La mentirosa destrucción de Pemex
Por
Marcos Chávez M.
Revista
Contralínea, México,
15/04/08
“¿Y
ahora qué, secretas y oscuras brujas de la noche? ¿Qué
están haciendo? Todas: Una cosa sin nombre.” (William
Shakespeare, “Macbeth”)
“Ya
perdimos la ideología. Ahora sólo nos unen los negocios.
La lealtad al jefe fue el secreto de su permanencia. Todo se
compra. Se compran voluntades… Siempre se roba para la
Corona o se corrompe para (ella). Esto es fundamental, de lo
contrario la Corona tendría puesto a un estúpido. Roben
que yo miro para otro lado. Cuando se destapa la pudrición
no se puede mirar para otro lado que no sea el sector político.
(Daniel Otero, “El entorno. La trama íntima del aparato duhaldista y sus punteros”)
Si no fuera por la naturaleza del
desastre en que se encuentra la industria petrolera; por el
doloso y mendaz escenario de ópera bufa que ha montado la
derecha neoliberal encabezada por Felipe Calderón, para
tratar de justificar la injustificable reprivatización de
la industria energética, pisoteando la Constitución;
porque los piratas petroleros trasnacionales se afilan los
colmillos ante el jugoso negocio botín (el “tesoro”
escondido en el fondo del Golfo de México y zonas aledañas,
es decir, en todo nuestro territorio) que les será
entregado para su libre depredación; por el beneplácito
del baby Bush ante su gestor Calderón que está a
punto de cederle a su área de influencia geopolítica los
yacimientos de hidrocarburos mexicanos, a diferencia de
Dmitri A. Medvedev (Rusia), Hugo Chávez (Venezuela), Evo
Molares (Bolivia) o Rafael Correa (Ecuador) que han vuelto a
nacionalizar sus respectivas industrias para ponerlos a
disposición de sus países; y porque todo indica que los
aventureros priistas del Congreso, postores del mejor
precio, liderados por Manlio Fabio Beltrones y Emilio
Gamboa, al grito de “Fuenteovejuna, todos a una”, se
preparan para legitimar el plan desnacionalizador del
neoconservador Calderón y sus compañeros de viaje, la
situación petrolera actual de México en particular, y la
energética en general, es digna de una obra macabra,
escrita, por ejemplo, por Ambrose Bierce, uno de los
maestros del humor negro, que nos legó deliciosas obras
como El club de parricidas.
Desdichadamente, el asunto es más
grave porque los calderonistas y la elite política y económica
instrumentan una de las peores traiciones históricas a la
nación.
Será una vileza que, por sí misma,
justifica el abierto rechazo e incluso la rebelión de las
mayorías, por cualquier medio, amparada por la Carta Magna,
o sin ella, que le otorga al pueblo a darse el gobierno que
se merece.
La situación de Petróleos Mexicanos
(Pemex), como responsable estatal de la industria petrolera,
es trágica. Se encuentra al borde del desastre. Se hunde en
la ruina financiera.
Pemex es la empresa más importante
del país. Según la revista Fortune, en 2007 se
ubicó en lugar 34 entre las 500 firmas más grandes del
mundo y en el décimo entre las 39 petroleras más
significativas. Entre 2001 y febrero de 2008, lapso que
abarca los gobiernos cavernarios y santurrones del
neoliberalismo panista y que coincide con el aumento de los
precios mundiales del crudo y sus derivados, ha acumulado
ganancias por 132.2 mil millones de dólares (MMDD), sólo
por concepto de exportaciones netas de hidrocarburos (la
diferencia entre las ventas externas y las importaciones de
crudo, gas natural, petrolíferos y petroquímicos),
equivalentes a poco más del doble de la deuda externa bruta
del gobierno federal registrada hasta febrero de 2008 (62.4
MMDD). Si se considera también las ventas internas, en
total Pemex ha obtenido alrededor de 512 MMDD. Desde que los
neoliberales asaltaron el poder con Miguel de la Madrid, las
divisas por las exportaciones petroleras suman 394 MMDD. No
obstante, en ese lapso la economía ha registrado su peor
desempeño (tasa de crecimiento real anual de 2.8 por
ciento), sólo comparable al observado después de la
Revolución Mexicana hasta la recesión mundial de la década
de 1930, lo que revela la magnitud del derroche de la
llamada renta petrolera.
Gracias al ciclo ascendente de los
precios del crudo (2002-2008), las empresas petroleras
mundiales, públicas, han obtenido extraordinarias
ganancias. Los gobiernos petroleros utilizan a los
hidrocarburos como instrumento para tratar de afianzar su
soberanía nacional, ponen las divisas obtenidas a disposición
del bienestar de su población y del desarrollo en general y
tratan de ganar espacio geopolítico en un mundo capitalista
donde la lucha por ese energético y sus reservas se ha
tornado brutal, sangrienta. Al lado del montón de divisas
se amontonan los cadáveres, sobre todo en Asía central, África
y Medio Oriente.
Sin embargo, Pemex sobrevive como un
opulento mendigo, para tomar prestada una expresión de Moby
Dick, de Herman Melville.
