¿Y
cómo se trata de sortear la recesión que ya es mundial, en
estos días aquí en México?
Sorteando
la crisis
Por
Adán Salgado Andrade
Para
Socialismo o Barbarie, 28/12/08
Tiempos
difíciles estos que transcurren. Una vez más, el decadente
capitalismo salvaje ha puesto en grave peligro las
estructuras económicas que rigen este mundo tan
materializado. Los bancos están todos quebrados porque
quisieron ganar mucho más dinero del que era realmente
posible.
Las
corporaciones, como las automotrices estadounidenses,
igualmente están quebradas, tanto porque quisieron
sobreproducir para ganar más, como porque debían de
pagarles a los banqueros el capital que les pidieron
justamente para aumentar ilógicamente la producción
(finalmente no se puede exigir a la sociedad, por muy de
consumo que sea, que compre todo lo que los fabricantes
produzcan).
Los
grandes comerciantes (como Wal–mart, por ejemplo), también
están siendo afectados debido que ya no venden igual que de
costumbre (ver mi artículo por Internet: "El
convenenciero capitalismo salvaje)... y por si todo eso
fuera poco, incluso los gobiernos, gastándose el dinero del
pueblo, están yéndose a la quiebra con tal de
"rescatar" a los salvajes, explotadores, inmaduros
capitalistas, para que sigan haciendo sus buenos negocios.
Nunca, como ahora, es tan válida la afirmación marxista de
que el Estado es un simple garante y defensor de los
intereses de la clase capitalista, por sobre todos los demás.
Y
evidentemente, quien resultará más afectada (y de hecho ya
lo está siendo), es la clase trabajadora, a quien el
gobierno de ninguna manera está auxiliando, como hace con
los corruptos barones del dinero, sino que, al contrario,
está presionando aún más a obreros, campesinos,
empleados, comerciantes en pequeño... con alzas de
alimentos, de servicios, de combustibles, de transportes, de
impuestos, despidos... todo ello a la par de mantener
deprimidos constantemente los salarios de todos, con tal de
que el dinero extra que se obtenga de alzas y de sueldos de
hambres, vaya directamente a las arcas de aquellos barones
del dinero para que, ellos sí, resuelvan sus problemas y
salgan avante.
¿Y
cómo se trata de sortear la recesión económica, que ya es
mundial, en estos días aquí en México? Bueno, pues los
que siguen son algunos ejemplos.
El
restaurantero
No,
en realidad no llega a restaurante. "La casita del
chef" no es más que una pequeña fonda en donde su
propietario, Juan, un hombre fornido, moreno, de unos 45 años,
sirve almuerzos, comidas corridas, tortas, quesadillas...
que él mismo cocina. El local está digamos que aceptable,
cuenta con seis mesas y aunque Juan no se pule en la
limpieza, por lo menos no se ven cucarachas o hay malos
olores.
El
sazón es bueno, "lo mejor del rumbo", debido a
que Juan lleva ya muchos años cocinando. "Mira, pues
ya tengo casi doce años en el negocio". Platica que
antes estaba en otro local, pero que le subieron demasiado
la renta y por eso se cambió al sitio en donde actualmente
conversamos.
Aunque
está al borde de una muy transitada avenida, Juan platica
que no hay muchos clientes, sobre todo porque aun cuando hay
algunos negocios cercanos, por los sueldos tan bajos que
prevalecen, no mucha gente puede darse la libertad de pagar
los 30 pesos, moderado precio, que cuesta la comida corrida
que ofrece Juan, consistente en sopa, arroz, guisado,
frijoles y postre.
Y
ya si el comensal desea huevo o plátano en el arroz, son
otros cinco pesos, digamos que un "lujo" que pocos
podrían darse. "En serio que muchos traen lo exacto,
treinta pesos, y ni propina dejan", comenta, refiriéndose
a que las propinas son el salario extra de su único
empleado, Roberto, un hombre de unos 35 años, a quien le
paga cien pesos por día. "Lo necesito mucho, de
verdad, porque no puedo hacer yo todo solo... cuando he
estado solo, hasta se me van los clientes porque tardo en
servirles.
Pero
no le puedo pagar más, en serio... muchos piensan que
porque luego están las mesas llenas, no siempre, gano mucho
dinero, pero no saben cuántos gastos debo de hacer... nada
más de lo que necesito para preparar la comida, fácil me
estoy gastando de 300 a 400 pesos diarios... así que échale",
declara, también en tono de queja. Dice que cuando bien le
va, vende de 40 a 45 comidas, además de tortas o
quesadillas que durante el día le va pidiendo la gente,
sobre todo aquélla que no puede pagar una comida corrida y
debe de contentarse con una quesadilla de diez pesos o una
torta de jamón o de huevo de quince pesos... pues aunque
parezca difícil de creer, hay personas cuyos magros
ingresos les permiten acceder sólo a esas alternativas o,
de plano, a llevar de sus hogares sus alimentos.
"Más
o menos vengo sacando 1200, 1400 pesos por día... pero de
allí, como te digo, pago lo que necesito, que la carne, las
verduras, el pollo... le pago al mesero, pago la renta, la
luz, el gas... fíjate, de puro gas, me gasto un tanque de
20 kilos a la semana, son 210 pesos. Pero cuando hace frío,
nada más me dura cinco días, imagínate. Y el agua de
garrafón con la que preparo el agua de sabor... de esa me
gasto dos garrafones por día, 44 pesos, De luz pago 300
pesos por bimestre... en serio que no está fácil la
cosa".
