La fracasada lucha panista contra
el "crimen
organizado"
Por Adán Salgado Andrade
Desde México para Socialismo o Barbarie, 24/07/09
Huichapan, Hidalgo.– Cuando uno se entera de la
violencia cotidiana que se comienza a extender ya por todo
el país, es obligada pregunta cuestionar: ¿de qué ha
servido la estrategia gubernamental de prácticamente
militarizar varias zonas, emprendida contra la llamada
"delincuencia organizada" y que además,
torpemente, fue empleada como lema de campaña electoral por
el panismo [PAN: Partido Acción Nacional, del actual
presidente Felipe Calderón] para justificar la reelección
partidista de sus diputados y senadores? De nada, como
evidencian los problemas que enseguida expongo (y que en
muchos lugares de México están sucediendo, por desgracia).
Huichapan, este histórico, pintoresco municipio
hidalguense, famoso por sus balnearios, que antes se jactaba
de ser pacífico y de que nada sucedía allí – y en
general, era algo que los gobernadores de Hidalgo
alardeaban, que su estado era uno de los más estables del
país –, en años recientes, ha mostrado una nueva cara.
En particular, en Huichapan, las actividades económicas
se han deteriorado mucho, más ahora con la crisis económica
mundial, especialmente la estadounidense, ya que antes,
Estados Unidos era efectivamente una válvula de escape para
el sonado desempleo que siempre ha existido en este lugar (y
esto se aplica a todos los pueblos y pequeñas ciudades del
país, los cuales constantemente han padecido de un crónico
desempleo debido a la tendencia nacional de concentrar en
unas cuantas ciudades y polos de desarrollo las actividades
económicas de todo tipo).
Al pasar frente a la estación local de autobuses, pueden
verse los letreros que anuncian las conexiones de autobuses
que se ofrecen con ciudades estadounidenses como Dallas o
Houston, en Texas, dirigidos a los potenciales huichapenses
que pretendan probar suerte en ese país. Pero ahora ya son
cada vez menos quienes se arriesgan, pues cuentan ya con los
testimonios de muchos de sus "paisas" que han
debido retornar de allá, debido a que se quedaron sin
empleo y no pudieron hallar otro en muchos meses (Ver mi
trabajo en Internet: "El regreso sin gloria del 'otro
lado' de un indocumentado mexicano").
Así que desempleo, más crisis, más los valores
materialistas–consumistas tan inculcados por el
capitalismo salvaje que nos sigue dominando, a pesar de la
actual debacle económica, son un muy excelente caldo de
cultivo para que todo tipo de actividades ilegales y
delincuenciales se gesten, como ya desde hace unos tres años
se ha venido desarrollando aquí.
Platico con Carlos (no es su verdadero nombre), residente
de una comunidad cercana a Huichapan (por razones de
seguridad omito decir el lugar y a lo que Carlos se dedica),
quien ha podido dar cuenta del deterioro social que aquí y
en los alrededores se ha venido dando. "Pues mira –
platica –, yo hace tres años tuve la oportunidad de
venirme aquí por razones de empleo, era una muy buena
oportunidad y que nos venimos mi esposa y mis dos hijos
pequeños. La verdad es que nos encantó el lugar. Nosotros
venimos del DF, de un lugar muy conflictivo, y cuando
llegamos aquí, pues ¡nos enamoramos! Ni lo dudé en
comprarme una casita por aquí para cambiar de residencia y
quedarnos a vivir aquí...".
Y así fue, Carlos, junto con su familia, disfrutaron de
la tranquilidad que supuestamente la provincia ofrece, con
menos contaminación, menos tráfico, menos gente, menos
problemas, más convivencia con los vecinos... en fin, todo
cuanto vivir en zonas rurales puede ofrecer.
Aunque algo de esa tranquilidad que tanto valoraban y
presumían a su familia y amigos que siguen viviendo en la
ciudad, se alteró un poco cuando comenzaron a secuestrar a
gente de dinero de Huichapan desde hace poco menos de dos años.
