Nota sobre el frustrado golpe de estado
Por Atilio Boron (*)
ALAI, América Latina en Movimiento,
01/10/10
1. ¿Qué pasó ayer en Ecuador?
Hubo una tentativa de golpe de estado.
No fue, como dijeron varios medios en América Latina, una
"crisis institucional", como si lo ocurrido
hubiera sido un conflicto de jurisdicciones entre el
Ejecutivo y el Legislativo sino una abierta insurrección de
una rama del primero, la Policía Nacional, cuyos efectivos
constituyen un pequeño ejército de 40.000 hombres, en
contra del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas del
Ecuador, que no es otro que su presidente legítimamente
electo.
Tampoco fue lo que dijo Arturo
Valenzuela, Subsecretario de Estado de Asuntos
Interamericanos, "un acto de indisciplina
policial". ¿Caracterizaría de ese modo lo ocurrido si
el equivalente de la Policía Nacional del Ecuador en EEUU
hubiera vapuleado y agredido físicamente a Barack Obama,
lesionándolo; lo hubiera secuestrado y mantenido en reclusión
durante 12 horas en un hospital policial hasta que un
comando especial del Ejército lo liberaba luego de un
intenso tiroteo? Seguramente que no, pero como se trata de
un mandatario latinoamericano lo que allá suena como
intolerable aberración aquí aparece como una travesura de
escolares.
En general todos los oligopolios mediáticos
ofrecieron una versión distorsionada de lo ocurrido el día
de ayer, evitando cuidadosamente hablar de tentativa de
golpe de estado. En lugar de eso se referían a una
"sublevación policial" lo cual, a todas luces,
convierte los acontecimientos del Jueves en una anécdota
relativamente insignificante. Es un viejo ardid de la
derecha, siempre interesada en restar importancia a las
tropelías que cometen sus partidarios y a magnificar los
errores o problemas de sus adversarios.
Por eso viene bien recordar las
palabras pronunciadas este Viernes, en horas de la mañana,
por el presidente Rafael Correa cuando caracterizó lo
ocurrido como "conspiración" para perpetrar un
"golpe de estado".
Conspiración porque, como fue más que
evidente en el día de ayer, hubo otros actores que
manifestaron su apoyo al golpe en gestación : ¿no fueron
acaso efectivos de la Fuerza Aérea Ecuatoriana –y no de
la Policía Nacional– los que se paralizaron al Aeropuerto
Internacional de Quito y el pequeño aeródromo utilizado
para vuelos provinciales? ¿Y no hubo grupos políticos que
salieron a apoyar a los golpistas en calles y plazas? ¿No
fue el propio abogado del ex presidente Lucio Gutiérrez uno
de los energúmenos que trató de entrar por la fuerza a las
instalaciones de la Televisión Nacional del Ecuador? ¿No
dijo acaso el Alcalde de Guayaquil, y gran rival del
presidente Correa, Jaime Nebot, que se trataba de un
conflicto de poderes entre un personaje autoritario y despótico,
Correa, y un sector de la policía, equivocado en su
metodología pero a quien le asistía la razón en sus
reclamos?
Esta falsa equidistancia entre las
partes en conflicto era una indirecta confesión de su
complacencia ante los acontecimientos en curso y de su íntimo
deseo de librarse de su –hasta ahora al menos–
inexpugnable enemigo político. Para ni hablar de la
lamentable involución del movimiento “indígena”
Pachakutik, que en medio de la crisis hizo pública su
convocatoria al “movimiento indígena, movimientos
sociales, organizaciones políticas democráticas, a
constituir un solo frente nacional para exigir la salida del
Presidente Correa.” ¡Sorpresas te da la vida”, decía
Pedro Navaja; pero no hay tal sorpresa cuando uno toma nota
de los generosos aportes que la USAID y el National
Endowment for Democracy han venido haciendo en los últimos
años para “empoderar” a la ciudadanía ecuatoriana a
través de sus partidos y movimientos sociales.
