Terremoto en Chile

El terremoto dejó al desnudo la deuda social

Por Carlos Vergara
Corresponsal en Chile
La Nación, Buenos Aires, 07/03/10

Santiago.– Fue un golpe de humildad tremendo: la certeza de que, a diferencia de lo que muchos creían, Chile sigue siendo un país con deudas pendientes.

Bastó un sismo de tres minutos de duración para que el más opulento vecino de América latina tropezara y desnudara sus contradicciones, pese a las cifras que muestran una economía pujante.

"Nadie está preparado para esto", dijo la presidenta Michelle Bachelet. Tampoco lo estaba el país para esas increíbles 48 horas que siguieron al terremoto, en las cuales las palabras "pillaje" y "saqueo" fueron las más utilizadas en la TV, mientras las autoridades regionales pedían a gritos la intervención militar, el toque de queda y, si era necesario, hasta el estado de sitio.

Tampoco es ése el único resultado. El horror y la miseria moral mostraron todas sus caras: la especulación de precios –hasta 4 dólares por una botella de agua o un kilo de pan– en sectores como Constitución y las costas del golfo de Arauco; el robo de medicamentos en las farmacias y la triste realidad de vecinos de zonas de buen nivel económico acaparando más productos de los que necesitaban

Las denuncias desde las áreas devastadas fueron tan increíbles como dolorosas: grupos de delincuentes que invadieron las casas de los heridos para robar sus pertenencias en las costas del Maule y el Bío Bío. Ayer, incluso, hubo versiones de que se habían saqueado tumbas en algunos poblados del Sur.

Las imágenes del espanto, posteriores a la catástrofe, no parecen coincidir con las de un país ejemplar que tantos elogios ha cosechado en Washington y en el resto del mundo por la continuidad de un modelo económico que impulsó el desarrollo del país.

De a ratos, las regiones del Maule y el Bío Bío se acercaron más al infierno desatado en Haití tras el sismo del 12 de enero, que a las ciudades de un país que busca, por todos los medios, su ingreso al Primer Mundo, a la caza del estándar de Portugal, como promete el presidente electo, Sebastián Piñera.

"Es un espejo quebrado que nos hace mirarnos a nosotros mismos", reflexionó para LA NACION desde Brisbane, Australia, el periodista chileno Fernando Sagredo, quien envió una sentida carta a sus compatriotas, titulada "Los terremotos no son controlables; las injusticias, sí".

En ella, hizo referencia a la fractura social que salió a la luz esta semana. Basta retroceder sólo dos meses para repasar, no sin algo de tímida incredulidad, las imágenes de las autoridades, que se congratulaban a sí mismas por haber sido invitadas a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Chile es el primer país sudamericano aceptado en el exclusivo grupo de los 30 países democráticos más desarrollados del mundo. Es un reconocimiento mundial a las reformas políticas y económicas realizadas durante los 20 años de gobiernos de la Concertación.

Y no sólo por sus cifras económicas Chile se ganó la envidia de algunos vecinos de la región. Dueña también de una feliz democracia, recuperada tras 17 años de oscura dictadura militar, el país consiguió reinsertarse en el mundo después de un extendido ostracismo. Y hace poco más de un mes dio una verdadera clase de civismo, con elecciones limpias y respetuosas, con Bachelet entregándole el poder a la centroderecha con un apretón de manos.

Otra realidad

"¿Qué fue lo que pasó?", "¿En qué nos convertimos?", fueron las preguntas más repetidas tras el sismo. Muchos respondían: "¿No será que esto es lo que siempre fuimos?".

"A pesar de los esfuerzos que ellos [la elite política y los medios] han realizado durante años para mostrarnos a Chile como un país ganador, un país que deja la región para insertarse en las ligas superiores, como si todos sus habitantes, por igual, estuviésemos invitados a la misma fiesta, el terremoto ha develado la inequidad social que sigue existiendo", explicó el director del Observatorio Ciudadano, José Aylwin.

"Hemos promovido una sociedad individualista en la cual se privilegia el éxito económico. Chile es un negocio; Chile es un gran shopping de la desigualdad", dijo a LA NACION, con congoja, el vicario de la pastoral social, el sacerdote Alfonso Baeza.