La gente decía que eran los "zetas". Por ejemplo,
un muy sonado caso fue el de un vendedor de barbacoa,
apodado el "Cholito", cuyo local es de los más
afamados y concurridos del mercado local. Llegaron por él
al puesto del mercado en donde tenía su negocio cinco
sujetos haciéndose pasar por agentes judiciales y con lujo
de violencia, a pesar de las decenas de clientes que en ese
momento comían, lo golpearon y arrastrándolo lo metieron a
un vehículo. Pedían dos millones de pesos a su familia por
soltarlo. Y según se refiere, como no tenían todo el
dinero, su mujer logró que lo dejaran libre pagando el
rescate, parte en efectivo y parte con varios vehículos
casi nuevos, como camionetas y autos caros, que la familia
poseía. Bastante golpeado, pero, por fortuna, vivo, el
famoso barbacoyero fue liberado por sus plagiarios.
Pero de plano la relativa tranquilidad que a pesar de
aquellos hechos delictivos siguieron disfrutando Carlos y su
familia, se vio interrumpida brutalmente del todo cuando
fueron testigos de una terrible balacera que les heló,
literalmente, la sangre, a unos cuantos metros de su
domicilio, entre las "fuerzas del orden" y una
supuesta banda de secuestradores, acantonada a unos cuantos
metros de la casa de quien esto me refiere.
"Mira, pues eran como las cinco de la mañana, era
martes, me acuerdo rebien. Yo ya estaba levantado, como
siempre, preparándonos mi esposa y yo para alistar a
nuestros hijos para que fueran a la escuela, que se
levantaran, se bañaran, desayunaran y todo eso. Salí de la
casa para ir al carro a sacar unos papeles que necesitaba...
¡y que veo pasar varias patrullas y camionetas de la AFI
(se refiere a la ya disuelta, por corrupta e inepta, Agencia
Federal de Investigaciones) y que me gritan '¡Métansen
pa'dentro de su casa y no salgan para nada!' y ya que me
meto volando y que le digo a mi mujer lo que vi y pues nos
quedamos de a tres... porque, ¿pues a qué iban esos cuates
allí? Y pues luego luego supimos, porque al ratito que me
metí, ni dos minutos pasaron, cuando comenzamos a oír los
disparos, así, como cohetes, cuando truenan juntito a ti...
¡sí, así se escuchaba de fuerte la balacera!".
Cuenta Carlos que más de dos horas duró el tiroteo entre
los agentes federales y los supuestos secuestradores y que
ellos se subieron al segundo piso de su casa. "¡Pues
yo pensé que si nos tocaba una bala perdida, ahí íbamos a
estar más seguros, porque no sabes cómo estábamos de
espantados, en serio...!". Y lo peor es que ya que
terminaron los balazos, les ordenaron los de la AFI que no
salieran para nada, hasta que ellos les dijeran, pues si lo
hacían, serían considerados sospechosos. "Un señor
que vive también cerca, que se le ocurre salirse como a la
una, pues porque como no había ido a trabajar, pues quería
ir a avisar, para que no lo fueran a correr, ¿no?, y que ya
lo andaban agarrando, diciendo que era secuestrador, pero
que les enseña sus credenciales y que lo dejan ir, ¿tú
crees?".
Quedaron tan afectados, que la esposa de Carlos, ese mismo
día quería ya regresarse al DF, a la casa de sus papás,
en donde vivían antes. "Pues yo que me pongo a
platicar con ella, que pensara que no era justo que por la
balacera, dejáramos todo lo que tanto esfuerzo nos había
costado para vivir allí y ella me decía que cómo era
posible que en el DF, a pesar de que era tan conflictivo y
peligroso, nunca hubiéramos vivido esas cosas tan fuertes
tan de cerca."
Pienso, en efecto, al platicarme Carlos los
acontecimientos referidos, y que todavía muestra cierta
afectación al recordarlos en ese momento, que realmente
antes, cuando aún no vivíamos en un narcoestado, una muy
alta probabilidad de vivir violencia así sólo podía darse
en una aglomerada, desquiciada ciudad como la de México y
sus zonas aledañas, pero no en un pueblito tranquilo y
pintoresco, como en el que viven Carlos y su familia.