Conclusión: no fue un pequeño grupo
aislado dentro de la policía quien intentó dar el golpe
sino un conjunto de actores sociales y políticos al
servicio de la oligarquía local y el imperialismo, que jamás
le va a perdonar a Correa haber ordenado el desalojo de la
base que Estados Unidos tenía en Manta, la auditoría de la
deuda externa del Ecuador y su incorporación al ALBA, entre
muchas otras causas.
Incidentalmente, la policía
ecuatoriana hace ya muchos años que, al igual que otras de
la región, viene siendo instruida y adiestrada por su
contraparte estadounidense. ¿Habrán incluido alguna clase
de educación cívica, o sobre la necesaria subordinación
de las fuerzas armadas y policiales al poder civil? No
parece. Más bien, actualiza la necesidad de poner fin, sin
más dilaciones, a la “cooperación” entre las fuerzas
de seguridad de la mayoría de los países latinoamericanos
y las de Estados Unidos. Ya se sabe que es lo que enseñan
en esos cursos.
2. ¿Por qué fracasó el golpe de
estado?
Básicamente por tres razones: en
primer lugar, por la rápida y efectiva movilización de
amplios sectores de la población ecuatoriana que, pese al
peligro que existía, salió a ocupar calles y plazas para
manifestar su apoyo al presidente Correa. Ocurrió lo que
siempre debe ocurrir en casos como estos: la defensa del
orden constitucional es efectiva en la medida en que es
asumida directamente por el pueblo, actuando como
protagonista y no como simple espectador de las luchas políticas
de su tiempo. Sin esa presencia del pueblo en calles y
plazas, cosa que había advertido Maquiavelo hace quinientos
años, no hay república que resista los embates de los
personeros del viejo orden. El entramado institucional por sí
sólo es incapaz de garantizar la estabilidad del régimen
democrático. Las fuerzas de la derecha son demasiado
poderosas y dominan ese entramado desde hace siglos. Sólo
la presencia activa, militante, del pueblo en las calles
puede desbaratar los planes golpistas.
En segundo lugar, el golpe pudo ser
detenido porque la movilización popular que se desarrolló
con gran celeridad dentro del Ecuador fue acompañada por
una rápida y contundente solidaridad internacional que se
comenzó a efectivizar ni bien se tuvieron las primeras
noticias del golpe y que, entre otras cosas, precipitó la
muy oportuna convocatoria a una reunión urgente y
extraordinaria de la UNASUR en Buenos Aires. El claro
respaldo obtenido por Correa de los gobiernos sudamericanos
y de varios europeos surtió efecto porque puso en evidencia
que el futuro de los golpistas, en caso de que sus planes
finalmente culminaran exitosamente, sería el ostracismo y
el aislamiento político, económico e internacional. Se
demostró, una vez más, que la UNASUR funciona y es eficaz,
y la crisis pudo resolverse, como antes la de Bolivia, en
2008, sin la intervención de intereses ajenos a América
del Sur.
Tercero, pero no último en
importancia, por la valentía demostrada por el presidente
Correa, que no dio brazo a torcer y que resistió a pie
firme el acoso y la reclusión de que había sido objeto
pese a que era más que evidente que su vida corría peligro
y que, hasta último momento, cuando se retiraba del
hospital, fue automóvil fue baleado con claras intenciones
de poner fin a su vida. Correa demostró poseer el valor que
se requiere para acometer con perspectivas de éxito las
grandes empresas políticas. Si hubiese flaqueado, si se
hubiera acobardado, o dejado entrever una voluntad de
someterse al designio de sus captores otro habría sido el
resultado. La combinación de estos tres factores: la
movilización popular interna, la solidaridad internacional
y la valentía del presidente terminó por producir el
aislamiento de los sediciosos, debilitando su fuerza y
facilitando la operación de rescate efectuada por el Ejército
ecuatoriano.
3. ¿Puede volver a ocurrir?
