El control estadounidense sobre Uribe va más allá del
que pudo tener en su día con Noriega en Panamá
El eje del mal está en otro sitio
Por Juan Carlos Monedero (*)
Público.es, 04/09/09
Una cualidad extraña de la existencia de presidentes como
Álvaro Uribe es que permite tomar sin margen de error el
pulso moral a la política internacional.
Su notada actividad, incluyendo bombardeos a países
vecinos, y la trinchera que cava con sus políticas contra
la disidencia -asesinato de civiles por el Ejército y su
presentación como guerrilleros, el hostigamiento mortal a
comunidades indígenas, o el hecho de que el 70% de los
sindicalistas asesinados en el mundo sean colombianos- podría
ayudar a pensar que el eje del mal está en otro sitio
diferente al que normalmente se refiere. Pero la política
internacional es el reino hobbesiano por excelencia.
En el movido escenario latinoamericano, la presencia anacrónica
de un gobierno de derecha dura y plenamente alineado con la
política más rancia de EEUU recuerda con cierta exageración
aquellos vientos antiguos de la política de la contención,
según la cual no hay otro escenario de relaciones
internacionales que el que marca el principio de conmigo o
contra mí. Ya lo dijo Roosevelt de Somoza y nadie le llevó
la contraria: "Es un hijo de perra pero es nuestro hijo
de perra". Con una lógica de cierre geográfico, la
Honduras de Micheletti hace igualmente su parte.
Los golpes se avalan
Con el declive del PAN mexicano, Uribe se ha convertido en
la pieza clave de la estrategia norteamericana, empeñada en
remendar los rotos neocon de Bush en su intento mesiánico
de evangelizar a los judíos ayudándoles previamente a
machacar a los árabes. Así, los golpes se condenan pero se
avalan; la IV Flota vuelve a estar operativa; se instalan
bases militares; la política antidrogas se monopoliza entre
el mayor productor y el mayor consumidor; y se estigmatiza
cualquier política alternativa que se salga de ese esquema.
La política de patio trasero reclama gobernantes algo más
que amables con los intereses norteamericanos. En un
documento desclasificado de septiembre de 1991, se señala
por parte de la DIA estadounidense que Uribe fue un
importante actor del cártel de Medellín, amigo personal de
Pablo Escobar y responsable en la alta política colombiana
de los contactos con el narco y los paramilitares.
Igualmente se señala que el asesinato de su padre -a
menudo presentado por el propio Uribe como el argumento para
su compromiso contra la guerrilla- fue fruto de una venganza
interna de las luchas entre clanes del narcotráfico.
Tantas reelecciones como fueran necesarias
Con semejante historial, es evidente que el control
estadounidense sobre Uribe va más allá, incluso, del que
pudo tener en su día con Noriega en Panamá. Como se vio en
la cumbre de la UNASUR en Bariloche, le corresponde a Uribe,
en estricta soledad, defender los intereses de EEUU en la
región. Bases militares extranjeras incluidas. Esto,
igualmente, da muchas claves de las razones de Uribe para
lograr mantenerse en la Presidencia de Colombia. Un seguro
jurídico hacia fuera y hacia dentro. Lo que obliga a tantas
reelecciones como sean necesarias.
No deja de llamar la atención que la reelección de Chávez
, motivada por la incapacidad de la revolución bolivariana
de articular otros liderazgos capaces de profundizar los
logros del proceso, haya sido estigmatizada a la altura del
golpe constitucional de Hitler en 1933, mientras que la
reelección de Uribe se presenta como un honrado ejercicio
democrático. De hecho, y como ha denunciado la oposición,
la discusión acerca de las bondades o maldades democráticas
de la reelección ni se tocaron. La discusión era otra.
La Cámara de Representantes colombiana, donde casi la
mitad de los congresistas uribistas están investigados,
procesados o bajo sospecha de vinculaciones con el narcotráfico,
el paramilitarismo y la corrupción , acaba de aprobar un
proyecto de ley que permite a Uribe un tercer mandato. Como
en tantas otras ocasiones, la democracia colombiana tiene
una última salvaguarda en la Corte Constitucional.
Pero la política internacional no suele detenerse en la
gramática jurídica. Y aún menos cuando el trío Chávez,
Morales y Correa corre con la cuenta de todo lo realmente
preocupante. No lo olvidemos: lo relevante es que Uribe es
"uno de los nuestros".
(*) Juan Carlos Monedero es profesor de ciencia política
en la Universidad Complutense (Madrid).
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