¿Qué
hacer en las próximas elecciones?
Por
Hernán Montecinos
Enviado
por el autor, 14/10/08
La
pregunta del encabezado se encuentra especialmente dirigida
al mundo de la izquierda. Por cierto, en primer lugar, a la
llamada “izquierda extraparlamentaria”. Pero más
fundamentalmente, a los que no se inscriben, a los que votan
nulo, a los que votan en blanco, a los que se abstienen, a
los que “no están ni ahí”, a los descontentos, a los
disconformes, a los indecisos y, también, aquel sector de
la Concertación que en cada elección vive su propio drama:
tener que votar por quien interprete sus ideas de izquierda,
o verse inducidos al asco de tener que seguir votando por
candidatos de la Concertación.
Resulta
obvio decir que estos grupos, si bien representan una
diversidad, sin embargo, tienen en común que, en su gran
mayoría, sus ideas son de izquierda, opuestos al
neoliberalismo. Resulta obvio decir también, que si todos
estos grupos formaran un frente común, opositor al
neoliberalismo, se conformaría un conglomerado mucho mayor
que el mayor de los partidos políticos hasta ahora mejor
votado. Ante la posibilidad de este cuadro, es hora de
preguntarse entonces,... ¿Por qué si habiendo un referente
social potencialmente de gran magnitud, opositor al
neoliberalismo éste, sin embargo, se aplica despiadadamente
en Chile sin que, al parecer, haya una mínima capacidad de
oposición y respuesta? ¿Por qué tanta inercia y confusión?
Son preguntas que necesitan respuestas.
Al
examinar la realidad política constatamos que, mientras el
neoliberalismo hace lo suyo a su más pleno antojo, los
distintos referentes políticos y sociales que se le oponen
se encuentran dispersos y confusos. En este estado, bien
vale recordar que la derecha política siempre VOTA por
convicción, por principios y, sobretodo, porque con el
neoliberalismo se sienten muy a su gusto. La Concertación,
en cambio, dejando de votar por principio, el tradicional
voto de conciencia, lo ha transformado en un voto de
conveniencia. La izquierda extraparlamentaria, en tanto, si
bien vota en conciencia, su contrapartida está en que
siempre se presenta disgregada, atomizada; una suma de pequeños
referentes que difícilmente se aúnan. Peor aún, hay
muchos que ni siquiera votan, ya sea por desencanto, por
frustración o por simple noción anti sistémica.
En
conclusión, por el lado que se le mire, sumando y sumando,
la izquierda ha ido dejando libre el camino para que la
CONCERTACIÖN y LA ALIANZA POR CHILE hagan su negocio,
repartiéndose binominalmente el poder, sin encontrar mayor
resistencia ni cortapisas.
Ahora
bien, no exenta de las propias responsabilidades que la
izquierda tiene en el cuadro descrito, sin embargo, en mi
opinión, el mayor responsable de este estado político de
confusión y regresión, tiene un sólo nombre: CONCERTACIÖN,
y más particularmente, el Partido Socialista. Claro, muchos
no estarán de acuerdo con este juicio, lo que me obliga a
fundamentar con más detalle mi posición.
Para
el plebiscito del 88, presionados por la traumática
experiencia de la dictadura, la izquierda apoyó
incondicionalmente el voto por el No, para posibilitar la
derrota política de la dictadura fascista. Desde ese punto
de vista, tal decisión fue políticamente correcta. En
elecciones sucesivas, gran parte de la izquierda siguió
votando por la Concertación, para oponerse a las
pretensiones derechistas, sobre todo, a su política
neoliberal que empezaba, en ese entonces, a aplicarse muy
despiadadamente sobre todos los chilenos. Se optaba, por
decirlo así, por “el mal menor”, porque se suponía que
el neoliberalismo era patrimonio exclusivo y bandera de la
derecha política y los sectores más fundamentalistas del
pinochetismo.
Así,
bajo la premisa del “mal menor”, mayoritariamente los
comunistas decidieron votar, en segunda vuelta, por los
“socialistas” Lagos, primero, y Bachelet, después, lo
que significó a la postre, que sin esos decisivos votos
ninguno de los dos hubieran llegado a la presidencia de la
República (¿Se acuerdan?). Sin embargo, después de 18 años,
de sucesivos gobiernos de la Concertación, las premisas que
sustentaban las razones para que la izquierda siguiera
siendo el salvavidas de la Concertación, hoy se encuentran
obsoletas.
