El agua dulce: cada vez más demandada
y
cada vez más escasa
Por Adán Salgado Andrade
Desde México para Socialismo o
Barbarie, 23/10/08
Los cambios climáticos debidos a la
brutal contaminación generada por el ser humano, las
crecientes actividades industriales (fuentes mayoritarias de
tal contaminación), una agricultura mundial en aumento, el
incremento en la población y un irracional desperdicio,
principalmente, están ocasionando un incontenible empleo
del agua, vital líquido gracias al cual existimos como
especie y todas las otras formas de vida en el planeta y que
no conformes con sobreexplotarlo, estamos también
ensuciando y degradando.
Además, la distribución del agua es
tan desigual, que actualmente alrededor de 1100 millones de
personas ni siquiera tienen acceso a fuentes seguras de agua
para beber, la más elemental e importante de las
necesidades. Y no se trata de que haya menos agua, no, pues
la cantidad que existe es la misma desde hace millones de años,
aproximadamente 1728 trillones de metros cúbicos
(1,728,000,000,000,000,000 m³), y simplemente sigue el
acostumbrado ciclo de evaporización, condensación en nubes
y precipitación pluvial, sólo que ahora, debido a los
factores aludidos antes, le toma a dichos procesos un total
de quince meses reponer el agua que la humanidad requiere en
apenas un año, así que desde allí estamos excediendo la
capacidad de regeneración de nuestras fuentes de agua
dulce.
Por otro lado, gran parte del agua
renovada termina en los océanos, los que poseen el 97% del
líquido existente en el planeta, pero aquélla es salada,
no apta para la utilización humana, a menos que la sal,
sobre todo, sea removida, proceso que consume demasiada
energía para ser empleado de manera práctica y
generalizada.
El 3% restante, propiamente el agua
dulce que consumimos, si bien nunca ha estado repartida
equitativamente alrededor del planeta, ahora por los
trastornos climáticos, el desperdicio y el consumo
excesivo, como señalé, cada vez se concentra en un muy
reducido número de regiones. Aproximadamente 50% del agua
dulce es propiedad de unos seis países (Brasil, Canadá,
Indonesia, China, Estados Unidos y Colombia), en tanto que
la otra mitad está muy mal distribuida, pero incluso estas
cifras ya resultan controvertidas, pues, por ejemplo, en el
caso de Canadá, resulta que lo que antes se afirmaba, que
posee alrededor de un quinto de las reservas mundiales de
agua dulce, no es así, como informó recientemente la
Academia de Ciencias de Canadá, la que señala que una cosa
es la cantidad de agua que contiene ese país en sus grandes
lagos y otra, muy distinta, la que se renueva cada año, que
es la que llueve, corre por ríos y arroyos y recarga tanto
a los lagos, como a los acuíferos.
Y cita que en realidad el agua
renovable en Canadá sólo representa 6.4% del total
mundial, además de que los lagos canadienses no almacenan
tanta agua como pudiera pensarse, pues con la cantidad del líquido
que circulara por los ríos y arroyos de los que se
alimentan, en sólo tres años y medio aquéllos se llenarían,
es decir, en poco más de tres ciclos hidrológicos anuales,
así que si dejara de llover, la humanidad entera, no sólo
Canadá, se quedaría sin agua dulce en menos de tres años,
pues como dije, consumimos en doce meses lo que la
naturaleza renueva en quince.
Pero como señalé antes, el problema
adicional es que el agua dulce está muy mal repartida. La
mayor parte de las regiones del planeta requieren más agua
de la que poseen. Por ejemplo, Asia, emblemático caso,
posee sólo el 29% de los recursos de agua dulce, pero del
total del agua consumida (me refiero a la cantidad de agua
que se utiliza cada año, cantidad menor a las reservas
totales), representa el 50% (tan sólo China tiene 1326
millones de habitantes); Sudamérica posee el 28% del agua y
su consumo es del 6%; Norteamérica (EU y Canadá) posee el
15% del agua, en tanto que consume el 13%; África, el otro
caso deficitario, posee sólo el 9% del agua mundial y
aunque en este continente habitan 955 millones de personas,
casi un séptimo de la población total, sólo tiene acceso
al 13% del agua dulce consumida; Europa posee el 15% del
agua dulce, y su aprovechamiento es del 16% de ésta; Oceanía
y el Pacífico poseen el 2% del agua dulce, siendo su
aprovechamiento sólo del 1%.
