Pretexto para militarizar y recrudecer
la represión gubernamental
La muy oportuna “descomposición”
del
Estado mexicano
Por Adán Salgado Andrade
Para Socialismo o Barbarie, marzo de
2009
En el excelente libro “The shock
doctrine” de la periodista Naomi Klein, se plantea la
tesis central de que en todo el mundo la instauración de
brutales medidas económicas y de control social que sólo
han favorecido, y continúan favoreciendo, al capitalismo
salvaje, se ha facilitado cuando concurren eventos tan
catastróficos y graves, que son capaces de poner en
“shock” a todo el sistema y que en consecuencia merecen
un tratamiento de “shock” acorde a la “dramática”
situación.
Por ejemplo, eso pasó cuando el 11 de
septiembre del 2001 fueron derribadas las torres gemelas de
la ciudad de Nueva York, debido a un muy sospechoso atentado
de la organización terrorista Al Qaeda comandada por el (¿escurridizo?)
Obama Bin Laden.
Fue suficiente para que el gobierno de
Bush, en aquel entonces, pretextando una crisis nacional,
iniciara su famosa “guerra contra el terrorismo”, la
cual, si no se hacía, advirtió, podría ocasionar que
“eventos terroristas” tales como el de las torres
gemelas, pudieran repetirse y toda la estabilidad de EEUU se
colapsara y se viniera abajo.
Y tan efectivo fue esa especie de psicótico
miedo que se indujo en la mayor parte de los estadounidenses
(he conocido gente de ese país que se dice progresista y
demócrata, que, sin objetar nada, estuvo de acuerdo con la
subsecuentes invasiones a Afganistán y a Irak por motivos
de “seguridad nacional”), que aceptaron sin titubeos que
se implantaran medidas que inclusive atentaban contra los
derechos humanos y las libertades básicas de todos los
estadounidenses.
Se implementaron ilegales cuestiones
que permitían a agencias como el FBI o la CIA espiar telefónicamente
a sospechosos, se consideraban “terroristas” a personas
que tuvieran descendencia o fueran árabes, se investigaba
en las escuelas a profesores y/o alumnos que estuvieran
estudiando árabe o interesados en esa cultura, se
“invitaba” a la ciudadanía a “denunciar” a
cualquier persona que tuviera actividades “raras”, se
detenía ilegalmente a cuanto extranjero ingresara o
estuviera viviendo en ese país… y muchas otras
arbitrariedades que la agencia que se formó especialmente
para tal efecto, el “Department of Homeland Security”,
coordinó, sin menoscabo de violar abiertamente las
libertades civiles y de actuar el gobierno ilegal y hasta
fascistamente (además, fue tan efectiva la psicosis creada,
que a la fecha varios “patriotas” ciudadanos,
voluntariamente se dedican a “cazar” terroristas a través
del Internet.
Aprenden árabe para hacerse pasar por
árabes, ya que continúa el estigma de seguir considerando
a dicha nacionalidad como “terrorista”, y espían a
organizaciones y ciudadanos árabes con tal de
“descubrir” planes para futuros atentados
“terroristas”. Ver mi trabajo en Internet “Los
aficionados antiterroristas o de cómo se sigue extendiendo
la paranoia ‘antiterrorista’ ”). Pero además la
“guerra contra el terrorismo” ha sido un excelente
negocio desde entonces por los miles de millones de dólares
que EEUU y el resto del mundo, obligado por aquél, han
gastado para tenernos “más seguros” (ver mi trabajo en
Internet “La amenaza terrorista: El nuevo gran negocio
para la industria del miedo”).
Los tratamientos de “shock” también
se han aplicado cuando se producen fuertes crisis económicas,
tales como las que se achacaron a los estados de economía
mixta (keynesianos), quienes a finales de los años setenta
y principios de los ochenta, aún se guiaban bajo ese
esquema, y que comenzaron a experimentar recurrentes
problemas económicos (aunque nunca tan graves como los que
actualmente se viven, producto de un desregulado,
descontrolado y salvaje capitalismo, al que se dejó actuar
a sus anchas durante los últimos treinta años).
Dichas crisis en realidad no fueron
producto de la participación del estado en la economía,
sino que se deben al carácter inherentemente crítico y
recesivo del sistema capitalista, pero así se hizo ver.
Los problemas derivados de dichas
crisis, tales como altísimas inflaciones (de mil por ciento
o más, o sea, que un artículo podía subir hasta diez
veces su valor en sólo un año), además de fuertes deudas
externas (las que se debieron a préstamos de bancos
extranjeros, con gran ánimo de obtener buenas ganancias),
provocaron en la población de tales países (especialmente
de la región latinoamericana), una gran preocupación,
acompañada de angustias y miedos y una creciente
inseguridad económica, pues todo subía inclementemente,
menos sus salarios, además de que en cualquier momento podían
ser despedidos.
