Entrevista al historiador Gabriel Salazar
“La rebelión de las masas marginales ha sido
más
virulenta, extendida y desafiante que nunca”
Radio Universidad de Chile / El Ciudadano,
11/03/10
Gabriel
Salazar (Premio Nacional de Historia 2006) fue entrevistado
en el programa A Fondo de la Radio Universidad de Chile. La
periodista Vivian Lavín lo interroga sobre las causas y las
formas en que han reaccionado en la historia distintos
sectores de la sociedad chilena ante catástrofes de gran
magnitud y el historiador explicó que los robos después
del terremoto responden a una estructura social de Chile
originaria del siglo XIX, asentada en el XX y mantenida en
la actualidad como consecuencia del sistema de trabajo
precario.
Uno
de los aspectos que ha impactado casi tanto como el
terremoto mismo ha sido el de los saqueos y robos en las
ciudades y localidades devastadas. Turbas de personas que en
carrera frenética han aparecido frente a las cámaras de
televisión una y otra vez con alimentos o cuestiones básicas,
pero también con electrodomésticos que no dicen relación
con las necesidades urgentes del momento.
Las raíces de estos hechos no estarían, tanto
como se ha querido decir, en el lado oscuro del alma humana
sino que estaría asentado en una estructura social que
heredamos desde el siglo XIX y que se convirtió en una
terrible amenaza para el entonces naciente Estado chileno.
Un privilegiado conocedor de nuestro país es el
historiador y Premio Nacional 2006 Gabriel Salazar,
afirmó en el programa A Fondo de Radio
Universidad de Chile que “hay que partir de la base de
que en Chile no existe un verdadero campesinado. Esta es una
sociedad donde falta una clase social, que es la clase media
rural, que es el campesino con tierra y con casa. El
campesinado chileno fue destruido en el siglo XIX y lo que
quedó luego fueron los inquilinos, que no son campesinos,
no son independientes, no tienen tierra, no es un
microempresariado ni tiene derecho a voto. La única parte
en Chile donde subsistió fue entre Talca y Bío y Bío, lo
que es Chillán y sus alrededores, porque como era zona bélica,
no sobrevivió la gran hacienda”.
En reemplazo de este campesinado surgió en Chile
una masa marginal semicesante, que hace “un pololito de
vez en cuando”, semivagabunda, que va de aquí para allá,
que no es otro que el “roto chileno patiperro”,
que no puede asentarse y formar una familia porque no tiene
un trabajo estable. Y así va repartiendo hijos, los
llamados “huachos” por doquier, pero que también va
sembrando el terror, ya que ante la necesidad o la
oportunidad no duda en robar o asaltar. Los chilenos y
nuestra mala memoria o mejor dicho, tan desconocedores de
nuestra propia historia…
Según el autor de “La Violencia Política
Popular en las Grandes Alamedas” (Ed. Lom), “todo el
s.XIX está salpicado por acciones de ese tipo hasta entrado
el siglo XX. Hay que recordar que en Chile había nidos de
bandidos en los cordones de los cerros: los de Batuco, de
Angostura o de Teno, en la zona de Curicó. Chile se llenó
de gente que cuando podía asaltaba o robaba y, así, una
cultura popular que podía trabajar en cualquier cosa, pero
al mismo tiempo robar lo que se pudiera”.
La pregunta que surge de inmediato es si quienes
cometen el bandidaje hoy son los mismos de entonces. Salazar
responde: “Es que no ha cambiado el sistema laboral. Yo
hice los cálculos para el siglo XIX y entonces el 66 por
ciento de la fuerza laboral tenía un trabajo precario,
peonal, estacional, sin previsión, el típico maestro
chasquilla. Los cálculos actuales, publicados por El
Mercurio, hace un mes atrás, en el Cuerpo B que es
donde no miente o lo hace menos, establecía que el 68 por
ciento de la fuerza laboral chilena es trabajo precario o de
autoempleo”.
Las cifras ocultan esta realidad porque hoy
quienes trabajan una vez en el año, las estadísticas las
suman como fuerza de trabajo ocupada. Por otro lado, “hoy
las casas comerciales conceden crédito con una mínima base
imaginable y el promedio de ingreso en Chile para el
50 y 60 por ciento de la población es de $150 mil pesos,
pero si le dan crédito por el doble, se puede comprar el
doble de lo que se gana, de ahí que los saqueadores se
vieran bien vestidos, diferente de la pobreza de antaño, de
niños llamados “mocosos” por sus narices siempre
mojadas, a pie pelado y con la cara cubierta de costras por
el frío”, acota el también autor del célebre ensayo “Ser
niño huacho en la Historia de Chile” (Ed. Lom).
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