Y
porque afirmo esto. Porque bajo la Concertación,
fundamentalmente, bajo los dos últimos gobiernos de
presidentes socialistas, nuestro país ha sido el más fiel
adherente a los postulados del neoliberalismo en la región.
Incluso, no sería exagerado afirmar, también, en todo el
mundo. Han seguido a pie juntillas todas las exigencias del
FMI e instituciones internacionales afines que son, en último
término, los que nos imponen lo que tenemos que hacer en
nuestra propia casa.
En
el orden interno conspicuos empresarios confiesan que se
sienten muy a gusto con los gobiernos de la Concertación,
pues éstos han sido buenos administradores del sistema del
que ellos han sido mentores, sistema que defiende sus
intereses políticos y, fundamentalmente, sus negocios.
Incluso, uno de sus más conspicuos representantes, en su
momento, confesó públicamente: “nosotros los empresarios
amamos a Lagos”. Es evidente que la derecha económica se
siente más cómoda con un gobierno socialista que de
derecha. Ello tiene su explicación, porque los socialistas
actúan como colchón contenedor de las demandas laborales y
sociales del pueblo, es decir, son los que ponen la cara,
los que hacen el trabajo sucio para mantener incólume el
neoliberalismo sin que nada perturbe sus propósitos.
De
otra parte, un estudio de la Fundación Terram concluyó que
si la diferencia de ingresos entre el 5% más pobre y el 5%
más rico en 1990 alcanzaba a 130 veces, en el 2004 la cifra
llega a 209 veces. Ese es un claro ejemplo de la política
de la Concertación, con una política que favorece a los
sectores más pudientes, haciéndolos más ricos que antes,
incluso más como lo hizo el propio Pinochet. Y lo que es
peor, para favorecer este estado de cosas, que beneficia
fundamentalmente, a la empresa y banca nacional y a las
multinacionales, los gobiernos de la Concertación han
convertido a nuestro país en el Estado más represor de la
región, después de Colombia. Estos datos bastarían por sí
solos para que sectores de izquierda no siguieran votando más
por la Concertación. Pero ahí no para la cosa,
desgraciadamente hay aún mucho más que decir.
En
efecto, en áreas tan sensibles como educación y salud el
panorama no puede resultar más desolador, convertidas estas
dos necesidades sociales básicas en un festín de negocios
para privados.
En
Educación, después de una larga batalla de la sociedad
civil, fundamentalmente, sus principales protagonistas,
profesores, estudiantes y padres y apoderados, que pedían
poner fin al sistema de sostenedores y municipalización de
la educación para hacerla pública, el “gobierno
ciudadano” de la Bachelet hizo oídos sordos, enviando una
nueva Ley de educación, la LGE, en reemplazo de la antigua
LOCE, que representa sólo una cosmética dejando incólume,
en lo principal, la mercantilización de la educación que
es lo que se pedía se cambiara. De otra parte, en Chile, ya
no existe Universidad pública gratuita, en donde puedan
educarse aquellos que no tienen capacidad económica para
pagar los aranceles universitarios. Hasta en los países más
ultra neoliberales existen universidades públicas
gratuitas: Inglaterra, Alemania, Francia, Bélgica y hasta
en el mismo EEUU, etc. Basta mirar para los lados y
encontramos también Universidades públicas gratuitas en
Argentina, Brasil, Ecuador, Costa Rica, Cuba, etc. Podría
casi asegurar, que Chile es el único país del mundo en
donde no existe ninguna Universidad Pública gratuita, tal
como lo había antes (Universidad de Chile, Universidad Técnica
del Estado, Pedagógico, etc.)
En
la salud la cosa no podría andar peor. Bajo la égida de la
comercialización, las prestaciones de salud han sido
entregadas a clínicas privadas en donde al enfermo, antes
de morirse, se le calcula cuanto más se le puede sacar de
dinero para hacer más rentable el negocio. En cuanto a la
salud pública, un tremendo atraso. Los que acceden a ella
tienen que sufrir la diaria humillación de tener que hacer
largas colas, esperando horas y horas, para al final
conseguir una mínima e indolente atención. Como corolario,
al enfermo se le devuelve prontamente a su casa, previa
entrega de una aspirina o pastilla tal o cual, para salir
luego del paso. Más para peor, hay enfermos que tienen que
esperar meses y, en no pocos casos, años, para que le den
fecha y hora para una operación. Muchos antes de pasar por
este calvario, prefieren endeudarse o poner en venta sus
bienes con tal de financiar el elevado costo de su
enfermedad en una clínica privada. Así y todo, pese a
estas diferencias, la atención tanto en la salud pública
como privada, se encuentran sometidas cada vez en mayor número,
a demandas por “negligencias médicas”, un eufemismo
tras el cual se esconde una dramática realidad: una atención
en la salud pública y privada, clasista.
