Los deficientes servicios públicos mexicanos de salud:
el caso del ISSSTE
Por Adán Salgado Andrade
Para Socialismo o Barbarie, abril de 2009
En la actual
época tan mercantilizada, crítica y recesiva que estamos
viviendo, el capitalismo salvaje condiciona hasta el acceso
a la salud, la cual, se supone, es un derecho inalienable de
todo ser humano.
No, quien esté
enfermo, pero que no pueda pagar doctores, medicamentos o
tratamientos hospitalarios, estará condenado a sufrir o a
morir a causa de sus males. Por ello, para evitar que la
gente de limitados recursos económicos (la mayoría de la
población mundial) muera por carecer de atención médica,
se institucionalizó hace años (especialmente desde los años
en que se estableció la llamada “economía mixta”) que
en casi todos los países, el gobierno proporcionara
servicios de salud públicos para sus ciudadanos,
especialmente para los trabajadores y para aquéllas
personas de los estratos más bajos.
Sin embargo,
desde que el neoliberalismo se desató hace casi treinta años,
la calidad de tales servicios no sólo ha mermado, sino que
muchos han desaparecido para dar paso a todo un sistema
privado de salud, que ha hecho de la atención médica un
muy lucrativo negocio, dirigido principalmente a lo sectores
más pudientes.
Esta situación,
por ejemplo, tiene lugar en Estados Unidos, país que
supuestamente cuenta con dos programas federales de salud,
el Medicare (atención a adultos mayores de 65 años) y el
Medicaid (atención a la gente más pobre del país).
Sin embargo,
los servicios proporcionados son tan deficientes, que la
mayoría de la gente se ve obligada a pagar un seguro
privado para tener acceso a atención médica que, de otro
modo, no obtendría bajo esos programas.
Y ese es un
excelente negocio para las aseguradoras, las que ofrecen
“paquetes” de seguros médicos, cuyo costo depende de lo
que el cliente desee en cuanto a servicios médicos (aquí
en México ya también están de moda los costosos seguros médicos,
para suplir lo que los servicios públicos no pueden
ofrecer).
En la cinta
“Phsyco”, el documentalista Michael Moore revisa el pésimo
servicio médico que priva en la mayor parte de EU, en el
cual ofrece ejemplos de que mucha gente enferma, aún a
pesar de contar con seguros médicos, no es atendida
adecuadamente e, incluso, ha llegado a morir.
Yo conozco el
caso de una buena amiga de ese país, la que padece
neurofibromatosis tipo II, un raro mal (una de cada cien mil
personas lo tiene) caracterizado por la aparición de
tumores cerebrales.
En su caso,
han sido tan invasivos, que hasta el ojo izquierdo ya perdió.
Como esa enfermedad debe de estarse revisando
constantemente, ella adquirió un seguro médico para tal
fin, pues los servicios públicos de salud no contemplan la
atención de ese degenerativo mal. Sin embargo, cuando hace
pocos días trató de hacerlo válido para que le hicieran
los estudios correspondientes y, si era necesario,
intervenirla quirúrgicamente, la mayoría de los hospitales
a donde acudió, le negaron la atención, pretextando que su
seguro era “insuficiente” para tales estudios y el
tratamiento que mi amiga demandaba.
Después de
mucho peregrinar e innecesarios sufrimientos y molestias,
finalmente en un nosocomio le hicieron válido su seguro –
“Se compadecieron de mí”, me contó. Pero me ha dicho,
muy desconsolada, que su mal avanzó en esos meses que no se
le atendió y que ya irán saliendo más complicaciones. Y,
como dije, ¡eso sucede en un país supuestamente desarrollado
como EU!
Así pues, en
la actual época de salvajismo capitalista-materialista, la
salud es un excelente negocio, sobre todo cuando se trata de
atender a los grupos poblacionales de mayores recursos. Pero
es que además es inevitable que la mayor parte de la gente
enferma trate de
curarse.
Podrá no
comprarse auto nuevo, ropa cara o casa, pero si la
enfermedad que se padece es curable, entonces acudirá la
persona afectada ya sea a servicios médicos públicos o
privados para tratarla. Sin embargo, como de por sí el
acceso a tales servicios médicos, sobre todo en el caso de
especialidades, es costoso, la existencia de los servicios médicos
públicos supondrá que quien tenga acceso y derecho a
ellos, aunque no tenga dinero para pagarlos, pueda teóricamente
curarse.
