La
soja en Uruguay
La
creación de un nuevo bloque de poder
Por
Raúl Zibechi (*)
Programa de las Américas, 10/06/08
Como sucede
en todos los países de la región, la expansión de los
monocultivos y la fuerte presencia de empresas
multinacionales está creando las condiciones para la
formación de nuevos bloques de poder que son los que están
orientando las grandes decisiones políticas.
Probablemente
Uruguay tenga el récord de expansión de soja en la región,
al haber sido el país donde más creció en menos tiempo.
Desde el año 2003, la superficie sembrada se multiplicó
por 15. En tan pocos años, la soja desplazó otros cultivos
tradicionales, como el girasol, el trigo y el sorgo, modificó
las formas de siembra y se convirtió en el cultivo
estrella. Pero no es, en absoluto, el único cambio que
registra el Uruguay luego de la crisis de 2002.
Como acaba
de asegurar el magnate mexicano Carlos Slim, "las
crisis son oportunidades" [1]. De la mano de la crisis
financiera de 2002, un 25% de la tierra cultivable del país
pasó a manos extranjeras. Las mayores compras fueron
realizadas por capitales argentinos que controlan la mitad
de la producción de soja. Pero no es el único sector: la
industria de la carne, la más importante del país, ha sido
controlada por brasileños, al igual que el arroz, el mayor
cultivo de exportación.
El
poder de la soja
En la campaña
2001-2002 había sólo 28,900 hectáreas sembradas con soja.
En la campaña 2007-2008 ya son 450,000 hectáreas. Pero se
cree que puede llegar al millón. Las razones de este brutal
crecimiento hay que buscarlas en Argentina, país de donde
proceden quienes cultivan el 54% de la soja en Uruguay. El
precio de la tierra es la mitad que en Argentina y no
existen impuestos a las exportaciones. Aunque la
productividad es menor, la elevada presión tributaria
decidida por el gobierno de Cristina Fernández, que ha sido
la excusa para el actual conflicto con los agricultores,
parece destinada a incrementar la oleada de empresarios que
se decidieron por Uruguay desde el año 2003.
En el
Litoral—donde están las mejores tierras—ya desplazó a
la gandería y amenaza con desplazar a la lechería. De las
16 millones de hectáreas disponibles para la agropecuaria,
13 millones se utilizan para la ganadería, un millón para
la agricultura y otro millón están destinadas a la
forestación. La ganadería estaría perdiendo unas 350,000
hectáreas al año por la expansión de la soja y se estima
que puede caer hasta las nueve millones de hectáreas, en
tanto la agricultura pasará de una a tres ó cuatro
millones. En la década de 1950, la agricultura llegó a 1,6
millones de hectáreas para caer a un mínimo de 400,000
hectáreas en 2001 [2].
En la zafra
actual, "seis empresas, la mayoría extranjeras o
relacionadas a capital extranjero, plantan aproximadamente
un 25% del área agrícola" [3]. Sólo el grupo Los
Grobo, del argentino Gustavo Grobocopatel, tiene 40,000 hectáreas
con soja bajo el nombre Agronegocios del Plata. No son los
únicos: el grupo El Tejar cultiva unas 50,000 hectáreas,
la mitad con soja; MSU (Manuel Santos Uribelarrea), el Grupo
Ceres Tolvas y Calyx Agro (vinculado a la multinacional
Dreyfus), todos provenientes de Argentina, combinan la soja
cona otros cerales.
El precio
de la tierra es una de las claves. Las buenas tierras
argentinas para cultivo de soja se cotizan a unos 10,000 dólares
la hectárea. En Uruguay oscilan entre dos y cinco mil dólares.
Pero en el año 2000, esas mismas tierras valían unos 400 dólares
la hectárea. Por eso tantos productores, ávidos de
ganancias fáciles, deciden arrendar sus tierras a los pools
de siembra de soja. Una hectárea de tambo (lechería) se
paga en arriendo a unos 70 dólares. Para soja puede superar
los 200 dólares. La rentabilidad de la producción agrícola
es entre seis y siete veces superior a la que ofrece la
ganadería, por los altos precios internacionales de los
granos.
Con la soja
la agricultura se convierte en puro negocio gestionado por
los "gerenciadores agrícolas", quienes no
diferencian entre agricultura y finanzas. Para cubrirse de
eventuales riesgos, contratan seguros y fijan precios en
función del mercado de futuros de Chicago, diversifican los
clientes y los cultivos, la siembra se dispersa en el país
y la región, lo que hace que "el negocio no sea más
riesgoso que otras actividades financieras" [4].
