Crisis
sanitaria y endurecimiento político
Calderón
avanza hacia el estado de excepción
Editorial
de Unidad Socialista
México
DF, abril 2009
Liga
de Unidad Socialista (LUS)
Enviado
por Correspondencia de Prensa, 28/04/09
El
brote de epidemia de influenza porcina que estalló en
Estados Unidos y especialmente en México a mediados de
abril y que amenaza propagarse a todas partes ha puesto en
estado de alerta a la sociedad de ambos países y obligado a
sus gobiernos a actuar al respecto. Se trata de un virus de
origen animal, hasta ahora desconocido, con una
capacidad preocupante de contagio. La Organización
Mundial de la Salud (OMS) convocó a una reunión de
emergencia el 25 de abril para decidir el rumbo a tomar en
el caso que debiera elevarse el nivel de alerta de pandemia,
que hasta ese día era de 3, en una escala de 1 a 6. (Véase
el artículo siguiente "Crisis de agua; epidemia de
influenza").
Como
en las anteriores crisis que vienen sacudiendo a la sociedad
mexicana desde 2006 (política, económica, alimentaria y
del medio ambiente) en el caso de esta reciente y peligrosa
crisis sanitaria, nuevamente se ha puesto de manifiesto la
incompetencia e irresponsabilidad del gobierno panista de
Felipe Calderón. Aún más, en esta ocasión preséncianse
amenazadores avances de su parte para arrojar al país a un
estado de excepción.
El sábado
25 de abril, Calderón emitió un decreto que otorga
facultades extraordinarias a las autoridades de la
Secretaria de Salud justificadas en las acciones para
prevenir y combatir la
existencia y trasmisión del virus de influenza. Entre estas
facultades están las de aislar a las personas que padecen
la enfermedad y a los portadores de gérmenes y se otorga el
derecho de las autoridades de ingresar "a todo de local
o de casa habitación" en el ejercicio de sus labores
de control de la epidemia.
Estas
decisiones no pueden verse aisladas, sólo como medidas de
una campaña sanitaria desprendidas de una práctica e
ideología políticas que son las razones de ser del
gobierno de Calderón, el cual está inmerso en una situación
cruzada de graves contradicciones sociales. En 2007 el ejército
salió de sus cuarteles y desde entonces no ha dejado las
calles, comprometido en "una guerra contra el narcotráfico"
que ha incrementado la represión, la violencia y la
arbitrariedad del comportamiento gubernamental. Esta medidas
son acciones culminantes
de los primeros días de la emergencia nacional;
los métodos implementados por las autoridades hasta
hoy han provocado pánico, miedo e histeria colectivos,
principalmente en el Distrito Federal y en el Estado de México.
Primero
el gobierno federal subestimó manifiestamente el brote de
la epidemia. El 23 de abril, el secretario de Salud, Córdova
Villalobos, escenificó en menos de diez horas actos de
incongruencia mayúsculos y confirmó hasta la saciedad lo
antes dicho. Al mediodía declaró que no había nada que
temer con motivo de los datos y acontecimientos ya sabidos
(muertos, contagios) y después, cerca de la medianoche,
declaró exactamente lo contrario, anunciando las medidas de
emergencia nacional que desquiciaron por completo la vida
cotidiana del DF y el Estado de México, zonas de la mayor
concentración demográfica del país.
A
esta conducta incompetente e irresponsable hay que añadir
las graves consecuencias políticas que apenas comienzan a
vislumbrase, que se desprenden del específico momento en
que se encuentra el sistema de dominación.
Calderón
y la camarilla panista que ocupan Los Pinos, representan el
primer gobierno federal dependiente por completo del gran
capital financiero nacional e imperialista y del ejército.
Es heredero ciertamente del aparato de control masivo, en
especial de los trabajadores,
erigido por el
priismo durante sus
setenta años
de dominación. Los panistas no lo han desmantelado y lo
usan en lo que pueden. La abierta y descarada alianza de la
dirigente del SNTE, Elba Esther Gordillo, bastaría para
demostrarlo y constituye el único vínculo con cualquier
tipo de "apoyo" social para su gobierno. Pero se
trata de un residuo de las formas corporativas y
organizativas de un bonapartismo
en su etapa senil, en decadencia completa.
El
conflicto con el sindicato minero, otro legado del vetusto
charrismo priista, por otra parte confirma que las bases
proletarias se rebelan
contra la subordinación a los designios
presidenciales. De hecho la larga resistencia de las huelgas
de los mineros de Cananea, Taxco y Sombrerete
representan combates
decisivos del movimiento obrero, que concita una creciente
solidaridad. .
El
anterior gobierno de Fox, gozó de un margen de maniobra
popular más amplio
por el personaje
que "derrotó al PRI",
margen que pronto se agotó al surgir sin tapujos su
crudo carácter reaccionario de "gobierno de los
empresarios".