Y se debe señalar, como analiza Naomi
Klein en su mencionado libro, que esas crisis e
inestabilidades financieras, la mayoría fueron heredadas de
las dictaduras militares, sobre todo en Latinoamérica, que
fueron infames, violentas, asesinas y autoritarias formas de
imposición política (muy bien planeadas y vigiladas por
Estados Unidos, la CIA y sus corporaciones), que defendieron
solamente los intereses de las empresas y corporaciones
extranjeras establecidas en esos países, y de las clases
capitalistas “nacionales” ligadas a aquéllas, todo lo
cual dio lugar a brutales experimentos económicos, que lo
único que provocaron fue una mayor concentración de la
riqueza en unas cuantas manos, generalizada pobreza
poblacional (los miles de latinoamericanos que se sumaban a
los niveles de pauperización, semana a semana, eran dramáticos),
niveles de desempleo nunca antes vistos, altísimos niveles
de corrupción gubernamental que se alimentaron justamente
de los préstamos internacionales, excesivos gastos en
compras de armas para que pudieran los militares reprimir
sobradamente a sus aterrorizados ciudadanos mientras hacían
sus “experimentos económicos”, subsidios y “estímulos
fiscales” a las empresas “nacionales” y extranjeras…
y otros ilegales saqueos cometidos por aquéllos corruptos,
genocidas militares, en contubernio con las mencionadas
corporaciones, factores que, en conjunto, fueron las causas
que dieron lugar a las abultadas deudas externas mencionadas
antes (las que se incrementaron aún más cuando los bancos
extranjeros, muy estratégicamente, aumentaron sus tasas de
interés a 15% o más, con tal de preparar las condiciones
para aplicar los planes de “shock” para “resolver los
problemas económicos de las economías emergentes”).
Así que terminadas las dictaduras
militares y sus horrores (que más que a la resistencia
social, se debieron a que su promotor y patrocinador, el
gobierno estadounidense, se percató de que ni habían
funcionado como “experimento económico” para resolver
las recurrentes crisis económicas, y además estaba saliéndole
muy caro seguir sosteniendo a los corruptos, genocidas
militares), habiendo hecho la transición a regímenes
“democráticamente electos”, los ciudadanos de esos países,
por lo menos tenían ya, de acuerdo con la demagogia
gubernamental, asegurada su “libertad política”.
Pero ante las fuertes crisis e
inestabilidades económicas heredadas del pasado (algo que
por aquellos años constituía un cotidiano “azote” para
la gente, eran las altas tasas de inflación mencionadas
arriba, que pulverizaban en una semana el salario del
trabajador y cuanto aumento se le otorgara), cualquier
receta que bajara antes que nada tan altos índices
inflacionarios y “corrigiera” el rumbo económico, era
digamos que resignadamente bienvenida por toda la gente,
aunque eso requiriera “grandes sacrificios”, sobre todo
entre la mayoría de la pauperizada población (en México,
por ejemplo, eso comenzó a implantarse en el sexenio de
Miguel de la Madrid y aún se recuerdan la cantidad de
cierres de empresas públicas o que se vendieron, los
masivos despidos de trabajadores a que ello tuvo lugar, el
alza generalizada de precios de combustibles, de
electricidad, de servicios… las restricciones laborales…
pero, efectivamente, la gente estaba resignada pues
entendía o se les “hizo entender” que era “por su
bien”).
Eso posibilitó a los barones del
dinero y a las corporaciones, la imposición de extremas
“medidas correctivas”, a través, sobre todo, del Banco
Mundial (BM) y del Fondo Monetario internacional (FMI), con
tal de “aliviar” los problemas económicos (el FMI y el
BM, desde entonces, son simples organismos al servicio de
las potencias dominantes, las del G-7 más Rusia, encargados
de aplicar disciplinaria y draconianamente las recetas
administrativas que beneficien no a los países que
pretenden “rescatar”, sino a las globales corporaciones
industriales y financieras, las pertenecientes justo a esos
países dominantes).
La exigencia para que tales agencias
(al servicio del capitalismo central, como dije), era que el
estado vendiera la mayoría de sus empresas públicas,
suprimiera sus barreras proteccionistas para alentar el
“libre mercado” y disminuyera sus gastos sociales. Esto
implanta a nivel mundial al así llamado neoliberalismo,
que, como se ve, en lugar de resolver las crisis, las ha
agudizado aún más, como sucede con la actual recesión
mundial que estamos experimentando, considerada de las
peores desde la crisis de 1929.
Así pues, fue posible imponer
infames “curas económicas” (shock treatment) gracias,
como dije, a que en determinado momento los problemas
existentes son tan aparentemente graves y “apocalípticos”
que no queda de otra. Incluso, cuando ocurren desastres
naturales, tales como terremotos, huracanes o inundaciones,
los gobiernos, junto con el capitalismo mundial, los
aprovechan muy a su favor, con tal de implantar cambios en
su propio beneficio.
En México, por ejemplo, tras los
sismos de 1985, fue posible en la capital, de las más
afectadas zonas, deshacerse de cientos de viejas viviendas y
vecindades en renta que fueron sustituidas por masivas
construcciones nuevas, las cuales se vendieron a sus
propietarios (si podían comprarlas, claro), no se les
rentaron, como antes, lo que constituyó un excelente
negocio para quienes tuvieron tan oportunista, lucrativa
idea.
En Estados Unidos, cuando la ciudad
de Nueva Orleáns fue afectada por el huracán Katrina, en
agosto de 2005, miles de casas del llamado “public housing”
– que eran casas que el gobierno digamos que había
construido y financiado a precios subsidiados para que las
adquiriera la población de bajos ingresos desde la época
del “estado benefactor”, el de economía mixta de
Roosevelt – fueron arrasadas, lo que de inmediato Bush y
sus secuaces aprovecharon para reconstruir a cargo de
empresas constructoras privadas, bajo el esquema de venta a
precios de mercado, “reales”, y no subsidiados, como era
antes.
