Corriente
internacional Socialismo o Barbarie y PST de Costa Rica
A las
corrientes, agrupamientos, grupos y núcleos socialistas
revolucionarias independientes
Llamamiento
sobre la situación de Latinoamérica
•
La
izquierda revolucionaria en una encrucijada
• Construyamos un
polo independiente, de la clase trabajadora, los sectores
populares y la izquierda revolucionaria
La 3ª
Reunión Internacional de la Corriente Socialismo o
Barbarie, realizada a fines de marzo pasado en Buenos Aires,
deliberó acerca de la presente situación mundial y
especialmente de América Latina. A partir de las
conclusiones que se desprendieron de la misma, presentamos
esta Declaración sobre el momento actual.
La
coyuntura de la lucha de clases en el subcontinente
latinoamericano ha experimentado cambios en el último
período. Definir con exactitud esos cambios y sus
desafíos políticos, es vital para los socialistas
revolucionarios. Su importancia no se circunscribe a las
organizaciones y militantes de los distintos países de la
región. Es que América Latina, pese a los vaivenes que
analizaremos seguidamente, sigue siendo el lugar del mundo
en que desde los inicios del siglo XXI, se han desarrollado los
procesos políticos más avanzados de la lucha de clases.
Ése es
el motivo por el cual –no sólo en América Latina sino
también en Europa, EEUU y otras regiones del mundo– los grandes
debates estratégicos entre los militantes políticos de
la izquierda y los activistas obreros y sociales en general,
han estado en buena medida referidos a procesos como los de
Venezuela, Bolivia, y en menor proporción el
“argentinazo” y otros. Especialmente el
posicionamiento frente al régimen de Chávez ha sido un
tema central que ha divido aguas a nivel estratégico y político
en la vanguardia.
Ahora,
una nueva coyuntura política regional marcada por mayores
grados de crisis e inestabilidad nos pone frente a
problemas y desafíos también nuevos. Para empezar a
comprenderla, debemos ubicarla en lo que está pasando en el
mundo.
Un cuadro
internacional teñido por la crisis de la economía
estadounidense y mundial, y por cambios geopolíticos
marcados por el debilitamiento de la hegemonía del
imperialismo yanqui
La
hegemonía mundial del imperialismo norteamericano, que
parecía absoluta luego del derrumbe de la ex URSS, comenzó
a estar cuestionada en la medida del fracaso de sus
aventuras militares y colonizadoras en Medio Oriente.
A este
empantanamiento ya crónico en Medio Oriente, se le ha
venido a sumar ahora la crisis financiera y económica
internacional, que tiene como epicentro la crisis
hipotecaria en los propios Estados Unidos y la emergencia
de un cuadro recesivo en su economía que parece haber
llegado para quedarse por todo un período.
No
solamente esta crisis ha estallado ya, sino que además se
ha combinado con la crisis de los energéticos, cuyo
ejemplo fundamental, el petróleo, ha alcanzado precios cada
vez más exorbitantes sin parecer que el precio del barril
de crudo baje prontamente.
La
combinación de ambas crisis, además, ha provocado una
tercera crisis: la de alimentos. Para evitar las
pérdidas económicas de la crisis financiera, el capital ha
pasado a hacer inversiones en ramas de la economía más
seguras, como los productos alimentarios, de manera tal que
el precio de estos ha empezado a crecer en la medida en que
se profundiza la crisis financiera.
Pero
también, debido al precio del petróleo, el imperialismo,
fundamentalmente norteamericano, ha lanzado la política de
producir “biocombustible” en América Latina, lo que ha
provocado que las tierras cultivables dejen de producir
alimentos, por lo que el precio de estos se incrementa de
nuevo.
La suma
de este debilitamiento hegemónico en los frentes
económicos y políticos de la principal potencia
imperialista es así un rasgo persistente de la situación
internacional del cual ningún análisis de la misma podría
prescindir.
Sin
embargo, ese proceso de debilitamiento y frustraciones políticas
y militares EEUU tiene sus límites: no ha terminado aún
de decantar en categóricas derrotas, que determinen un cambio
geopolítico radical a escala mundial. Aún no se ha
dado, por ejemplo, un colapso militar en Medio Oriente como
el que sufrió en Indochina en los años ‘70. Tampoco, una
crisis grave del régimen político al interior de EEUU,
aunque Bush y su gobierno estén severamente golpeados y
desprestigiados.
Todo esto
implica que, a pesar de su crisis de hegemonía y de pérdida
de legitimidad, el imperialismo yanqui mantiene en gran
medida su poder de respuesta y “contraataque”.
