Paro
Nacional para el 9 de julio
Por
Gustavo Espinoza M.
Rodelu.net, 29/06/08
Las
organizaciones sindicales peruanas y las fuerzas agrupadas
en la denominada “Coordinadora Política y Social”,
confirmaron recientemente la realización de un Paro
Nacional de 24 horas que tendrá lugar en todo el país el
próximo miércoles 9 de julio.
Algunas
organizaciones agrarias del interior del país lo ampliaron,
precisando que para sus efectos, la medida tendrá lugar los
días 8 y 9 del mismo mes. En la extensa amazonía –desde
Iquitos hasta Madre de Dios, pasando por San Martín y
Pucallpa– el conflicto también puede extenderse por la
amenaza de la llamada “Ley de la Selva”, que concita
creciente rechazo
La Jornada
de protesta –la más importante convocada en lo que va del
gobierno del Presidente García– se desarrollará
incluyendo movilizaciones, marchas y otras acciones de masas
tanto en la capital como en todas las ciudades del interior
e involucrará a no menos de dos millones de personas.
Aunque las
autoridades oficiales han ofrecido “conversar” para
impedir la concreción de la medida de fuerza, los
sindicatos han rechazado la oferta porque son conscientes
que ella constituye una trampa.
En verdad
el gobierno nunca quiso realmente conversar ni dialogar con
los trabajadores.
Muchas
veces cuando los sindicatos en conflicto piden ser atendidos
por las autoridades de trabajo, los ministros “no tienen
tiempo” de recibir a los dirigentes sindicales y más bien
delegan la responsabilidad a funcionarios subalternos, que
tampoco atienden los pedidos laborales.
Sólo
ahora, cuando toma cuerpo una protesta nacional, los
representantes oficiales arguyen la “necesidad del diálogo”
que ellos mismos se empeñarán luego en tornar
improductivo.
En Lima,
como se habitual, una concentración en la histórica Plaza
Dos de Mayo será el nudo central de la protesta social y
abrirá la perspectiva para otras acciones urbanas y
rurales.
La masa,
luego se desplazará por diversas avenidas de la capital,
razón por la que los trabajadores habrán de redoblar sus
medidas de control, dado que el gobierno está
particularmente interesado en provocar acciones que
justifiquen luego una represión brutal contra el pueblo.
Una clara
demostración de ello surgió, en efecto, en el marco del
reciente Paro ocurrido en Moquegua y en su desenlace: El
Presidente García regañó a las fuerzas policiales por no
haber hecho uso de armas de fuego para disolver a los
manifestantes y “cautelar el orden”. Obviamente, quería
una secuela de violencia y muerte.
La
Plataforma del Paro, en esta circunstancia, es ciertamente
amplia. Incluye la recusación del modelo económico vigente
al que acusa de ser responsable de la crisis de desempleo,
bajos salarios, quiebras de empresas y despido masivo de
trabajadores.
Aunque los
empresarios insisten en considerar que “el modelo” generó
riqueza y sobre producción, lo real es que nadie cree en
las manipuladas cifras mostradas por el oficialismo. “Si
ha disminuido el número de pobres –dijo socarronamente un
comentarista limeño– es porque se han muerto los que eran
pobres hasta el año pasado. Ahora, hay nuevos” .
Aunque en
realidad en el radio urbano de Lima, en efecto, parece haber
mejorado la situación material de la gente, esa sensación
no la comparten quienes viven en las zonas periféricas de
la ciudad.
Una
reciente encuesta realizada por la Universidad Católica de
Lima señala que solo el 33% de las personas considera que
la pobreza se ha reducido en el país, en tanto que el 66%
cree que ha aumentado, o se mantiene igual.
Sólo el
28% de los entrevistados cree que en los últimos doce meses
ha mejorado la situación económica de las familias, en
tanto que el 71% sostiene que ella está igual o peor que
antes.
Sólo el
11% acepta la tesis de que la distribución de la riqueza en
el país es justa, en tanto que el 86% la considera injusta
o muy injusta.