Si los antiguos moradores podían
comprar, bien, y si no, ni modo, era su problema. Un
prominente congresista republicano, Richard Baker, en ese
entonces comentó, cínico, que “lo que el gobierno nunca
pudo hacer en años, deshacerse del ‘public housing’, la
fuerza de la naturaleza lo había hecho en sólo un día”.
Lo mismo sucedió con las escuelas públicas
que resultaron afectadas o destruidas, pues en lugar de
repararlas o reconstruirlas, se dieron concesiones para
escuelas privadas y a la gente sólo se le otorgaron
“subsidios” parciales (medias becas, por ejemplo) para
que metiera a sus hijos allí… también los que pudieran,
claro.
Y así, podría seguir con los
ejemplos de lo que una situación de tensión y drama
generalizado puede hacer para los efectos de la aplicación
de tratamientos de “shock”.
En nuestros días esto justo sucede en
México, a través de dos cuestiones fundamentales: la
violencia y el poder del así llamado “narcotráfico”,
por un lado, y la recesión económica que ya también nos
está afectando profundamente, por el otro.
En cuanto al primer factor, el
surgimiento del narcotráfico como un “peligro para la
estabilidad”, no es algo que se haya dado así, repentino,
sino que lo que actualmente estamos viviendo es producto de
las íntimas y ocultas relaciones que ha forjado el Estado,
desde años atrás, con mafias financieras y empresariales
que han permitido, entre otras cosas, la existencia de la
actual presidencia fraudulenta en el poder y un gabinete de
panistas que en lugar de efectivamente gobernar, han buscado
hacer los grandes negocios, junto con sus secuaces, desde la
ilegal venta de tierras en áreas naturales para ser
convertidas en proyectos turísticos, hasta los intentos
(fallidos, por lo pronto), de privatización de la industria
petrolera.
El narcotráfico, claro, también es
un muy lucrativo y excelente negocio y bancos como Banamex,
filial del quebrado Citigroup, se ligan al lavado de dinero
que desde hace muchos años se ha venido realizando sin
mayores problemas (sí, desde gobiernos anteriores, que lo
han cobijado, y como lo sigue haciendo el actual. Ver mi artículo
en Internet “Especulación y narcotráfico, nuevos grandes
negocios del lumpencapitalismo”).
Así que si de repente esos pactos,
digamos que de haberle vendido el alma al diablo desde
hace mucho tiempo, se tratan de romper, así,
“limpiarse de toda culpa”, es lógica la reacción que
las desairadas, afectadas mafias están teniendo (las
frecuentes ejecuciones de funcionarios, policías o
militares así lo evidencian).
El que se señale a la “corrupción”
como el factor detrás de los problemas que se están dando
en cuanto a los niveles de violencia (que, además, presentándola
así, como un factor aislado, clave por sí mismo, se
pretendería con ello que el gobierno fuera totalmente ajeno
a ella, una víctima, siendo que justamente la
corrupción es parte inherente de aquél), es justo lo que
evidencia cuan ligados están los poderosos grupos oligárquicos
(los que controlan todo, como dije, gobierno, bancos,
telecomunicaciones, industrias, minas…) con los llamados
“negocios ilícitos”, los que resultan fundamentales y
la parte más lucrativa para muchos de aquéllos.
Por mencionar un caso de qué tan
importante es el narcotráfico para muchos países, considérese
el ejemplo de Afganistán, país que a pesar de la invasión
militar, principalmente estadounidense, resulta que ha
incrementado diez veces su producción de opio, gracias a lo
cual, surte del ochenta por ciento de la droga que se
consume en el mundo, y que sorprendentemente hay grandes
facilidades para que los embarques de dicha droga salgan de
los aeropuertos que están controlados
nada menos que por las “fuerzas de paz” de la
OTAN.
Es muy importante la siembra de opio y
la producción de drogas para Afganistán, pues es un
negocio que asciende a unos mil millones de dólares
anuales, la mitad de la actividad económica anual de dicho
empobrecido país, que ya no existiría de no ser por dichas
drogas (se ha sugerido desde el Departamento de Estado
estadounidense que podría comprarse cada año la totalidad
de la producción de opio, como posible “solución” con
tal de “evitar que los campesinos afganos la vendieran a
los ilegales fabricantes de drogas”). Así que podría
decirse que no sólo nos estamos “colombianizando”, sino
que también “afganistanizando”.
Pero una ventaja clara deben de
obtener los actuales mal administradores panistas de esa
violencia que ellos mismos, desde las cúpulas del poder,
han cobijado. Y dicha ventaja es que ahora sólo se quiere
presentar como el problema “más grave” que tiene México
al poder y la violencia que el narcotráfico está
generando, frente a los cuales se quisiera mostrar al Estado
como “ajeno”, y ante ello, nada más importa, no.