No
olvidemos tampoco, la entrega que se ha hecho de los
servicios públicos básicos (agua, luz, teléfono, etc.) a
la voracidad de las empresas multinacionales, sobre todo,
empresas españolas, fundamentalmente, por obra y gracia del
socialista Lagos. Puentes, carreteras, avenidas han dejado
también de ser públicos, entregando su explotación a la
voracidad de empresas multinacionales. Y como guinda de la
torta está la desnacionalización del cobre, pasando a
llevar la decisión unánime de todos los chilenos, que bajo
el gobierno de Allende había decidido, por unanimidad,
nacionalizar nuestra riqueza cuprífera. Sin ánimo de
dramatizar, ni exagerar, una verdadera traición a la
Patria, en tanto la Concertación en este tema actuó a
espaldas de la soberanía popular.
Por
último, y para no alargar más el cuento, está el problema
de la delincuencia que crece y crece a tasas increíbles. Y
no es que este sea un problema originado por la Concertación,
sin embargo el enfoque que han hecho para “solucionar”
el problema se encuentra profundamente equivocado. Lo que
sorprende es que en los sesudos análisis que se hacen sobre
la seguridad ciudadana y la delincuencia, el factor de la
desigualdad en la distribución del ingreso no se considera
como una variable a considerar dentro de las causas que
gatillan la violencia social. Se asume que los jóvenes son
malos por que sí, los delincuentes son malos porque deben
tenerlo incorporado a los genes. Y las soluciones siempre
pasan por más represión, más policías, más cámaras en
las calles, más cárceles, tolerancia cero, disminuir la
edad de imputabilidad procesal, etc.
Ahora
bien, sabemos que esta realidad ha llevado a que en el mismo
seno de la Concertación hay quienes se sienten confundidos
con la orientación tan neoliberal que tanto Lagos como
Bachelet les han dado a sus respectivos gobiernos. Por una
parte, quisieran salirse de allí pero, por otra, se sienten
prisioneros en ella. No han tenido el suficiente coraje político
(salvo contadas excepciones) para romper sus propias
cadenas. El fatalismo político ha hecho presa de ellos, al
postular que el neoliberalismo es algo irreversible, de que
es algo de lo que no se puede salir. Este es el discurso que
han logrado hacer penetrar en el imaginario social, a través
de epígonos incondicionales, tales como, Brunner, Velasco,
Otone, Correa, Tironi y por cierto, Ministros, funcionarios
públicos y parlamentarios, tanto de oposición como de
gobierno. Agreguemos a éstos también al duopolio periodístico
de COPESA y El Mercurio, que hacen claque y baten palmas
para que el discurso de estos singulares “socialistas”
se mantenga vivo en el imaginario de la gente.
Las
próximas elecciones se encuentran a la vuelta de la esquina
y, como sucede cada cuatro años, los políticos buscarán
desesperadamente la participación ciudadana para poder
seguir justificándose en su papel de representantes del
pueblo y seguir usufructuando binominalmente del poder para
satisfacción de sus espúreos intereses que no son, ni de
lejos, coincidentes con los del pueblo.
Entonces...,
vuelvo a la pregunta inicial... ¿Que hacer en las próximas
elecciones? ...¿Voto nulo?, ¿abstencion?, ¿voto en
blanco?, ¿votar al candidato menos malo?... ¿Sirve de algo
votar?, ¿no votar? ¿Cual es la mejor forma de mostrar
rechazo a esa mentira que estamos viviendo y que llaman
democracia?... Difícil pregunta, y más difícil aún son
las respuestas.
Si
hace cuatro años atrás, para la izquierda de Chile esta
era una pregunta de fácil respuesta, ahora esa respuesta
para muchos se muestra confusa y complicada. Esto tiene su
razón en el carácter del conglomerado político JUNTOS
PODEMOS MÄS, conglomerado el cual, en las elecciones
pasadas, tenía su sentido para la izquierda, al satisfacer
los requerimientos políticos mínimos por los cuales
luchamos, a saber, una línea claramente antineoliberal y un
proyecto que busca las transformaciones reales que necesita
la sociedad chilena y no su mera reforma; un proyecto
alternativo, claramente diferenciado de la Concertación, y
con mayor razón de la Alianza.