Calderón
y su camarilla han encontrado en la crisis actual la
oportunidad de legitimar ante al población una medida cuyas
semillas son potencialmente peligrosísimas. La octava
medida del decreto antes mencionado dice: "Ordenar las
medidas atingentes a fin de evitar congregaciones de
personas en cualquier lugar de reunión": este paso
hacia un estado de excepción se pretende justificar con la
emergencia sanitaria actual. Muchas preguntas se plantean
naturalmente. ¿Esta mediad impedirá la manifestación del
primero de mayo?, ¿ Se permitirán protestas públicas,
manifestaciones, mítines, huelgas, movimientos
ciudadanos de cualquier tipo?
El
movimiento popular, las organizaciones democráticas
revolucionarias estamos ante un
desafío importante. No podemos permitir debemos
luchar organizada y unitariamente contra todo intento del
gobierno de Calderón y la ultraderecha
de imponer un estado de excepción en México.
Crisis
de agua, epidemia de influenza
Una
ciudad altamente vulnerable
Por
Jaime González
Unidad
Socialista, México DF, abril 2009
Liga
de Unidad Socialista (LUS)
No
habían pasado dos semanas desde que la ciudad de México
había sufrido una grave y extendida carencia de agua (la
cual, por cierto, no ha sido superada), cuando el jueves 23
de abril por la noche los gobiernos federal y del Distrito
Federal anunciaron, de modo repentino y sorpresivo, una
serie de medidas para intentar frenar una grave epidemia de
influenza.
Esta
situación puede apreciarse por la magnitud de las medidas:
se suspendieron las clases en las escuelas, se suspendieron
actos y concentraciones públicos, y se anunció una campaña
de vacunación dirigida especialmente al personal médico y
a las enfermeras de los hospitales. La urgencia y
precipitación con que las medidas fueron decretadas se
hicieron evidentes el viernes por la mañana, cuando una
parte de la población que no se había enterado de la
suspensión de clases llevó a sus hijos a las escuelas,
para encontrarlas cerradas.
Y el
sábado 25, las medidas anunciadas por el propio Felipe
Calderón Hinojosa extremaron el rigor de la emergencia
decretando que el gobierno federal podrá recluir a los
enfermos en sus casas, y el ingreso sin aviso de las fuerzas
del orden a domicilios particulares. Aunadas a otras
disposiciones, de hecho Calderón ha declarado un estado de
excepción en toda l república mexicana. Tales
disposiciones, en tiempos como los actuales en que el
gobierno ha sacado al ejército a las calles, entrañan un
gran peligro para el pueblo mexicano
En
un país profundamente dividido por el fraude electoral del
2006 y sus secuelas, no es de extrañarnos que muchas
personas se hayan sentido confundidas, y que haya habido
quienes creyeron que se trataba de una campaña para
infundir miedo, con fines políticos o electorales. Pero el
mismo día 24, la Organización Mundial de la Salud (OMS)
confirmó mediante un comunicado en su sitio de internet (www.who.int)
que 854 personas en la ciudad de México habían sido
reportadas con enfermedad tipo influenza, y que 59 de éstas
habían muerto. Asimismo, se reportaban otros 24 casos de
este tipo de enfermedad y tres muertes en San Luís Potosí,
así como brotes en otras partes del país.
La
razón por la cual las OMS le prestó tanta atención a la
epidemia de influenza es que el análisis realizado por
laboratorios canadienses de 18 muestras provenientes de los
enfermos de México mostraban que se trata de una variedad
desconocida hasta hoy de un virus de influenza altamente
letal y contagioso. El tipo de virus detectado, catalogado
como influenza A/H1N1, es similar al que ocasionó la más
grande y mortífera pandemia (es decir, epidemia ocurrida en
varios continentes simultáneamente) en toda la historia de
la humanidad: la "influenza española" de 1918,
que ocasionó la muerte de alrededor de 50 millones de
personas en todo el mundo.
Con
sus 20 millones de habitantes en la ciudad misma y en las áreas
conurbadas, hay pocos lugares en el mundo donde una epidemia
con este nivel de peligrosidad pueda presentar una amenaza
tan grande como en la ciudad de México: los enormes
hacinamientos en el transporte público, en los centros
comerciales y en diversas actividades y áreas de la ciudad
facilitan el contagio y la rápida expansión de una
enfermedad como la influenza. Adicionalmente, la ciudad de México
es un importante centro de operaciones económicas y de
comunicaciones a nivel mundial, y existe un enorme flujo de
pasajeros que viaja hacia prácticamente todos los países
del mundo.
La
preocupación de la OMS fue tal que su directora, Margaret
Chan, suspendió repentinamente una visita a los EUA, para
regresar al centro de su organización en Ginebra, Suiza.