No importa que la política
entreguista del panismo esté vendiendo todos los recursos
naturales que posee el país, incluido el petróleo, el más
importante de todos, a empresas extranjeras que hacen un
buen negocio con ellos (por ejemplo, se han vendido desde
que el panismo gobierna, cientos de hectáreas de tierras en
zonas protegidas y reservas naturales, muy importantes ecológicamente
hablando, para el desarrollo de complejos turísticos, sin
que importe, siquiera, el impacto y el daño ambiental que
tendrán éstos).
No importa que la carga fiscal que
pesa sobre los contribuyentes, sobre todo los de más bajos
ingresos, se esté agravando más con la imposición de
nuevos aranceles, los que están incluso desalentando y
acabando con su actividad. No importa que exista una abierta
impunidad, debido a la cual ciudadanos comunes sufren a
diario actos delincuenciales o ilícitos. Así, asaltos,
asesinatos, secuestros, fraudes, desapariciones, prepotencia
policial y militar, víctimas de corrupción, presas del
agiotismo bancario que cobra altísimos intereses por el crédito
otorgado… pasan prácticamente desapercibidos y los órganos
legales y judiciales nada les resuelven.
Por ello es que mucha gente ya ni se
preocupa en levantar un acta ministerial al sufrir un acto
delictivo, pues la mayoría de las veces la autoridad no
procede legalmente para investigar y resolver el problema,
dejando muchos delitos, tales como los robos, secuestros o
asesinatos, impunes pues nunca se “localiza” a los
culpables.
Y en cuanto a los asesinatos o
desapariciones de líderes sociales que defienden los
derechos de sus representados o periodistas honestos que
tratan de descubrir los sucios negocios de gobierno y
mafias, no, ¡nunca se hallan culpables!, y son crímenes
que han quedado impunes, como el asesinato del periodista
estadounidense Brad Will, quien intentaba mostrar la lucha
social de la APPO en Oaxaca contra el gangster Ulises Ruiz,
del que a la fecha “no se sabe quién lo mató”.
O el reciente, también cobarde
asesinato, de los líderes campesinos mixtecos Raúl Lucas
Lucía y Manuel Ponce Rosas, quienes fueron “levantados”
y posteriormente torturados y asesinados arteramente.
No, tampoco allí la policía, ni las
autoridades judiciales “saben” quién lo hizo, a pesar
de que testigos afirman que aparentemente fueron “policías
investigadores ministeriales” del estado de Guerrero
quienes cometieron tan infame crimen.
Pero, en sentido opuesto, sorprende la
rapidez con la que el Estado trata de inculpar y juzgar
a los líderes políticos que le estén provocando muchas
movilizaciones y problemas, como fue el caso de los líderes
de la mencionada APPO (Flavio Sosa, entre los principales,
quien fue encarcelado más de dos años) o los de San
Salvador Atenco, a quienes de inmediato se apresó y
sentenció a severas penas carcelarias (el caso más dramático
e injusto es el del sexagenario líder Ignacio del Valle,
atenquense que por defender las tierras de sus compañeros
de lucha, está sentenciado a penas que acumuladas suman ¡112
años!).
Incluso se trató a finales del 2007,
con tal de que la inculpación y arresto de
“sospechosos” fuera rapidísima, de aprobar una ley que
hubiera autorizado a cualquier policía a allanar una casa,
sin orden de cateo, y arrestar a los presuntos delincuentes,
sin orden de arresto, la cual, de momento está suspendida,
pero es indudable que podría aprobarse si el tratamiento de
“shock” así lo amerita.
Tampoco importa, ante el narcotráfico,
la ineptitud gubernamental, la que está agravando problemas
tales como la propia crisis económica que estamos viviendo
actualmente (las medidas implementadas, como la
indiscriminada venta de dólares para “evitar” que el
peso se devalúe más, van principalmente dirigidas al
rescate de las empresas y los bancos, quienes tienen adeudos
en moneda estadounidense, que a los ciudadanos comunes, los
más afectados en esta hecatombe)… no, nada es más
importante que “la guerra sin cuartel al narcotráfico”.
Y he ahí un primer elemento que
amerita el tratamiento de “shock”, pues el amarillismo
mediático con que se ha manejado el problema de la
violencia creada por el narcotráfico, intenta
mostrar que es sólo el “crimen organizado” el causante,
y que el gobierno nada tiene que ver, muy estratégicamente
se ha exculpado y deslindado.
Así pues, ese alarmismo-amarillismo
que tanto el Estado, como los medios de manipulación
masivos (pro gubernamentales éstos) se han encargado de
inflar, presentándolo como el más dramático y peor de
nuestros males, está surtiendo un excelente efecto
psicológico entre la población, mucha de la cual ya ni
cuestiona que el ejército vigile las calles y que el país se
deba de militarizar (en efecto, hay ejecuciones de capos
o de algunas autoridades, pero son casos focalizados, no
extendidos a todo el país, pero gracias al alarmismo con
que se manejan y también a que hoy día el mundo es una
especie de vecindario electrónico en donde todo lo que
sucede, especialmente las malas noticias, se difunden por
todas partes con efectiva rapidez, se crea la sensación de
que tenemos la violencia a un lado.
El quebrado diario español “El país”,
realizó un reportaje que más tiene tintes sensacionalistas
para vender, que de proporcionar información veraz, al
calificar a Ciudad Juárez como “el rincón más peligroso
del mundo”. Me pregunto, ¿en dónde quedarían sitios
como Irak, por ejemplo, con frecuentes atentados suicidas?