Pero, al
mismo tiempo, eso sucede en un cuadro geopolítico
mundial (y latinoamericano) mucho más complejo, con
actores que no obedecen como antes “la voz del
amo”, sino que tienden crecientemente a hacer su propio
juego, muchas veces diferente u opuesto al de
Washington. Este factor, junto con las rebeliones
populares que marcaron el inicio del siglo XXI, también ha pesado para alentar a una mayor búsqueda de márgenes
de maniobra en varios gobiernos latinoamericanos.
A esta
situación altamente contradictoria, se le agrega, desde
mediados del año pasado, el estallido de una crisis
financiera y económica con epicentro en EEUU,
pero de alcances mundiales.
Desde
entonces, el curso de esta crisis se ha venido profundizando,
tanto en EEUU como, desigualmente, en el resto del mundo y
de América Latina. Ya muchos economistas sostienen que podría
ser la crisis más grave desde la Segunda Guerra Mundial
o, incluso, desde 1929/30, aunque por muchos motivos no
tenga –al menos hasta ahora- un desarrollo catastrófico,
ni los colapsos en la producción y el comercio mundiales
que caracterizaron a esta última.
Este
proceso en la economía mundial actúa, por supuesto, sobre
la mencionada crisis de hegemonía del imperialismo yanqui.
Entre sus consecuencias, están las de impugnar el papel
de centro económico-financiero mundial que jugó EEUU en
todo ese período, y también de poner en cuestión la
enormidad de los gastos militares que necesita para sostener
su dominio mundial.
Otro
hecho a tener muy en cuenta, son las primeras respuestas
de los gobiernos y los capitalistas de los distintos países
a la crisis económico-financiera. Más allá de los
discursos demagógicos (“neoliberalismo” se ha vuelto
una palabra revulsiva), no se cuestiona seriamente la
“regulación” neoliberal-globalizadora adoptada por el
capitalismo mundial desde los ’80. Por el contrario, la
regla general –en los propios Estados Unidos, Europa, Japón,
China y el sudeste asiático- es la de reafirmar (con
parches menores que limiten el “desenfreno” de la
“especulación”) el curso neoliberal que ha llevado a
este desastre. Esto es lógico, ya que se trata, como de
costumbre, de hacer pagar la crisis a la clase
trabajadora, los sectores populares y los países pobres.
Lo que señalamos
arriba es así incluso entre aquellos gobiernos que en
Latinoamérica (pero también, minoritariamente, en otras
regiones) vienen “coqueteando” con un curso
“neo-desarrollista” light. Es que cómo siempre ha sido,
cuando llegan los aires de la crisis, la tendencia ha sido
hacia adoptar una orientación crecientemente conservadora
que tiende a borrar con el codo lo que antes había sido
escrito con la mano.
Volviendo
al contexto mundial, señalemos que después de privatizar
las ganancias, las enormes riquezas producidas durante
los años de “crecimiento”, ahora la tarea es socializar
las pérdidas. El neoliberalismo muestra su cara
“estatista”: en EEUU y otros países, los gobiernos y
los bancos centrales corren a salvar, a costa del erario público,
a los bandidos capitalistas más grandes y comprometidos. Y
al mismo tiempo, sobre los trabajadores, la única clase
social productiva y creadora de bienes, comienzan a
llover el desempleo y la carestía (especialmente de
alimentos y otros artículos de primera necesidad) que
reduce aun más los salarios reales.
Esto ya
está teniendo una consecuencia lógica: el aumento del
descontento obrero y popular, y de todas las tensiones y
contradicciones sociales. En primer lugar, entre
explotadores y explotados, pero también entre los mismos
tiburones capitalistas.
Se están
preparando, entonces, las condiciones que pueden motivar una
mayor polarización social y política, y el estallido
de luchas y confrontaciones de todo tipo. Ya mismo se
puede observar un aumento en la conflictividad obrera
en varios países de Europa (Italia, Alemania, Francia y
Polonia), pero también en lugares tan diversos como Sudáfrica,
Egipto o la misma Rusia.
Una
nueva coyuntura latinoamericana, dentro del ciclo de
rebeliones populares
abierto en el siglo XXI
Este
siglo se abrió en América Latina con el estallido en
varios países de grandes rebeliones populares que abrieron
un ciclo de la lucha de clases muy distinto al
cementerio neoliberal que fue la década del 90.