Por último, América Central posee
también el 2% y también aprovecha el 1% del agua
consumida. Lo anterior significa que los países o regiones
(la mayoría, como puede deducirse de las cifras anteriores)
que no tienen suficiente agua para sus necesidades más
elementales, deben de importarla a los países que se las
vendan (como Canadá) o sufrir las consecuencias que su
escasez implica como los daños a la salud, a la agricultura
y al medio ambiente que ocasiona la falta del vital líquido.
En el caso del cambio climático,
debido al calentamiento generado en el planeta por los
millones de toneladas de gases nocivos (como el CO2, del que
se lanzan alrededor de 7000 millones de toneladas anuales),
arrojados a la atmósfera cada año, aunado esto a la
deforestación o la muerte de bosques, consecuencia también
de tal calentamiento, las consecuencias son catastróficas,
pues mientras en época de huracanes éstos son cada vez más
intensos y destructivos sus efectos, inundando vastas áreas
en diferentes países (en estos días, por ejemplo, los
huracanes Gustav e Ike, ocasionaron fuertísimos daños en
Cuba, Haití, República Dominicana y severas inundaciones
en los Estados Unidos y en México, claro), también en
otras regiones la falta de agua y las consiguientes sequías
las han tornado de una severidad que, por citar dos casos
emblemáticos, Argentina en este momento está siendo
afectada por una de las peores sequías de los últimos 20 años
(resulta irónico esto, en vista del problema agrario
suscitado por el gobierno de Cristina Fernández, que quiso
imponer impuestos a los productores de soya, quienes
amenazaron con boicotear la producción. No tendrán
necesidad, pues la sequía disminuirá severamente el
cultivo, tanto de granos, como de ganado). Lo mismo sucede
en Australia, en donde la actual sequía, señalan las
autoridades, es la peor que ese país ha sufrido en 116 años
e incluso es mucho más severa que otra que habían tenido
allí en anteriores años.
Las presas australianas, como la Hume,
tienen apenas 20% de su nivel normal y se estima que de
continuar las cosas así, aquella presa llegará a tener,
cuando mucho, 1% de agua. En este caso, tanto Australia,
como Argentina, están ubicadas en la zona austral del
planeta, región en donde el calentamiento atmosférico,
conjuntamente con la entrada de más rayos ultravioleta
(provocada por el agujero de ozono que se ha desarrollado en
el polo sur), han incidido en una muy alarmante disminución
tanto de las lluvias, como de los ciclos hidrológicos, lo
que se traduce en una menor temporada de lluvias y en muy
escasas precipitaciones.
Tan dramáticos están siendo los
efectos del calentamiento terrestre, que regiones
consideradas en 1950 como poseedoras de aceptables reservas
de agua, para el año 2000 no lo fueron ya. Por ejemplo, es
el caso de México, que pasó de contar con muy altos
recursos hidrológicos en 1950, a recursos promedio en el
2000, pero para el año 2025, México estará entre los países
que contarán con bajos recursos hidrológicos. Así ha
sucedido para las regiones de África y Asia, las cuales
contaban en 1950 con recursos hidrológicos aceptables, pero
para el 2025 estarán entre las regiones consideradas de
bajas, muy bajas o catastróficamente bajas provisiones de
agua. Y lo mismo sucederá con una buena parte de Europa, la
cual rondará entre bajos y muy bajos recursos hidrológicos.
No será ya la escasez de agua un problema típico de las
regiones subdesarrolladas del planeta, como puede
apreciarse.