Por si
fuera poco, en otra encuesta recientemente difundida, se
asegura que el 64% de la población está de acuerdo con el
Paro nacional del 9 de julio, en tanto que menos del 30%
expresa su desacuerdo con esta medida de lucha de los
trabajadores.
No
obstante, en este segmento, hay quienes critican el Paro por
otra razón: consideran que es insuficiente para derrotar al
gobierno y, por tanto, insuficiente.
La
plataforma del Paro incluye, sin embargo, además de
planteos de tipo económico, reclamaciones de carácter
social y laboral.
Se recusa
el autoritarismo del gobierno que se expresó en la dación
de Decretos Legislativos que criminalizan la protesta social
y ofrecen años de cárcel a quienes salgan a la calle a
mostrar su rechazo al régimen. Se trata de los Decretos
982, 983 y otros, cuya derogatoria ha sido aprobada en
primera instancia por el Congreso de la República. También,
por supuesto, se exige quede sin efecto el Decreto
Legislativo 1015 sobre explotación de tierras comunales y
el proyecto de Ley de la Selva, cuestionado por la población.
Acontecimientos
en extremo sensibles, como los ocurridos en diversas
ciudades del centro y sur del país –donde el nivel de
aceptación del Presidente García ha caído hasta un 7%–
han puesto en evidencia la incapacidad del régimen para
enfrentar los problemas sociales; y la ineptitud de las
autoridades, que no atinan a encontrar caminos de solución
a reclamos fundados de la población.
En los próximos
días, y aún antes del Paro Nacional, regiones íntegras
del país, como Huancavelica y Ayacucho llevaran a cabo
paralizaciones de protesta por 24 y 48 horas, lo que no las
eximirá de sumarse a la jornada nacional del 9 de julio que
será ciertamente exitosa.
Por lo
pronto, trabajadores penitenciarios, de Luz y Fuerza, del
Agua, y del segmento administrativo del sector educación y
la docencia universitaria, así como profesionales de la
salud han iniciado ya huelgas en demanda de aumentos
salariales y otras reclamaciones que no son atendidas por el
Poder central.
Se prevé
que en las próximas semanas nuevos contingentes sociales se
sumen a la protesta que se torna ya una expresión
generalizada no solamente en el interior del país sino
incluso en Lima, donde el gobierno maquilla el escenario con
la connivencia descarada de los medios de comunicación.
Es bueno
subrayar que si bien la convocatoria formal a la acción de
lucha reposa en la fuerza orgánica de la CGTP y de la CUT
–las dos Centrales Sindicales más significativas del país–
a ella se han sumado ya organizaciones regionales,
provinciales y locales, además de segmentos decisivos como
transportistas, médicos, jóvenes, mujeres, poblaciones indígenas
y otros, lo que le da a la Jornada el carácter de una acción
social de mayor consistencia y capacidad operativa.
Incluso
policías y militares en retiro hicieron el jueves 26 de
junio una ruidosa protesta en demanda de nivelaciones
salariales y otras exigencias.
Es notable,
sin embargo precisar que se ha convertido en una constante
de los gremios sindicales en lucha de nuestro país,
efectuar dos huelgas al año. La primera, en los primeros
seis meses, concluye inevitablemente cuando las autoridades
firman un “acta de compromiso” aceptando la adopción de
medidas paliativas en beneficio de los trabajadores. La otra
–en la segunda parte del año– ocurre en demanda de que
se cumpla el acta firmada y que diera origen al conflicto
anterior.
Una suerte
de círculo vicioso el que ha impuesto el régimen a los
trabajadores negándoles el más elemental derecho a reclamo
en materia de salarios, negociación colectiva y otros. Que
la acción de lucha será un exitoso, lo asegura la gente en
la calle.
Esa
unanimidad, sin embargo, no se expresa cuando se inquiere a
los ciudadanos en torno a lo que se debe hacer más
adelante, cuando el régimen aprista se zurre en la protesta
social y las autoridades se nieguen a oír la voz el pueblo.
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