Y como ya señalé
arriba, por esta situación de profunda crisis económica
que está afectando a varios sectores productivos y a
millones de personas, ha aumentado la demanda de la medicina
pública, pues sectores económicos pertenecientes, por
ejemplo, a la muy mermada clase media, que antes podían
acudir a instancias privadas para atenderse, ahora recurren,
en México, a las instituciones que proveen, por obligación
estatal, tales servicios.
Esas
instancias son el IMSS (Instituto mexicano del Seguro
Social), que atiende a todos los trabajadores empleados por
el sector privado, y el ISSSTE (Instituto de seguridad
social al servicio de los trabajadores del Estado), dedicado
a atender a los trabajadores del estado, es decir, a la
burocracia.
La gente que
no tiene acceso a ninguno de los dos anteriores, debe de
recurrir a un muy cuestionable y aún más deficiente (mucho
más que el prestado por aquellas instancias) servicio público
de salud, para el cual, mucha veces, las clínicas que lo
prestan, ni siquiera cuentan con materiales tan elementales
como jeringas y mucho menos medicinas (En alguna ocasión,
acudí, debido a una emergencia médica, al hospital
municipal del municipio de Tenancino, Estado de México.
Tras la
consulta, se me recetó un medicamento que tuve que comprar,
claro, pues se carece prácticamente de medicinas en lugares
así. Dicho medicamento debía ser inyectado, sin embargo,
no fue posible que la enfermera me lo administrara tampoco,
pues ¡no tenían jeringas allí!, así que de nueva cuenta
acudí a la farmacia, en donde, de plano, pagué al
dependiente para que me aplicara la inyección y no perdiera
más tiempo regresando al “hospital”).
En este artículo
me referiré al ISSSTE, institución que, supuestamente,
tuvo toda una reforma, sobre todo en el sistema de pensiones
(se aplicaron también los cambios que se hicieron en el
IMSS, como el sistema de cuentas individuales, igual que las
famosas AFORES, que operan en aquél. Ver mi artículo en
Internet: El convenenciero capitalismo salvaje), para optimizar
los supuestos “bajos recursos” con que cuenta, lo
que, en resumen, redundó en un alza de las cuotas que se
descuentan a los trabajadores del gobierno y un aumento de
los años laborables (treinta años como mínimo o 65 años
de edad) para tener derecho a la jubilación.
Y esos cambios
se justificaron, se dijo, tanto para “asegurar” las
pensiones futuras de dichos trabajadores, como para
“mejorar” el servicio médico. Pero, como veremos, es
algo totalmente falso. Y las deficiencias que expondré son
igualmente aplicables al IMSS, institución que presta también
muy precarios “servicios de salud” a sus afiliados (sólo
hay que ver el trato que les da a las personas de la tercera
edad, las que son humilladas y vejadas, tal y como cualquier
jubilado de edad avanzada de esa institución que acuda a
sus “servicios médicos” puede testimoniar).
Para comenzar,
el presupuesto otorgado para la totalidad de las funciones
que el ISSSTE debe de proporcionar es bastante limitado. El
presupuesto gubernamental federal para este año es de
alrededor de 2 billones 744,000 millones de pesos.
Pero para
aquella institución se asignarán solamente 88,358 millones
de pesos para su gasto programable, lo que significaría que
apenas se destinará el 3.22% de los recursos de la federación
(Fuente: página electrónica del ISSSTE). En contraste, el
presupuesto para la Secretaría de la Defensa Nacional, con
muchas más limitadas funciones (principalmente para
hostigar a regiones campesinas “rebeldes”, como las
zapatistas, o el supuesto “combate al narcotráfico”),
es de 34900 millones de pesos, 1.27% del presupuesto
federal, lo cual, puede verse, resulta desproporcionado.