Las
rebeliones de Ecuador, las de Bolivia, el argentinazo, los
sucesos de Costa Rica, Honduras, y el estallido popular que
derrotó al golpe de abril del 2002 en Venezuela, abrieron
no sólo ricos procesos políticos y de luchas, sino que
además marcaron el “tono” del conjunto de la situación
latinoamericana.
Ellos
determinaron también cambios políticos en países más
estables, como Brasil, Uruguay y otros. Y este ciclo de
rebeliones latinoamericanas está lejos de haberse
cerrado y menos que menos de haber sufrido derrotas catastróficas,
como sucedió con los procesos revolucionarios en el Cono
Sur de fines de los ’60 y inicios de los ’70, o de
Centroamérica en los ‘80.
Sin
embargo, en este ciclo de la lucha de clases abierto con las
rebeliones populares del siglo XXI, hay que saber
distinguir sus distintos momentos o coyunturas. Al hacer
esto, de ninguna manera decimos que la situación es más o
menos igual en todos los países. Por el contrario, como
sucedió siempre, hay enormes desigualdades y combinaciones
distintas entre unos y otros. Pero, de conjunto,
desde los comienzos de este siglo, quienes “marcan el
paso” de la situación latinoamericana no son los países
más “estables”, aunque sean muy importantes como
“contrapeso” (caso Brasil), sino los que fueron teatro
de las rebeliones populares, Venezuela y Bolivia, en primer
lugar.
Hubo una primera
coyuntura, en la que el rasgo distintivo fueron las
rebeliones propiamente dichas, las grandes luchas al inicio
de esta década. Esos procesos determinaron el cambio en el
conjunto de la situación de América Latina (y en especial
de Sudamérica). O sea, el elemento que determinante de la
situación general, golpeaba desde la izquierda, por
así decirlo.
Esto fue
sucedido por una segunda coyuntura más “estable”,
donde el elemento determinante no fueron las
rebeliones y luchas de masas, sino los gobiernos
“progresistas” como Chávez, Evo, Kirchner, etc.,
que aparecían como “estabilizadores” y “mediadores”
entre las masas populares y el gran capital. Así, por un
período, se fueron reabsorbiendo muy desigualmente
las crisis políticas y enfrentamientos anteriores.
Ahora, sin
que se haya cerrado el ciclo más amplio de
rebeliones iniciado con este siglo, estaríamos en un nuevo
momento o “tercera coyuntura”, caracterizado
por elementos muy contradictorios:
En ellas
se distinguen al menos tres rasgos que vienen
apareciendo notoriamente con el referéndum del 2 de
diciembre en Venezuela, con la crisis internacional desatada
por Uribe-Bush hace pocas semanas, con el lock out patronal
(mal llamado “paro agrario”) en Argentina; pero también
como la recientemente anunciada estatización de
Ternium-Sidor:
1)
Estamos en una coyuntura de mayor inestabilidad y
polarización, y con una diferencia importante en relación
a los momentos anteriores: por regla general, la
iniciativa ahora no viene desde la “izquierda” social o
política, ni de los gobiernos “progresistas”, sino desde
su derecha (los escuálidos en Venezuela, los
racistas-autonomistas de Santa Cruz en Bolivia, los
burgueses del campo en Argentina, etc.).
Es,
entonces, a su derecha desde donde se ha establecido
el principal polo opositor a esos gobiernos. Es una
coyuntura de mayor polarización social y / o política,
pero con el rasgo importante de que esa polarización ha
comenzado a jugar inicial y principalmente desde la
derecha.
Esto se
percibe también a nivel internacional. Hace poco tiempo
hubiera sido inconcebible el papel continental que el
imperialismo yanqui pretende hacer jugar a un monstruo como
Uribe.
Más en
general, en esta polarización respecto a los gobiernos
“progresistas”, el imperialismo yanqui juega un
indudable rol de presión. Y no sólo en relación a Chávez,
sino también en relación a los que están mucho más a la
derecha, como –por ejemplo- el de los Kirchner en
Argentina a pesar de que al mismo tiempo, una y otra vez,
ensaye pasar un acuerdo global con el.
El
gobierno de los Kirchner, no sólo es un gobierno burgués,
sino también es muy distinto al del Chávez y Evo.
No es un gobierno “anormal”. No es un bonapartismo sui
generis, nacional-populista, estilo Chávez ni un
gobierno de “frente popular”, como el de Bolivia. Es
cualitativamente más “normal” (aunque debe lidiar aún
con la herencia dejada por el argentinazo del 2001).
