América
Latina en la encrucijada de la crisis global
Por
Arturo Guillén R. (*)
América Latina en Movimiento, 18/06/09
La crisis
global es la crisis más importante experimentada por el
capitalismo desde la gran crisis de los años treinta del
siglo pasado. Se trata de una crisis de deuda–deflación
de nuevo tipo, que señala los límites del régimen de
acumulación con dominación financiera vigente desde la década
de los ochenta, y que estaba caracterizado, entre otros
elementos, por la bursatilización, es decir, por un régimen
de financiamiento basado en la emisión de obligaciones y
derivados.
En el
tercer trimestre de 2008 la crisis inmobiliaria que comenzó
a manifestarse en Estados Unidos a comienzos de 2007, se
transformó en una
crisis financiera de grandes proporciones con efectos sistémicos.
A la fecha, a pesar de las enormes pérdidas registradas en
los mercados financieros y del alto costo de los rescates y
de las inyecciones de liquidez efectuadas por los bancos
centrales y de los gobiernos, la inestabilidad financiera
está lejos de haberse superado. Además, se inició una
recesión de alcance global en el segundo trimestre de 2008.
La crisis
económica y financiera es sólo uno de los cuatro procesos
de crisis que enfrenta el mundo en la actualidad. Junto a
ella se entrelazan otros procesos iguales o más
importantes, como la crisis ecológica (donde destacan los
problemas derivados del calentamiento del planeta); la
crisis energética que señala los límites de un paradigma
energético y de un modo de consumo basado en el uso y abuso
de los combustibles fósiles; y la crisis alimentaria. Es,
pues, una crisis inédita y multifacética. Se asiste, en
muchos sentidos, a la crisis de lo que Braudel denominaba la
“civilización occidental”.
Cuando la
crisis financiera ya se manifestaba con fuerza en Estados
Unidos durante el último trimestre de 2007, en algunos círculos
existía la creencia errónea, el mito de que ciertos países podrían “desacoplarse”
(decoupling) de los efectos de la misma. Se popularizó la
idea de que aún en el caso de una recesión estadounidense,
el ciclo de crecimiento de la economía mundial se mantendría
y la Unión Europea, Asia, así como los países emergentes
podrían seguir creciendo.
Pronto se
evidenció que tal “desacoplamiento” no existe, mucho
menos en una economía tan globalizada como la actual. En un
trabajo anterior (Guillén, 2009) sostenía que la crisis se
globalizaría por dos razones: primero, porque la
“burbuja” de los bienes raíces no fue un fenómeno
estadounidense, sino que abarcó a muchos países; y
segundo, porque el involucramiento en la orgía de
bursatilización y derivados incluyó también a bancos e
intermediarios financieros europeos y asiáticos. Además,
resulta difícil pensar en desacoplamiento en un mundo más
integrado que nunca, por la vía del comercio exterior y de
los flujos financieros.
Tampoco
resulta factible esperar desacoplamientos en el marco de una
“arquitectura” financiera mundial donde los Estados
Unidos actúan como “comprador de última instancia”
mediante el financiamiento de sus déficit (presupuestal y
de balanza de pagos) vía ahorro externo. En otras palabras,
no es dable esperar que los vagones continúen su movimiento
cuando la locomotora se detiene.
Es posible
que algunas grandes economías como China o India, resistan
mejor los embates de la crisis y logren mantener su
crecimiento. Sin embargo, el aumento en sus productos
internos será a una tasa mucho menor, y siempre y cuando logren reenfocar
sus estrategias de desarrollo hacia sus mercados internos.
La mayoría
de los países han entrado en recesión, o lo harán en los
meses siguientes. Esta es generalizada y profunda. Se trata
sin duda de la contracción más importante desde la
posguerra. Abarca a los Estados Unidos, a la Unión Europea,
a Japón, a los países de Asia del Este y a un buen número
de los llamados países emergentes de la periferia. América
Latina no es la excepción.
