Sudamérica
La
crisis entra por cualquier rendija
Por
Mario Osava (*)
Inter
Press Service (IPS), 11/10/08
Río de
Janeiro.– La crisis financiera iniciada esta vez en
Estados Unidos evidencia, más que cualquier otra anterior,
la distancia que separa el mundo del capital del ciudadano
común, especialmente en los países en desarrollo.
El grueso
de la población en los países sudamericanos aún no siente
los efectos del pánico que cunde entre los que poseen
inversiones en las bolsas de valores, en grandes empresas o
en el exterior. Pero los noticieros asustan a todos, por la
magnitud de los datos y las experiencias ya vividas.
En Brasil,
la moneda local (real) se devaluó 31,6 por ciento desde
agosto y la Bolsa de Valores de São Paulo acumula una caída
de 20 por ciento en octubre y de 44,2 por ciento desde el
comienzo de este año. Algún día, según los expertos,
tales índices se convertirán en inflación, desempleo y
agravamiento de llagas sociales.
Se repite
así en Brasil la enorme volatilidad de crisis anteriores.
Parte de la caída de la bolsa se debió a que empresas
industriales también especularon con otros valores,
especialmente en el mercado cambiario.
Tres
grandes firmas industriales divulgaron pérdidas de 4.900
millones de reales (unos 2.200 millones de dólares) por
haber apostado a la continuidad de la sobrevaluación del
real. Se teme que otras empresas tengan su solidez
desmentida por esas dañosas operaciones.
La aventura
se debió en buena parte a la política cambiaria del Banco
Central de Brasil, que favoreció una fuerte sobrevaluación
monetaria local, lo cual redujo la competitividad de la
industria brasileña.
De casi
cuatro reales por dólar a mediados de 2002, cuando la
inminencia del triunfo electoral del entonces izquierdista
Luiz Inácio Lula da Silva atemorizó el mercado, el tipo de
cambio pasó a 1,56 reales por cada dólar el 1 de agosto
pasado. Desde entonces, el real se devaluó aceleradamente y
hoy el dólar se cotiza en este país a 2,31 reales por
unidad.
Esa
volatilidad se debe a la "excesiva valorización
anterior", debido a la elevación también excesiva de
las tasas de interés fijadas por el Banco Central, que
atrajo mucho capital especulativo al país, explicó a IPS
Carlos Thadeu de Freitas, ex director de esa misma entidad
emisora.
El vuelco
cambiario de los últimos meses, una "corrección"
según muchos economistas, restablece la competitividad de
la industria, pero aumentará la inflación que está en
6,25 por ciento anual, casi en el límite de tolerancia de
la política de metas al respecto adoptada por el gobierno.
Se teme
que, por eso, el Banco Central siga aumentando su tasa de
interés, actualmente en 13,75 por ciento, la más alta del
mundo, acentuando la desaceleración de la economía. De
todos modos, los especialistas aún prevén un crecimiento
del producto interno bruto de tres a 3,5 por ciento en 2009,
frente a cinco por ciento este año.
El
agravamiento de la crisis en todo el mundo industrializado
hizo que el presidente Lula reconociera finalmente que este
país sufrirá daños, después de desdeñarlos inicialmente
y sostener que sería poco afectado. Su par de Venezuela,
Hugo Chávez, también admitió, después de festejar la
decadencia del capitalismo, que tampoco "somos
inmunes".
La
contaminación de los países latinoamericanos puede ocurrir
por variadas vías. México, el Caribe y América Central
son obviamente vulnerables por la gran dependencia respecto
de Estados Unidos, ya sea por el comercio o por las remesas
de dinero que envían sus emigrantes, que se reducirán rápidamente.
En
Venezuela, el talón de Aquiles es el petróleo. "Si el
precio del crudo no se estabiliza en un entorno mínimo de
80 dólares por barril vendrá una severa reducción de
ingresos" de divisas, advirtió a IPS el economista
Pedro Palma, director de Metroeconómica, empresa de
consultoría.
Pero el
impacto de la crisis en la vida cotidiana de ese país
tardará más que en otros lugares por la fuerte presencia
estatal en la economía bajo gestión que prioriza aspectos
políticos. Cuando ocurra, a mediano plazo, será grave
porque las exportaciones petroleras, que suman unos 44.000
millones de dólares anuales, equivalen a 20 por ciento del
producto bruto interno.
La menor
disponibilidad de divisas forzará a "empresas,
ahorristas y consumidores a volcarse hacia un dólar
paralelo, hoy más caro, con impacto en la inflación",
vaticinó Palma.
Actualmente
la inflación en Venezuela llega a 30 por ciento anual, la más
alta de América, y en el cambio paralelo el dólar cuesta
cerca de cinco bolívares por unidad, mientras la cotización
fijada oficialmente es de 2,15 bolívares.
Las
dificultades venezolanas, además, pueden ampliar los
efectos de la crisis en unas 15 naciones que reciben su
ayuda petrolera, que llega a unos 200.000 barriles diarios a
precios favorecidos. Si la crisis gana las dimensiones
anunciadas "muchos de los planes de cooperación se
vendrán abajo", advirtió Álvaro Silva, ex ministro
de Energía de ese país.
En cuanto a
Argentina, los impactos en cadena son los que más preocupan
a los empresarios locales. Ese país será duramente
afectado por la posible desaceleración económica de
Brasil, su principal socio en el comercio y en el Mercado
Común del Sur (Mercosur), que también comparten con
Paraguay, Uruguay y Venezuela en proceso de adhesión plena.
La temida
"invasión" de productos industriales brasileños,
que ya provocó conflictos en el pasado, puede repetirse
ante una depreciación del real mayor que la del peso
argentino.
Eso agravaría
el desbalance en el comercio bilateral, que ya era
creciente. En enero–agosto de este año Brasil logró un
superávit de 3.570 millones de dólares, 40 por ciento
superior al del mismo período de 2007.
Pero
"Argentina no aparece como un país directamente
afectado" por la crisis financiera mundial, ya que su
"economía real" no muestra ningún dato adverso,
evaluó Mariano Lamothe, de abeceb.com, una consultora económica
de Buenos Aires. "Brasil devaluó (su moneda), pero no
nos va a dejar de comprar ni dejará de crecer de un día
para el otro", señaló a IPS.
Lamothe
admitió, empero, "malas expectativas y una gran
incertidumbre", con aumento de las tasas de interés y
depreciación del peso, y el encarecimiento del crédito que
reducirá el consumo y las exportaciones. Sin embargo,
mantuvo su convicción de que no hay el "riesgo de una
corrida" (retiro masivo de depósitos) a los bancos ni
la temida "invasión de (productos) importados".
Reconoció
que, en el campo de las ideas, esta crisis "rompió
toda lógica" y que "la ingeniería financiera
falló y la ortodoxia no está dando soluciones".
"Hay una gran desorientación", concluyó.
(*)
Aporte de Marcela Valente (Argentina) y Humberto Márquez
(Venezuela).
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