El
“fantasma boliviano” toma vuelo en Ecuador
Los
autonomistas de Guayaquil
APM,
21/09/08
A días del
referéndum constitucional, la oposición separatista de la
pujante ciudad prevé un “proceso cívico” similar al de
Santa Cruz en Bolivia. Aumentan los roces entre Correa y la
Iglesia.
Mientras el
complejo escenario interno de Bolivia parece encaminarse a
buen puerto (por lo menos hasta el momento), la tesis
autonomista comienza a cobrar protagonismo en Ecuador.
Casualmente en el país que –según las últimas
encuestas– el próximo 28 de septiembre se convertirá en
el primer caso sudamericano de recuperación de la función
social del Estado de derecho y desarticulación del modelo
de desarrollo neoliberal por la vía constitucional.
Quien
lidera el proceso secesionista es el alcalde de la ciudad
costera de Guayaquil, Jaime Nebot, principal opositor al
Gobierno de Acuerdo País y a las resoluciones de la
Asamblea Constituyente que hace pocas semanas terminó la
redacción de la nueva Carta Magna.
El pasado
18 de septiembre el Presidente de Ecuador, Rafael Correa señaló
las consecuencias que traerían para el país una eventual
derrota del referendo constitucional en el distrito
separatista: “Si gana el No en Guayaquil (...) tendríamos
un permanente foco de desestabilización como está
ocurriendo en la Media Luna boliviana", declaró
Correa, quien sostuvo que "las élites guayaquileñas
tienen un proyecto Singapur para ser otra República”.
Por su
parte, Nebot declaró que de ser aprobado el texto legal
tras el referendo, será responsabilidad de Correa si
Guayaquil sigue los pasos del departamento de Santa Cruz de
la Sierra (región de Bolivia que encabeza los procesos
autonomistas de cinco departamentos orientales del país). Y
acusó al primer mandatario de ser quien “realmente divide
al país enfrentando a cristianos entre sí, ricos contra
pobres, ciudades chicas con ciudades grandes”.
El Alcalde
funda su postura contra la Asamblea mediante la tesis de
presunta centralización política propiciada por el
proyecto constitucional. Según Nebot, el artículo 261
–correspondiente a la Organización territorial del
Estado– otorgaría excesivas competencias de carácter
exclusivo al Estado Central.
El precepto
cuestionado otorga al máximo órgano político las
funciones de defensa nacional, protección interna y orden público;
el registro de personas, nacionalización de extranjeros y
control migratorio; las políticas económicas, tributaria,
aduanera, arancelaria; fiscal y monetaria; comercio exterior
y endeudamiento; Las políticas de educación, salud,
seguridad social, vivienda; el espectro radioeléctrico y el
régimen general de comunicaciones y telecomunicaciones;
puertos y aeropuertos; entre otras.
Evidentemente
tales atribuciones para el Estado Central resultarían
excesivas, y perjudiciales para los procesos de desarrollo
regionales, a no ser que un atento lector del proyecto
constitucional repare en la disposición que antecede al
precepto comentado.
En efecto,
el artículo 260 establece que “el ejercicio de las
competencias exclusivas no excluirá el ejercicio
concurrente de la gestión en la prestación de servicios públicos
y actividades de colaboración y complementariedad entre los
distintos niveles de gobierno”.
Cabe
mencionar, que respecto a la descentralización política
que plantea la nueva Carta Magna, se contemplan seis niveles
de Gobierno. Cada uno con sus facultades exclusivas y sin
dejar de recibir el sustento económico que reciben del
estado Central. Actualmente, esos recursos alcanzan el 15
por ciento del Presupuesto nacional y se prevé elevarlos al
20 por ciento.
Por lo
tanto, las causas del descontento de los seguidores de Nebot
deben buscarse por otro lado: Guayaquil es considerada la
capital económica de Ecuador. De su conocido puerto (que
lleva el nombre de la ciudad) ingresan y salen las mercaderías
del país. Además, en dicha jurisdicción tienen su asiento
las principales casas financieras y banqueras de Ecuador.
El
comercio, la agricultura y la exportación conforman el
ambicioso escenario de Guayaquil, territorio de grandes
grupos económicos. Sin caer en la tentación de
paralelismos fundamentalistas, puede decirse que con Santa
Cruz de la Sierra existen algunas semejanzas que van más
allá de los reclamos por demandas de potestades políticas.
Lo que en
realidad está en juego es el proceso de transformación del
Estado de derecho ecuatoriano que se inició formalmente a
fines del 2007 con los constituyentes reunidos en ciudad
Alfaro, Montecristi.
Las
restricciones a la matriz económica determinada por las
fuerzas del mercado y el capital, la inclusión de la
ciudadanía en las instancias gubernamentales y en la toma
de decisiones políticas, y la fuerte impronta social y
activa de la institución Estatal (principalmente en torno a
las políticas de Soberanía Alimentaria), representan un
desafío único e inminente para la sociedad ecuatoriana.
(Ver: “La recta final de la nueva Carta Magna”. APM
27/06/2008).
La postura
intransigente de los autonomistas de Guayaquil evidenciada
en las últimas semanas no es un fenómeno reciente.
En enero de
2008, el alcalde de la ciudad convocó no solo una marcha
sino también a la irracionalidad e imprudencia política:
“¿cuál es el apellido del enemigo de Guayaquil?”
Interpeló Nebot a sus fieles, los que respondieron con
facilidad: “¡Correa!”. Claro que el libreto era
imposible de olvidar para los marchantes. Sin embargo,
sorprendido, el alcalde concluyó: “No lo he dicho yo, lo
han dicho ustedes”.