La crisis
global golpeó a América Latina cuando esta región emergía
de uno de los periodos de expansión económica más
intensos de las últimas décadas. Según datos de la CEPAL,
el PIB de la región creció a una tasa promedio del 5 por
ciento anual entre 2003 y 2008, lo que significa un
incremento medio superior al 3 por ciento en el producto por
habitante, resultado no conseguido desde la época del
modelo de sustitución de importaciones (CEPAL, 2008: 13).
Algunos países como Argentina y Venezuela tuvieron una
mejor trayectoria, con tasas de crecimiento de más del 8
por ciento por varios años consecutivos.
El buen
desempeño económico de América Latina obedeció, en
alguna medida, al mejoramiento sustancial de los términos
de intercambio, al crecimiento del volumen de exportación y
a los altos precios de los productos primarios durante el
periodo de referencia, pero también en el caso de varios países,
como los citados arriba y otros, al abandono de las recetas
del Consenso de Washington,
a la búsqueda de estrategias alternativas de
desarrollo y a la aplicación de políticas monetarias,
fiscales y salariales activas.
La recesión
comenzó en América Latina durante el cuarto trimestre de
2008. A pesar de ello todavía en diciembre de 2008, la
CEPAL preveía para 2009
un crecimiento del PIB del 1.9 por ciento. Sin
embargo, en abril de 2009 el mismo organismo estimó una
contracción del 0.3 por ciento (CEPAL, 2009a), y en junio
la modificó a una mayor del –1.7% (El Financiero, 2009).
El FMI y el Banco Mundial coinciden en que la región entrará
en recesión y que esta afectará a economías tan
importantes como Brasil, México, Argentina, Chile y
Colombia. Durante el cuarto trimestre de 2008, México,
Brasil, Argentina y Chile registraron decrecimientos
anualizados del PIB del
10.3 por ciento, 13.6 por ciento, 8.3 por ciento y 1.2 por
ciento respectivamente. En el primer trimestre de 2004, las
caídas se moderaron en Brasil, Chile y Argentina, pero se
profundizó en México al registrar un decrecimiento
anualizado sin precedentes, del 21.5%.
En contra
de lo que afirman diversos voceros, la crisis en América
Latina no viene de fuera. Desde la crisis de la deuda
externa de los ochenta, nuestros países se insertaron
pasivamente en la globalización neoliberal, y fue dicha
inserción la causante principal del estancamiento económico
experimentado durante las últimas décadas. Ahora que la
crisis global marca límites a la globalización, se
evidencia la imposibilidad de mantener un patrón de
acumulación liderado por las exportaciones y sostenido por
políticas monetarias y fiscales restrictivas. La mejor
constatación de la inoperancia del modelo neoliberal lo
marca el hecho de que los países que lograron superar el
estancamiento en el anterior periodo expansivo, fueron
aquellos que se alejaron del Consenso de Washington y
ensayaron estrategias alternativas de desarrollo. Otra cosa
es que debido a la profundidad de la crisis, ésta afecta a
todos los países de la región, con independencia del
estilo de desarrollo adoptado.
Según la
CEPAL (2008), los principales mecanismos de transmisión de
la crisis han sido el deterioro de los términos de
intercambio, la disminución de las remesas de los
emigrantes y el retiro masivo de los flujos privados de
capital de los mercados financieros. Este organismo
multilateral (2008: 22) estima que los términos de
intercambio de la región caerán un 15 por ciento durante
2009. Los precios de los productos primarios se desplomaron
con la crisis. En febrero de 2009, estos precios habían caído
respecto al pico de la expansión, de la siguiente manera:
petróleo en 51
por ciento, alimentos en
18 por ciento, arroz en 50.6 por ciento, maíz en 47.9 por
ciento, trigo en 41.9 por ciento, metales en 49 por ciento y
cobre en 37.9 por ciento. En el caso de la caída de las
remesas de migrantes, los países más afectados serán México,
Bolivia, Ecuador y la mayor parte de
Centroamérica y del Caribe.