Y no es ventaja que de repente llueva
intensamente, pues, por ejemplo, en el caso de México, casi
el 80% de las tierras sembradas son de temporal y como las
lluvias se atrasan cada vez más, las tierras no tienen la
humedad necesaria cuando los cultivos se siembran, lo que
ocasiona que las semillas no germinen o no lo hagan a
tiempo. Y si logran hacerlo, al llover intensamente, las
tierras se anegan, lo que echa a perder completamente la
siembra proyectada.
Y aunque se trate de tierras de riego,
las cuales si tendrían la humedad requerida, el problema se
da cuando frente a lluvias torrenciales o producidas por
huracanes, de todos modos los cultivos sucumben ante tanta
agua. En México y en muchos países, como Cuba, ya cada año
se pierden cientos de hectáreas de cosechas debido a las
inundaciones o anegaciones de las tierras sembradas (Cuba,
por ejemplo, con los huracanes Gustav e Ike, perdió una
buena parte de sus cosechas de hortalizas).
Así, en estos lugares, no sólo estarán
presentes las consecuencias de que, de pronto, llueve
desproporcionadamente, sino que también sufrirán
hambrunas, desplazamientos de damnificados y daños a la
infraestructura urbana, carretera e industrial. De hecho,
esos damnificados, conocidos como ecorefugiados, que se
trata de gente que vive en zonas inundables, como riveras,
costas, áreas bajas, serán ya cada año algo trivial,
debido a la recurrencia de los meteoros climáticos, como
los huracanes o las tormentas tropicales, que con cada
temporada afectarán severamente su hábitat.
En México, por ejemplo, tanto el año
pasado, como en el presente, estados como Tabasco, Chiapas o
Veracruz, sufrieron o están sufriendo fuertes daños por
inundaciones, las que generaron miles de damnificados que
tuvieron que ser refugiados en albergues temporales. Con el
tiempo, esas zonas de riesgo ya no podrán ser habitables
permanentemente, debido a dichas inundaciones, las cuales
serán cosa de cada año. Así, resulta irónico que tanta
agua, en un mundo cada vez más necesitado de ella, sea dañina
en ese momento, independientemente de los beneficios
posteriores que acarree, como la humidificación de tierras,
la recarga de acuíferos o el llenado de lagos, ríos y
presas. Esto, porque al momento de su derrama, no existe
infraestructura natural, ni humana suficiente para
contenerla.
En México, por citar un caso, gran
parte del agua de las intensas lluvias no se aprovecha
porque casi todos los ríos y presas que poseemos están
azolvados, es decir, ocupan sedimentos, como tierra, buena
parte del volumen útil de los cauces de aquellos o del
volumen de tales presas, como sucedió el año pasado, 2007,
en Tabasco, estado que sufrió fuertes inundaciones en gran
parte de su territorio, debido a que se necesitan más
presas que puedan contener el exceso de agua que se produce
en condiciones extraordinarias, como durante un ciclón o
tormenta tropical, las que se presentarán más
frecuentemente, como dije antes, debido al cambio climático.
En 26 años no se ha construido una
nueva presa, pero además las que hay, que principalmente se
construyeron para la generación de energía eléctrica, están
subutilizadas, pues, resulta absurdo, se ha concesionado la
producción de electricidad a empresas extranjeras que no
emplean el agua para generarla, sino costosos sistemas que
usan gas natural para tal fin, vendiéndola, por tanto, más
cara (la Comisión Federal de Electricidad les garantiza la
compra de los costosos kilovatios generados, para que hagan
buen negocio y no se vayan a desanimar aquéllas).
Así que casi toda el agua que
contienen tales presas está allí, embalsada y usándose mínimamente,
lo que provoca que, al no correr o hacerlo poco, el fondo de
esos embalses se llene de sedimentos. Tampoco los ríos de
la región se han desazolvado, lo que dificulta también el
libre desplazamiento de sus cauces. Como puede verse, ni en
México, ni en muchos países estamos preparados para el
cambio climático y sus graves consecuencias, a pesar de que
ya son algo cotidiano.