Ahora bien, si
además desglosamos lo que el ISSSTE destinará a los muy
demandados servicios de salud (no considero el rubro
denominado “otros servicios de salud”, que son los
destinados a investigación, capacitación, mantenimiento y
otros rubros indirectos), resulta que entre los servicios
para la llamada “atención médica preventiva” (lo que
se canaliza a las clínicas) y los de la “atención médica
curativa” (lo que se contempla en hospitales), los
recursos ascienden a alrededor de 16813 millones de pesos,
es decir, 19.02% en relación al gasto programable de la
institución, pero apenas un muy insignificante 0.0061% del
presupuesto federal (Sumando este presupuesto de salud del
ISSSTE al del IMSS, de 7500 millones de pesos, 0.0027%, y al
del llamado Seguro Popular, de 49,000 millones de pesos,
1.78%, obtenemos un raquítico 1.7888% de presupuesto
federal. La ONU recomienda para este rubro por lo menos un
6%, no del presupuesto gubernamental, sino del PIB. Para el
año pasado, que el PIB de México fue de alrededor de
900,000 millones de dólares, el presupuesto en salud de
este año sería de apenas 0.0051% de aquél, es decir, ni
el uno por ciento se dedica en este país para la salud).
Pero el análisis
resulta aún peor si consideramos que de los casi 15,297
millones de pesos destinados a la infraestructura
hospitalaria del ISSSTE, 13126 millones se van en pagar
sueldos, o sea, un 85%, y para medicamentos y otros
suministros, apenas se destinan poco más de 738 millones,
es decir, 4.82%. Y estos datos numéricos evidencian la
precariedad de los recursos destinados a la salud por dicha
institución (se consignan un total de 11543 millones de
pesos para gastos de medicamentos y suministros del total
del gasto programado, o sea, apenas un 13%).
Ello provoca
que sean constantes las quejas de los derechohabientes, los
que han crecido un 12 por ciento en los últimos cinco años,
por la pésima atención, la falta de medicinas,
insuficientes médicos especialistas, falta de camas, de
salas de operación, de malos tratos y negligencia por parte
de enfermeras o personal administrativo... y muchas otras
situaciones que desmienten al gobierno panista de que el
servicio “ha mejorado”. Tan malos son los servicios, que
los funcionarios de dicho gobierno que perciben altísimos
salarios, ni de broma acuden a curarse en esa institución,
y hasta se les asigna un presupuesto especial para que se
atiendan a todo lujo en clínicas y hospitales particulares,
incluso en el extranjero, como señaló hace poco Andrés
Manuel López Obrador, en un discurso dado el 17 de febrero,
en el cual informó que “la cobertura de servicios médicos
privados para esos funcionarios que ganan un sueldo de 600
mil pesos mensuales, costará este año 45 mil millones de
pesos” (este dinero equivaldría a 1.6% del presupuesto de
la federación, mucho más alto que los gastos de salud que
destina el ISSTE, 0.0061%, como señalo arriba, así que ¡vaya
si se dan sus privilegios los mal administradores panistas!).
De acuerdo con
el testimonio de una ex empleada que laboró en el
“Hospital Regional Zaragoza”, dentro del área
administrativa (a quien llamaré Leticia), justamente el que
casi todo se vaya en pagar salarios, es una de las causas de
la deficiencia en los servicios médicos que presta el
ISSSTE. “Sí, mira, allí trabajan unos 17,000 empleados y
más o menos hay entre 9 y 10mil que ya tienen su base. Y
casi todos los que entran allí, tratan de conseguirla lo más
rápido posible, pues ya cuando la tienes, tu salario puede
duplicarse o triplicarse, según tengas años de antigüedad”.
A los
empleados eventuales, como ella, se les denomina
“suplentes”, y sus salarios rondan los 4800 pesos
mensuales, no tan bajos, como puede verse, si se toma en
cuenta que en este país, alrededor del 60% de los
trabajadores perciben entre uno y dos salarios mínimos, es
decir, entre 1600 y 3200 pesos mensuales. “No, y hay gente
que tiene unos sueldazos, como el director del hospital, que
gana ¡170,000 pesos quincenales!, y casi ni lo ves en el
hospital. Y los jefes de área, ésos ganan 70,000 pesos al
mes, y tampoco creas que hacen mucho... así que imagínate
todo lo que se va nada más en puros sueldos”, comenta
Leticia. Dice que del total de empleados, poco más de la
mitad, unos 9000, son enfermeras, un 15% doctores, y el
resto, un 35%, se reparten entre administrativos,
afanadores, encargados de la cocina, camilleros, los
encargados de las ambulancias y el resto de trabajadores que
se requieren en ese hospital. “Los más jóvenes que
contratan son los camilleros o los de las ambulancias, pues
sus edades oscilan entre 19 y 25 años”, aclara Leticia.
