando la privatización de Teléfonos de
México, el capital de Slim ascendía a mil 600 millones de
dólares; en 2008, había crecido a 60 mil millones de dólares
(un 3 mil 630 por ciento). También esta fortuna es
producto, no de la mera ganancia financiera, industrial o
comercial, sino de un despojo que permitió el traspaso de
la fuente de esas ganancias a manos privadas: el de Telmex,
antes patrimonio de la nación.
2.
Pemex, aducen los vendedores, está en quiebra financiera.
Sus adeudos acumulados, sobre todo vía Pidiregas, son
equivalentes al valor total de sus activos. Hay que vender,
pues, bajo la cobertura que sea.
Pemex
fue llevado adrede a esta situación por los sucesivos
gobiernos de Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y
Vicente Fox. Quebrar Pemex y hacer inevitable la privatización
del petróleo ha sido una política común, buscada y
planeada, del conjunto de la élite política y empresarial
que gobierna México. Sobreabundan los estudios que lo
demuestran. No son “traidores a la patria”: tales epítetos
sólo sirven para sustituir el razonamiento por la
invectiva. Son una élite empresarial y política dirigente
que cree, sinceramente, que sus intereses privados son los
mismos que los de la nación, como lo creen todas las élites
similares en el mundo, desde Estados Unidos hasta Rusia y
hasta Arabia Saudita.
Como
la población mexicana, en su mayoría, no piensa lo mismo,
esa élite gobernante ha tenido que hacer avanzar sus
intenciones de despojar a México de su renta petrolera por
dos caminos laterales: ir desmantelando a Pemex al menos
desde 1988 en adelante –veinte años de una guerra cuyos
primeros disparos fueron contra la Quina para poner en su
lugar a charros equivalentes pero más dóciles–, y soltar
cuentos como el del “tesoro oculto de México”, que los
mexicanos serían incapaces de extraer por sí solos en el
actual universo tecnológico y con Pemex desmantelado.
Esta
mentira circular, que no voy a llamar cínica porque sugerí
más arriba no usar epítetos, es similar a la que
utilizaron las empresas extranjeras cuando, hace setenta años,
la expropiación petrolera devolvió a la nación el
usufructo de su subsuelo petrolero –de su “tesoro
escondido”, pues– y ellas se fueron del país declarando
que la ineptitud tecnológica nacional obligaría a México
a pedir su regreso en pocos meses. No se les hizo: técnicos
y trabajadores mexicanos convirtieron a Pemex en una de las
empresas petroleras más productivas del mundo.
Hoy,
setenta años después, la élite política y empresarial de
México piensa que ese plazo de meses por fin se ha cumplido
y que, ahora sí, aquellos capitales tienen que volver a
buscar el “tesoro escondido” para quedarse entre todos
con él. ¿Se les hará esta vez? Se me hace que tampoco.
3.
Muchos estudios han mostrado, datos en mano, la
direccionalidad y la intencionalidad de la política de
conducir a Pemex a una situación de quiebra financiera y
tecnológica. Entre esos estudios me permitiré citar aquí
el de David Ibarra, El desmantelamiento de Pemex, del 19 de
febrero de 2008 (revista Forma, febrero 2008), cuyo título
indica con precisión su contenido. Estos son algunos de sus
párrafos.
•
“Los
obstáculos centrales a la revitalización de la industria
petrolera nacen de la ausencia crónica de una estrategia
energética de largo plazo como parte medular de las políticas
públicas de desarrollo y de seguridad nacionales. Y, junto
a ello, está la exacción indiscriminada de las rentas
petroleras para sanear desequilibrios de las finanzas públicas”.
•
“Cabe subrayar el preocupante debilitamiento deliberado
del Instituto Mexicano del Petróleo, que abandonó la
investigación y la evaluación de los avances tecnológicos
del mundo. Con todo, la tecnología petrolera es tecnología
madura susceptible de adquirirse sin obstáculos mayores. Aún
en el caso de recursos en aguas profundas, existen empresas
especializadas que prestan sus servicios a los principales
consorcios petroleros del mundo”.
•
“Desde
hace más de diez años se ha pospuesto las modernización
de las capacidades de procesamiento del petróleo –si se
exceptúan las refinerías de Cadereyta y Madero– en
consonancia con los requerimientos crecientes de la
demanda”.