Sin
embargo, por su origen (el argentinazo), por su
“heterodoxia” económica (cierto proteccionismo y trabas
al “libre comercio”), por sus coqueteos con Chávez y
Evo, no termina de ser el gobierno que ellos quisieran.
EEUU quiere lacayos incondicionales, estilo Menem,
Uribe o Calderón... o “políticamente correctos” como
Lula y Tabaré Vázquez. ¡Nada de “populismos”,
“nacionalismos”, ni “demagogia”, aunque todo eso sea
de palabra!
Como dijo
claramente Bush en ocasión de la crisis de Colombia con
Ecuador y Venezuela: para la actual administración el
“mejor ejemplo” de gobierno latinoamericano es el de
Uribe.
Este
primer rasgo de la actual coyuntura plantea, también, desde
el punto de vista más general, una nueva característica
de los gobierno de mediación que se han instalado en los
Estados que han experimentado movilizaciones más profundas
(Venezuela y Bolivia principalmente, pero también Ecuador y
Argentina), como lo es la incapacidad para detener a la
derecha oligárquica pro imperialista.
Este
nuevo rasgo tiene múltiples explicaciones, siendo la
fundamental (el ejemplo claro es actualmente Bolivia) el terror
que muestran estos gobiernos para usar la mejor arma
a disposición para detener a la oligarquía: la acción
de las masas. Cuando las masas han aparecido, la derecha
neoliberal retrocede, cuando las
masas “duermen” (sin duda alguna por la política
desmovilizadora desarrollada desde los gobiernos) la derecha
reaparace.
La
segunda explicación es el carácter de clase que
tienen estos gobiernos, que impone que estos gobiernos de
mediación hayan encontrado, en el relativo resurgimiento de
la derecha, un límite a sus aspiraciones. Con esto,
las posibilidades de que Chávez y Morales pudieran avanzar
a ser gobiernos obreros y campesinos, se demuestran ahora
nulas.
2) En
algunos casos importantes, esta polarización política y /
o social desde la derecha logra movilizar a sectores de
masas (escuálidos, cruceños, marcha del 4 de febrero
en Colombia, y ahora, en Argentina, el reaccionario
“movimiento agrario”).
Esto
también es muy importante, y nos remite a
situaciones más “clásicas”, comunes en el siglo
pasado. Muchos las han olvidado o no las han conocido, entre
otros motivos porque la calle en la última década ha
estado casi siempre en manos de la izquierda social y / o
política. La derecha parecía circunscripta a su mero
poderío electoral, importante pero pasivo. La
excepción a eso eran los escuálidos de Venezuela. Pero
ahora, el “escualidismo” está dejando de ser
excepcional... por lo menos en los países y regiones que
siguen dando la tónica del ciclo de rebeliones.
Este
segundo rasgo está estrechamente ligado con el primero. El
terreno electoral no es suficiente para lidiar con los
gobiernos de “mediación” más o menos “progres”. Y,
menos que menos –por elevación-, con las brasas de la
rebelión popular que siguen “ardiendo” entre amplios
sectores de masas, y con el proceso de recomposición de la
vanguardia obrera y popular.
La crisis
económica mundial pone además una nota de urgencia
en los reclamos e intereses de sectores de la burguesía y
también de porciones reaccionarias de capas medias que
puede poner en movimiento social y / o políticamente.
3) Sin
embargo, no puede dejar de señalarse un tercer rasgo de
mucha importancia, que también se está haciendo
presente en esta nueva coyuntura regional.
Se trata
de las posibles “tendencias contrarrestantes” a
esta la polarización por la derecha. Estas tendencias en
sentido contrario –es decir, hacia la izquierda– podrían
provenir de un movimiento de masas que viene de lograr
paliativos y / o mejoras como subproducto de la rebelión
popular. ¡En ningún lado está escrito que
las masas trabajadoras y populares se dejaran despojar de
ellas fácilmente! El agravamiento de las condiciones
económicas, el salto brutal de la inflación, la
eventualidad de un avance en los despidos, podría desatar
un importante y muy duro proceso reivindicativo y de
lucha entre porciones de trabajadores.
Es decir,
a niveles de la amplia vanguardia y / o de sectores del
movimiento obrero y de masas, también amenazan, en esta
nueva coyuntura, la polarización y los desbordes “por
la izquierda” en relación a esos gobiernos.
El mayor
ejemplo reciente de esto es la lucha de los obreros de
Sidor en Venezuela, que luego de ser duramente
reprimidos por el gobierno “bolivariano”, obligaron
a Chávez a decretar la nacionalización de esta importante
siderúrgica.