Pero valga también ese amarillismo de la prensa extranjera
para contribuir más a la idea de “descomposición del
Estado”).
Así pues, al imponerse la idea de que
sólo militarizando al país el problema del narcotráfico
se resolverá, se matan dos pájaros de un tiro, pues por un
lado se incrementa el poder autoritario de este gobierno
echando mano del ejército y, por el otro, se justifica una
medida, los militares realizando tareas judiciales, que
carece de fundamentos legales definidos (los mismos mandos
militares han dicho que es necesario que haya una legislación
clara que convierta a las labores policiales que realiza el
ejército en algo cotidiano, rutinario), lo cual sería
un paso previo al establecimiento, muy aproximado, de un
“Estado de excepción”, situación bajo la cual son
abolidas todas las garantías legales, desaparece el
gobierno y pasa a tomar el mando el cuerpo militar.
Eso sucede ya en Ciudad Juárez, en
donde el ejército tomó por completo el mando policial (el
primero de marzo arribaron casi 2000 soldados más allí).
El presidente municipal de esa ciudad, José Reyes Ferriz,
declaró que lo que se está haciendo en el lugar, es decir,
la militarización, es una especie de “modelo
experimental” que el gobierno de Calderón prevé que se
pueda ir implantando en “donde sea necesario”. Así
pues, militarizar ha sido siempre la “solución”,
imponer dictaduras militares como aquéllas a las que me
referí antes, pues se ha justificado la incapacidad de
mando de los gobiernos que en su momento derrocaron dichas
dictaduras, como motivo suficiente para hacerlo (aunque esa
“incapacidad”, más tuvo que ver con el hecho de que se
trataba de gobiernos que buscaban beneficiar a las clases
trabajadoras y recortar los privilegios de los grupos
dominantes).
Entonces, ya con un tercio del ejército
patrullando varios lugares del país, pero con un fin
perfectamente definido, el del “combate al narco”, será
justificable que para efectuar tal lucha, los militares,
incluso, puedan estar autorizados a cometer actos ilegales o
prepotentes, tales como detenciones arbitrarias, cateos a
domicilios sin orden judicial, disparar contra supuestos
sospechosos… y muchos otros ilícitos que han merecido
varias quejas en contra de las fuerzas armadas. Por ejemplo,
ya se han reportado varios “errores” de soldados que han
asesinado en retenes a ciudadanos inocentes, quienes víctimas
del terror de ser detenidos por militares en medio de la
noche (hay tantos falsos soldados y policías, que sólo
detienen para robar o asesinar, que es natural que la gente
tema a esos retenes), no obedecen la señal de detenerse que
se les hace (el caso más reciente fue el asesinato en
diciembre del año pasado, 2008, de una mujer embarazada, a
bordo de su automóvil, que por pánico no detuvo su auto en
un retén militar ubicado en Ciudad Juárez, Chihuahua).
Recientemente, un funcionario de la
Secretaria de la Defensa Nacional, el general Jaime Antonio
López Portillo, declaró que las 671 quejas en contra de
elementos del ejército que se presentaron en el 2008, “no
son muchas”, tomando en cuenta que a diario se despliegan
45 mil soldados (eso daría un porcentaje de 1.5% de
soldados que hubieran cometido una falta, y quizá por eso a
este general le parezcan “pocas” las quejas).
Claro, y con tal de no echarse los
panistas en contra al “leal” ejército que “combate al
narcotráfico” y quedar muy bien con éste, se pasan por
alto tales denuncias y por ello se ha tratado de dar
carpetazo y dejar impunes actos de brutalidad y ensañamiento
militar contra la población civil, como el vergonzoso acto
cometido contra la mujer indígena Ernestina Ascencio (que
recién cumple dos años), sexagenaria, humilde campesina,
quien a pesar de su propio testimonio y de las indiscutibles
pruebas forenses que se le practicaron al morir (se le
hallaron severos desgarres vaginales y restos de semen de
varios individuos), de que había sido violada
tumultuariamente por militares, al final el caso se cerró
por presión desde las altas esferas (el mismo Felipe Calderón,
en un acto de claro desdén hacia el infame crimen y
prepotencia, declaró que la mujer había fallecido de una
“gastritis mal atendida”, haciendo eco de los falsos
argumentos emitidos por José Luís Soberanis, presidente de
la Comisión de Derechos Humanos, quien sostuvo tales
vergonzosas aberraciones y por el gobernador de Veracruz,
Fidel Herrera Beltrán, quien, aunque inicialmente había
favorecido que se trataba de una violación por militares,
al final, extrañamente, “cambió de opinión” y también
aceptó que se trataba de una gastritis).
Y en las recientes manifestaciones de
jóvenes encapuchados que han querido achacarse a los narcos
(independientemente de si esto sea verdad o no), muchas de
las personas que han asistido, han denunciado que ellos o
familiares han sido víctimas de la violencia y prepotencia
militares, algo que es indudable dada la impunidad con que
tradicionalmente opera el ejército (son frecuentes las
incursiones militares, por ejemplo, en las tierras ocupadas
por bases del Ejército Zapatista de Liberación Nacional,
EZLN, en Chiapas, cuyo fin ha sido intimidar y expulsar de
esos lugares a sus hostigados habitantes.