•
“La
descapitalización de Pemex ha sido brutal y se ha producido
de manera sistemática y deliberada desde hace tres o cuatro
lustros. Cabe preguntar la explicación de este fenómeno ya
que la empresa, pese a sus ineficiencias, no ha dejado de
generar utilidades o márgenes amplísimos entre sus
ingresos y gastos propios. Los rendimientos operativos han
subido nueve veces entre 1995 y 2006 y las utilidades antes
de impuestos van de 68.9 a 584.4 miles de millones de pesos
corrientes en el mismo lapso. De su lado, los impuestos se
han acrecentado de 74.9 a 583.9 miles de millones de pesos
en igual período; o, visto acumulativamente, Pemex ha
cedido la totalidad de las rentas petroleras al fisco, al
aportarle casi tres billones (en español, tres millones de
millones) de pesos o tres trillones (en inglés, también
tres millones de millones) de pesos de 1995 a 2006. Pocas
son las empresas petroleras que generan márgenes tan altos
de utilidades y ninguna cubre impuestos tan elevados hasta
generarle pérdidas”.
•
“La
inversión anual de Pemex –pese al moderado repunte del último
trienio– sigue siendo sistemáticamente inferior a la de
1982, un cuarto de siglo atrás. [...]
En contraste, la inversión realizada a través de
Pidiregas ya representa el 89 % de la formación de capital
de la empresa (2006)”.
•
“Quiérase
o no, el escollo fundamental a la despetrolización de la
economía y a toda reforma fiscal significativa es político.
Nace de la oposición de la élite nacional –y
extranjera– a tributar, tanto como de la falta de audacia
republicana, de la sujeción de los partidos políticos a
los poderes fácticos. Este y no otro es el problema
estructural, medular de Pemex. [...] Recuérdese aquí que
el sistema impositivo mexicano está marcado por sus modestísimas
recaudaciones y alta regresividad. La tributación apenas
asciende al 11 por ciento del producto, que contrasta con el
promedio de 36 por ciento de los países de la OCDE, el 25
por ciento de los Estados Unidos o el 34 por ciento del
Brasil”.
•
El
proceso de privatización ya está en curso: “La
privatización de las operaciones de compra y venta y
transporte del gas, la venta de las instalaciones petroquímicas,
los contratos de servicios múltiples, el desplazamiento del
Instituto Mexicano del Petróleo por servicios externos de
asesoría, y el outsourcing de otras funciones –alquiler
de barcos, plataformas e instalaciones, por ejemplo– son
otros tantos casos de la fragmentación deliberada de Pemex
y de las trasferencias de oportunidades de negocios
principalmente al sector privado del exterior”.
“El
debate sobre la reforma energética en lo que toca a Pemex,
más que gravitar obsesivamente en torno a su posible
privatización parcial o total, debiera centrarse en la
eliminación de los obstáculos que estorban su remozamiento
y desempeño como consorcio de clase mundial y como fuente
de ingreso volcada al desarrollo interno”.
El
desmantelamiento de Pemex: el abuso que acabo de cometer con
tan largas citas del documento de David Ibarra no implica un
acuerdo con cada una de sus afirmaciones, sino el recurso al
trabajo de un investigador serio para dar sustento a algunas
reflexiones sobre los alcances que el desmantelamiento de
Pemex y la cesión directa de la renta del petróleo al
capital nacional y extranjero podría tener para el futuro
mexicano.
4.
El despojo de Pemex, la entrega de la renta del petróleo al
capital privado, no es una mera cuestión económica o
tecnológica. Hasta el hartazgo se nos repite este burdo
engaño para así encajonar la discusión. De lo que en
realidad se trata es de reforzar el esquema geoestrátegico
de dominación que por muchos senderos sigue avanzando desde
el Pentágono y la Casa Blanca sobre el territorio mexicano.
La apropiación privada de la renta petrolera, en la cual
tendrían su parte también los grandes capitales mexicanos,
es un aspecto subordinado de dicha estrategia. No necesita
el Pentágono la renta y la ganancia. Necesita asegurar el
control directo del petróleo mismo para su maquinaria bélica,
como en los años 10 o en los años 20 del siglo XX, hasta
que en 1938 la fiesta se terminó.
En
caso de conflicto caliente o “frío”, Estados Unidos
necesita asegurar el dominio sobre el petróleo cercano,
tanto como necesita afirmar el control político–territorial
sobre su fortaleza continental, desde Alaska hasta el canal
de Panamá, incluído todo el mar y el territorio isleño
comprendidos entre la península de Florida y las costas de
Venezuela. Es lo que desde fines del siglo XIX la Casa
Blanca considera el Mare Nostrum, incluídas sus bases
militares, inútiles en caso de guerra global o
intercontinental pero siempre necesarias como puntales de la
dominación regional, según el uso filibustero de Guantánamo
lo demuestra.