"Quisieron que fuéramos competitivos y nos convirtieron en competidores. Espero que este terremoto permita corregir las grietas, no sólo de nuestros edificios, sino también de nuestra sociedad", añadió.

Las estadísticas son elocuentes. Pese a sus más de 20 tratados de libre comercio, a sus 25.870 millones de dólares en reservas internacionales y a las auspiciosas proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), de que el país lideraría el PBI per cápita a nivel regional hasta 2014, con casi 15.000 dólares, la otra cara del espejo es desoladora.

Según el último informe de la ONU sobre igualdad de ingreso y desarrollo humano, Chile se ubica en el puesto 110 de 124 países, superado por naciones con mucho menor nivel de desarrollo. De acuerdo con el Ministerio de Planificación, un 13,7% de la población vive bajo la línea de la pobreza.

Es un país en el que hay casi dos millones de pobres y más de 500.000 personas en estado de indigencia, que al mismo tiempo posee carreteras que permiten llegar de la precordillera al aeropuerto en menos de 15 minutos.

"¿Tan ciegos estamos que antes del terremoto no habíamos notado que había barrios periféricos en torno de las ciudades? ¿Que en los estadios se juntan decenas de miles de personas prácticamente marginadas de la sociedad? ¿Que la calidad de la educación en el país es una vergüenza?", se preguntó Segredo en su misiva.

A nivel educacional, la brecha es escandalosa: los colegios privados aplastan con indignante superioridad los resultados obtenidos por la educación pública. En muchos liceos municipales, los alumnos ven "infladas" sus calificaciones, sólo para darse cuenta, una vez en la universidad, de que su preparación no sirvió de nada.

Es el Chile modelo 2010, el del otro lado del espejo; el que seguramente deberá postergar sus sueños de grandeza por socorrer a sus hermanos.


En otra muestra de unidad, Piñera logró
un acuerdo con la Concertación

Por Carlos Vergara
Corresponsal en Chile
La Nación, Buenos Aires, 08/03/10

Santiago.– El presidente electo, Sebastián Piñera, consiguió un acuerdo político con los líderes de los partidos de la Concertación –la futura oposición a su gobierno– para aprobar leyes de emergencia que permitan socorrer con mayor eficiencia a los dos millones de damnificados que dejó el violento sismo del 27 de febrero, como también reconstruir viviendas, hospitales, carreteras e infraestructura dañados en seis regiones del país.

La tregua implicará una readecuación de su plan de gobierno, un Congreso menos confrontativo de lo previsto (la futura administración de centroderecha contará con mayoría en la Cámara baja y minoría en el Senado) y la búsqueda de consensos con la mayor agilidad posible. También se apostará por un sello de austeridad total en lo que no tenga relación con el objetivo de levantar Chile en sus cuatro años de gobierno.

Por ello, la ceremonia del cambio de mando del jueves será lo más sencilla posible: consistirá en un almuerzo en el palacio presidencial del cerro Castillo, en Valparaíso, para los ocho presidentes que confirmaron asistencia: la mandataria de la Argentina, Cristina Kirchner; el de Bolivia, Evo Morales; el de Colombia, Alvaro Uribe; el de Ecuador, Rafael Correa; el de Costa Rica, Oscar Arias; el de Panamá, Ricardo Martinelli; el de Perú, Alan García, y el de Uruguay, José Mujica.

Piñera viajará después a Constitución, en la región del Maule, una de las ciudades más golpeadas por el sismo y el maremoto, para luego retornar a Santiago y hacer el tradicional ingreso en el palacio de La Moneda. Fueron cancelados todos los eventos anexos, entre ellos una fiesta ciudadana y el clásico tedeum en la catedral de Santiago, que podría realizarse en la Plaza de Armas.

La reunión entre Piñera y los presidentes de los partidos de la Concertación, realizada anteayer, dio cuenta del ánimo imperante en la clase política chilena, con el anuncio de un acuerdo en pos de la unidad del país. Junto con él estaban los presidentes de la Democracia Cristiana, Juan Carlos Latorre; del Partido Socialista, Fulvio Rossi; del Partido Radical Social Demócrata, José Antonio Gómez, y del Partido por la Democracia, Adriana Muñoz.