Es
por eso, que en las elecciones del 2004, en las condiciones
políticas de entonces, bajo el mismo título, escribí un
artículo llamando a los electores a votar por la
alternativa del JUNTO PODEMOS MAS, teniendo presente que las
bases programáticas de dicho conglomerado representaba
genuinamente los sentimientos de una izquierda alternativa,
al actual estado imperante.
Sin
embargo, ese Junto Podemos, que aparecía como el referente
natural de la izquierda chilena hoy, por obra y gracia del
Partido Comunista chileno, ha quedado desahuciado como tal.
En efecto, la dirección central del P.C., en una vuelta de
carnero sin parangón, traicionó el meollo del asunto que
se encontraba explícito e implícito en el programa del
Junto Podemos, abdicando de tales principios, para pasar a
coquetear y conciliar con la Concertación, borrando de un
plumazo con su mano derecha lo que había escrito con su
mano izquierda.
Lo
hicieron cuando arrojaron por la borda el punto Nº 6 de las
ideas fundacionales del Junto Podemos, que en la parte
pertinente señalaba explícitamente:
“...nos
ubicamos también en abierta oposición a la derecha y los
partidos de la Concertación responsables del actual modelo
político social y económico. Consecuentemente con ello,
quienes integramos este Movimiento, no aceptaremos pactos ni
alianzas de ningún tipo con tales referentes, en cualquiera
de sus expresiones políticas, lo que consideramos necesario
para dar señales inequívocas y coherentes a quienes
aspiran a reemplazar radicalmente al sistema que hoy nos
rige.”
Más
claro que echar agua. Como sabemos, en la última elección
presidencial, a la undécima hora, el Partido comunista
chileno, en las primeras horas de la noche, cuando se dieron
a conocer los resultados, dejaba atónito al Junto Podemos y
al conjunto de la izquierda, con su anuncio unilateral de
apoyar en segunda vuelta a la compañera “socialista”
Michele Bachelet. De lado dejaba lo acordado con la
izquierda en el acta fundacional que dio origen al Junto
Podemos, en el ya citado numerando 6.
Pero
estos sólo fueron los primeros gestos, los primeros guiños
del partido comunista que le permitieran congraciarse con la
Concertación. Lo segundo estaba por venir. En efecto, después
de ingentes esfuerzos, los comunistas lograron acordar un
pacto electoral con la Concertación, venciendo así la
primitiva resistencia que mostraron a ello la democracia
cristiana, declarada enemiga política de siempre del
comunismo criollo.
La
guinda de la torta, el tercer paso, lo constituyó aquella
grotesca escena de proclamación, como precandidato a la
presidencia de la República de los comunistas criollos, del
compañero Guillermo Teillier. No tendría nada de malo que
los comunistas levantaran su precandidato, pero lo curioso
del caso es que dicha proclamación tuvo el sabor de
corresponder a un precandidato más de la Concertación que
del partido comunista propiamente tal. Se anunció de
antemano el apoyo comunista en la segunda vuelta al
candidato de la Concertación, y más aún, se dejaba la
puerta abierta para un apoyo en la primera vuelta.
En
todos estos trajines hay que destacar algunos elementos:
1)
El P.C. abandona su tradicional política de alianzas con la
izquierda, para pasar a pactar con la socialdemocracia
chilena, aquella que se disfraza y posa de izquierda cuando
vienen las elecciones para captar votos desde ella.
2)
La unilateralidad de sus decisiones han provenido de la
elite de su dirección central, específicamente de su
Comisión Política, y no del conjunto de su base de
militantes, a quienes no se les consultó nada de nada.
Transgredieron así sus propios estatutos orgánicos, puesto
que las decisiones que impliquen un cambio de su línea política,
debe ser una decisión colectiva de sus militantes a través
del “centralismo democrático”. Consultados varios
amigos comunistas militantes, me confesaron en forma unánime
que sobre estas decisiones no hubieron debates previos en
las bases, ni menos fueron consultados. La militancia solo
fue informada una vez consumados los hechos.