Estos
designios geopolíticos, que incluyen el ansia apremiante de
recuperar el dominio sobre el petróleo venezolano,
alimentan en estos días el apoyo irrestricto e inmediato
del presidente Bush a la “Expedición Punitiva” del
presidente Álvaro Uribe contra Ecuador, este desplante de
cometer una masacre deliberada en tierra ajena para
escarmiento de todos, Sarkozy y Lula incluidos, y después
pedir “perdón” en la farsa de la OEA. Pero se trataba
de sentar un precedente, y ya está hecho.
El
Plan Puebla–Panamá y la Iniciativa Mérida; los proyectos
para controlar el Itsmo de Tehuantepec; la desestabilización
de México y de su ejército entrampándolo en la “guerra
contra el narco”, la represión política y la dependencia
tecnológica; la ASPA (Alianza de Seguridad Para las Américas),
pacto de subordinación militar; el TLCAN, pacto de
subordinación económica, con sus cláusulas abusivas sobre
los derechos, los productos, los cultivos y los migrantes
mexicanos, son piezas de ese esquema de dominación. Es como
si una poderosa aspiradora jalara ahora desde el norte a
esta nación, arrancándola de América Latina y chupándola
dentro de la subordinación y la sumisión que desde la
doctrina Monroe los gobiernos de Estados Unidos siempre
desearon y los mexicanos siempre temieron.
Es
este, y no otro, el contexto dentro del cual el gobierno del
PAN y sus múltiples aliados políticos, religiosos y
empresariales quieren hoy despojar a la nación de sus
rentas petroleras.
5.
Estoy escribiendo estas líneas el domingo 9 de marzo del año
2008. Hace hoy exactamente setenta años los generales Lázaro
Cárdenas del Río, presidente de México, y Francisco J. Múgica,
su secretario de Comunicaciones y uno de los artífices del
artículo 27 constitucional en 1917, después de una visita
al ingenio de Zacatepec, bajaron de su automóvil y
caminando solitarios por los campos de Morelos se pusieron a
razonar sobre la crisis con las empresas petroleras
extranjeras.* Esa noche, el presidente anotó en su diario
personal:
“Al
regresar de Zacatepec nos paramos a las 21 horas en la
desviación del camino que va a Palmira, entre los kilómetros
79 y 80 de la carretera Cuernavaca–Acapulco, y llamé
fuera del auto al general Francisco Múgica, secretario de
Comunicaciones, y le hice conocer mi decisión de decretar
la expropiación de los bienes de las compañías petroleras
si éstas se negaban a obedecer el fallo de la Suprema Corte
de Justicia.
“Hablamos
de que difícilmente se presentaría oportunidad tan
propicia como la actual para reintegrar a la nación su
riqueza petrolera. No hacerlo por temor a consecuencias económicas
o las posibles exigencias diplomáticas de Inglaterra y
Estados Unidos sería antipatriótico y de graves
responsabilidades que con justicia el pueblo nos señalaría.
“El
general Múgica resueltamente estuvo de acuerdo con la idea
de proceder contra las compañías en su actitud rebelde.”
En
la noche del día siguiente, 10 de marzo, ya madura la
decisión, los Apuntes del presidente se hacen más explícitos:
“Al
regresar anoche del ingenio azucarero Emiliano Zapata,
instalado en Zacatepec, Morelos, acompañado del licenciado
Eduardo Suárez, secretario de Hacienda, del general
Francisco J. Múgica, secretario de Comunicaciones, y otros
colaboradores del gobierno, nos detuvimos sobre la carretera
en las cercanías de Cuernavaca, entre los kilómetros 79 y
80, y con el general Múgica caminamos hacia Palmira,
platicando durante más de una hora. Nos referimos a la
situación que viene ocasionando la actitud de las empresas
petroleras que han reducido la venta de combustibles y demás
operaciones de sus negocios; así como las reiteradas
peticiones a sus gobiernos de que apoyen sus demandas en
contra del fallo de la Suprema Corte.