Sí, porque los fundamentos del
golpismo tienen profundas raíces en las sociedades
latinoamericanas y en la política exterior de Estados
Unidos hacia esta parte del mundo. Si se repasa la historia
reciente de nuestros países se comprueba que las tentativas
golpistas tuvieron lugar en Venezuela (2002), Bolivia
(2008), Honduras (2009) y Ecuador (2010), es decir, en
cuatro países caracterizados por ser el hogar de
significativos procesos de transformación económica y
social y, además, por estar integrados a la ALBA.
Ningún gobierno de derecha fue
perturbado por el golpismo, cuyo signo político oligárquico
e imperialista es inocultable. Por eso el campeón mundial
de la violación a los derechos humanos –Álvaro Uribe,
con sus miles de desaparecidos, sus fosas comunes, sus
“falsos positivos”– jamás tuvo que preocuparse por
insurrecciones militares en su contra durante los ocho años
de su mandato. Y es poco probable que los otros gobiernos de
derecha que hay en la región vayan a ser víctimas de una
tentativa golpista en los próximos años.
De las cuatro que hubo desde el 2002
tres fracasaron y sólo una, la perpetrada en Honduras en
contra de Mel Zelaya, fue coronada exitosamente. El dato
significativo es que su ejecución fue sorpresiva, en el
medio de la noche, lo cual impidió que la noticia fuese
conocida hasta la mañana siguiente y el pueblo tuviera
tiempo de salir a ganar calles y plazas. Cuando lo hizo ya
era tarde porque Zelaya había sido desterrado.
Además, en este caso la respuesta
internacional fue lenta y tibia, careciendo de la necesaria
rapidez y contundencia que se puso de manifiesto en el caso
ecuatoriano. Lección a extraer: la rapidez de la reacción
democrática y popular es esencial para desactivar la
secuencia de acciones y procesos del golpismo, que rara vez
es otra cosa que un entrelazamiento de iniciativas que, a
falta de obstáculos que se interpongan en su camino, se
refuerzan recíprocamente.
Si la respuesta popular no surge de
inmediato el proceso se retroalimenta, y cuando se lo quiere
parar ya es demasiado tarde. Y lo mismo cabe decir de la
solidaridad internacional, que para ser efectiva tiene que
ser inmediata e intransigente en su defensa del orden político
imperante. Afortunadamente estas condiciones se dieron en el
caso ecuatoriano, y por eso la tentativa golpista fracasó.
Pero no hay que hacerse ilusiones: la oligarquía y el
imperialismo volverán a intentar, tal vez por otras vías,
derribar a los gobiernos que no se doblegan ante sus
intereses.
(*) Atilio Boron es profesor de
teoría política y social en la Universidad de Buenos
Aires. Ha publicado numerosos libros. Es director del PLED,
Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en
Ciencias Sociales. También es Ex –Secretario Ejecutivo
del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales / CLACSO,
1997–2006.
Diana Cariboni
entrevista al activista
Jorge Rojas, testigo de asonada en Ecuador (*)
"Le vamos a cobrar al presidente
lo que ha hecho"
Inter
Press Service (IPS), 30/09/10
"No lo dejamos salir, y le
vamos a cobrar al presidente (Rafael Correa) lo que ha hecho
contra la policía". Esa frase, dicha por un oficial
ecuatoriano a sus subordinados, y escuchada por el activista
humanitario colombiano Jorge Rojas, sintetiza los confusos
acontecimientos ocurridos este jueves en Ecuador.
Oficiales y subalternos de la Policía
Nacional se levantaron este jueves, reclamando la derogación
de la ley de Servicio Público aprobada el día anterior por
la unicameral Asamblea Nacional legislativa, que, entre
otras cosas, recorta en esta fuerza condecoraciones y
algunas bonificaciones, y alarga los períodos para ascender
en la carrera profesional.
Correa fue agredido por policías
cuando acudió al regimiento donde se habían amotinado, y
luego conducido al hospital donde permanecía retenido a la
hora ecuatoriana 19:30 y 00.30 GMT del viernes.