En cuanto a las actividades
industriales, es impresionante examinar la cantidad de agua
que ciertos procesos de fabricación requieren para la
elaboración de determinados productos (bueno, que, en
general, todos los procesos industriales requieren de agua
indirecta o directamente). Para elaborar un litro de leche,
se requieren el equivalente a nada menos que ¡mil litros de
agua! (En México existe un grave problema en la zona
denominada la “comarca lagunera”, ubicada en el estado
de Coahuila, pues una empresa lechera, Lala, está
sobreexplotando los acuíferos del lugar debido al
incontenible aumento en la producción de la leche que
hace).
Un litro de refresco requiere el
equivalente a 250 litros. Y siguen los apabullantes
ejemplos: elaborar una bola de algodón, 4 litros (de los
menos desperdiciadores); una sola hoja de papel, 8.5 litros;
una rebanada de pan, 42 litros; cultivar una naranja, 49.5
litros; un vaso de cerveza, 76 litros; producir un solo
huevo, 137 litros; hacer una hamburguesa, ¡2409 litros!;
fabricar un par de zapatos de piel, ¡5917 litros!; fabricar
un par de pantalones de mezclilla, ¡10891 litros!; producir
un kilogramo de carne de res, ¡15,500 litros!...
Y no se piense que la moderna tecnología
o los procesos de fabricación de punta no requieren de
agua. La elaboración de un chip computacional, como los que
fabrica la empresa INTEL, requiere de miles de litros de
agua muy pura, pues aquél se debe de “enjuagar” para
que no haya absolutamente ningún residuo que pudiera
perjudicar su operación.
Las plantas industriales que dicha
empresa tiene (Fab 12, Fab 22 y Fab 32) en la ciudad de
Chandler, al sureste de Phoenix, Arizona, requieren el
equivalente a ¡7,600,000 litros diarios para operar! Eso en
una región en donde, además de ser desértica, la escasez
del vital líquido, debido a que cada vez llueve menos y a
las más largas sequías, convierte al agua en un muy
preciado recurso que con el tiempo será cada vez más difícil
de obtener.
El agua que allí se emplea se obtiene
tanto del sistema de presas y sistemas de almacenamiento
conocido como Salt River Project, así como mediante un
costoso acueducto que conduce agua desde el río Colorado
conocido como Central Arizona Project. Pero aún así ha
escaseado tanto el agua en años recientes en toda esa región,
que el gobierno de EU ha exigido a México el “pago” de
las cuotas de agua a las que, mediante un convenio
binacional, establecido en 1944, ambos países tienen
derecho del cauce del río Bravo (llamado allá Río
Grande). Cada cinco años se le deben de entregar a EU 431
millones de metros cúbicos del vital líquido y México
debe de recibir 1850 millones de metros cúbicos del río
Colorado, cuya cuenca también se comparte.
Así que debido a la sequía y a las
crecientes, derrochadoras necesidades de los estadounidenses
(es el país con el mayor consumo de agua per cápita del
planeta, alrededor de 2500 metros cúbicos anuales por
habitante), se ha exigido el cumplimiento del tratado
binacional de la entrega de agua. Esto, muy a pesar de que
también la zona norte mexicana tiene problemas de sequías
(algo a lo que los sumisos gobiernos panistas, desde Fox,
han accedido sin oponer gran resistencia, sin importar que
tal acción ha puesto en peligro las actividades agrícolas
en esa región mexicana, así como al consumo humano de agua
potable de varias ciudades fronterizas).
Por ejemplo, en el año 2003, se le
exigió a México entregarle casi 434 millones de metros cúbicos
a EU, so pretexto de que a ese país no le llega mucha agua,
a pesar de que los agricultores de Chihuahua y Coahuila
estaban teniendo graves problemas de sequía. Y como EU
clama que México se sirve también de las aguas del río
Colorado y que la parte de agua que le toca a EU del río
Bravo es muy poca (razón por la cual se acordó ese
tratado), prácticamente ya será cotidiano que se le deban
de entregar millones de metros cúbicos de agua del río
Bravo cada quinquenio.