"¿Y todavía quiere regresarse tu esposa?", le
pregunto. "Pues... no, ya se resignó. Como le dije,
pues ahora, como están las cosas, esto puede suceder en
cualquier lugar, ¿no?, y pues ya está más
tranquila".
Pero nuevamente Carlos y ella se han intranquilizado al
saberse que por estos días, a pesar de que, se dice,
mataron a varios de los secuestradores durante el
espectacular y violento operativo y al resto los
encarcelaron, secuestraron al hijo de unos acaudalados
canteros (se les llama así a los dueños de los bancos de
cantera, muy abundante mineral pétreo en esta región,
bastante demandado en la construcción) y que no han podido
arreglar aquéllos que lo suelten. "Pero entonces, ¿para
qué sirvió el operativo?" cuestiono. Carlos se encoge
de hombros. "Pues no sé... a lo mejor nada más fue la
finta, ¿no?", responde. Y me dice que ese caso no es
el único que la gente platica, sino que se sabe de muchos
otros acontecimientos que evidencian el fracaso de la lucha
contra el "crimen organizado", emprendida por esta
inepta mal administración panista. "Mira, ¿ves ese
cerro que está por allá? – me señala Carlos un cerro
que domina el horizonte hacia el sur del lugar –, pues ahí,
atrás, se rumora que hay un rancho muy grande, como
hacienda, que se llama 'El Astillero', y que es un
narcolaboratorio, y que está muy bien cuidado y vigilado
por narcos... dicen que hasta el ejército lo cuida y que
cuidado con el que se meta allí, que luego luego lo
matan... ¿cómo ves?"
Suena lógico que, de ser cierto, cerca de Huichapan se
procesara droga, pues por tantos inmigrantes, indocumentados
o no, que iban a EU, no hace mucho tiempo todavía, quizá
algunos de ellos sirvieran como distribuidores. "Pero,
como te digo, eso es lo que se rumora entre la gente",
me vuelve a aclarar Carlos. "Y ya ves que dicen que la
gente muchas veces prefiere a los narcos y hasta los
protegen, que porque éstos la ayudan y todo, ¿no?"
En efecto, recuerdo qué tan querido era Caro Quintero
entre sus paisanos cuando estaba activo, pues los ayudaba
mucho, les construía escuelas, parques, iglesias... o que
es lo mismo que hace la organización criminal "La
Familia", que opera en Michoacán, con su red de,
digamos, "ayuda social" que brinda a muchos
pobladores (no hace mucho, por ejemplo, estuve en un pequeño
pueblo michoacano, y quedé muy sorprendido al entrar a un
café–Internet y ver que se contaba con muy modernas y rápidas
computadoras, dotadas de grandes pantallas de cristal líquido
y una increíble, muy rápida conexión a red inalámbrica
que ni siquiera se ve en sitios como en la ciudad de México,
muy excesiva infraestructura computacional para los escasos
usuarios que acudían al sitio, razoné en esa ocasión).
"¿Y qué has pensado, Carlos, vas a seguir aquí?",
pregunto finalmente a mi entrevistado. "Pues sí, cómo
le digo a mi esposa, qué nos queda, ya tengo mi trabajo aquí
y ya estamos establecidos... ahorita, como están las cosas,
a cualquier lugar que te vayas va a pasar lo mismo... y ya
ves que se las da el gobierno de que está combatiendo a los
narcos... la verdad es que es puro cuento, hasta han de
ponerse de acuerdo con ellos, ¿no crees?", responde.
Sólo me queda asentir tristemente ante su resignada
reflexión y concluir que, en efecto, vivimos, muy
convenientemente ya para los mal administradores panistas y
sus ansias de militarizar a todo el país, en un narcoestado
(Ver mi trabajo en Internet: "La muy oportuna
'descomposición' del estado mexicano, pretexto del gobierno
para incrementar y recrudecer la represión
gubernamental").
(*) Adán Salgado Andrade es
economista mexicano y profesor de la UNAM.
Contacto: studillac@hotmail.com
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