Rojas es un periodista colombiano que
dejó los micrófonos y la pluma a comienzos de los años 90
para trabajar con la Iglesia Católica en un fenómeno del
que por entonces poco se hablaba: el desplazamiento forzado
causado por la guerra interna colombiana. Se convirtió en
director de la Consejería para los Derechos Humanos y el
Desplazamiento (Codhes), principal fuente no gubernamental
sobre el desplazamiento.
Por cuenta de esa guerra hay, según
Codhes, más de cuatro millones de desplazados. La mayoría
de quienes huyen fuera de fronteras llegan al vecino
Ecuador.
Por eso Rojas se encuentra en la
capital ecuatoriana, a donde viajó para asistir a una reunión
de expertos de varios países sobre desplazamiento y
refugio, preparatoria de una conferencia regional sobre el
tema. "La reunión, por supuesto, se dañó", dijo
a IPS por teléfono. "Los colegas de Costa Rica, de Perú
y de Colombia no alcanzaron a llegar, entonces yo quedé
atrapado aquí en Quito", pues la fuerza aérea cerró
todos los aeropuertos internacionales.
Afectado por los gases lacrimógenos
frente al hospital donde permanecía sitiado el presidente
Correa, Rojas describió lo que ocurría en exclusiva con
IPS a la hora local 16:16 (21:16 GMT). "Estoy en medio
de la manifestación… Vine a ver la movilización que había
para apoyar al presidente", indicó.
"Este hospital queda en la parte
alta de Quito, al noroccidente. Ha venido mucha gente a
respaldar a Correa, pero hay un contingente como de 200
policías, que son los que están usando gases, disparando,
reprimiendo. Han golpeado gente", describió.
"Pero están llegando más
personas y la pregunta es qué va a pasar, porque el ejército,
que dijo que apoyaba al gobierno, no aparece, no defiende el
hospital. No sabemos cuál es la seguridad real que tiene el
presidente Correa", añadió.
IPS: Usted mencionó
que escuchó una orientación dentro de la Policía. ¿Cómo
fue eso?
Jorge Rojas: Cuando yo estaba en
la Asamblea legislativa me acerqué a un grupo de policías
que estaban recibiendo una orientación de un coronel o
general, no supe. Este hombre les dijo a los policías que
no hablaran de "secuestro del presidente", porque
eso les podía traer problemas. Que hablaran de que el
presidente estaba siendo "protegido por la Policía en
el hospital". Y, a renglón seguido, el oficial dijo:
"Pero se la vamos a cobrar. No lo dejamos salir, y le
vamos a cobrar al presidente lo que ha hecho contra la Policía".
Yo escuché esa comunicación.
IPS: ¿Usted estaba en
ese momento dentro de la Asamblea?
JR: No, adentro no, afuera. La
Asamblea está tomada por la Policía. Y los policías que
estaban recibiendo esa orden, esa orientación, estaban
levantando barricadas a la entrada, o en inmediaciones de la
Asamblea Legislativa, y quemando llantas (neumáticos).
IPS: En los
alrededores del hospital, ¿cuál es la actitud de la gente?
JR: Es pacífica. Incluso le ha
hecho llamados a la Policía para que no se enfrente con la
población, pero ésta sigue agrediendo. Lo importante de la
gente es que está resistiendo. Se está movilizando, pero
no está incitando a la violencia. La violencia la está
promoviendo la propia Policía, no sólo aquí en el
hospital, sino en otras partes de Quito, donde está
haciendo barricadas y quemando llantas.
IPS: ¿Podría estimar
cuánta gente hay allí?
JR: En el lugar donde yo estoy
hay aproximadamente unas tres mil personas. Pero es que son
varias calles, subiendo al hospital. Yo estuve en otra calle
y allí se estaba llenando (de gente), entonces creo que
vamos acercándonos a unas cuatro o cinco mil personas. En
este momento están los helicópteros del ejército (se
escucha el ruido de los rotores). La gente los saluda,
incluso. Porque están esperando a que llegue el ejército
aquí. (El sonido se hace más fuerte) Ahí están los helicópteros.