Por
el local paga 3200 pesos mensuales y ya está también
advertido por el dueño que le subirá 200 pesos el año
entrante. Así que, estima Juan, le quedan unos 500, 600
pesos libres por día y de eso todavía debe de pagar
impuestos (230 pesos, como "cuota fija", pues se
le considera pequeño contribuyente), además de los 300
pesos que le cobra el contador por hacerle la declaración
mensual.
"¡Pero
es un abuso eso... ahorita ya hasta voy atrasado, a ver si
no me cobran multa, pero es que el gobierno no ve todo lo
que te debes de fregar para medio irla llevando!",
reclama. Lo que le sobra es el dinero que requiere para
mantener a su familia actual: su segunda esposa y los cuatro
hijos que tiene con ella, el mayor, un niño de diez años y
la menor, una nena de apenas dos años de edad.
"Los
hijos de mi primera esposa, pues ya están grandes, tienen
26 y 24 años, así que ya ni me preocupo de ellos, pero a
veces les doy algo de dinero, sobre todo en su cumpleaños.
Pero con mis hijos de mi segunda esposa, me las veo negras,
imagínate, todos chicos, apenas voy empezando, como quien
dice". Su esposa es ama de casa y tienen la suerte de
vivir en la casa de los padres de ella.
"Sí,
mis suegros nos dejaron hacernos un departamentito arriba de
su casa... es lo bueno, que no pago renta... no, si tuviera
que pagar dos rentas, la verdad que no la haría... de veras
que está bien difícil. Luego me dice mi empleado que le
suba el sueldo, pero le digo que no la muele, que no le
puedo dar más, que vea cuánto me gasto". Dice que un
día le dijo a Roberto que si quería fuera a ver si se
conseguía un trabajo mejor.
El
hombre fue a Wal–mart (esas cadenas de tiendas
norteamericanas, famosas por los sueldos de hambre y la
sobreexplotación a la que someten a sus empleados) y le
dijeron que sí había trabajo como acomodador de mercancía,
con un salario de 500 pesos semanales, o sea, ni 72 pesos
diarios, menos de los cien pesos que le da Juan, además de
que por propinas, Roberto se gana otros 50, 60 pesos
diarios. Ante eso, mejor decidió seguir con Juan.
"Yo
por eso, cuando Roberto se va a entregar comidas, le digo a
la gente que le dé su propinita, porque luego le dan exacto
y pues no se vale, porque él tiene que irse hasta donde están
a dejarles la comida y luego ir por los trastes... pero eso
la gente no lo ve". Sí, y si de esas propinas Roberto
saca casi la mitad aparte de los cien pesos que Juan le da,
se comprende por qué son tan importantes las propinas para
él.
"A
mi esposa le doy mil pesos a la semana para su gasto y échale
todos los gastos de los niños, que la escuela, que la ropa,
que los pañales de la nena, que se me enferman... apenas si
la libro con lo que gano aquí. Antes de verdad que hasta
buena vida me daba, me iba de vacaciones seguido, iba a
comer a buenos restaurantes, iba a bares... ahora no, llego
a mi casa y me la paso viendo la televisión".
Dice
que procura comprar todas las verduras que necesita en un
tianguis cercano a su casa, la que está ubicada en ciudad
Netzahualcoyotl, uno de los municipios mexiquenses más
densamente poblados, con un marcado índice de pobreza,
altos niveles de delincuencia y creciente conflictividad
social, conurbado ya con la ciudad de México. "Me
gasto como 400 pesos para toda la semana", agrega. El
pollo y la carne los compra en establecimientos en que, por
conocido, le dan precios un poco más bajos.
Explica
Juan que la mayor parte de sus comensales son fijos, así
que por lo menos tiene aseguradas ventas mínimas con ellos.
"Mira, pues casi todos mis clientes son fijos, vienen
todos los días... de repente uno que otro diferente
llega... y pues debes de cuidarlos. No les puedo subir mucho
la comida, por ejemplo, porque si lo hago, protestan y ya no
vienen... hace poco daba la comida a 29 pesos... y le subí
un peso, ya la doy a treinta, pero hubieras visto que luego
luego me reclamaron, que por qué, que a ellos no les suben
el sueldo... como te digo, no se ponen a ver que todo está
subiendo... el arroz ya me sale en trece, catorce pesos el
kilo, y me llevo dos kilos y medio, tres... la carne, la
verdura... las tortillas, ya ves cuánto ha subido el
kilo", se queja.
Aclara
que antes, hace doce años que comenzó, se gastaba para
toda la semana 1000 pesos de alimentos y que le iba muy
bien. "No, si entonces, sí me vendía cien o más
comidas al día... a las tres de la tarde, en serio, ya no
tenía nada... ahora, son las seis, las siete, y todavía
puedes encontrar comida o tortas". Cuenta que antes de
dedicarse a lo de las comidas era mesero.
"Sí,
hasta de mesero antes te iba muy bien. Yo trabajaba en un
local que estaba en la calle de Ayuntamiento y Bucareli, que
era un restaurante en donde tocaban grupos cubanos o
tropicales. Le decían 'papá Jesús'. Y en ese entonces, te
estoy hablando de hace 14, 15 años, me ganaba hasta 250
pesos diarios, entre sueldo y propinas... ¡no... ése sí
que era mucho dinero, en serio!".