“Hicimos
consideraciones de las circunstancias que podrían
presentarse si gobiernos como los de Inglaterra y Estados
Unidos, interesados en respaldar a las empresas petroleras,
presionaban al Gobierno de México con medidas violentas;
pero tomamos también en cuenta que se presenta ya la
amenaza de una nueva guerra mundial con las provocaciones
que desarrolla el imperialismo nazifascista, y que esto los
detendría de agredir a México, en el caso de decretar la
expropiación.
“Conocedor
el general Múgica de la conducta de las empresas
petroleras, por juicios que se han seguido contra las
citadas empresas y en los que él ha intervenido, y por los
procedimientos y atropellos cometidos por los empleados de
las propias empresas, y que presenció cuando me acompañó
en los años en que estuve al frente de la Zona Militar de
la Huasteca Veracruzana; y reconociendo en él sus
convicciones sociales, su sensibilidad y patriotismo, le di
el encargo de formular un proyecto de manifiesto a la Nación,
explicando el acto que realiza el gobierno y pidiendo el
apoyo del pueblo en general, por tratarse de una resolución
que dignifica a México en su soberanía y contribuye a su
desarrollo económico.
“Hasta
hoy no se ha llegado a hacer mención, oficialmente, del
propósito de expropiación. Se dará a conocer en el
momento oportuno.
“En
los centros políticos y financieros, la generalidad cree, y
aun las mismas empresas, que el Gobierno podrá llegar,
solamente, a dictar la ocupación de las empresas
industriales. No puede retardarse mucho la decisión de este
serio problema. – Los Pinos, 22 horas.”
En
efecto, no se retardó mucho. La reserva sobre la decisión
tomada se mantuvo entre los dos generales. Ese 10 de marzo,
sin embargo, el presidente se reunió con algunos de sus
colaboradores, entre ellos Eduardo Suárez, Efraín
Buenrostro y Ramón Beteta, a los cuales adelantó que el
gobierno estaba “decidido a obrar radicalmente, llegando
hasta la expropiación de la industria petrolera”, pero
sin revelarles que la decisión ya estaba tomada. Acordó
con ellos diseñar un plan económico para aplicar en caso
de que se llegara a la expropiación.
En
sus notas del 15 de marzo en donde registró esa reunión,
el general agregó:
“El
momento es oportuno. Los gobiernos capitalistas hablan en
este momento a favor de las democracias y del respeto
absoluto a los demás países. Veremos si lo cumplen. Existe
actualmente control político de parte del gobierno,
estando, además, la nación en paz. Hay solidaridad entre
el gobierno y la clase popular. Considero que muy pocas
oportunidades tan especiales como ésta se presentarán a México
para lograr independizarse del capital imperialista, y por
ello cumplirá mi gobierno con la responsabilidad contraída
por la Revolución. Países hay que han perdido su libertad
por la indecisión y la pusilanimidad de sus dirigentes.”
El
18 de marzo de 1938, por la tarde, el presidente Cárdenas
informó en privado su decisión a algunos de sus
colaboradores y de entre éstos pidió al secretario de
Hacienda Eduardo Suárez que presentara la medida
expropiatoria en la reunión de gabinete de esa noche. A las
22 horas, desde Palacio Nacional y en cadena radial, el
general dio a conocer a la nación la medida expropiatoria y
leyó el manifiesto de antemano preparado. La audacia del
gesto y la inmediata explosión de apoyo popular conmovieron
hasta a sus enconados adversarios y desconcertaron a las
compañías y a los gobiernos de Gran Bretaña y Estados
Unidos, tal como lo registran las crónicas de esos días.
Ese
mismo viernes 18, alta ya la noche, Cárdenas anotó estas
pocas líneas en sus Apuntes:
“En
el acuerdo colectivo celebrado hoy a las 20 horas comuniqué
al Gabinete que se aplicará la ley de expropiación a los
bienes de las compañías petroleras por su actitud rebelde,
habiendo sido aprobada la decisión del Ejecutivo Federal.
“A
las 22 horas di a conocer por radio a toda la Nación el
paso dado por el Gobierno en defensa de su soberanía,
reintegrando a su dominio la riqueza petrolera que el
capital imperialista ha venido aprovechando para mantener al
país dentro de una situación humillante.”
Era
viernes por la noche. El general había ganado un fin de
semana de ventaja. El domingo se fue de día de campo al
Nevado de Toluca con su esposa Amalia Solórzano y algunos
familiares y amigos cercanos y, recuerda doña Amalia, pidió
que ese día no le hablaran de política.
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