3)
Desde el punto de vista doctrinario, los comunistas han
hecho abandono del marxismo, como marco teórico que guía
su acción política, al pactar con partidos que están por
la reforma, y no por la transformación (revolución) de las
bases de la sociedad capitalista,
Ahora
bien, si todo esto no es traición o el más burdo de los
oportunismos, por favor que alguien me explique entonces
cual es el verdadero significado de estas dos palabras. Una
doble traición, por que no sólo se traicionó a sus
aliados naturales, el Podemos, sino también a su propia
militancia. Se operó, por decirlo de algún modo como lo
hacen los bandidos; entre gallos y medianoche, ante una
izquierda y una militancia atónita.
Hoy,
ante las elecciones que se avecinan, como ya lo dije, los
dirigentes del “PC”, han dado un paso más adelante en
su traición. Han acordado “pactos por omisión” con los
partidos de la concertación, incluyendo ahora a la
Democracia Cristiana (que hasta ahora se había negado a
hacerlo). La grave crisis por la que atraviesa hoy la
Concertación favorece los propósitos de los revisionistas
en su condición de salvavidas de la estructura de dominación
y explotación, establecida por los enemigos del pueblo.
Pero
los hechos ya están consumados y los de la izquierda se han
quedado sin piso, y sin posibilidad de votar por candidatos
que lo representen en sus genuinos intereses, simplemente,
porque los partidos que los satisfacían agrupados en el
otrora Junto Podemos, a saber, el P.C., P.H., e I.C. se
dieron una voltereta que se ve sólo en los circos. Si antes
el slogan decía, que la Concertación y la Alianza eran una
misma cosa y que no había que votar más por lo mismo,
ahora ese duopolio de organizaciones partidarias se ha
transformado en una trilogía: Concertación, Alianza y
Podemos. En una situación así, la izquierda se ha quedado
sin referente político y sin candidatos que los puedan
representar, por lo que muchos de ellos en las próximas
elecciones no tendrán más camino que votar nulo o
abstenerse de votar.
En
efecto, cada vez más, un importante núcleo de los que
pertenecemos a la cultura comunista, aquellos comunistas sin
carné, los que disentimos de la línea traidora de la
dirección del partido comunista, tenemos claro para estas
elecciones, que la estrategia electoral asumida por la
dirección del partido, en las condiciones políticas
presentes, significa un acto de sumisión y legitimación
del sistema, de los partidos, de los políticos y sus dueños,
así como de la crisis estructural de explotación, opresión,
miseria y muerte que golpea a nuestro pueblo.
En
el marco de lo electoral, El Podemos ahora travestido
plantea que si no se participa –observación emitida por
demás desde la prisa y la lógica electoralista–se
beneficia a la oligarquía y los grupos neo–fascistas. Se
afirma que al participar existen las posibilidades de
avanzar a posiciones democráticas y revolucionarias.
A
quienes opinan en este y otros sentidos y condiciones
parecidas les preguntamos: ¿Por qué considerar estas
posibilidades en el marco de lo electoral?, ¿No es
coherente asumirlas en el marco de una estrategia política
alejada de lo electoral en este momento? ¿Por qué
pretender arrastrarnos a lo puramente electoral y hacernos
perder un tiempo valioso para lograr con coherencia la
unidad de la izquierda revolucionaria?¿Acaso no se
beneficia a la oligarquía al no tener más posibilidad que
la de legitimar el relevo en la administración
gubernamental? ¿Acaso los partidos y los políticos con
posiciones marginales y cooptadas no han sido funcionales a
las políticas neoliberales y antipopulares, a la
privatización de servicios públicos, a la agudización de
la pobreza y la violencia extrema? ¿Cuál es la variación
fundamental en la participación electoral de la izquierda
en este momento, cuando ésta se posiciona como la “opción
verdadera”, “la alternativa” basada en un programa,
estrategia, alianzas y prácticas ambiguas?
Participar
en este momento y en estas condiciones significa continuar
legitimando a un Estado construido para garantizar el
salvajismo empresarial ––como los robos de los bancos,
de las empresas, de los mall y los supermercados––, la
dependencia y sumisión hacia los organismos financieros
internacionales y hacia el imperio norteamericano. Es
legitimar a un Estado burgués, excluyente, represor. Todo
esto bajo el argumento que es necesario competir,
“incidir”, ocupar espacios, lograr una voz de “oposición”
en la Municipalidad en el Congreso, etc.
Participar
en estas condiciones es legitimar un sistema de partidos
caducos, con partidos y políticos corruptos, incapaces,
vende patrias, serviles y caudillistas.