De
desigual manera y con distinto peso político, esta
“tercera coyuntura” ha echado también raíces en Centroamérica, donde
los TLC con el imperialismo gringo finalmente fueron
aprobados, imponiendo una derrota (no física, ni histórica)
fundamentalmente al movimiento de masas de Costa Rica que
luchó durante años contra el TLC.
Contradictoriamente,
en Honduras, uno de los países más pobres de la
región, las masas populares han tomado la batuta y han
empezado a cambiar la correlación de fuerzas con el
gobierno, con un plan de lucha nacional y donde la clase
obrera está jugando un importante pero no masivo rol. Es de
esperar que en la medida en que la crisis de los alimentos
empeore, la situación en Honduras tienda aun más a la
polarización.
En los distintos países y regiones que
mencionamos, la aparición, aunque sea todavía limitada, de
una polarización "social" a la izquierda de los
gobiernos (sobre todo si intervienen sectores de la clase
trabajadora), abre oportunidades importantes para las
corrientes del socialismo revolucionario que sean independientes
de todos los sectores de la burguesía (tanto
gubernamentales como opositores). Es decir, posibilidades
tanto de encabezar luchas obreras y
populares, como de construirse orgánicamente.
El
ciclo de las rebeliones populares sigue abierto
Estos
tres rasgos que definen una nueva coyuntura política sobre
el trasfondo del deterioro de la situación económica
mundial y regional, de ninguna manera significan que se
haya clausurado el ciclo abierto en América Latina por las
rebeliones del siglo XXI. Menos aun que hayamos
ingresado en un nuevo ciclo reaccionario. Insistimos: el
triunfo logrado por los trabajadores de Sidor en Venezuela,
obligando a Chávez a nacionalizar una de las siderúrgicas
más importantes del mundo, es una prueba de ello.
El ciclo
político de las rebeliones no se ha cerrado, en primer
lugar, por el motivo que antes señalamos: no se ha saldado
con derrotas graves de los trabajadores y las masas
populares, que hayan cambiado globalmente una relación
de fuerzas que sigue siendo mucho más favorable que
la imperante en la década anterior.
En
segundo lugar, la “reabsorción” pacífica intentada por
los gobiernos “progresistas” tiene patas cortas, porque
no han podido ni querido hacer concesiones que mejoren
cualitativamente el nivel de vida de las masas. Ahora, la
crisis mundial puede poner en cuestión hasta los mezquinos
avances en ese sentido.
Y lo
anterior tiene otro desdoblamiento: de manera digamos
“contradictoria”, esta tercera coyuntura regional (que
se inicia marcada por una fuerte polarización entre el
“progresismo” y la derecha), está poniendo en riesgo un
elemento importantísimo de la coyuntura anterior: a saber, los
avances en la estabilización regional. Porque los
elementos de inestabilidad y polarización reaccionaria que
están marcando algunos países como Bolivia o la misma
Venezuela, podrían tener un “rebote” desde el polo
opuesto. Es decir, una respuesta desde el movimiento
de masas, que lleve a una ulterior radicalización de
ciclo regional.
Por todo
esto hay que rechazar los análisis simplistas y esquemáticos
de la situación latinoamericana. Tanto las corrientes que
creen que “el capitalismo se está cayendo a pedazos” y
que “todo sopla a favor de la revolución”; como las
corrientes que han sacado la conclusión de que ciclo de las
rebeliones ya terminó en “derrota”-, generalizan
equivocada y unilateralmente algunos rasgos de una situación
mucho más compleja y dialéctica.
Debemos
prepararnos, entonces, para un escenario de polarización
y de duros enfrentamientos. Hasta ahora, esta polarización
ha sido instalada principalmente desde la derecha, pero el
caso de Sidor prueba que también desde la izquierda social
y / o política de esos gobiernos pueden surgir movimientos
que los desborden.
Hipotecando
la independencia de clase
Dentro
del marco político que venimos desarrollando, es que hay
que ubicar la actuación de las corrientes que se
reivindican de la izquierda revolucionaria latinoamericana (las
corrientes de origen europeo siguen teniendo nulo o escaso
arraigo en la región).
En este
terreno, se ha venido verificando un fenómeno muy grave
y problemático que está reeditando, en las nuevas
condiciones, las clásicas discusiones estratégicas,
acerca de qué ubicación deben tener las corrientes
revolucionarias respecto de los gobiernos y / o campos
burgueses en los que se puede dividir la clase dominante.