La soja
ocupa alrededor del 60% de las tierras dedicadas a la
agricultura, pero sigue creciendo todos los años. El
girasol, que representaba alrededor del 40% de la superficie
cultivada, se redujo al 8.5% en 2007 y el maíz pasó del 30
a sólo el 11.6%.
En 2001,
las explotaciones de más de mil hectáreas ocupaban el 7%
de la superficie agrícola. Para 2006 ya controlaban el 15%
y producían el 57% de la soja pese a que representan sólo
el 7% del total de productores. O sea, sólo 54 productores
concentran más de la mitad de la producción de soja [5].
Entre 2000 y 2005, el 47% de los productores agrícolas
familiares (con un promedio de 216 hectáreas), abandonaron
la agricultura. En el otro extremo, los grandes empresarios
agrícola-ganaderos pasaron, en el mismo período, de un
promedio de 1,878 a 3,309 hectáreas por productor [6].
Por último,
la soja no crea puestos de trabajo por la abundante
utilización de herbicidas y la absoluta mecanización del
cultivo. La lechería ocupa unos 22 trabajadores cada mil
hectáreas, la agricultura cerealera da empleo a 10,
mientras la soja emplea dos a cinco trabajadores cada mil
hectáreas. Sólo la forestación crea menos empleo que la
soja.
Un
país en remate
Aunque los
datos no son nada precisos, se calcula que en el año 2000
el 10% de la tierra estaba en manos de extranjeros [7]. En
los últimos seis años, cuatro millones de hectáreas, un
25% de la superficie cultivable, pasaron a manos de
extranjeros [8]. En Brasil sólo cinco millones de hectáreas
están en manos de extranjeros, pese a que tiene una
superficie 50 veces mayor.
La mitad
del millón de hectáreas que ocupa la forestación está en
manos de multinacionales. La empresa finlandesa Botnia tiene
160,000 hectáreas a nombre de Forestal Oriental; la española
Ence posee 127,000 hectáreas a nombre de Eufores; la
estadounidense Weyerhauser tiene 150,000 y la sueca Sora
Enso compró 45,000 pero necesitará 120,000 cuando instale
su planta. En total medio millón de hectáreas de pino y
eucaliptus en manos de grandes empresas extranjeras.
Empresas
brasileñas compraron los más grandes frigoríficos de
Uruguay. El grupo Marfrig compró los frigoríficos Colonia,
Tacuarembó y San José, con lo que sólo ese grupo brasileño
controla el 40% de la faena de carne. Con el arroz sucede lo
mismo. En 2007, la empresa Camin de Rio Grande do Sul, compró
la mayor empresa arrocera uruguaya. El grueso de la cadena
del arroz (cultivo, acopio y exportación) está en manos de
empresas brasileñas, hacia donde se dirigen la casi
totalidad de las exportaciones de ese rubro [9].
Ahora está
siendo el turno de la lechería, donde están llegando
grandes inversores neozelandeses y brasileños. La elevada
concentración del sector agropecuario está estrechamente
vinculada al proceso de extranjerización: el 72% de la
faena de ganado la procesan sólo 10 frigoríficos; el 88%
de la faena de cerdos está en manos de cuatro plantas y sólo
dos plantas concentran el 80% de la leche procesada [10].
La situación
es tan grave, que las autoridades del Ministerio de Ganadería,
Agricultura y Pesca muestran nerviosismo cuando hablan de
tema, ya que se han dado muy pocos pasos adelante a la hora
de tomar medidas. El parlamento aprobó una ley que obiliga
a las sociedades anónimas propietarias de tierras a
convertirse en sociedades nominativas, con el objetivo de
que en dos años los propietarios de campos tengan nombre y
apellido y el Estado pueda conocer la superficie en manos de
extranjeros.
Pero, como
sucede en Brasil, los verdaderos propietarios pueden
esconderse detrás de "socios" uruguayos. Aún así,
las inversiones forestales y los fondos de ahorro
previsional, nacionales y extranjeros, no están obligados a
"blanquear" la propiedad de la tierra. Pero deberán
demostrar que invierten en teconología y emplean
trabajadores uruguayos. Se debate también la posibilidad de
impedir que los extranjeros adquieran tierras en las
fronteras y poner topes a las compras de empresas
extranjeras [11].
Sin
embargo, en el seno del gobierno hay diferencias entre
quienes creen que toda inversión es positiva y los que
siguen apostando a que sea el Estado, y no las grandes
multinacionales, quien decida hacia dónde, cómo y en qué
áreas debe crecer el país.