Y recuérdese que la represión hecha
contra estudiantes en 1968 fue consumada por soldados, así
como la “guerra sucia” desatada contra activistas políticos
en los años posteriores fue llevada a cabo principalmente
por cuerpos de inteligencia militar). Pero además esto será
un excelente negocio para los armeros que surten al ejército
(principalmente estadounidenses), pues al emplear extensiva
e intensivamente al ejército, se requerirá mucho más
armamento, además de todos los gastos que tan tremenda
movilización de tropas necesitará, por ejemplo, la
transportación, la alimentación, el hospedaje (sí, muchos
deben de estar haciendo las grandes cuentas).
Así pues, el actual gobierno panista,
al apostar exclusivamente a la violencia militar, se estaría
infligiendo una especie de auto-cuasigolpe de estado al
relegar las tareas de control, mando y vigilancia de gran
parte del país al ejército, reconociendo de esa manera una
intrínseca ineptitud para gobernar, pero que no se presenta
ante la gente como tal, sino como una acción por el “bien
del país”.
Calderón podría declamarlo así: “¡Delego
algunas de mis facultades y mis funciones en el ejército,
pero sigo firme en la presidencia fraudulenta!”. Es que el
tratamiento de “shock” así lo requiere. Lo más irónico
de todo es que se está cayendo en los “funestos
presagios” que se argumentaron durante la campaña de
desprestigio contra el ex candidato presidencial Andrés
Manuel López Obrador, los que argumentaban que el país se
iría al caos y a la descomposición si éste ganaba, todo
lo cual fue parte del golpe de estado mediático
gracias al cual, como he señalado antes, pudo ganar
fraudulentamente Felipe Calderón y en el que las mafias
empresariales y bancarias ligadas al narcotráfico, que
ahora Calderón pretende combatir, ejercieron una gran
participación. Pero todo sea en nombre de seguir
controlando al país-negocio que es México.
El segundo elemento que mencioné para
aplicar el doloroso tratamiento de “shock” es la actual
recesión económica, indudablemente mucho más grave que
otras que se hayan visto con anterioridad, pues emana
directamente del centro capitalista del mundo, los Estados
Unidos, quebrado país que ahora descarga inmisericordemente
sus errores económicos, bancarios y administrativos sobre
el resto del mundo (ver mi artículo en Internet “El
convenenciero capitalismo salvaje”).
En este caso, el “catastrofismo”
tan criticado últimamente por Calderón, le está sirviendo
también a la perfección, pues está preparando psicológicamente
a los mexicanos para la aplicación de “curas” que por
muy “dolorosas” que sean, serán para “salvar” al país
de una hecatombe económica.
Así pues, se están aplicando, con
tal pretexto, nuevos impuestos, como el IETU (Impuesto
empresarial de tasa única), que están agravando el peso
arancelario que ya pende principalmente sobre los
trabajadores (no sobre las grandes empresas, las que son
expertas en evadir impuestos o en disminuir su pago), se
incrementan los precios de los combustibles al aumentar la
cantidad que el gobierno retiene como gravamen fiscal (hay
una demanda actualmente desde el sector de los transportes públicos
exigiendo la congelación del precio del diesel, el que ha
seguido subiendo mes tras mes, dificultando aún más las
actividades económicas que dicho sector de por sí tiene
ya).
Incluso se habla ya de que buscará
aplicarse el IVA a todo, incluyendo alimentos y medicinas,
que hasta ahora han estado exentos, pero con una tasa
del 12% (¡para que vean que somos muy buenos, la bajamos
del 15% al 12%!, alardearán los mal administradores
panistas), con tal de aumentar la recaudación, se
justifica, para preparar al país contra los profundos
efectos que esta recesión tendrá, según reza el discurso
oficial.
Sin embargo, más bien parece que esa
recaudación será enfocada a enfrentar los altos costos que
el dispendio gubernamental ejerce, desde incrementar
sustancialmente el presupuesto para las fuerzas armadas (las
que, como ya señalé son fundamentales tanto para la
“guerra contra el narcotráfico”, como para el control
del descontento social que detonarán las impopulares
medidas económicas, fiscales y legales que se irán
imponiendo), seguir pagando insultantes altos salarios a
todos los funcionarios y hasta que se puedan “rescatar”
empresas (ya lo comenzó a hacer el gobernador de Coahuila,
el señor Humberto Moreira Valdés, quien “apoyó” con
un millón y medio de dólares a la planta de General Motors
ubicada en ese estado. O el Banco de México, subastando dólares
indiscriminadamente, para que no se siga devaluando el peso,
con tal de que las empresas que tengan adeudos en esa moneda
no los paguen tan caros).
Y también se está aprovechando que
todo es “guerra al narco”, para forzar, ahora sí, dicen
los panistas, una sustancial modificación a las leyes
laborales (la “Ley Federal del Trabajo” principalmente),
con tal de que los patrones puedan actuar más libremente en
la contratación de los trabajadores, quienes si de por sí
con la legislación actual son víctimas frecuentes de
despidos injustificados, malas condiciones laborales, bajos
salarios, anulación de prestaciones, sobreexplotación,
entre otras ilegalidades laborales, si esas leyes se
modifican, su situación empeorará, a cambio de que México
sea, como China, una especie de paraíso laboral, con
trabajadores controlados militarmente (dado el proceso de
militarización que expongo arriba), mal pagados, y
sometidos a la conveniencia y capricho de las empresas,
sobre todo extranjeras, que manejarán a su antojo a esos
trabajadores. Así pues, todas esas medidas de “shock”,
se justifican plenamente ante los “terribles” efectos
que la recesión, (junto con la guerra al narco) tendrá.