En el presente año ya se efectuó la
entrega de los 434 millones reglamentarios. Sin embargo, la
Conagua, el organismo público mexicano encargado de la
administración del agua, declaró que eso fue posible
gracias a que debido a las lluvias torrenciales que han
provocado huracanes y tormentas tropicales, la mayoría de
las presas del país, un 78%, estaban llenas totalmente,
pero que en general ambas cuencas, tanto la del Bravo, como
la del Colorado, han tendido a disminuir bastante su captación
de agua, por lo que prevé que en un futuro, tanto Estados
Unidos será incapaz de cumplir la entrega de agua del
Colorado que le corresponde a México, como dicho país
tampoco podrá recibir la cuota del Bravo que nos
corresponde entregarle.
Eso lo que augura son tiempos de
fuertes sequías que llevarán a ambos países a protestas y
amenazas, sobre todo de EU, de que o les damos el agua
obligatoria o nos sancionarán de alguna manera (es bien
sabido que EU para todo sanciona a México o a cualquier país
que desde su punto de vista, cuando así le conviene, esté
violando ciertas convenciones, pero es experto en violar los
tratados binacionales o internacionales evadiendo cualquier
responsabilidad cuando es en beneficio de sus intereses,
como el incumplimiento de los tratados de Kyoto o del
maltrato de los prisioneros árabes que mantiene detenidos
ilegalmente en Guantánamo).
También, como mencioné, las
crecientes actividades agrícolas y ganaderas, especialmente
ahora con el “boom” que está teniendo la siembra de
cereales transgénicos, como el maíz de Monsanto o la soya,
para fabricar, ¡absurdo!, biocombustibles (en un mundo en
donde cada cinco segundos muere un infante por hambre, esto
es simplemente infame), requieren sistemas de riego que
consumen la mayor parte del agua dulce de que se dispone,
casi el 70% del total, porque, además, tales cultivos genéticamente
modificados requieren de mucha más agua que los normales.
Estados Unidos, con sus masivas
operaciones agroindustriales, dedica en promedio alrededor
de 1446 metros cúbicos por habitante anualmente a ese
rubro, es decir, unos ¡440,666 millones de metros cúbicos
al año! En Australia, dos tercios del agua consumida son
para la agricultura y la ganadería.
Este país, particularmente,
representa un caso en donde los intereses comerciales se han
impuesto sobre sus condiciones naturales, pues una de sus
principales cosechas es la de arroz… ¡o era! Sí, a pesar
de ser una región predominantemente desértica, gracias a
que antes llovía mucho y todos sus sistemas de presas
almacenaban bastante agua, Australia contaba con suficiente
líquido para inundar cientos de miles de hectáreas y ser
uno de los principales productores de arroz, pues podían
obtenerse hasta 10 toneladas de ese demandado cereal por
hectárea, lo que significaba una producción anual de hasta
1.2 millones de toneladas.
Pero esa artificialidad hidrológica,
salta ahora a la luz ante la severa sequía que afecta al país
(las tierras están secas, agrietadas, los animales salvajes
están muriendo, al igual que inmensas zonas boscosas,
amarillas ya por la severa falta de agua), pues en este año
se estima que, cuando mucho, se obtendrán unas quince mil
toneladas, menos del 2% de la producción normal. Incluso,
el precio del trigo en este año ha ascendido a precios récord,
debido también a la sustancial disminución de la cosecha
australiana de ese otro cereal tan básico.
También sucede lo mismo en Israel, país
que igualmente está asentado en una zona semidesértica en
donde existe agricultura gracias a sistemas de riego e
infraestructura hidráulica muy costosa (posee plantas
desalinizadoras que tratan el agua de mar, pero a muy altos
costos), sin embargo actualmente está siendo afectado por
una severa sequía que ya ha durado cuatro años.