“Lo que yo
veía es que, por parte de las enfermeras que, como te dije,
son las empleadas que más hay, la mitad más o menos de
todos los trabajadores, sobre todo las que tienen base,
muchas son muy hurañas y deshumanizadas para tratar a los
pacientes, sí, como que ya hacen todo mecánicamente, sin
muchas ganas”. Cuenta Leticia que varias de ellas, con tal
de aumentar sus ingresos – considerados insuficientes para
una buena cantidad –, incluso doblan turnos, pues el
sueldo extra que perciben por el tiempo adicional a su
jornada es muy atractivo. “Así que, imagínate, ya después
de varias horas, pues nada más lo que quieren es terminar
su jornada e irse rápido”.
Es entendible
la actitud de las enfermeras o de los empleados en general,
pues a fin de cuentas se trata de una burocracia que al ser
mantenida, en cierto modo, satisfecha por el gobierno
(mediano sueldo, buenas prestaciones, poca exigencia en su
labor...), resulta en un factor social que implicará cierta
estabilidad política para aquél. “Sí, ya cuando tienen
su base, ¡olvídate!, constantemente están pidiendo
permisos, que vacaciones, que préstamos, que faltas por una
u otra causa... y casi siempre se las justifican. Además,
su sueldo, como te dije, se puede duplicar o triplicar. Si
yo hubiera tenido mi base, en lugar de 2400 pesos
quincenales, me hubieran pagado seis mil pesos, más del
doble, sí, pero tuve que dejar el trabajo por problemas de
horario”.
En cambio, los
empleados suplentes no gozan de ninguna prestación, ni
aguinaldo, nada, y cada quince días firman contrato, con
tal de no hacer antigüedad, comenta Leticia. “Y ya cuando
tienen la base, les descuentan 90 o 100 pesos quincenales a
todos, y con eso les van haciendo un fondo de ahorro, que el
sindicato incrementa con aportaciones. Y en junio de cada año
les dan como $7500 extras”. Vaya, pues de acuerdo con
esto, los trabajadores ahorrarían unos $1200 pesos en seis
meses, y si reciben $7500, resulta que el sindicato les habría
aportado $6300 pesos. Si, como dice Leticia, unos 10,000 son
de base, estamos hablando que se deben de erogar unos 63
millones de pesos extras tan sólo en salarios. O sea, menos
recursos para la atención médica.
También
platica Leticia que es muy diferente la actitud de las
enfermeras cuando llegan a sufrir digamos que un accidente.
“¡Uy, si vieras que cuando se pinchan accidentalmente con
una aguja, el escándalo que hacen, más si están en un área
infecciosa cuando les pasa eso!”. Llegan a obtener, según
el testimonio de nuestra entrevistada, hasta 250,000 pesos,
dependiendo de su antigüedad y de la “peligrosidad” del
accidente. “Pero algunas hasta parece que a propósito lo
hacen, pues aunque les den la indemnización y licencia para
no trabajar, de todos modos muchas siguen trabajando, pero
ya les dieron un dinero extra”. Y cuando ellas son las que
incurren en algún caso de negligencia, pues minimizan su
actuar.
“Pues si
tienen muchos reportes,
las mandan a ‘descansar’, dos, tres meses, y ya luego
regresan, como si nada”, agrega Leticia. Y eso mismo pasa,
continúa, si la negligencia la comete un médico, por
ejemplo. “También los suspenden tres, cuatro meses, si
por su culpa un paciente se puso más malo.