Uno de los
graves problemas que está generando la soja es que los hábitos
de siembra han cambiado radicalmente. Los agricultores
tradicionales, aún tratándose de grandes empresarios,
practican la rotación de cultivos agrícolas con pasturas,
como forma de preservar la tierra. La fertilidad que se
pierde durante los cultivos se recupera en la etapa de
pasturas, por la materia orgánica que aportan.
Pero los
sojeros utilizan la agricultura continua, que los diferencia
del resto de los agricultores. Al no haber rotación, la
tierra no se recupera y requiere cada vez más fertilizantes
y agrotóxicos. Pero la agricultura continua es posible
porque se ha incoporado el sistema de siembra directa, que
sustituye el laboreo convencional que removía la tierra en
profundidad.
La siembra
directa introduce las semillas sin remover la tierra, lo que
podría reducir la erosión. Este sistema depende del uso
masivo de herbicidas para controlar las malezas, pero se lo
fomenta por ser más económico y evitar la rotación con
las pasturas, lo que intensifica el uso de la tierra. Según
los especialistas, por no haber laboreo convencional y
porque el rastrojo de la soja se descompone más rápido que
el de otros cultivos, durante seis meses la tierra se queda
sin cobertura vegetal, por lo tanto el impacto de la lluvia
aumenta la erosión. La soja es uno de los cultivos que más
afecta la fertilidad del suelo.
Esto llevó
al ministro de Ganadería, Ernesto Agazzi, a señalar que
"el desarrollo agropecuario debe ser ambientalmente,
económicamente y socialmente sustentable". Advirtió
que es posible que "la angurria de ganar mucho ahora
con una agricultura muy intensiva, no sea sostenible con los
recursos que como país tenemos", y dijo que
"formar un centímetro de suelo lleva mil años y
destruirlo sólo un rato". Llamó a los productores a
cuidar la fertilidad del suelo porque "es un recurso público"
[12].
Nuevo
bloque de poder
Los países
del Mercosur han desplazado a los Estados Unidos como
principales productores de soja en el mundo. En efecto,
Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay (a los que debería
sumarse Bolivia, por su elevada producción en el
departamento de San Cruz), alcanzaron 105 millones de
toneladas anuales de soja, frente a 87 millones de Estados
Unidos.
Este cambio
forma parte del proceso de reprimarización de las economías
de la región, orientada hacia la exportación, en base a
los nuevos desarrollos tecnológicos de la agricultura
industrial. Dicho de otro modo, a esta parte del mundo le
corresponde—en la división internacional del trabajo—la
producción de commodities agrícolas para alimento del
ganado del Norte. Por eso, el área de soja se incrementó
en un 120% en América Latina entre 1990 y 2005.
Uno de los
cambios decisivos que introdujo la soja, es la modificación
de la organización empresarial. El eje de la cadena se
trasladó del cultivador al comprador de granos, que se
convirtió en la fuente de financiación principal [13].
Esto explica, en gran medida, el papel de las grandes
empresas multinacionales y la concentración de la producción,
y que la agricultura haya pasado a ser un simple negocio
especulativo.
Un segundo
elemento a tener en cuenta, es el grado de industrialización
de la soja. La mayor parte de la soja se exporta en grano
sin procesar, con la excepción de Argentina. En la zafra
2007, en Brasil sólo se industrializó el 52% de la
producción, pero Argentina procesó el 71% de su producción
bajo la forma de harinas y aceite de soja [14]. Uruguay es
el caso opuesto: sólo industrializa el 5%, mientras el 95%
se exporta en grano.
Resulta
evidente que exportar granos genera muy pocos puestos de
trabajo. Argentina elevó los impuestos a las exportaciones
de grano como forma de potenciar la industria alimenticia, a
la que el gobierno subsidia. De alguna manera, la política
argentina favorece la creación de empleo, aunque no existe
política distributiva del gobierno que se limita a
favorecer a los grandes grupos productores y exportadores de
harina y aceite, con los que mantiene una sólida alianza.
En este
punto, resulta interesante constatar que, aunque practican
políticas parcialmente distintas, los resultados favorecen
siempre a los mismos. El 50% del procesamiento de grano en
Brasil corresponde a cuatro empresas, siendo las tres
primeras estadounidenses: Bunge, ADM y Cargill. En
Argentina, sólo tres empresas controlan el 50%, siendo dos
de ellas Bunge y Cargill, y una tercera la argentina Vicentín
[15]. La fase industrial está en las mismas manos, y tan
concentradas, como la fase comercial.