A
pesar de todo, Juan se ve contento. "Me gusta mucho
cocinar y más cuando la gente te dice que está buena la
comida... pues más gusto te da". Cuestionado sobre si
considera que seguirá en ese negocio mucho tiempo, contesta
que eso depende del dueño del local, pues "estás al
capricho del dueño... a lo mejor un día ya te pide el
local porque piensa que te va muy bien y él quiere poner
también una fonda... o de plano te sube mucho la renta y ya
no puedes pagarla... aquí ya llevo dos años y pues hasta
ahorita no he tenido problemas... a ver si no pasa otra
cosa, porque mientras el local no sea tuyo, no estás
seguro", concluye. Le agradezco la entrevista y la
sabrosa comida que ingerí. Sí, pienso, es el problema de
estar a merced de la caprichosa naturaleza humana.
El
mecánico
Como
muchos otros, Martín es el típico mecánico de banqueta,
de aquéllos cuyo "taller" es un local al borde de
la carpeta pedestre. Ubicado sobre la conflictiva avenida
Ignacio Zaragoza, ahora se le complica más a Martín, de
mediana estatura, de unos 36 años, ejercer su oficio debido
a que el al "diligente" gobierno de la ciudad de México
se le ocurrió, casi a finales de año, cuando la actividad
popular y comercial suele incrementarse, arreglar las
banquetas, así que el lugar parece una verdadera zona de
guerra, toda bombardeada y hecha pedazos de concreto
diseminados aquí y allá, revueltos con tierra y arena
sueltas y raíces de los pobres árboles que allí existen
(muchos de los cuales seguramente morirán al ser expuestas
tales raíces)... ¡un verdadero caos vial y peatonal!
El
gesto de Martín es de enojo cuando le pregunto cómo le
afectan esas inseguras y mal planeadas obras. "¡No,
pues fíjate que les tuve que decir a esos cuates que me
quitaran todo el cascajo de enfrente, que porque si no, no
iba a poder trabajar!", cuenta que protestó, y con
toda razón, pues unos mal encarados tipos que se dicen
trabajar para "servicios públicos" – una
obscura denominación de la burocracia citadina, cuya
finalidad es, supuestamente, coordinar y/o prohibir todas
aquellas actividades que tengan lugar en la así llamada vía
pública –, pasan por su "mordida" semanal, cien
pesos, para "permitirle" a Martín trabajar en la
calle – lo que, por reglamento, está prohibido – y que
no tenga "problemas" con la autoridad.
"¡Les
dije que yo les pagaba a esos cuates para que me dejen
chambear y que así no iba a poder trabajar ni a
pagarles!", exigió. Y ya fue que los albañiles le
despejaron algo el lugar. Al otro día, un trascabo fue a
recoger el cascajo y libró el frente del
"taller", pero las banquetas siguen sin hacerse y
todo es un polvaredón que le sigue dificultando sus tareas
a Martín (por cierto que en una muestra de mal planeadora,
negligente prepotencia de la perredista delegación
Venustiano Carranza, en donde había banquetas, aún en buen
estado, actualmente sólo hay montones de tierra suelta –
que están ocasionando enfermedades respiratorias –,
cascajo y peligrosas zanjas, las que ya han provocado un
sinfín de accidentes, como el de una chica que cayó en una
y se rompió un brazo.
La
compañía constructora dice que las autoridades de la
delegación salieron de vacaciones y no le pagaron, así que
no tiene presupuesto para seguir con la obra, ni para pagar
a sus trabajadores.
Todo
porque en sus prisas por gastarse el presupuesto del 2008
dichas autoridades autorizaron, irresponsablemente, obras
que no están ni a medias y que constituyen un serio riesgo
de salud y seguridad peatonal y vial). Un improvisado atril
metálico muestra botes vacíos de lubricantes, así como un
letrero de "Mecánico: ajuste de frenos $20
pesos".
"Antes,
cobraba 10 pesos, pero todo está subiendo, en serio, ya no
me salía. Yo empecé haciendo cambios de aceite, pero le
ganas muy poco, dos, tres pesos por litro... o cuatro, al
que más le ganas, no es negocio, pero debo de tenerlo, para
que atraigas a los clientes, si no, ni se paran".
Por
ello mismo, en los cinco años que lleva allí, ha
diversificado sus actividades. Cambia el "clutch",
juntas, repara cajas, cambia balatas y tambores de frenos,
revisa suspensión... todo cuanto pueda hacer entre las
nueve de la mañana, que abre, y las ocho de la noche, que
se supone que cierra.
"Aunque
a veces me dan aquí las once, doce de la noche, arreglando
un carro". Y es así porque no tiene dónde guardar los
autos que repara. "No los puedo dejar en la calle, no,
cómo crees, no se podría, se los robarían o no sé".
Y sólo si es una reparación que lleve días, Martín queda
de acuerdo con el dueño en desarmar el auto frente a su
taller y guardarlo en la casa de aquél.
Dice
que ahora que está tan mal la cosa, a veces 60, 70 pesos
obtiene en todo el día. "Mira, gracias a Dios, nunca
me voy sin nada, pero por lo menos, para que me salga, me
debo de sacar unos 300 o 400 pesos por día... y luego pasan
varios días en que nada más me voy con 70, 100 pesos...
aunque luego ya me repongo y tengo un día bueno, cuando
cambio clutchs o frenos, y ya me quedan 1000 pesos... y ya
con eso, pues compenso los días flojos". Pero no es fácil
su trabajo, pues además de lidiar con la grasa y la
suciedad de los motores y las piezas mecánicas, Martín
también debe de vérselas con sus clientes, la mayoría de
los cuales son taxistas, peseros o microbuseros.