"Hoy más que nunca queremos un nuevo trato entre el gobierno, la oposición y la sociedad civil. Y este nuevo trato tiene que estar caracterizado por un espíritu de unidad, de solidaridad y de responsabilidad. Esto no significa confundir los roles. En una democracia se requiere un buen gobierno y se requiere también una buena oposición, y cada uno debe tener su propio papel, pero también tenemos que tener en cuenta que hay algo más fuerte aún que nos une y que es el interés de Chile, la calidad de vida y el bienestar de los chilenos", dijo el presidente electo.

"Es indudable que el escenario político cambió radicalmente. Participaremos en las tareas necesarias para reconstruir el país y nuestro trabajo será analizar y evaluar las propuestas políticas, intentar que sean lo más eficaces posibles. ¿Una oposición más blanda? No sé si será más blanda o más dura, pero está claro que habrá una voluntad mucho mayor por llegar a acuerdos que en otros escenarios", reconoció a La Nacion Rossi.

Entre las medidas inmediatas se acordaron leyes de emergencia de auxilio a los damnificados, otra de reconstrucción, una tercera de donaciones y la revisión profunda de los sistemas de alerta y ayuda que fallaron notoriamente durante el sismo.

El diputado de la Unión Demócrata Independiente (UDI), de extrema derecha, Iván Moreira, adelantó a La Nacion que espera que al gobierno se lo trate con "guante blanco" durante el primer año. "Habrá oposición y será fiscalizadora, pero lo importante es que estemos todos de acuerdo. Somos todos chilenos. Esto es como una guerra en la cual debemos unirnos", afirmó el parlamentario.

Otro gesto que no pasó inadvertido fue el abrazo –televisado para todo el país– entre la presidenta Michelle Bachelet y Piñera, anteanoche, en el cierre de la campaña televisiva que reunió 60 millones de dólares para la construcción de viviendas básicas: una imagen fuerte, potente, que sienta las bases del gobierno de unidad nacional por el cual tanto abogó el empresario.

La nueva administración ya anticipó un cambio en sus promesas de campaña. El futuro ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, dijo ayer que la reforma de la salud será redefinida y la construcción de viviendas, postergada. "Un gobierno responsable tiene que reenfocar, reevaluar, rediseñar su programa. Pero el terremoto no será una excusa para abandonar los compromisos previos", agregó Hinzpeter, que afirmó, sin embargo, que se cumplirán las promesas de reforma educacional, seguridad ciudadana y la creación de 200.000 empleos anuales.

Los costos, sin embargo, se multiplican día a día. El ministro de Obras Públicas, Sergio Bitar, dijo ayer que la reparación de los daños en infraestructura tendrá un costo de 1000 millones de dólares. Estas cifras no incluyen la reconstrucción de hospitales, escuelas y viviendas. Según Hinzpeter, las estimaciones son de 25.000 a 30.000 millones de dólares, una pérdida de 20 puntos del PBI.


Podría extender el “estado de catástrofe” en algunos lugares afectados

Piñera mantendrá las tropas en la calle

Por Carlos Vergara
Corresponsal en Chile
La Nación, Buenos Aires, 09/03/10

Santiago.– Mientras cientos de miles de estudiantes empezaban ayer las clases, en otra señal de que Chile lentamente vuelve a la normalidad, el presidente electo, Sebastián Piñera, anunció su intención de mantener a los militares desplegados en las zonas más afectadas por el terremoto del pasado 27 de febrero, después de que asuma como jefe del Estado, pasado mañana.

"Vamos a dejar desplegados los militares, en primer lugar, para que garanticen el orden público", dijo ayer Piñera en una entrevista con radio ADN. "Pero la labor de los militares debe ir mucho más allá, ya que por esencia son una institución que tiene una serie de herramientas e instrumentos muy apropiados en tiempos de catástrofe", prosiguió.