El
mismo día 24, los Centros para la Prevención y el Control
de las Enfermedades de los EUA (www.cdc.gov)
secundaron casi simultáneamente la ingente
preocupación de la OMS. Asimismo, aclararon que se trata de
un virus altamente transmisible de un humano a otro.
Es
posible que el brote de esta peligrosísima cepa de la
influenza A/H1N1 se haya originado en México. La mutación
que dio origen a esta cepa, por supuesto, es un hecho biológico
del cual no se debe culpar a nadie. Hay, sin embargo, varios
aspectos muy preocupantes en lo que respecta a la conducta y
a la política del gobierno mexicano.
Primero
que nada, según el comunicado de la OMS, los casos de
enfermedad tipo influenza comenzaron a ser reportados en el
Distrito Federal desde el 18 de marzo. La epidemia tuvo que
llegar a más de 800 casos, muchos de ellos pacientes
hospitalizados, y a producir 59 muertes, para que las
autoridades comenzaran a reaccionar y a alertar a la población.
De
acuerdo a una denuncia publicada en el diario El universal
el sábado 25 de abril por médicos residentes en hospitales
de la Secretaría de Salud en el DF, hacía semanas que se
sabía que venían muriendo dos y tres personas diarias a
causa de enfermedad tipo influenza, y ya se habían
presentado casos de personal de salud que había quedado
contagiado (con por lo menos dos personas trabajadoras de
salud muertas a consecuencia de este contagio). Por parte de
las autoridades hubo amenazas de represalias contra
cualquier médico residente que hablara con los medios sobre
la gravedad de la situación que se estaba presentando en
los hospitales.
Además
de la torpeza médica y sanitaria mostrada por las
autoridades ante el avance de la epidemia, ¿cómo es
posible que en México no se cuente con la tecnología
necesaria para analizar las muestras, y detectar las
características genéticas de las cepas de virus de
influenza?
El
hecho es que el análisis tuvo que ser realizado en EUA y en
Canadá. Esto significa que en varias ramas de la
investigación científica, al igual que sucede en tantos
otros campos (como es el caso de varios productos agrícolas
fundamentales y de la tecnología petrolera) el gobierno
mexicano ha abandonado la política de autosuficiencia, y se
encuentra totalmente a merced de los EUA y de otros países
del llamado "primer mundo".
Durante
la segunda mitad del siglo veinte, México estuvo en la
vanguardia del mundo semiindustrializado en varias ramas de
la investigación científica. Hoy, la ciencia mexicana ha
quedado muy atrás ante el avance de países como Brasil y
la India. Bien por Brasil, y bien por la India, y no digamos
China; pero sólo podemos imaginarnos la estrechez de
criterio y la mediocridad de la visión de los gobiernos
mexicanos que han descuidado el avance científico en
nuestro país.
La
respuesta al brote ha sido tardía y precipitada. Peor aún,
ante los hechos anteriormente presentados, es imposible
despejar la impresión que fueron la OMS, Canadá y los EUA
quienes presionaron al gobierno de México a admitir la
gravedad de la situación y a declarar las medidas de
emergencia.
En
segundo lugar, y no menos importante, está la temible
vulnerabilidad de la ciudad de México. Esta ciudad es
heredera de un rasgo de rezago y falta de planeación, que
arrastra desde el virreinato: la llamada macrocefalia política
y económica, en la que en una sola ciudad se concentran
tanto el poder político como el económico.
Ninguno
de los partidos registrados ha presentado una propuesta para
superar este problema, y ningún funcionario electo ha
presentado siquiera una visión, ni mucho menos ha tenido la
voluntad, de emprender el tipo de desarrollo distribuido en
las treinta y dos entidades federativas, que es el tipo de
desarrollo que el país necesita.
La
ciudad de México, uno de los grandes centros económicos,
culturales y de población que hay en el mundo, es también
una ciudad profundamente vulnerable. La destrucción
sembrada por el sismo de septiembre de 1985; la escasez de
agua en muchas zonas conurbadas y de la ciudad misma; los
desesperantes congestionamientos y la ineficiencia del
transporte, son sólo algunos de los síntomas de la
disfuncionalidad que padecemos. A todo ello, hoy se suma la
epidemia de influenza.
La
ciudad es cada día menos funcional desde el punto de vista
de sus habitantes; sin embargo, representa una oportunidad
extraordinaria para los mil millonarios que continúan
acumulando riquezas sin importar los desastres que su
sistema económico ha venido sembrando.
Hoy,
la ciudad y el país entero reclaman que a la brevedad se
comiencen a dar los pasos hacia un modelo de desarrollo
planificado, que es el único que puedo resolver los
ingentes problemas de la crisis urbana de la ciudad de México.
Dicha planificación deberá hacer posible, además del
desarrollo equitativo de las 32 entidades federativas,
soluciones como el transporte colectivo, y la protección de
áreas naturales, mismas que el desarrollo caótico ha
venido destruyendo de manera irracional.
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