Es tan dura, que los granjeros de la
región se están viendo obligados a podar algunos de sus
frutales y a quitarles algunos frutos, con tal de que aquéllos
sobrevivan a la resequedad que ni sus raíces más profundas
están logrando sortear.
Esos son los costos, pues, de forzar a
regiones hidrológicamente poco aptas para la agricultura a
serlo, pues ahora, con el cambio climático, se está
mostrando su vulnerabilidad a una severa disminución de las
lluvias, las cuales tampoco fueron tan abundantes en mejores
tiempos.
Por tanto, la menor disponibilidad de
agua generada por el cambio climático incidirá en la
agricultura, pues regiones que antes eran más o menos aptas
para la siembra de alimentos gracias al riego, como sucede
en Australia o Israel, terminarán por convertirse en secos
lugares debido a que no habrá o no alcanzará el agua para
los ciclos de cultivo. Y entonces las sequías, junto a las
inundaciones, serán un agravante más que disminuirá la
producción y disponibilidad de alimentos.
Por otro lado, el focalizado
incremento de la población, especialmente en las
gigantescas urbes que el ser humano tiende a formar, también
conlleva una altísima necesidad del agua por los millones
de personas que se concentran en espacios relativamente
pequeños. Por ejemplo, la ciudad de México requiere
aproximadamente ¡65 metros cúbicos de agua por segundo!
para satisfacer medianamente sus necesidades del vital líquido.
Esto representa más de 5.6 millones
de metros cúbicos diarios, de los que 67% son para uso de
la población, 17% para la industria y 16% para el comercio
y los servicios. Pero ni esa impresionante cantidad es
suficiente, debido a la citada sobrepoblación y muchas
zonas de la ciudad, especialmente las populares, padecen ya
permanentemente de la escasez de agua. Y no es ya propia la
falta de agua de ciudades de países subdesarrollados, sino
que es una situación que tiende a generalizarse hasta en el
mundo rico.
Por ejemplo, la ciudad de Londres
tiene mucha menos agua disponible por habitante que Estambul
o la misma ciudad de México. Según expertos, no sólo esa
ciudad inglesa, sino todo el sureste de Inglaterra está,
per capita, por debajo, incluso, de lo que el Banco Mundial
denomina “regiones estresadas” por la falta de agua.
En el verano del 2006, Londres fue víctima
de la peor sequía habida allí en tres décadas, además de
dos inviernos secos continuos, lo que provocó que el
gobierno municipal impusiera restricciones para regar
prados, llenar albercas y otros usos innecesarios.
Tan severa ha sido la falta de agua,
que las compañías privadas que surten del líquido, han
considerado, incluso, hacer que llueva artificialmente, la
transportación por barco de agua de otros sitios o, ¡la
locura humana!, remolcar icebergs desde el Ártico. China,
con su desorbitado crecimiento industrial y poblacional, es
otro buen ejemplo que ilustra la falta de agua, ya que la
mayor parte de sus ciudades, sobre todo las de la parte
norte del país, como Shijiazhuang, padecen una fuerte escasez de agua, aunada a
un brutal, desordenado crecimiento urbano que, como en este
caso, está llevando a las autoridades a sobreexplotar los
acuíferos locales (éstos son reservas naturales subterráneas
de agua dulce), lo que está generando una sustancial
disminución en su nivel de agua, el cual disminuye en más
de un metro por año.
No
conformes con eso, los incontenibles chinos, quienes han
sacrificado sus recursos naturales en aras de un irracional
crecimiento industrial, han contaminado casi todas sus
fuentes naturales de agua potable, de tal forma que se
calcula que en unos 30 años, cuando mucho, ese país (muy
mal tomado como ejemplo de “galopante” crecimiento por
el capitalismo salvaje) se quedará sin gota de agua… ¡vaya
negro futuro para el país que se considera la siguiente
“potencia mundial”! En la ciudad de México incluso ya
hay problemas de hundimientos debidos a la sobreexplotación
de los acuíferos, que también, como en las ciudades
chinas, están empleándose más allá de sus capacidades de
recuperación.