Un fenómeno
de “amnesia” generalizada parece haber hecho
olvidar a importantes porciones del trotskismo, que los
socialistas revolucionarios en ningún caso podemos
alinearnos y / o subordinarnos en los diversos “campos”
políticos burgueses que emergen al compás del ciclo
político regional. O sea, no podemos alinearnos y / o
subordinarnos, ni al “campo progresivo bolivariano” ni
al campo de las oposiciones burguesas reaccionarias, como el
reciente “paro agrario” en Argentina encabezado por los
oligarcas de la Sociedad Rural.
En estas
condiciones, al apoyar a un gobierno y / o a un campo
burgués opositor considerado “progresivo”, lo que
se termina haciendo es hipotecar lastimosamente la
independencia política de clase, que debe ser una de
las guías maestras de la acción de los socialistas
revolucionarios en cualquier circunstancia.
Así,
hace ya varios años que todo un sector del trotskismo
regional –representado especialmente por la “Revista
de América” (MES de Brasil, MST argentino y otros)–
viene encarnando una suerte de “trotsko-chavismo”.
Han
hipotecado su independencia política detrás del “apoyo
crítico” al gobierno de Hugo Chávez. No se trata de un problema
meramente “táctico”, sino de una orientación
estratégica global que tiende a reducir a cero
la caracterización de clase del gobierno
chavista, que es irreductiblemente burgués. Esto se hace
con el justificativo de llevar adelante una “política
de masas”. Pero su consecuencia termina siendo un alineamiento
incondicional con este gobierno nacionalista-burgués
del siglo XXI.
Un
reciente ejemplo, ha sido su ubicación respecto al referéndum
constitucional del 2 de diciembre en Venezuela. Llamaron al
“doble SÍ; a formar cuadro cerrado con Chávez”, en
momentos que nada menos que tres millones de trabajadores
“chavistas” se abstenían en función de sus
crecientes críticas a los límites de clase del gobierno
“bolivariano”.
Y ahora
mismo, su grupo en Venezuela (“Marea Socialista”),
“agradece” la estatización de Sidor a Chávez, silenciando
que esa no era la política del gobierno bolivariano,
que llegó a ordenar una dura represión a los obreros
sidoristas sólo un mes atrás.
Por el
contrario, debería quedar claro que la estatización solo
ha sido el resultado de una tenaz lucha obrera de 14 meses..
Y, también, del creciente temor en el seno del chavismo por
el desgaste que, como producto de este conflicto, estaba
sufriendo en amplios sectores de la clase obrera. Asimismo,
la amenaza de una medida de fuerza nacional en apoyo a
Sidor, pesó decisivamente en ese cambio de rumbo.
Por si
esto fuera poco, esta corriente no solo hipotecó en
Venezuela su independencia política, sino también la organizativa.
Se sumó con armas y bagajes al partido de Estado chavista
–el PSUV– y puso en una crisis casi terminal no sólo a
la C-CURA sino también a la propia UNT.
Finalmente,
ante el brutal ataque de Chávez a Orlando Chirino,
connotados grupos de esta corriente (como el MPU panameño),
vienen negándose a defenderlo.
Un
nuevo y grave problema político: confusión y
capitulaciones frente a las oposiciones
burguesas de derecha
Pero
ahora surge un nuevo problema en las filas de la izquierda.
Se trata de la actitud frente un hecho frecuente en gran
parte del siglo pasado: que puede haber movilizaciones y
movimientos de masas y “populares” de derecha (e
incluso de extrema derecha). Esto está generado una
confusión adicional entre otras corrientes de la
izquierda e incluso del trotskismo. Tienen en la cabeza la
falsa y simplista caricatura de que la movilización es
propiedad exclusiva, hasta con copyright, de la izquierda y
los movimientos obreros y sociales “rojos” o por lo
menos rosados.
Esta
confusión sería “disculpable” en sectores nuevos y
jóvenes de la vanguardia. Es que desde hace mucho
tiempo, en casi todo el continente (a excepción de
Venezuela, con sus “escuálidos”), la calle ha sido el
terreno propio de los movimientos sociales y obreros, de la
izquierda, de los movimientos nacional-populistas,
indigenistas, etc. La derecha no estaba en la calle, sino
casi exclusivamente en la actividad electoral, mediática,
etc.
Pero si
los jóvenes activistas pueden confundirse ante un fenómeno
relativamente nuevo, no puede haber disculpa alguna
para las corrientes de la izquierda y del trotskismo que
perdieron la cabeza. Es un escándalo que algunas de esas
corrientes, no sólo vieron rasgos “progresivos” en
movimientos de masas social y / o políticamente de derecha,
sino que incluso los han apoyado! El caso más
grave, por lo reiterado, es el del PSTU-LIT de Brasil
(aunque también hicieron lo mismo el MST e Izquierda
Socialista de Argentina en el reciente “paro agrario”).