"En
serio que esos cuates son redifíciles, casi quieren
regaladas las reparaciones y luego ni te pagan".
Platica que muchos, a pesar de haber convenido el costo de
la reparación desde el principio, al final, le salen con
que sólo tienen tanto y que no le pueden pagar todo o, de
plano, que no tienen dinero.
"¿Y
qué haces?", pregunto, perplejo. "Ah... pues les
busco a ver qué traen, que herramientas, que celulares, que
gatos, que relojes... y me quedo con eso y no se los
devuelvo hasta que me paguen... ¿¡pero me creerás que la
mayoría me dejan aquí sus chácharas... se hacen güeyes y
no vuelven a pasar!?... y a'i me tienes, vendiendo todas
esas mugres". Increíble, razono, que, por lo que me
cuenta, esas personas prefieran dejar por deudas de 50, 100
pesos, objetos que valen tres, cuatro veces más.
Me
pregunto si será a causa de la crisis económica o de una
creciente indolencia social que se está provocando entre la
gente una especie de apática indiferencia que, incluso, los
hace desinteresarse hasta en los objetos materiales de los
que se valen para sus labores. "Por ejemplo, un cuate
de un microbús, una vez vino para que le cambiara la banda.
Le dije que le iba a cobrar 50 pesos y aceptó.
Y
ya luego llegó y el muy cínico, a la hora de pagar, me
dijo que se había echado una torta y un refresco y que ya
no tenía dinero... ¿¡cómo ves!?... y que como no tenía
nada, que me cobro a lo chino y que le quito un espejo... y
nunca regresó... mejor vendí esa madre en cien pesos.
Otro
día, a otro tipo de un microbús, le cambié un balero... a
mí ya me daba flojera, pues era sábado, bien tarde, y
lloviendo, pero como me insistió tanto, le dije que le iba
a cobrar 500 pesos, a ver si se iba. Pero me dijo que sí y
se fue a comprar el balero.
Luego,
me dejó arreglando el camión. Y ya al rato que regresa,
cuando había terminado, y que me dice que ni me había
tardado, que había estado refácil... y al cobrarle, que me
dice que nada más tenía 200 pesos. No, pues que me
encabrono, y que me dice que no tenía nada, que le buscara,
pero que le busco y que le encuentro su caja de herramientas
y su gato y que me los quedo.
Y
ya me dijo que le había cobrado muy caro y la manga, pero
yo le contesté que habíamos quedado en ese precio, que
para qué había aceptado. Y no, que lo iba a dejar sin
herramientas, que qué tal si se le descomponía el camión...
pero no le regresé nada. Le dije que no había problema,
que lo esperaba al otro día con los 300 pesos que me había
quedado a deber... ¿¡y me creerás que tampoco volvió a
pasar ese cabrón!?
¡En
serio que sus herramientas y su gato valían como mil pesos,
pero se hizo güey y nada, no volvió a pasar!". Como
dije arriba, crisis, indolencia o una combinación de ambas,
quizá provoquen ese tipo de comportamiento tan dejado, tan
"me vale madres perder las herramientas".
Pero
también, el que se
rehúsen a pagarle a Martín por sus servicios, me hace
reflexionar que tal vez dicha combinación – crisis e
indolencia, agregando, además, un pernicioso materialismo
y un deplorable individualismo de "sálvese
quien pueda", el cual nos está deshumanizando cada día
más y más – esté generando una inconciente prepotencia
social, la que lleva a ese tipo de comportamientos, con tal
de violar las normas legales o sociales establecidas.
Si,
la intención "me voy a fregar a este cuate y no le voy
a pagar", sería algo como el equivalente a pasarse un
alto, insultar a un policía, tirar basura en la vía pública,
no dar el cambio completo, no despachar los kilogramos
correctos de producto, robar en el trabajo... así.
La
crisis, pues, está acentuando más profundamente el coraje
y las frustraciones sociales que harán reclamar a casi
todos "¡tanto que me friego, no me he hecho rico y ni
comer y ni vivir bien puedo!". Y por ello, la primera
oportunidad que haya para desquitarse, será aprovechada.
Esta
deleznable conducta, por supuesto, se dará menos entre la
gente cuyos esenciales valores humanos son la solidaridad,
la compasión, la sensibilidad ante el dolor ajeno... en
fin, todos aquellos valores que nada tienen que ver con el
creciente materialismo e individualismo. Pero esta clase de
personas cada vez es menor. En general, lo que prevalecen
son los egoísmos fútiles y la ley de la selva de "sálvese
quien pueda".
Martín
me sigue platicando sus problemas. Dice que por el local
paga $3000 pesos mensuales, que por la luz, absurdo, paga
$1500 pesos bimestrales, "¡oye, pero esos cuates de la
luz se pasan, porque yo nada más tengo dos lámparas y ya,
ni tele, ni nada, dicen que porque como es comercial, por
eso pago todo eso!". Seguramente si su contrato fuera
doméstico, no pagaría más de 150 pesos cada dos meses.