Sin
embargo, el factor que probablemente más ha afectado a las
economías latinoamericanas, sobretodo a las más vinculadas
a los circuitos financieros internacionales, es el retiro
abrupto de los flujos externos de capital. El Instituto de
Finanzas Internacionales, organismo dependiente del FMI,
prevé que los ingresos de capital privado en los mercados
emergentes descenderán a 165,000 millones de dólares en el
2009, una fuerte baja respecto a los 466,000 millones del
2008 y al récord histórico de 929,000 millones registrado
en el 2007.
La salida
de recursos de los mercados de dinero y de capitales hacia
instrumentos más seguros como los Bonos del Tesoro
estadounidenses, no sólo han afectado los índices bursátiles
y otras variables financieras de la región, sino que han
provocado fuertes devaluaciones cambiarias. Es notable la
devaluación de las monedas en los casos de México y
Brasil, las dos mayores economías de la región. De julio
de 2008 a
febrero de 2009 la devaluación del real brasileño y del
peso mexicano ante el dólar estadounidense
fue 30.5 por ciento en ambos casos. Mientras en Chile
y Argentina es de 15.2 y 14.9 por ciento respectivamente.
Después, tanto en Brasil como en México se registró una
recuperación relativa de sus monedas frente al dólar. En
el caso de México vinculado al uso de la línea de crédito
que le extendió la Reserva Federal estadounidense al Banco
de México y a la contratación de una línea de crédito
por 47 mil millones de dólares con el FMI.
La crisis
global tiene todavía un largo camino por recorrer. El
proceso de desvalorización de los capitales no ha concluido
aún. Hasta ahora los países desarrollados han bajado hasta
el límite la tasas de interés y han ejecutado agresivos
programas fiscales de salvamento para estabilizar sus
mercados financieros, romper la restricción crediticia y
contener la recesión, sin que hayan logrado modificar
sustancialmente el marco de incertidumbre en que se
desenvuelve la economía mundial. Por el contrario, el
panorama se nubla por el avance de la deflación y por su
imbricación con la recesión. En esta ocasión no habrá
salida exportadora para ningún país, lo que obligará a
reestructurar los sistemas productivos y buscar la salida en
los mercados internos y en espacios regionales de integración.
La situación
de América Latina es sin duda compleja, con graves
dificultades a encarar en el futuro inmediato. El camino de
México, de Colombia y de los países más cercanos al
Consenso de Washington parece definido: integrarse más con
Estados Unidos, subordinarse a los organismos multilaterales
y esperar a que pase el diluvio para reflotar el modelo
neoliberal. Para algunos puede ser un escenario atractivo,
pero los costos sociales serán inmensos. Sin duda se
profundizarán la heterogeneidad estructural, la desigualdad
social y la pobreza.
Por otra
parte, la ruta para los gobiernos autodefinidos como
progresistas, que son la mayoría de la región, es difícil.
Estos gobiernos deberían perseverar, en un contexto
mundial convulso, en su unidad; en la profundización de sus
procesos de transformación económica y política internos;
en la búsqueda de estrategias y políticas alternativas; en
la ampliación de sus relaciones con las potencias
emergentes (China, Rusia, India, Irán, etc.); y en la
concreción y fortalecimientos de esquemas de integración
sur–sur.
(*)
Dr. Arturo Guillén R., profesor–investigador del
Departamento de Economía, coordinador del Posgrado en
Estudios Sociales, Línea Economía Social, Universidad Autónoma
Metropolitana Iztapalapa, México.
Bibliografía:
CEPAL
(2009). “Crecimiento de América Latina y el Caribe
retrocedería a –0.3% en 2009, según la CEPAL”, 6 de
abril, en: http://www.eclac.org (2008). Balance preliminar
de las economías de América Latina y el Caribe, Comisión
Económica para América Latina, Naciones Unidas, Santiago
de Chile.
El
Financiero (2009). “Estima Cepal caída de 1.7% del PIB en
América Latina”. México 11 de junio.
Guillén
A (2007). Mito y realidad de la globalización neoliberal. México,
Miguel Ángel Porrúa editores –UAMI.
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