En su
momento, había llamado la atención que en el referéndum
del 2 de diciembre en Venezuela el PSTU-LIT apoyara el
voto por el NO y que luego encontrara “progresivos” a
los estudiantes escuálidos.
Pero
esto, que podía que podía ser un error grave pero aislado,
se ratificó como una orientación más amplia al
salir en Argentina, los grupos simpatizantes de esta
corriente, en apoyo del “paro agrario”, un lock out
patronal encabezado por la oligarquía terrateniente,
aplaudido abiertamente por el imperialismo yanqui, y cuyo
programa es la demanda neoliberal de que las exportaciones
agrarias no paguen impuestos (lo que significaría un
aumento fenomenal de los precios de los alimentos para los
trabajadores y las masas).
La
gravedad de este último desatino motivó luego una autocrítica
de uno de los grupos del PSTU-LIT en Argentina. Sin embargo,
esa autocrítica no llega a cuestionar la concepción política
común que estuvo detrás del apoyo al movimiento
de los oligarcas del campo en Argentina, al NO de los escuálidos
en Venezuela y a otros casos.
El
PSTU-LIT (y, cómo ya hemos señalado, el MST y la IS)
quedan “impactados” ante movilizaciones y / o
movimientos de masas de derecha, sobre todo si son
“opositores”.
Como son
“movilizaciones populares” y también “opositoras”
(que además han copiado algunos métodos de los movimientos
sociales, como el “piquete” y el corte de rutas en
Argentina), suponen que deben tener algo de
“progresivo”. En síntesis: se pierde la brújula
de clase. No sólo en el sentido de quiénes son
los lo que salen a la calle, sino en un dato más importante
aun para definir su carácter de clase: cuáles son sus
programas y sus direcciones.
Cómo ya
hemos señalado, casi desde el mismo comienzo del ciclo de
rebeliones populares, vimos desarrollarse, en la izquierda y
el trotskismo, corrientes que capitulan principalmente ante
el impacto del “chavismo”. Ahora, el impacto de este
nuevo fenómeno –las movilizaciones “populares”
reaccionarias–, provoca cortocircuitos en otras
corrientes, como el PSTU-LIT.
En síntesis,
lo que ambos errores tienen de común y simétrico,
es la renuncia a una posición independiente y de clase,
en pos de ubicarse en el campo burgués que estiman más
“progresivo”: unos, en el campo de Chávez y / o los
gobiernos “progresistas”; otros (o los mismos), en el
campo de los opositores a Chávez, Kirchner o Evo, aunque
esa oposición sea por derecha, con programas neoliberales,
la encabecen los latifundistas y sea apoyada más o menos
abiertamente por el imperialismo yanqui.
Llamamiento
a las corrientes, agrupamientos, grupos o núcleos
socialistas revolucionarios
a formar un polo independiente
Lo que
venimos desarrollando ilustra
entonces, el tipo de encrucijada en la cual se
encuentra el trotskismo en la región.
Lamentablemente,
para corrientes como la Revista de América o, desde el ángulo
“opuesto”, el PSTU-LIT, el problema político parece
reducirse a decidir en cuál de los campos burgueses nos
ubicamos: en el campo de los gobiernos
“progresistas” y / o “nacionalistas burgueses” –y
los sectores empresariales que lo sostienen junto con la
burocracia sindical–, o en el campo del movimiento
opositor, “escuálido” o “campesino”. Tanto a la
Revista de América como al PSTU-LIT ni se le ocurre
la opción de sostener una alternativa obrera
independiente de ambos campos burgueses.
Por
el contrario, la Corriente Internacional Socialismo o
Barbarie estima cada vez más imprescindible levantar una
perspectiva opuesta. Es necesario impulsar un
polo absolutamente independiente, de la clase trabajadora,
los sectores populares y la izquierda revolucionaria. ¿Cómo?
Apostando todo al emergente proceso de recomposición de
la clase trabajadora, que de una u otra manera está
presente de país a país.
En la
misma Venezuela, a pesar de las maniobras del chavismo (y de
las corrientes afines a él desde la izquierda) para
destruir la UNT y la C-CURA, los obreros de Sidor acaban
de imponer la estatización –aun sea parcial- de la
segunda o tercera siderúrgica de toda Latinoamérica.