La gente les está pidiendo que vengan a rescatar al
presidente.
IPS: ¿Hay alguna
representación de la Conaie (Confederación de
Nacionalidades Indígenas de Ecuador) entre los
manifestantes?
JR: No. Incluso, en la mañana,
algunos líderes del movimiento Pachakutik (expresión política
de la Conaie) hicieron unas declaraciones más o menos de
respaldo a la Policía, pero después como que no lo
hicieron más.
Los estudiantes y los indígenas, que
son contrarios al gobierno, no están apareciendo en las
manifestaciones, hasta donde yo veo. Más bien veo a gente
que apoya a Correa o que apoya a la Policía, o sectores de
derecha que también están movilizándose, en función de
apoyar a la Policía, incitando al golpe.
Porque este no es un problema sólo de
reclamaciones de la Policía. Esto, parece, estaba muy bien
planeado. Tanto, que los aeropuertos fueron tomados por un
sector de la Fuerza Aérea el cual, indudablemente, debe
estar en función del golpe. Porque no hay ninguna razón
para haber suspendido los vuelos en todos los aeropuertos
del país.
IPS: ¿Qué pasó con
los helicópteros? ¿Pasaron y se fueron?
JR: Han pasado dos helicópteros.
Sobrevuelan la zona, pero no llegan. Y la gente pide que
vengan a rescatar al presidente. El comandante de las
Fuerzas Armadas dijo que respaldan al presidente, pero no se
mueven. Quito está sin Policía. Ha habido saqueos en
algunos lugares. Sólo hay guardias privadas, pero no hay ejército
en las calles, por ejemplo. Y tampoco el ejército ha venido
aquí al sitio, sólo el sobrevuelo de los helicópteros.
(*) Con aporte de Constanza
Vieira (Bogotá).
Lecciones mediáticas tras el golpe de
Ecuador
Por Pascual Serrano (*)
PascualSerrano.net/Rebelión, 02/10/10
El golpe de Estado del pasado 30 de
septiembre en Ecuador ha vuelto a dejar en evidencia el
papel de los medios de comunicación. Lo más curioso de los
medios españoles es que, cuando unas fuerzas de seguridad
secuestran al presidente de un país, le llaman
“revuelta” y titulan sobre el estado de excepción:
“Estado de excepción en Ecuador para frenar la revuelta
de policías” (ElPaís.com), "Correa Decreta el
estado de excepción para frenar una protesta policial que
ha desatado el caos" (ElMundo.es). La agencia Efe dijo
que Correa “quedó atrapado” para referirse al secuestro
por parte de agentes armados.
En cuanto a los medios ecuatorianos es
de destacar una anécdota sucedida con Teleamazonas, un
canal privado muy hostil hacia Rafael Correa, que ya había
sido sancionado el pasado año por la Superintendencia de
Telecomunicaciones de Ecuador por haber publicado
informaciones falsas que provocaron alteraciones del orden público.
También en 2008 se supo que Teleamazonas llevaba siete años
sin pagar impuestos. En otra ocasión Correa acusó a
Teleamazonas de cometer un “atentado a la seguridad
nacional", al difundir, en connivencia con el opositor
Partido Sociedad Patriótico (PSP) del ex presidente Lucio
Gutiérrez, grabaciones privadas del gobierno.
Pero vayamos a lo sucedido el 30 de
septiembre. Cuando Correa se encontraba secuestrado por los
policías en el hospital, el periodista de la Radio del Sur,
desde Caracas, Marcos Salgado logra contactar con un
periodista de Teleamazonas que se encuentra en el hospital,
en una habitación contigua al presidente ecuatoriano. El
centro sanitario está rodeado de policías rebeldes que
hirieron al presidente hasta el punto de requerir asistencia
médica.