Pemex es incapaz de invertir en
exploración y explotación para revertir la declinación de
las reservas totales y probadas de hidrocarburos (en 2007
ascendieron a 45.4 mil millones de barriles (MMB) y 15.5
MMB, respectivamente, cuyo horizonte de vida es de 14 y
cinco años de vida –años 2021 y 2012– al ritmo medio
de producción actual), y de 3 millones de barriles diarios
(MBD) en el primer bimestre de 2008) y la reducción de las
plataformas de producción de los mismos (de 3.825 MBD a
3.311 MBD entre 2004 y 2008, 4.7 por ciento; la de crudo ha
bajado 3 por ciento, debido al desplome de 15 por ciento de
la zona marina) y de exportación de crudo (de 1.870 a 1.432
MBD, 23.4 por ciento). Carece de recursos para mejorar su
infraestructura y superar su rezago tecnológico para
ampliar su capacidad instalada en exploración, explotación
y producción de crudo, refinados, petrolíferos y petroquímicos,
que se manifiesta es crecientes importaciones (pasaron de
3.3 en 2002 a 16.9 MMD en 2007 y se proyectan hasta 20-21
MMD en 2008, 636 por ciento más alto). En casi 30 años,
por ejemplo, no se ha construido una sola refinería que
pudiera ajustar la oferta y la demanda interna de gasolinas.
Ha recibido una montaña de dólares y, no obstante, tiene
que vivir de prestado para ajustar sus necesidades
financieras. En 2007 acumuló un adeudo total bruto por 46.1
MMD (6.6 MMD son menores a un año y 39.5 MMD de largo
plazo).
En su dominical “Diagnóstico:
situación de Pemex”, los chicago boy Georgina
Kessel, titular de Energía y Jesús Reyes Heroles, el pequeño,
director de la paraestatal, delinearon un cuadro apocalíptico
de dicha industria. Con justa y diplomática razón, los
priistas del Congreso apreciaron como “catastrofista” y
“dudoso” al documento dado a conocer por los empleados
de Calderón que se vieron obligados a sustituir al alicaído
“operador político” del ejecutivo, Juan Camilo Mouriño,
que prácticamente trabaja en la clandestinidad desde que se
descubrió su tráfico de influencias, su corrupción, su
manejo de información privilegiada, su enriquecimiento ilícito
familiar y otras lindezas, protegido por el Ejecutivo.
La estrategia de los calderonistas,
antes y después de la presentación del documento, ha
seguido una inocultable y sencilla lógica, pese a que,
envuelto en la bandera nacional, Felipe Calderón jure y
perjure que “Pemex no se privatizará”, que “el petróleo
seguirá siendo de los mexicanos”, que busca la “plena
soberanía sobre nuestros hidrocarburos”:
Primero se crea un ambiente de
desinformación sobre la situación real de Pemex y la
industria, propaganda digna de un régimen que aspira a
aterrorizar a la población con las implicaciones del
agotamiento de los hidrocarburos.
Después se le quitan los harapos a
la paraestatal y se exhiben las vergüenzas del opulento
mendigo: su incapacidad para subsanar la declinación de los
yacimientos actuales; su inutilidad por carecer de las
tecnologías “modernas” para explorar y explotar nuevos
campos donde se encuentra el “tesoro escondido”, es
decir, en el fondo del Golfo de México.
Finalmente, de manera grotesca, la
cleptócrata elite políticaeconomica neoliberal trata de
esconder, debajo de los andrajos de Pemex, la desvergüenza
del objetivo fundamental de la contrarreforma petrolera:
destruir uno de los últimos pilares que aún quedan en pie
del México posrrevolucionario. Es la revancha de los
herederos de los conservadores que fueron derrotados con las
armas: los cristeros, el porfiriato, los suspirantes del
imperio, la sangre gachupina. Violar la Constitución
para legitimar con leyes secundarias la reprivatización
petrolera. Su intención es arrojar sus despojos a las
empresas trasnacionales petroleras y financieras, por medio
de “alianzas”, que supuestamente dotarían a Pemex
–suculento pago de por medio– de la tecnología
adecuada, del capital requerido u otros “acuerdos” que
ya tienen diseñados los calderonistas, pero que, por
razones obvias, se niegan dar a conocer. Para ello cuentan
con sus mercenarios del Congreso, los “soldados” de
Calderón a los que se refirió Mouriño. Ellos pondrán la
cara impertérrita, cínica, ante la nación.
Sólo necesitan de Manlio Fabio
Beltrones, Emilio Gamboa y sus tribus. En breve sabremos si
su retórica relativa a que no aceptarán la
desnacionalización de Pemex y la industria sincera o un
simple artificio para encarecer sus servicios y emolumentos.
El resto es bisutería para redondear
la ambición neoliberal. Por ejemplo: darle mayor margen de
operación a Pemex, un nuevo modelo de control y fiscalización
para erradicar la corrupción, como pidiera Reyes, el pequeño.
Los gobernantes en turno, nacionalistas, populistas y
neoliberales, siempre han manejado a su antojo a la
administración central y las empresas públicas: sin rendir
cuentas a nadie; sin que existan mecanismos de supervisión
y sanción de los funcionarios; con la complicidad de los
poderes legislativo y judicial. ¿Desean la impunidad
completa? ¿Cuando el pequeño habló de corrupción se
refería a Mouriño y Calderón, a él mismo y demás
depredadores y destructores de Pemex? Eso sólo es posible
en los gobiernos despóticos.
Obviamente, los chicago boys
que presentaron el documento nunca analizaron las causas
reales que han provocado la catástrofe petrolera. Tampoco
señalaron a los responsables. Ni exploraron otras opciones
diferentes a la reprivatización. Ellos están hundidos
hasta el cuello. Son cómplices del atentado.
|