Es
legitimar un sistema burgués que sigue negando garantías
de participación a los diferentes colectivos gremiales y
sociales que claman por una justicia mayor y por un Estado
que efectivamente los represente, a decidir sobre sus
prioridades en materia de desarrollo y a participar
plenamente en la conducción de un nuevo Estado: democrático
y popular. Es legitimar un sistema que sigue reproduciendo
un sistema de repartición desigual de la riqueza social.
Por el contrario, a los obreros, a los mapuches, a la
numerosa clase media, a los jóvenes, etc., se les utiliza
como enganches electorales para agenciarse de un mayor número
de votos y repartirse una parte o las migajas del pastel.
La
lógica electoralista, además, ha provocado que supuestos líderes
populares sean cooptados por el sistema, se conviertan en
serviles de elites de poder económico y político y se
corrompan.
Su
voto es importante, dicen, para que con su complicidad se
legalicen los atropellos en política internacional, el
crecimiento de la brecha social y la pérdida de los
derechos y libertades
Cada
vez va siendo más evidente que las elecciones en Chile, en
los años de la Concertación, son parte de la hegemonía
lograda por la burguesía, en donde el pueblo y las
expresiones de la izquierda se han dejado envolver y se han
convertido –en esencia– en obedientes y consentidoras de
la enajenación y desgracia popular.
Si
usted es militante del P.S del PC del PPD,, o de algún otro
partido o movimiento de ámbito nacional –en la mayoría
de los casos– ni siquiera ha podido participar en la
elaboración de los candidatos a concejales y alcaldes que
presenta su partido, de modo que por esta razón –y otras
muchas más– cuando la democracia ni siquiera funciona
dentro de los partidos, qué pueden esperar el resto de los
ciudadanos. Las listas son cerradas, sin fisuras, para que
todo quede atado y bien atado.
Una
vez elegidos, los concejales y alcaldes éstos harán los
que se les plazca, jamás consultarán a sus militantes
sobre las decisiones que han de tomar y mucho menos a los
ciudadanos que los han votado. Sólo una pequeña elite
decidirá a espaldas de los ciudadanos e incluso de sus
militantes.
Su
voto es importante, dicen, para que con su complicidad se
legalice el crecimiento de la brecha social y la pérdida de
los derechos y libertades de los ciudadanos. Por esta razón
y por otras muchas, es que ha llegado la hora de votar en
Chile, para las próximas elecciones de alcaldes y
concejales, anulando el voto. No hay otra alternativa si es
que se tiene consecuencia de izquierda y algo de dignidad
personal también. Con tu voto no debes seguir legitimando
una política corrupta y unos políticos corruptos.
Lo
que cuenta es la participación y la suma de complicidades,
colabore pues, cuantos más cómplices mejor, todo será más
democrático y la conciencia de los políticos –si es que
la tienen– quedará a salvo con su voto.
Por
estas y otras razones, hoy son muchos los que, cansados de
ser utilizados políticamente bajo la consigna de que la
izquierda debe votar “por el mal menor”, y al no tener
un referente político que claramente los represente, en
esta elección, van a votar nulo. A decir verdad, un
verdadero izquierdista si en la elección pasada no tenía
estómago para votar por la Concertación, hoy tampoco debe
tener estómago para votar por esa farsa que se llama Junto
Podemos aquella, cuya elite en su conjunto, ha consumado una
gran traición.
Por
último debo confesar que, desde que tengo noción, de
elección en elección, toda mi vida he votado por los
candidatos comunistas, tanto cuando fui militante, como
cuando lo he sido sin carné. Ahora, con muchos sentimientos
encontrados, tengo que reconocer que, por primera vez en mi
vida de ciudadano, no voy a votar, o mejor dicho, anularé
mi voto, pese a que tengo estupendos amigos comunistas que
van como candidatos.
El
no hacerlo esta vez, no quiere decir que deje de ser
comunista, porque más lealtad que al partido comunista
chileno, que por esta vez, y por las razones dadas, ha
dejado de representarme, mi lealtad la debo al marxismo, al
comunismo y a mi propia conciencia.
(*)
Ensayista en temas de la filosofía y las ciencias sociales.
Colaborador con el “Instituto de Ciencias, Arte y
Literatura (ICAL Valparaíso). Miembro de la “Sociedad de
Escritores de Chile” (SECH).
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