Valencia, Madrid, Roma, Los Ángeles,
Berlín, Paris, Sydney, Las Vegas, Lisboa, Lima, Buenos
Aires, Guatemala, Brasilia… son sólo unos cuantos
ejemplos de grandes concentraciones urbanas en donde la
carencia de agua hace más difícil la vida para sus
habitantes, pues muchos se ven obligados a caminar hasta
hidrantes públicos para hacerse de una cubeta de agua o a
comprar tambos o pipas de ella, mucho más cara que la
prestada por el servicio municipal.
Sin embargo, a pesar de lo dicho, el
agua dulce se desperdicia y se contamina. En la ciudad de México
el agua potable derrochada asciende al 40%, es decir, 4 de
cada diez litros de agua simplemente se pierden por fugas o
filtración del sistema de tuberías, muy alta cantidad en
un mundo cada vez más sediento. Pero no se crea que esto se
deba a que la ciudad de México es una ciudad de un país
subdesarrollado, no, pues es algo, digamos, “cotidiano”
que haya fugas en los sistemas de distribución del agua en
todo el mundo. Por ejemplo, en Londres también un tercio
del agua potable se desperdicia a través de su viejo
sistema de tuberías, unos 684,000 metros cúbicos diarios,
¡también demasiada agua! Y en todas las ciudades sucede lo
mismo.
Igual pasa con los sistemas de riego
agrícola, pues un tercio del agua se pierde antes de regar
las cosechas. El sentido común indicaría que la solución
sería, entonces, cambiar las viejas tuberías o contar con
sistemas de distribución más eficientes, pero como eso
“cuesta mucho dinero”, justificación comúnmente
declarada por las empresas privadas o públicas que
suministran los sistemas de agua potable o de riego,
simplemente el agua se seguirá desperdiciando, con las
lamentables consecuencias que eso tendrá y que a la larga,
hablando de dinero, saldrán más caras. Se están haciendo
algunos intentos para tratar de desperdiciar menos agua,
como la incorporación de medidores de agua computarizados
que verifiquen mejor la cantidad de agua empleada por los
usuarios.
Incluso se están colocando sistemas
de monitoreo en los canales de riego, como en Australia, con
tal de reducir también las filtraciones al mínimo. Pero
eso sólo se está haciendo en algunos países, los más
ricos y desarrollados, y hasta ahora todos esos métodos están
en nivel de estudio o experimental. En el resto del orbe, el
agua simplemente se seguirá desperdiciando lo que, como
dije, ocasionará que se agoten más rápidamente los
recursos con los que se cuenta.
Y también me referí a la contaminación,
ya que más del 70% de las fuentes de agua dulce en el mundo
tienen algún grado de contaminación, la más severa en países
como China, en donde cientos de ríos son ya considerados
“no aptos” para al contacto humano. Esto incluso sucede
en México. Recientemente, por ejemplo, en el estado de
Jalisco, muy cerca de su capital, Guadalajara, un niño cayó
al río Santiago, el cual está severamente contaminado con
arsénico. Aquél murió, pero no por ahogamiento, sino
justamente porque el arsénico del agua que engulló lo
envenenó.
Desgraciadamente, a pesar de la
gravedad del problema, en casi todos los países la
contaminación de los ríos, tanto por las descargas del
drenaje doméstico, como por las descargas industriales, las
más letales de las dos, pasa a segundo término, siendo de
mayor importancia el desarrollo industrial, como en el caso
chino que menciono arriba. Allí, cientos de ríos son
empleados solamente para desechar en ellos peligrosísimos
residuos industriales, que los han convertido en fuentes de
envenenamiento en donde ya nada puede habitar en sus cauces.
Lo mismo sucede en otro país,
Vietnam, en donde varios ríos, severamente contaminados con
metales pesados, ácidos y otras muy dañinas sustancias,
producto de fábricas, hospitales y el drenaje doméstico,
se consideran ya “muertos” por el gobierno de ese país
y sus aguas ni siquiera sirven para uso agrícola, pues
matarían a las cosechas de inmediato.