En
Bolivia, sin perder de vista la inmensa polarización que
marca la coyuntura del país entre el gobierno de Morales y
la oligarquía del Oriente, entre los mineros de Huanuni
y la misma COB empiezan a atisbarse comportamientos más
independientes.
En la
Argentina, a pesar de que las últimas semanas estuvieron
marcadas por la pelea entre el gobierno K y el paro del
campo, más temprano que tarde va a emerger con fuerza la
lucha reivindicativa de la clase obrera contra la brutal
y creciente carestía de la vida.
En un país
tan estable como el Brasil, el movimiento estudiantil
universitario viene emergiendo en el último período
como el actor social más dinámico en la vida política
del país, con una ubicación independiente tanto de los
partidos del gobierno como de las fuerzas de oposición
burguesa.
En el Paraguay, donde la derrota en las elecciones del Partido
Colorado en manos del “progresista Lugo” expresa, aunque
de manera indirecta y –por ahora- sólo electoral, una maduración
política entre sectores del movimiento de masas que
podría traducirse mañana en un ascenso en la lucha más
de conjunto de los trabajadores del campo y la ciudad.
En la
misma Haití ocupada por las “tropas de pacificación”
de los gobiernos de la región, organizaciones obreras como
Batay Ouvriye vienen cumpliendo un papel creciente en la
lucha contra las políticas de hambre capitalistas.
Pero esta
acumulación y / o experiencia de recomposición y / o
reorganización “social” de los trabajadores requiere
–de manera imprescindible- su traslado al plano de la
política. Y la pelea por este “traslado” al plano
de una acción política independiente y revolucionaria
de los trabajadores sólo se podrá hacer desde la más comprometida
e intransigente independencia política de clase.
Es decir,
desde la afirmación de un polo completamente
independiente de los trabajadores, que no ponga a la
clase obrera a la rastra de alguno de los campos
burgueses en los que se están polarizando los países del
subcontinente, sino a la cabeza de una alianza
obrera, campesina y popular, en la perspectiva del poder
de los trabajadores.
Esto
requiere no dar ningún apoyo a un gobierno burgués por
más “progresista” o “antiimperialista” que se
presente, ni a los acuerdos de Estados que realizan
entre ellos, léase MERCOSUR
o mismo el ALBA; así como tampoco a los
movimientos sociales de las oposiciones burguesas que cómo
los escuálidos en Venezuela, la oligarquía del Oriente en
Bolivia, o las organizaciones del “campo” en la
Argentina, emergen como supuesta “alternativa” social y
/ o política a estos mismos gobiernos progresistas.
De la
misma manera, no se puede apoyar ninguna medida que
tomen estos gobiernos por más “progresista” que la
misma se considere, a excepción hecha de aquellas que no
son más que el subproducto directo de la lucha de clases.
Es que ellas no son tales “medidas progresivas”, sino la
legalización de una conquista impuesta desde abajo.
Por ejemplo, el caso de la estatización de Sidor, en el
cual –al mismo tiempo- se debe pelear para que sea sin
indemnización y bajo control y / o administración
de sus trabajadores.
Tampoco
se puede apoyar y / o integrar partidos-de-Estado, como el
PSUV, que son organizados desde el aparato estatal, para
encuadrar al movimiento de masas “bolivariano” y abortar
cualquier posible curso de independencia de clase en ese país.
Por el
contrario, de lo que se trata, al calor de la lucha, es de
pelear a brazo partido por la recuperación de las
organizaciones tradicionales de los trabajadores y / o la
puesta en pie de nuevos organismos obreros y de poder.
De la
misma manera, luchar por la construcción de instrumentos
políticos independientes de los trabajadores. Esto último,
en la perspectiva de poner en pié fuertes corrientes y
partidos socialistas revolucionarios que sirvan de
instrumentos para transformar el actual ciclo de
rebeliones populares en un ciclo de revoluciones
socialistas (auténticas) en el siglo XXI.
Finalmente,
es para pelear por esta perspectiva que llamamos a las corrientes
y / o agrupamientos, grupos o núcleos socialistas
revolucionarias de los más diversos países de la región
que se ubican desde esta perspectiva independiente, a poner
en pié en común una iniciativa de frente único que
apunte a constituir un polo revolucionario, independiente
y socialista que ayude a la emergencia de la clase
obrera como actor político independiente, en la
perspectiva de establecer su propio poder y la unidad
socialista de Latinoamérica.
Corriente
internacional Socialismo o Barbarie y
Partido Socialista de
los Trabajadores (PST) de Costa Rica
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