Pero
así son las consideraciones de los agobiantes pagos por
servicios, injustos muchos de ellos, que imperan en esta
ciudad. "El agua la paga el dueño", dice,
aclarando que aquél desembolsa 900 pesos, también
bimestrales, "pero es mucho, fíjate, yo nada más me
lavo las manos y lo del excusado, ni me baño aquí, ni
nada... es un robo también eso".
Sí,
porque el agua la considera también el burocratismo
citadino "comercial", "agua para lucro",
y por eso igualmente se paga muy cara. Por lo que nos dice,
si Martín pagara sólo por el agua que realmente gasta, no
montaría la cuenta a más de 100 pesos cada dos meses.
Además,
el dueño también debe de pagar otros 200 pesos mensuales
por el "uso de la bomba del agua", ya que como el
local es parte de un conjunto de condominios, la
administradora así lo ha establecido.
"Yo
también le he reclamado a
esa señora que yo casi ni uso el agua, que por qué
cobra tanto, pero dice que ni modo, que por el régimen de
condominios así debe de ser... imagínate, a todos los
inquilinos les cobra eso...¡cuánto dinero se ha de sacar
al mes!". Y si ya tantos gastos resultan onerosos,
todavía debe de pagar Martín impuestos.
Para
no tener tantas complicaciones, está en el régimen de
"pequeño contribuyente", cuya única ventaja es
que se le aplica una cuota fija de 230 pesos mensuales.
"Pero
yo no puedo dar factura si me la piden", aclara, así
que algunos clientes, incapaz de darles Martín una
comprobación de los gastos hechos por reparaciones, no
pueden aceptar su trabajo. "Aunque, como te digo, casi
todos mis clientes son taxistas o peseros, que tampoco
necesitan facturas".
Dice
que de todos modos es un problema lo del pago de impuestos,
pues los contadores abusan por su labor contable, cobrándole
¡350 pesos por la declaración mensual! Eso es más de lo
que Martín paga por la cuota fija. "No, si ya mejor
voy a ir a un curso al SAT (el organismo tributario
encargado de cobrar los impuestos) para aprender a hacer eso
y quitarme de ese gasto, es mucho".
Y
apenas si sale con los gastos. "Mira, ahorita, libres
de todos los gastos, me quedan como 700 pesos a la semana...
¿a ver, dime, qué se puede hacer con eso?, nada, en
serio", exclama, molesto.
Tiene
la ventaja de que vive en la casa de sus padres, con su
mujer y sus dos hijos, uno de 9 y otro de 13 años, así que
no paga renta. Tampoco paga empleados, pues su mujer, además
de abnegada ama de casa y madre, es diligente "chalana
de mecánico".
"No,
vieras cómo me ayuda mi mujer, que saca el aceite, que
desarma una pieza, que me va a comprar refacciones...",
dice Martín. Aunado a todos sus problemas, tiene ahora la
carga de que el dueño del local le quiere aumentar 400
pesos para el año entrante. "¡No, si ya le dije que
eso no, que ni crea que la chamba es fácil... cree que
porque a veces me ve aquí con dos, tres carros, me hincho
de dinero, pero no, no ve lo de los impuestos, lo de la luz,
lo de las mordidas, lo de que no me quieren pagar... no, en
serio que está cabrón... y ya ves que dicen que para el año
que entra va a estar peor!", exclama Martín, entre
molesto y resignado.
"¿Y
no piensas cambiar de giro?", pregunto. "Pues
no... porque eso de irte a trabajar a una fábrica a que te
paguen 70, 80 pesos diarios... no sale, la verdad... no la
haría". Aclara que estudió la carrera de economía en
la UNAM, pero que no terminó porque se casó y tuvo que
enfrentar los gastos de su mujer, embarazada ya. "No...
yo voy a seguir aquí de mecánico... es lo que sé hacer,
es lo que me gusta y... pues así me gano la vida...
¿me entiendes?"
El
talachero
Pedro
acaba de cambiarse de local, pues en el anterior le habían
subido la renta demasiado. En el que ahora trabaja paga 1800
pesos.
Su
ventaja es que está muy cerca de su anterior ubicación, así
que sus clientes y quienes soliciten de sus servicios de
reparación de llantas, no tienen problema para dar con él.
Su negocio no tiene nombre.
Sólo
un tripié metálico que indica "Talachas" es
suficiente para que los conductores con problemas en sus
neumáticos se orillen y "accedan" a su taller,
igualmente situado en la calle, como el del mecánico que
arriba refiero.
"Por
revisar la llanta cobro diez pesos y ya si hay que
parcharla, pues son treinta pesos, llanta chica, o sesenta
pesos, llanta de camión". Su trabajo es pesado, pues,
por ejemplo, para que se gane diez pesos, Pedro debe de
aflojar los birlos, subir el auto con el gato, sacar la
llanta y revisarla sumergiéndola en un depósito de agua,
en donde si hay alguna fuga, es denunciada por el burbujeo
que el aire escapándose producirá entre el líquido.
Es
más duro el trabajo cuando se trata de camiones, pues las
llantas son más pesadas y más difíciles de maniobrar. Por
las mañanas le ayuda su padre, un hombre de unos 70 años,
quien a pesar de su avanzada edad, debe de seguir trabajando
allí, porque comenta que, como trabaja por su cuenta,
cuando ya no pueda hacerlo, pues no podrá mantenerse.
"¿Y sus hijos, no lo ayudan?", pregunto.