Salgado le pregunta si considera que
Correa está retenido en el hospital contra su voluntad o
no, el periodista de Teleamazonas le responde que no, que
simplemente está allí resguardado por decisión propia sin
que se le impida salir, aunque reconoce que los policías
del exterior no permiten el acceso de los ciudadanos que de
forma masiva están llegando para expresar su apoyo y
garantizar su seguridad. Marcos Salgado le expresa su extrañeza
porque la decisión de Correa sea voluntaria si fuera hay
decenas de policías armados y hostiles contra él, sin
embargo el periodista de Teleamazonas sigue insistiendo en
que la presencia de Correa en el hospital es por propia
voluntad.
Ya terminada la conversación entre los
dos periodistas, Marcos Salgado comparte con la audiencia lo
sospechoso de que, mientras que los ciudadanos no pueden
acceder al hospital, tampoco los miembros del gobierno, y
algunos equipos de prensa como el de Telesur fueron
agredidos cuando lo intentaron, el periodista del canal
opositor Teleamazonas pueda estar tranquilamente en la
habitación contigua del presidente. El desenlace de los
hechos demostró a las pocas horas que Rafael Correa estaba
secuestrado. Tan secuestrado que se necesitó un operativo
militar para rescatarlo.
El Comando Conjunto de las Fuerzas
Armadas, leal al gobierno, emitió un comunicado en el que
aseguró que "unidades de elite de las Fuerzas Armadas
rescatan al señor presidente y lo llevan a
Carondelet", sede del Ejecutivo en el centro histórico
de Quito. El operativo fue tan violente que se saldó con al
menos la muerte de un miembro del Grupo de Operaciones
Especiales (GOE) de la policía, y cinco militares heridos.
Podemos concluir por tanto que
Teleamazonas, propiedad del banquero ecuatoriano Fidel Egas
Grijalva principal accionista del Grupo Pichincha, fue cómplice
del golpe en la medida en que sus profesionales se dedicaron
a negar el secuestro del presidente del país, incluso ante
otros medios de comunicación, a pesar de que conocían la
realidad por encontrarse en el lugar de los hechos de una
forma sólo comprensible por su connivencia con los sectores
armados golpistas.
También es de destacar, una vez más,
el papel de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), el
consorcio patronal de medios americanos que combate las
iniciativas públicas de algunos gobiernos latinoamericanos
por desarrollar medios de comunicación públicos. Con el
presidente de Ecuador secuestrado por los agentes armados y
la represión policial de los golpistas con los periodistas,
la SIP se dedicaba a condenar la violación a la libertad de
prensa que implica la obligatoriedad de enlazar a la
televisión y la radio privada, a la señal de la cadena
estatal. Se trataba de una orden del Ejecutivo para que la
televisión privada estuviera enlazada a la pública ante la
contingencia nacional que implicaba el secuestro del
Presidente de la República y así el gobierno legítimo
poder dirigirse a la ciudadanía (en España se hace para
escuchar al rey en Navidad). Por su parte, el presidente de
la SIP, Alejandro Aguirre, subdirector a su vez de Diario de
Las Américas, de Miami, se refirió a al golpe en Ecuador
como “la situación de convulsión que atraviesa”.
Mientras la SIP emitía este
pronunciamiento, en Quito los golpistas trataban de derribar
las torres de transmisión de los canales nacionales.
Para terminar, vale la pena hacer algún
comentario sobre el papel de los medios alternativos y
comunitarios. Entre ellos, es de destacar el magnífico
trabajo que hicieron desde Radio del Sur donde, gracias a su
emisión en vivo por internet y sus conexiones en directa al
lugar de los hechos, desde cualquier lugar del mundo pudimos
escuchar de primera mano los acontecimientos de Ecuador. En
cambio, una vez más, cómo sucede desde su creación, la
emisión de vídeo por internet de Telesur volvió a caerse
por exceso de tráfico, algo que se repite siempre que pasa
algún acontecimiento trascendente en América Latina.
(*) Pascual Serrano es
periodista. Sus últimos libros son “El periodismo es
noticia” (Icaria) y “Desinformación” (Península).
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