Todas esas imposiciones,
indudablemente que se aplicarán, pero lo inmoral aquí es
que en lugar de que se busquen medidas que atenúen esos
efectos en la población de menores ingresos, que es la
mayoría, lo único que se haga sea forzar “soluciones”
que solamente aminoren los efectos perniciosos en los grupos
privilegiados del país, incluyendo, claro, a la clase
gobernante ligada a ellos.
Pero no deben de sorprender los
tratamientos de “shock”, justificarán los panistas, ya
que en todos lados, no sólo en México, se implementarán,
como lo que está haciendo Barack Obama en EEUU (lo que
afectará a México, por supuesto), el centro y causante de
la crisis, al enfatizar que si no se rescata a los bancos
estadounidenses (como se está haciendo, por ejemplo, con el
quebrado Citigroup), por muy impopular que eso parezca, se
corre el riesgo de que el “país se colapse en el corto
plazo”.
Incluso se habla ya de que la recesión
económica en todo el mundo, pero sobre todo los efectos que
tendrá en los países más pobres y vulnerables, estará
muy ligada a la “seguridad interna” de ese país. Así
que eso prepara muy bien el terreno para futuras invasiones
estadounidenses a “naciones inestables” (más
tratamientos de “shock”, pues), así, como México, con
tal de que la “seguridad interna” de EEUU no se vea
afectada (muy estratégicamente Obama prevé subirle el
presupuesto al Pentágono un 4% en el año 2010, quizá para
que el ejército esté preparado para las eventualidades y
problemas que la severa crisis planteará a su “seguridad
nacional”).
Y no sólo eso, sino que en recientes
declaraciones hechas por el ex zar antidrogas de EEUU, el señor
Barry McCaffrey, en referencia a México y el narcotráfico,
urgió a que se detenga el poder de las mafias mexicanas de
narcotraficantes, pues todo el dinero que obtienen por la
venta de drogas en ese país (que para el año pasado se
calcula que ascendió a unos $18,000 millones de dólares),
las está fortaleciendo más, y eso está afectando la
gobernabilidad en México (precisamente lo que analizo
en este trabajo, que, como ya comenté, le cae como anillo
al dedo a ambos gobiernos para justificar una futura
militarización de todo el país y recrudecer la represión
no tanto contra el “crimen organizado”, sino contra las
protestas sociales), por lo que reiteró que “México es
una emergencia nacional” (justificación del tratamiento
de “shock”).
Eso mismo declaró el Pentágono, a
través del US Joint Forces Command, organismo que advirtió
que México se enfrenta al peligro de sufrir un “rápido y
repentino colapso debido al poder de las mafias criminales y
los cárteles de las drogas”.
Y ya el secretario de la Defensa, el
republicano Robert Gates (un muy conservador personaje, que
sirviera tanto a Bush padre como a Bush hijo), declaró por
estos días que “Estados Unidos quiere incrementar la
asistencia militar que provee a México para su lucha contra
el tráfico de drogas. La ayuda podría ser
suministrando equipo militar, entrenamiento, labores de
inteligencia, con tal de ayudar a las autoridades en su
lucha contra los bien armados y organizados
narcotraficantes”.
Bastará leer entre líneas que lo que
Gates dijo es más que un “ofrecimiento”, pues en
realidad se trataría de una medida que EEUU se reservaría
el derecho de aplicar unilateralmente, con tal de que su
“seguridad interna” no se exponga. Y también significaría
que no le basta a EEUU con la aprobación del “Plan Mérida”
– que pudo haberse también denominado “Plan México”,
en alusión al “Plan Colombia” –, con el que sólo se
destinan fondos para que México “combata al crimen
organizado”, sino que se estaría planteando que el
gobierno de Calderón acepte ayuda militar directa (y
previendo también que aquellos fondos no se emplearan
correctamente).
Por tanto, como puede verse, podría
estarse preparando el terreno para pretextar, en un no muy
lejano futuro, quizá hasta una intervención militar
estadounidense de “corto alcance” (ya el gobernador de
Texas, Rick Perry, adelantándosele a Gates, habla de que
militarizará completamente la frontera entre su estado y
Texas, con la operación “Río Grande”, y no es de
dudarse que podría autorizar incluso incursiones a nuestro
país, si fuera necesario, para combatir a los delincuentes,
todo para garantizar la seguridad de su estado), con
tal de “apaciguar” al país. Sí, se requerirá un
tratamiento de “shock”.
Si eso sucede, las mafias, la
“guerra al narco”, la “descomposición del Estado
mexicano”… habrán servido perfectamente bien para tal
cometido.