"Ay,
señor... pus ellos tienen sus familias, sus hijos... ni
modo que a estas alturas también me estén
manteniendo", contesta, resignado. No me parece
apropiada su respuesta, pues de vivir en un sistema social
justo, así como los padres nunca dejan de ver por sus
hijos, éstos deberían de ver siempre por el bienestar de
sus progenitores, sobre todo cuando éstos pasan a la
tercera edad y son incapaces, muchas veces, de mantenerse
por sí mismos.
Pero
más bien parece que nos conducimos por la ley de la jungla,
según la cual los miembros más viejos y débiles de una
especie simplemente son abandonados para que mueran. ¡Vaya
mundo en el que coexistimos! Pedro sólo sonríe ante el
comentario de su padre. "Yo le digo a mi papá que ya
no trabaje, que frijoles no le han de faltar... pero él
quiere seguir aquí, chambiando".
Dice
que paga 600 pesos de luz cada dos meses, además del
material que debe de comprar para hacer sus reparaciones,
como pegamento, parches, cámaras. Y, como todos, igualmente
debe de pagar impuestos cada mes. También está en el régimen
de pequeño contribuyente, pagando 230 pesos mensuales, más
el contador, el que le cobra 300 pesos. "¡Pinche
gobierno, no se pone a pensar todos los gastos que
tenemos... y el contador aparte, pero es que la neta soy muy
malo para los números, por eso tengo que pagarlo también,
pero es otro gasto.
Dice
que procura llevar siempre su comida, pues no le saldría
comer diario por allí, pues mínimo se gastaría 40, 50
pesos por día. "Y ahorita está reflojo esto, en
serio, luego me caen 60, 70 pesos nada más. Y ya en días
buenos, que una talacha pa' un camión o dos, ya me gano
200, 250 pesos... pero eso es raro". Dice que seguirá
en eso de la reparación de llantas hasta que pueda.
"No, es que irse a trabajar de otra cosa, pues no... yo
ya me acostumbré a que llego cuando quiero, nadie me
manda... y pus es lo que sé hacer... pero en serio que está
reduro... ¡y dicen que se va a poner peor!"
El
aguador
Ignacio
tiene 75 años de edad, pero a pesar de eso, el hombre está
delgado, muy fuerte, correoso y con la suficiente constitución
física como para seguir cargando los pesados garrafones de
agua y llevarlos a donde la gente le indique.
Su
arrugado, muy quemado rostro, denota toda una vida de
trabajo y penurias que un empleo que apenas si le permite
sobrevivir, sobre todo ahora, le ha provocado.
Se
gana siete pesos por garrafón, cantidad no sencilla de
obtener, pues debe de acudir al depósito por los envases,
algunos plásticos, otros, de vidrio, cargarlos en una
especie de diablito adaptado con seis celdas para seis
garrafones, ir pregonando calle por calle "¡Aguaaaa!"
y quizá subir muchas escaleras cuando los hogares que le
piden su líquida mercancía están en pisos superiores.
Platica
que es de Ixmiquilpan, Hidalgo, que por allá tiene unas
"tierritas" que ya ni siembra porque no costea ya
hacerlo. "No, pus le mete usted más de lo que le gana
a la sembrada", afirma.
Dice
que desde los treinta años se ha dedicado a vender
garrafones de agua purificada, que antes le compraban 80,
100 garrafones por día, especialmente en los meses
calurosos. Pero ahora, con tanta competencia (hay muchas
marcas de agua purificada), menos gente que consume agua de
garrafón (pues prefiere hervir agua de la llave) y el
precio del agua purificada muy alto, sus ventas han
disminuido bastante.
"Y
pus hora, con los fríos, menos vendo... ocho,
nueve garrafones diarios... y ya, en sábados o
domingos, pus me vendo 15, veinte garrafones... a'i, nomás,
pa' irla pasando", comenta.
Así
que su salario está en el rango de los 55 y 65 pesos por día
o 130, cuando bien le va. A pesar de la precariedad de su
labor, Ignacio se ve contento y platica acomedidamente sobre
lo que hace. Dice que vive en Azcapotzalco, en una modesta
vivienda que rentaba y que logró comprar hace como treinta
años, con sus ahorros de aquellos días, cuando le iba bien
y vendía muchos garrafones.
"No,
pus bien baratita la compré... como 3000 pesos en ese
entonces pagué por ella". La zona donde vive es
popular, a las afueras de la ciudad (cuando compró su casa,
la zona todavía era más pobre, sin servicios, calles sin
pavimentar, por eso fue que le dejaron tan barata la casa).
Dice que gracias a López Obrador, fue que pudo regularizar
su propiedad y sacar sus escrituras.
Y
también por su avanzada edad, fue que aquél le concedió
una pensión monetaria. "¡Uuuyy... pero de todos modos
ni le alcanza a uno... ni pa' comer bien alcanza!",
exclama, aclarando que vive sólo con su mujer, con la que
tuvo cuatro hijos, dos mujeres y dos hombres. "Pero ya
todos están grandes... ya ellos se mantienen solos",
dice, en justificativo tono. Como no es un trabajo realmente
formal, no tiene un sueldo fijo, pues sólo recibe comisión
por los garrafones que venda (si no vende o no trabaja, no
percibe salario).
Tampoco
tiene derecho a pensión, ni al seguro social, ni a
servicios médicos públicos, ni a ningún tipo de prestación
laboral, a pesar de su avanzada edad... su única ventaja es
que no paga impuestos (sería demasiado que lo hiciera,
considero). "Y pus a'i le seguimos... a ver hasta cuándo
Dios quiere". Sí, valga esa religiosa encomienda para
que Ignacio todavía pueda vivir trabajando muchos años,
pienso.