Volvamos a
Uruguay, país que no industrializa la soja y donde la
concentración de las exportaciones es mayor aún que entre
sus vecinos. Las cinco mayores controlan el 77% de las
exportaciones. La primera es la estadounidense ADM (Archer
Daniels Midland), con el 21.5% de la soja exportada. En
1996, el Departamento de Justicia de Estados Unidos le puso
la mayor multa criminal antimonopólica en la historia del
país, de 100 millones de dólares, por su papel en el
cartel de lisina y ácido cítrico.
La segunda
es la estadounidense Cargill, con el 18.6%. Luego vienen
tres grupos argentinos: Agronegocios del Plata, del grupo
Los Grobo, que controla el 15%; seguido de Pérez Companq,
con el 11%; y en quinto lugar una subsidiaria de Dreyfus,
Uruagri, con el 10.6% [16]. En suma: dos multinacionales
estadounidenses controlan el 40% de las exportaciones
uruguayas de soja, en tanto tres argentinas controlan otro
37%. Para completar el panorama, debe decirse que Uruguay es
un importador de harinas, aceites y derivados industriales
de la soja, y de todos los insumos que necesita el cultivo,
desde semillas hasta agroquímicos y fertilizantes.
Exportamos granos en bruto y los importamos
industrializados.
Estos son
los nuevos factores de poder, en el país y en la región.
Los gobiernos progresistas de Luiz Inacio Lula da Silva,
Cristina Fernández y Tabaré Vázquez, se vienen apoyando
en este nuevo bloque de poder formado por las elites
locales, vinculadas al agrobusiness y las multinacionales
del sector. A raíz de la renuncia de Marina Silva como
ministra de Medio Ambiente del gobierno de Lula, el MST
(Movimiento Sin Tierra), señaló que se trató de una nueva
victoria del agronegocio.
"El
agronegocio es hoy protagonista de la gran destrucción de
la Amazonia", que utiliza "la máquina estatal con
fines privados". En base a ocupaciones ilegales por
grandes latifundistas, se desmonta la selva para
comercializar la madera, para luego se introducir ganado y
soja. "Este proceso lo encabeza el capital financiero y
las grandes multinacionales del agronegocio como Cargill,
Bunge, Monsanto, Syngenta, Stora Enso y Aracruz", dice
el MST [17].
La alianza
de los gobiernos del Cono Sur con el agronegocio es, como se
dice en el Río de la Plata, "pan para hoy y hambre
para mañana". En dos sentidos. Uno, literario, porque
como se ha denunciado tantas veces, los monocultivos atentan
contra la soberanía alimentaria. Y, en segundo lugar,
porque los nuevos bloques de poder que estos gobiernos
contribuyeron a fortalecer, ya comienzan a pedir más de lo
que esos mismos gobiernos pueden darles, sin llegar a perder
sus bases de apoyo popular. El lock out patronal argentino
es una muestra de lo que se avecina.
(*)Raúl
Zibechi es miembro del Consejo de Redacción del semanario Brecha
de Montevideo, docente e investigador sobre movimientos
sociales en la Multiversidad Franciscana de América Latina,
y asesor a varios grupos sociales. Es colaborador mensual
con el Programa de las Américas..
Notas:
1.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref1Declaraciones al
diario El País (España), 8 de junio de 2008.
2.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref2"El País
agropecuario", ob. cit.
3.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref3Idem.
4.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref4"Soja transgénica
y sus impactos en Uruguay", ob. cit. p. 45.
5.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref5Idem, p. 176.
6.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref6Idem, pp. 43 a 45.
7.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref7Idem, p. 178.
8.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref8"Los dueños
del Uruguay", ob. cit.
9.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref9Idem.
10.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref10"Soja transgénica
y sus impactos en Uruguay", p. 142.
11.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref11"Los dueños
del Uruguay", ob. cit.
12.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref12Raúl Zibechi,
ob. cit.
13.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref13"Soja transgénica
y sus impactos en Uruguay", p. 25.
14.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref14Idem, p. 159.
15.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref15Idem, p. 163.
16.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref16Idem, p. 29.
17.-
http://www.ircamericas.org/esp/ - _ftnref17"Plantado no
desmate", MST, 28 de mayo de 2008 en www.mst.org.br.
Recursos:
Blum
A., Narbondo I., Oyantçabal G. y Sancho D, Soja transgénica
y sus impactos en Uruguay, RAP-AL, Montevideo, marzo de
2008.
"El
País Agropecuario", suplemento de El País
(Uruguay) 26 de marzo de 2008.
"Los
dueños del Uruguay", El País (Uruguay), 31 de
mayo de 2008.
Raúl
Zibechi, "El desembarco del agronegocio en Uruguay. La
tentación del diablo", Brecha, mayo de 2008.
|