El peor caso
del que me enteré fue el de un doctor que se le pasó la
mano de aplicarle morfina a un enfermo que se murió por
eso. Tuvo que pagarle de su bolsillo una indemnización a su
esposa y le quitaron su licencia médica, para que no
ejerciera, pero no, no se le levantó un acta judicial, ni
nada”. También comenta que desde que se suprimió lo de
que los empleados que se jubilaban podían “heredarles”
sus plazas a sus familiares (punto positivo, considero), se
acabó en algo con que gente inepta ocupara cargos
importantes. “¡Por ejemplo, había una jefa de área que
había heredado su puesto, pero, en serio, no sabía nada
esa señora!”, exclama enfática Leticia.
También tiene
que ver para que los servicios sean limitados o malos el que
de ciertas áreas existan pocos empleados, como es el caso
de los radiólogos, que son quienes se encargan de que a los
pacientes se les saquen radiografías. “Hay muy pocos y
hasta los suplentes sólo trabajan tres días, pues por la
exposición a las radiaciones, nada más trabajan tres días,
por las consecuencias que les provocan, que se pueden
descalcificar u otras cosas. Pero ellos son los que más
ganan, cinco mil pesos a la quincena, por los peligros a que
se exponen”. Y señala Leticia que los radiólogos de
base, astutamente, dejan a los suplentes a que hagan el
trabajo de meterse con los pacientes a las máquinas, para
que les saquen las placas. “Sí, como ya saben qué pasa,
pues de tontos se meten ellos”, comenta sonriente.
Y también
platica Leticia sobre la poca ética profesional de algunos
doctores que venden sustancias necesarias para determinados
exámenes, pero que por ser costosas, el ISSSTE se
desentiende de proporcionarlas. “Sí, por ejemplo, la
gente que se debe de revisar la vista, necesita a veces de
una sustancia que les ocasiona ceguera temporal, pero como
no hay, porque es muy cara, deben de comprarla (¡esto es inconcebible y vergonzoso,
reflexiono!), y entonces hay oftalmólogos que se las
ofrecen más barata.
O también les ofrecen lentes o armazones. Y también hay
odontólogos que les ofrecen puentes o prótesis a sus
pacientes que allí, por ser caras, tampoco se les
proporcionan. Pero tampoco les hacen nada si los descubren,
como te digo, nada más los suspenden uno o dos meses y los
regresan a sus puestos”.
Dice Leticia
que eso lo hacen porque a veces hay pocos doctores de tal o
cual especialidad, escasean, así que aunque cometan faltas
al ofrecer en venta ciertas cosas, de todos modos esa
intricada burocracia médica los conserva. Pero además, hay
un cierto cinismo en tales acciones, considero, pues sólo
suplen aquello de lo que en los hospitales de esa institución
se carece. Así que si “por debajo del agua” dichos
doctores-comerciantes pueden proporcionar lo que haga falta
a cambio de dinero, pues simplemente estarán “llenando”
los vacíos que un raquítico presupuesto ocasiona.
“Además
también casi todos los doctores tienen otro trabajo, así
que a veces ni se presentan a la consulta, por lo que a
veces se deben de reprogramar a esos pacientes”. Y sucede
que muchos que requieren de una cita con un especialista
deben de esperar dos o tres meses para que se las otorguen.
“Pues a veces algunos enfermos hasta se mueren antes de la
consulta”, comenta Leticia, con gesto de resignación. Y
esa actitud por parte de la institución sería una muestra
de la deshumanización a la que se ha llegado en sus
hospitales y clínicas.
Y tal y como
menciono arriba, otro grave problema es la falta de
medicamentos. “Sí, eso nunca falta, que no te den
medicina porque se acaba pronto, sobre todo la que es muy
cara”. Allí la más costosa y que se solicita mucho, es
la medicina para controlar el SIDA, la que es para el cáncer
y la empelada en la broncoaspiración. “Aunque se supone
que deben de tener un resguardo de esos medicamentos, sobre
todo para dárselos a los enfermos que estén más graves, a
veces ni el resguardo hay”. Así que, me pregunto, de qué
sirve un servicio médico que carezca de las medicinas
necesarias o de otras cosas que resultan indispensables para
proporcionarlo adecuadamente.
“Los
pacientes que más fallecen son mujeres de más de 35 años,
que llegan con cáncer de mama muy avanzado o con cáncer cérvico-uterino.