La
locataria
Sara
tiene 32 años, estudió la carrera de matemáticas en la
UNAM, la que terminó hace ocho años, pero aún no ha
podido titularse. "Es que desde que salí de la
escuela, me puse a trabajar y la verdad no he tenido tiempo
de hacer mi tesis", se justifica.
Estuvo
trabajando en la Universidad Pedagógica, en el departamento
de informática por algunos años, hasta que llegaron nuevas
autoridades y removieron a todo el personal. Luego se dedicó
a dar algunas clases de matemáticas en la facultad de
ciencias exactas de la UNAM, pero tuvo algunos problemas con
su jefe inmediato, así que también dejó eso.
Hace
unos meses logró conseguir trabajo en una empresa que
supuestamente se dedica a la localización espacial y
ubicación de barcos, para que puedan ser hallados en caso
de naufragio o secuestro.
Allí
estuvo cuatro meses. Le encomendaron que desarrollara un
programa para facilitar la ubicación que realizan los
aparatos que la empresa usa, pero cuando lo terminó, le
dijeron que ya no tenían trabajo. La liquidaron, dándole
un mes de salario y su parte correspondiente de aguinaldo,
todo lo cual montó alrededor de diez mil pesos, que se le
fueron en un santiamén.
"Te
acostumbras a gastarte el sueldo casi luego luego",
dice. Y desde entonces, no ha podido conseguirse otro
empleo. Pero para su, digamos, fortuna, tiene una forma
alternativa de percibir modestos ingresos.
La
casa en donde vive, que comparte sólo con su madre, ubicada
por el rumbo de Ecatepec (popular zona al nororiente de la
ciudad de México), es de dos plantas. En la baja, hay tres
locales que Sara renta desde hace años.
"Sí,
desde que mi papá construyó la casa, pensó en hacer
locales para renta, y la verdad que sí te ayudan",
comenta. Son tres. Uno lo tiene rentado a unos tapiceros,
otro es una tienda y uno más es de reparación de llantas.
Por los dos primeros cobra 2500 pesos por cada uno y dos mil
por el tercero, así que percibe 7000 pesos al mes.
"Pero,
fíjate, de eso yo debo de pagar agua, gastos de mi casa, la
comida para mi madre y yo... y ahorita que no tengo empleo,
ese es mi único ingreso, y la verdad que no me alcanza, ya
estoy bien endrogada de tanto que he pedido prestado a mis
amigos". Por si fueran pocos sus problemas, Sara debe
de pagar impuestos, pues tiene debidamente registrados los
locales ante la Secretaría de Hacienda.
"Es
que si no lo haces así, además de que te pueden caer los
inspectores por estar rentando de ilegal, y puedes hasta
pagar más por mordidas, es mucho más difícil que saques a
tus inquilinos cuando ya no te puedan pagar la renta o
cuando ya no los quieras por problemas. Así, yo les hago un
contrato anual y no hay forma de que hagan antigüedad o se
quieran pasar de listos".
Sin
embargo, el estar legalizada tiene sus fuertes
complicaciones. Una de ellas es que Sara está considerada
en Hacienda en el régimen de "empresaria". "¡Imagínate,
ya hasta me creo Carlos Slim!", bromea, aclarando que
casi está al nivel del hombre más rico de México. Por lo
mismo, su contabilidad es sumamente complicada, la que, para
su fortuna, aprendió desde hace algunos años a llevar por
su cuenta.
Pero
si se atrasa, de inmediato la multan con 1500 pesos, más lo
que de todos modos deba de pagar por los impuestos. "¡No
podría pagar los 600 pesos que me cobraría un contador
abusivo, no, por eso, aunque me lleva mucho tiempo, prefiero
hacer yo sola mi contabilidad!", exclama. Además,
ahora que se incorporó un nuevo, más oneroso impuesto (el
famoso IETU, con el que los mal administradores panistas han
pretendido lograr una "equidad" impositiva, pero
que lo único que ha provocado es mayores trámites burocráticos
y una injustificada elevación de impuestos sobre todo para
los sectores más bajos de la población.
Muchos
de los pequeños y medianos contribuyentes, como Sara, han
buscado ampararse ante tan injusto, complicado, castigador
impuesto), Sara dice que debe de pagar más. "Mira, yo
antes, por año, cuando hacía mi declaración, debía de
pagar unos cinco mil pesos, cuando mucho, aparte de lo que
pago por mes, que era lo del impuesto sobre la renta.
Ahora
son entre quince y veinte mil pesos lo que voy a tener que
pagar y aparte lo que pagues por mes, porque ahora ya es el
impuesto sobre la renta, más el IETU, ¡pero ganando lo
mismo, porque mis rentas no he podido subirlas porque se me
van los inquilinos! Esas son fregaderas del gobierno",
protesta, muy molesta. Y como están las cosas, dice que no
ve por dónde pueda hallar una alternativa económica.