El despliegue de los militares, resistido inicialmente en el gobierno según algunos ministros, fue pedido reiteradamente por civiles, alcaldes y radios, en especial en las zonas más devastadas. Las olas de saqueos y la incapacidad de la policía para contenerlos obligaron finalmente a la presidenta Michelle Bachelet a tomar la medida, 36 horas después del devastador terremoto de 8,8 grados en la escala de Richter.

A quienes sostienen que la medida recuerda los tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet, Piñera les respondió ayer que los militares "son parte de la sociedad chilena, son tan chilenos como los demás y, por tanto, si pueden ser útiles en una emergencia, no hay ninguna razón para evitar que esa ayuda llegue".

El futuro presidente de Chile anunció también que el estado de catástrofe se extenderá "de forma muy selectiva en aquellas localidades que lo requieran". La medida, además de permitir el uso de la fuerza pública, le otorga al Estado los instrumentos necesarios para llegar con la ayuda de forma más rápida y oportuna, explicó Piñera.

Por ese motivo, lamentó que el gobierno de Bachelet no hubiera decretado el estado de catástrofe el mismo día del sismo, lo que posibilitó, a su juicio, que hubiera saqueos y otros actos vandálicos en algunas ciudades. "Lo importante es si era necesario o no pedir la contribución a nuestras fuerzas armadas. Creo que sí era necesario, y ahí perdimos 48 horas", dijo Piñera, en lo que fue la primera crítica a Bachelet desde el terremoto.

El mandatario electo, de todas maneras, también reconoció la colaboración ofrecida por Bachelet y por otras figuras del oficialismo, con quienes selló un "nuevo trato" para iniciar sin demoras la reconstrucción.

"Las tragedias y los golpes quiebran a los pueblos débiles y agigantan a los pueblos fuertes. Y Chile es un pueblo fuerte, este terremoto no nos va a quebrar el alma, nos va a unir más que nunca, por eso quiero agradecer la actitud de los presidentes de la Concertación", sostuvo Piñera.

Además, le pidió ayer a Bachelet que le permita trabajar con su equipo de gobierno territorial y sus hombres de confianza en sectores clave como obras públicas y vivienda. La inédita petición fue hecha por el futuro ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, en una reunión con su par en ejercicio, Edmundo Pérez Yoma.

El gobierno de la socialista Bachelet, cuyos hombres siempre fueron criticados por Piñera, aceptó colaborar, debido a la situación de emergencia que enfrenta el país. "Hay algunos lugares en donde esta colaboración se da en forma muy espontánea y con mucho gusto", dijo ayer Pérez Yoma.

Piñera dijo también que buscará un acuerdo político con los partidos de la Concertación para modificar la ley de presupuesto y sancionar un paquete de leyes que le permita enfrentar la catástrofe causada por el terremoto y encarar la reconstrucción de las zonas afectadas.

Normalidad

En tanto, Chile intentaba ayer volver a la normalidad con el comienzo del ciclo lectivo. Cerca de 1,8 millones de alumnos, el 80% del total, comenzaron ayer las clases, aunque por los daños estructurales muchas escuelas no abrieron sus puertas. El año escolar en Chile se iniciaba oficialmente el 3 de marzo, pero el terremoto obligó a postergarlo.

El secretario de la Presidencia, José Antonio Viera Gallo, declaró ayer que "la etapa de normalización ya está superada: los servicios básicos están volviendo en casi todas las zonas afectadas, empiezan las demoliciones de casas, están limpias las calles, reabren bancos y comienza la vida normal".

Pero en un síntoma de que la vuelta a la normalidad no será rápida ni sencilla, el gobierno advirtió que el incipiente frío y las primeras lluvias en el sur del país podrían agravar la crítica situación que atraviesan los miles de personas que se quedaron sin hogar tras el terremoto y el tsunami.

La llovizna que cayó en los últimos dos días en algunas zonas del Sur, en la antesala del próximo invierno austral, complicó la precaria situación de miles de personas en pueblos derrumbados por el temblor o borrados del mapa por las gigantescas olas.

El potente sismo y el posterior tsunami, en el peor desastre natural de Chile en medio siglo, dejaron por lo menos 497 muertos identificados y una cantidad imprecisa de desaparecidos, según el último informe oficial.