Pero si así fuera, EEUU no sólo
estaría buscando acabar con el poder del narcotráfico,
pues eso se podría lograr más fácilmente legalizando las
drogas y desmantelando las redes de lavado de dinero que
operan conjuntamente entre los dos países (algo que no se
hará, pues se acabaría con el “Big Money” que ese
negocio deja), sino que además México es estratégico para
los planes de “seguridad energética” que EEUU diseña
desde hace años, con tal de proveerse de energéticos
vitales como el petróleo, del que México tiene probadas y
potenciales reservas (en los llamados “pozos
ultraprofundos” del golfo, que pretenden concesionarse a
empresas extranjeras o los yacimientos hallados
recientemente en Chicontepec, Veracruz, todo lo cual podría
aumentar muchos años más, se especula, la producción
petrolera mexicana. Ver mi artículo en Internet “Los
pozos petroleros ultraprofundos, otra manera de seguir
garantizando la dominación estadounidense sobre México”).
Y claro, en referencia a la
“seguridad interna” que menciono arriba, México es
también muy estratégico como espacio de “contención de
actos de terrorismo, descontento social y subversión que
pudieran provenir de la frontera sur de EEUU”, tal y como
se ha estipulado en los planes de “seguridad nacional”
que Bush y su “guerra contra el terrorismo” asignaron
para su “patio trasero”. Véase, al respecto, lo
efectivas que son nuestras autoridades migratorias para
contener, mediante golpes y violentos métodos, a los
ilegales centroamericanos que intentan penetrar por la
frontera sur de México en su camino hacia EEUU. Son menos
indocumentados que la migra estadounidense tendrá que
arrestar y deportar a sus países.
Así pues, resultaría práctico
militarizar al país, ya sea que sólo lo hicieran los
panistas o combinadamente con EEUU, la opción más óptima.
Por tanto, es bastante probable que la
“descomposición del estado mexicano”, sea parte de un
velado plan contemplado desde EEUU, en asociación con los
panistas, para dar paso, como dije arriba, a un Estado
militarizado, rígido, disfrazado de “democracia”, que
sirva más efectivamente a los intereses estadounidenses de
toda índole (por ello se seguirá impidiendo, a toda costa,
que gane las elecciones un candidato de izquierda, como López
Obrador, pues ello interferiría con los planes
estadounidenses. Y por tal razón es que el reflujo del
PRI, como alternativa que deje de lado a los ineptos,
negociantes panistas, se ve como una fuerte, ideal opción,
ya que siempre ha sido un partido pro empresarial, pro
estadounidense y también muy dado a ejercer “mano dura”
contra el descontento social).
Esto explicaría muy bien la cínica
actitud que EEUU muestra en cuanto al doble juego que lleva
al referirse a la “descomposición” del Estado mexicano.
Por un lado hace sus alarmistas declaraciones contra México,
pero no menciona que ciertamente la producción de drogas
continúa al alza por el fuerte consumo de estupefacientes
que sostiene una buena parte de los estadounidenses, así
que mientras no disminuya la demanda, no disminuirá el
narcotráfico (es una exigencia en algunos círculos
gubernamentales de ese país que se legalicen drogas como la
marihuana, pues esa medida contribuiría, se dice, a
disminuir fuertemente ese problema).
Por otro lado, lo del “gran poder”
de las mafias y los cárteles de las drogas se debe también
a que con todos los millones de dólares que ganan pueden
armarse perfectamente bien con todo tipo de sofisticados
arsenales de rifles de asalto, metralletas, pistolas… que
compran justamente en EEUU, en donde las laxas leyes sobre
posesión de armas, permiten un nutrido comercio de aquéllas
(unos 200 millones de estadounidenses poseen armas de todo
tipo).
La institución Brookings estima que
alrededor de 2000 armas son compradas y llevadas desde EEUU
a México todos los días, lo que nos daría la
sobrecogedora cifra de más de 730,000 por año. Estimando
un costo por arma de unos $200 dólares, los vendedores de
tales armas obtendrían unos nada despreciables 146 millones
de dólares. Esos vendedores son armeros que operan a lo
largo de la frontera, de los que hay alrededor de 6600, que
es en donde, sin problemas, se surten los narcotraficantes.
Así que siendo tan excelente negocio,
no parará, a menos que las hipócritas autoridades
estadounidenses (el periódico New York Times también llamó
“hipócritas” a las autoridades estadounidenses por el
doble juego que practican) hagan algo contra ese ilegal,
pero muy lucrativo tráfico. Y en este momento, con la
tremenda recesión que están padeciendo los ciudadanos de
EEUU, evitar que entraran esos millones de dólares y en
algo “aliviaran” los problemas económicos, sería
absurdo. Por ello, pues, no sorprende que en la “guerra
contra el narco” emprendida por Calderón, los
delincuentes estén mejor armados que las policías o el
mismo ejército (es increíble que incluso ya posean los
narcos hasta lanzacohetes y granadas).
Así pues, bienvenida sea la
“descomposición del estado”, la “guerra al narco”,
el “crimen organizado” y la “recesión económica”.
Nada mejor para aplicar los tratamientos de “shock”.
Las elites empresariales
estadounidenses y mexicanas, ligadas a las mafias, y los mal
administradores panistas, se beneficiarán bastante de tales
“desgracias” y de tales “tratamientos”. Nunca antes
el “catastrofismo” de cualquier forma fue tan oportuno.
Contacto:
studillac@hotmail.com
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