No es este
el estilo político que es dable esperar de un mandatario
municipal que pretenda desligarse de las identificaciones
partidarias del pasado y de los tradicionales sectores de
poder de Guayaquil. La arenga transcripta refleja los vicios
de intolerancia de las viejas prácticas políticas.
Además de
los episodios de confrontación entre el Gobierno nacional y
el municipio de Guayaquil, otros episodios agitaron el
ambiente político en la antesala de la consulta popular.
Las diferencias ideológicas y las acusaciones cruzadas
entre el Presidente y la Iglesia Católica no cesan de
profundizarse. Incluso dicha confrontación ha tomado carácter
político.
Desde hace
algunos meses la cúpula eclesiástica se opone al producto
final de la Asamblea Constituyente, por considerar que
fomenta y abre la posibilidad de legalizar el matrimonio
entre homosexuales y el aborto.
El
presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, monseñor
Antonio Arregui se ha convertido en el principal orador de
la institución eclesiástica en Ecuador.
Ante un
grupo de fieles en la llamada convocatoria “por la vida y
la familia”, el domingo 14 de septiembre (en Guayaquil,
bastión de la oposición) Arregui dijo: “Pedimos que
siempre se reconozca el designio de Dios nuestro creador
cuando hizo al varón y a la mujer igualmente dignos y
exactamente complementarios para que se convirtieran en
fuentes de nuevas familias”, en relación a lo que –según
la cúpula eclesiástica supone una legalización del
matrimonio homosexual y el aborto–, sería una amenaza a
la moral cristiana y a los valores de la familia.
Por su
parte, el secretario general de la Conferencia Episcopal
Ecuatoriana (CEE), Nicolás Dousdebés dirigió una carta al
presidente Correa en la cual le solicita “que respete,
aunque no comparta, las opiniones de los obispos y
sacerdotes de la Iglesia a la que usted pertenece”.
Más allá
de las variadas interpretaciones que pueden surgir del análisis
de las disposiciones de Familia en el texto constitucional,
lo cierto es que resulta extraña, o por lo menos excesiva
la posición de la Institución religiosa que apela a votar
por el NO en el referendo del próximo 28 de septiembre.
En la
actual situación histórica la mayoría de los países, aun
los más conservadores, admiten los cambios que en materia
legislativa se presentan como inevitables, teniendo en
cuenta que el Derecho y la Religión (cualquiera sea ésta)
se transforman de la misma forma que lo hacen las
costumbres, hábitos, valores morales, y hasta las
instituciones más arraigadas en un amplio período histórico.
En doctrina
jurídica, se acepta que el Derecho va por detrás de la
realidad, ajustándose a las necesidades humanas y
elaborando las normas que otorgan los medios aptos para la
consecución de los fines también humanos.
En este
orden de ideas, es dable considerar la aceptación de la unión
de hecho de personas del mismo sexo en la gran mayoría de
las sociedades.
De ahí
que, por lo menos, sea necesario un amplio debate en torno
al matrimonio de homosexuales. De ahí el carácter excesivo
y extrañamente absoluto de la postura de la cúpula eclesiástica
de Ecuador. Aun más: el texto legal no dice nada sobre ese
tipo peculiar de vínculo civil.
Resta hacer
mención de las raras expresiones que utilizan los partidos
políticos de oposición (Unión Demócrata Cristiana
–UDC–, Sociedad Patriótica –SP– y otros) para la
campaña por el NO: “No al negociado de sus ñaños” y
“No a la mariconada” se lee en las pancartas del SP,
ciertamente opositor a la nueva constitución y al Gobierno
de Correa pero sin arrojar ni siquiera una pista de tales
consignas.
Autonomía,
ideología y rechazo (sin demasiados fundamentos) de la
Carta Magna sintetizan los puntos de tensión entre la
coalición oficial Acuerdo País y los sectores e
instituciones que se oponen al cambio en Ecuador, el que fue
propiciado e impulsado por la mayoría necesaria en las
urnas presidenciales de 2006.
Sin
embargo, y a pesar del esfuerzo de varias consultoras de
opinión pública que señalaban el triunfo del NO y por
consiguiente el rechazo de la obra legislativa, los últimos
sondeos que fueron publicados antes del 8 de septiembre (último
día para la realización de encuestas), señalan que el SI
será quien domine la jornada popular y soberana.
Según la
empresa SP Investigaciones y Estudios, El 57 por ciento de
los consultados votaría a favor de la propuesta de
Constitución de Ecuador, el 23 en contra y el 20 lo haría
nulo o en blanco. El director de la firma, Santiago Pérez,
explicó en el canal Ecuavisa las razones de tal resultado
previsto: “Hay un clarísimo anhelo de cambio de la
población”.
Anhelo,
cambio y ciudadanía. Conceptos que engloban el proceso político
por el que atraviesa Ecuador. Claro que no son los únicos:
Soberanía Alimentaria y Territorial, Derechos Humanos y cívicos,
Equidad en la distribución de la riqueza nacional,
Democracia real (y no formal o de baja intensidad), y
Justicia social, son los principios claves de la voluntad
pionera de la nación ecuatoriana.
Mientras
tanto, el fantasma boliviano intenta aunar fuerzas para una
nueva expedición. Los separatistas de Guayaquil pretenden
copiar el modelo de Santa Cruz de la Sierra, que por poco
hace caer a la nación boliviana en una crisis sin salida.
Claro que,
por ahora, el fantasma sólo toma vuelo en Ecuador. Resta
esperar algunos días para saber hasta dónde llegará.
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