Y también llegan muchos niños con leucemia. Casi todas las
salas están ocupadas por gente mayor y una cuantas son para
jóvenes o niños. Pero muy seguido no se puede ingresar a
un paciente por falta de camas”, continúa la plática.
Eso me hace pensar en que el incremento en los casos de cáncer
en mujeres o en niños, quizá sea la consecuencia de la
mala calidad de vida que tenemos en esta ciudad, tan
contaminada y estresante, y para empeorar las cosas, ello se
complica aún más debido a los pésimos servicios de salud
públicos, incapaces de remediar tan alta incidencia.
Y también
comenta que en muchas de las urgencias médicas, a los
enfermos se les admite porque llegan varios de ellos graves,
y que sólo así se les ingresa, pues generalmente, para que
ello sea posible, debe de tratarse de casos efectivamente
graves. Pero, razono, entonces de qué sirve el servicio
de urgencias, si sólo se admite a gente con un mal muy
avanzado, como si sólo se tratara de que llegaran allí a
morirse. “Pero fíjate que a veces los rechazan. Una vez,
por ejemplo, llegó un hombre balaceado, sólo lo atendieron
para pararle la hemorragia, pero lo rechazaron, a pesar de
que era derechohabiente, porque dijeron que era un caso
judicial, pues había agresión con arma de fuego y eso no
era competencia del hospital (esto es extraño, pues
justamente también hay personal en el hospital del
ministerio público para esos casos, señala Leticia), así
que se lo tuvo que llevar la ambulancia a otro lado... imagínate,
a lo mejor se les murió en el camino, pues estaba grave el
hombre. También una vez vi a un hombre que llegó violado,
y sí lo admitieron, porque estaba grave... o niños con
leucemia, ya muy avanzada. Pero es difícil que te admitan
en urgencias... casi tienes que llegar muriéndote”.
Y dice que los
días de quincena eran los más pesados para su
departamento, pues la nómina era para los 17000 empleados,
quienes debían de firmar en dos registros. “Y era cuando
menos atendían a la gente, pues se iban a cobrar sus
cheques, sí”. Así que si a uno se le ocurre enfermarse,
pues que no sea en día de quincena hospitalaria, pienso.
“A veces se
hacían encuestas entre los empleados, para comprobar el
estado de los servicios, pero, imagínate, estaba manipulada
desde origen, pues era obligatorio que todos los
trabajadores la hicieran, y todos, en su prisa por acabar,
contestaban que todo estaba bien, que desempeñaban bien su
trabajo y que no había problemas. Y en esas encuestas amañadas
se basa el gobierno para decir que tanto los servicios de
salud, como sus empleados, están muy bien y todo está
perfecto”. Como dije antes, el mantener digamos que
“contenta” a la burocracia, implicará para el gobierno
que un importante sector de la sociedad esté pasivo y
estable políticamente. Y si para ello debe de canalizar la
mayor parte de los recursos en sostener a esa burocracia médica,
lo seguirá haciendo, con tal de evitar protestas e
inestabilidad en ese sector, aunque la que se desestabilice
sea la salud de la gente que depende de tales servicios.
“Y cuando
debíamos de cotejar un expediente, era pesadísimo, pues
debías de revisar cada hoja de ese expediente y había unos
que tenían hasta tres mil hojas... y ahí nos tenían,
revisando una por una y poniéndoles sellos”. “¿Y eso
para qué se hacía?”, pregunto. “Pues porque a veces el
director o jefe de un área lo solicitaba para revisar que
no tuvieran esos empleados muchas faltas administrativas o
incapacidades o cosas por el estilo, por si ameritaban
sanciones”.
En fin, que
entre salarios, papeleo burocrático, negligencia e
insuficientes recursos, la salud de los derechohabientes es
la que menos cuenta.
Ante todo ese
sombrío panorama de la situación de los pésimos servicios
de salud pública, como los del ISSSTE, reflexiono que no
queda más que encomendarse a todos los dioses mexicas, con
tal de que no nos enfermemos o si nos enfermamos, podamos
curarnos con sólo comprar una barata medicina en la
farmacia de genéricos intercambiables más cercana a
nuestros domicilios.
Contacto: studillac@hotmail.com
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