En Vietnam sucede lo que en China, que
en aras de convertirse en un “país desarrollado” para
el año 2020, se ha decidido sacrificar también al medio
ambiente, en la peregrina idea de que una vez que se logre
el desarrollo, habrán de hallarse “soluciones” para
librarse de la contaminación.
Pero lo que no entienden chinos,
vietnamitas, mexicanos, estadounidenses, franceses,
alemanes, españoles, hindúes… la nacionalidad que sea,
no entienden que gran parte de los problemas que hoy
padecemos a causa de la alta contaminación de aire, agua y
tierra, de la destrucción del medio ambiente, de la tala
inmoderada, de la sobreexplotación, del desperdicio de los
recursos, como el agua y muchos más, no son ya reversibles
y el costo de no haberlos atendido a tiempo redundará en
que el tiempo de existencia de nuestra especie (por cierto,
una de las más letales y destructivas que ha existido en
este planeta) está contado y no irá más allá de unas
cuantas décadas, durante las cuales, la calidad de vida
empeorará y agravará los fuertes problemas que ya de por sí
estamos teniendo.
Pero mientras haya agua dulce, será,
incluso, un gran negocio, como es el caso del agua
embotellada. Cuatro son las compañías que más ganancias
tienen comercializando agua para beber: Coca–cola,
Pepsi–cola, Nestlé y Danone. Estas empresas multiplican
por varias veces el costo del agua que venden en relación
al precio que la compran.
En México, por ejemplo, un metro cúbico
de agua cuesta alrededor de diez pesos, justo lo que se
cobra por un litro de agua embotellada, del que se obtendrían
mil litros, o sea, diez mil pesos, así que podrá
entenderse por qué tales empresas tratan de aumentar sus
ventas de agua embotellada, que últimamente se han visto
mermadas, dado su alto costo, por lo redituable que les
resulta el negocio, ya que le es más lucrativo a
Coca–cola, por ejemplo, purificar y envasar un litro de
agua, que elaborar un litro de su muy publicitado refresco
de cola. Y para ello emplean campañas publicitarias en
donde se valen tanto de consideraciones de salud, como de
supuestas acciones “altruistas”. Así, las campañas
para la salud exageran los beneficios que se obtendrían de
tomarse dos o más litros de agua diarios (que recientes
investigaciones demuestran que una ingesta muy alta de agua
al día es perjudicial, pues puede despojar al cuerpo de
sales minerales vitales para el metabolismo).
En cuanto a las campañas
“altruistas”, se publicita ampliamente que por cada
litro comprado de agua embotellada de tal o cual compañía,
se “donarán” diez litros para un país pobre que tenga
problemas de agua, el que generalmente es uno africano, como
Etiopía o Ghana o que las zonas marginadas del país en
donde se vende tal agua se verán “beneficiadas” con las
construcción de obras para potabilización del agua. Sin
embargo, recientes estudios muestran que de cada litro
vendido, en su equivalente a dólares, sólo se destinan
0.28 fracciones de centavo a las tan cacareadas campañas
altruistas. O sea, si un litro se vende, digamos, en dos dólares,
ni un centavo se dedica al bienestar de los países pobres y
con problemas de agua, del que tanto dicen preocuparse
dichas empresas.
En fin, con cada día que pase sin
hacer nada por el agua, estamos cada vez más cerca de
morirnos todos de sed. Y será un recurso tan peleado que ya
hay, por ejemplo, países de regiones desérticas, como los
árabes, que han declarado que el único motivo por el cual
iniciarían una guerra con su vecino, sería por la
disponibilidad de agua dulce. Israel, asentado también en
zonas semidesérticas, no se desprende de los territorios
palestinos invadidos porque en éstos se encuentra uno de
los grandes acuíferos de los que se sirve.
Sí, más que por el petróleo, en el
futuro las guerras serán por agua y los países que la
posean, dominarán a lo que quede del planeta.
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