Para
su desgracia, se le acaban de ir los tapiceros, así que es
una renta menos. Y lo que hizo, como el local era muy
grande, fue dividirlo en dos, para que así sean cuatro los
locales que alquile y pueda ganarse otros 2500, 3000 pesos
con la renta extra. "¡Uy, pero me está saliendo muy
caro, de verdad, ya me endrogué por aquí y por allá...
llevo gastados como 15,000 pesos y no acabo, porque construí
una pared y un baño nuevo y remocé los dos locales, los
dejé bonitos, para que le gusten a la gente y los rente...
ni modo, es un riesgo que estoy corriendo, pero, dime, ¿¡qué
otra cosa voy a hacer si no encuentro trabajo!?". Sí,
es cierto lo que dice.
Es
muy triste que una mujer con preparación, así como ella
– y muchos otros, en consecuencia –, tenga un futuro
laboral y económico tan incierto.
El
ingeniero
José
egresó hace más de quince años de la UNAM, de la carrera
de ingeniería civil. Sus compromisos laborales de ese
entonces, le impidieron titularse, aunque afirma que nunca
se ocupó de hacerlo porque siempre tuvo muy buenos empleos,
a pesar de no contar con el título. "En realidad no te
hace mucha falta, sobre todo si te sabes colocar, pero más
bien yo creo que es un pretexto para no contratarte o
pagarte menos.
Y
de todos modos, si eres titulado, te dicen que no tienes
experiencia y si tienes experiencia y no eres titulado, es
lo mismo. Y si tienes experiencia y estás titulado, pues ya
tampoco es garantía de que consigas trabajo".
Justamente
en estos días José, a sus 47 años, está sufriendo la
escasez de trabajo, y no porque no esté titulado, sino
porque, sencillamente, no hay empleo. "No es porque no
esté titulado, la verdad. Yo ya tengo mucha experiencia por
todos los años que llevo trabajando en la construcción. Yo
te puedo supervisar una obra completita, te puedo hacer el
diseño, la ruta crítica, cuánto te va a costar, los
materiales que vas a necesitar, te manejo programas de diseño...
y todo eso, pero es que las constructoras prefieren
contratar a chavos recién egresados, para pagarles poco,
porque de todos modos, con eso de las computadoras, ahora ya
se pueden hacer más fácilmente muchos cálculos.
Tomas
el archicad (programa de diseño constructivo por
computadora), por ejemplo, y te hace el diseño completito
de una casa, con vista arquitectónica en tres dimensiones y
todo". Comenta que hasta hace un par de años le iba
muy bien, tenía un sueldo de 17 mil pesos mensuales y podía
darse algunos lujos, como comer en buenos lugares, comprarse
buena ropa, darle buen dinero para el gasto a su madre, con
quien vive, llevar a la que era su novia a pasear a
distintos lugares.
"Pero
desde que me quedé sin trabajo, hasta sin novia me quedé",
bromea, aunque considera que debe de haber influido el hecho
de que, desde hace medio año que se quedó sin empleo, ya
no podía invitarla ni al cine. "Yo creo que se aburrió".
Su último trabajo fue en el estado de Querétaro, en un
municipio llamado Juriquillas. Allí, un grupo inmobiliario
pretendió erigir un fraccionamiento de lujo, para muy
acomodadas personas.
Cada
departamento costaría dos millones de pesos. Pero, al
parecer, la crisis hipotecaria de Estados Unidos – una de
las causas principales de la actual debacle económica
mundial –, también alcanzó a esos empresarios y el
proyecto se vino abajo.
"Lo
peor es que ya hasta habían vendido algunos... supongo que
tendrían que regresarle su dinero a la gente que compró,
pero no creo, pues el dinero se iba usando para
construir", dice José.
A
él, le estaba yendo bien, refiere, pues además de los 17
mil pesos mensuales, le daban viáticos cuando debía de
venir al Distrito Federal. Hasta un auto pensaba adquirir
debido a los constantes viajes que tenía que hacer a Querétaro
para distintos trámites burocráticos. Pero un día le
dijeron que el proyecto se suspendía.
Le
pagaron un mes de salario y ya... desde entonces, José no
ha podido encontrar empleo, a pesar de que ha llenado
solicitudes y dejado currículos en varias empresas y
despachos relacionados con la ingeniería civil y a pesar de
que aparentemente en la ciudad de México hay varias obras
en construcción, como puentes, línea doce del metro,
asfaltado con concreto hidráulico... y otras más.
"Lo
que pasa es que esas empresas ya tienen todo acaparado y los
cálculos estructurales, como te digo, ya son por
computadora, basados en estructuras tipo, entonces el
trabajo del estructurista cada vez es menos demandado",
explica. Su situación es tan difícil, que todos sus
ahorros ya se le fueron en sostenerse estos meses que no ha
tenido empleo. Debe ya dos meses de renta y es gracias a la
pensión que su madre recibe por pertenecer a la tercera
edad y a los préstamos de amigos y de un hermano, que aún
puede sobrevivir.
"Pero
no puedo seguir así... se me acumulan las deudas y tampoco
puedo estar pidiendo prestado, además de que si no pago,
pues menos me van a prestar". Le pregunto que si
estuviera titulado le ayudaría en algo.
"No,
eso ya no te sirve de nada... ¿para qué?... gastaría
dinero que ni tengo... no... sólo me queda esperar, a ver
si me resuelven en algún lado". "¿Y si
no?", pregunto. José se queda reflexionando por unos
segundos. "¿Si no?... pues me meteré de
narcotraficante o de secuestrador", bromea, sarcástico,
dejando entrever que su futuro es cada vez más incierto...
¡como el de millones de personas!
Contacto:
studillac@hotmail.com
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