El
levantamiento policial y las posiciones de la izquierda
Una asonada golpista
Por José Luis Rojo
Para Socialismo o Barbarie, 10/10/10
“Lección a extraer: la rapidez de la reacción
democrática y popular es esencial para desactivar la
secuencia de acciones y procesos del golpismo, que rara vez
es otra cosa que un entrelazamiento de iniciativas que, a
falta de obstáculos que
se interpongan en su camino, se
refuerzan recíprocamente”.[1]
El
pasado jueves 30 de septiembre ocurrió en Ecuador una asonada golpista. En un confuso episodio, el presidente Correa
permaneció alrededor de 10 horas detenido en un hospital
policial, dentro del principal cuartel en Quito. Mientras
esto ocurría, otros regimientos policiales se
auto-acuartelaban en todo el país. Como si fuera poco, la
policía tomó el control del Parlamento Nacional. Tropas de
la fuerza aérea copaban la pista del Aeropuerto
Internacional de Quito paralizándolo. Se suspendieron las
clases y los chicos fueron enviados de retorno a sus casas.
Corrieron rumores de saqueos mientras que la población
comenzaba a amontonarse en los supermercados para
aprovisionarse frente a cualquier eventualidad.
Los
canales fueron puestos en cadena nacional. Cerca de las diez
de la mañana, el jefe del comando conjunto de las FFAA, el
general Ernesto González, salía a pedirle al ministro de
Defensa, Javier Ponce, que le “conceda” los reclamos a la policía.
Al
mismo tiempo, empiezan a aparecer declaraciones a través de
determinados medios de comunicación exigiendo “la
renuncia de Correa” y el llamado a “elecciones
anticipadas”.
La
noticia impactó rápidamente en el ámbito internacional:
se reunió la OEA, se “autoconvocó” la UNASUR, y
comenzaron a llegar las condenas a los acontecimientos que
estaban ocurriendo en Ecuador.
Desde
el Palacio Presidencial en Quito, el Ministro de Relaciones
Exteriores, Patiño, convocaba a la población a “ir al
Hospital de Policía para liberar el presidente”. No era
necesario: espontáneamente, varios miles, en primer lugar jóvenes
de los barrios populares, se habían comenzado a dar cita en
la Plaza de Gobierno para exigir la liberación de Correa.
Frente al hospital dónde permanecía retenido, la población
intentaba arremeter pero los auto-acuartelados los mantenían
a raya mediante gases lacrimógenos y algún que otro
disparo. Diez horas después, la
liberación de Correa,
y entre 4 y 8
muertos y 193 heridos.
Ante
las graves circunstancias, a las 18 horas del mismo jueves
30, nuestra corriente emitió una declaración llamando a aplastar
a los insurrectos con la movilización de masas. Hicimos
esto subrayando la necesidad de no depositar un gramo de
confianza, ni en Correa, ni en las lágrimas de cocodrilo de
la OEA, UNASUR, y demás instituciones y gobiernos
capitalistas de la región. Fuimos
la primer
corriente de la
región en salir públicamente con una posición.
Pero...
¡paren las rotativas! ¡Ahora resulta que, haciendo coro a los más reaccionarios medios de comunicación del
continente, vergonzosamente, sectores de la “izquierda”
ecuatoriana
y del “trotskismo” continental dicen que lo ocurrido no
fue una intentona golpista sino “un
justo reclamo gremial”
de la policía frente a medidas arbitrarias de Correa…!
Un continente marcado por la polarización
Realmente
hay que restregarse lo ojos para creer que pueda existir tanta idiotez política. Corrientes como la LIT-PSTU que
permaneció completamente paralizada el propio jueves 30,
cuatro días después de la asonada salió a definir los
acontecimientos de la siguiente manera: una “protesta
policial (…) expresión distorsionada del descontento
popular”, razón por la cual se posicionan “en contra de
cualquier castigo a los policías que se movilizaron”[4].
¡Es de no creer
que se haya perdido tanto la brújula!
Pero
si los acontecimientos no han sido lo suficientemente
elocuentes, ¿cómo no partir del marco
regional para interpretarlos? Ese contexto podría
haberles dado “pistas” a estos y tantos otros
“desorientados” que en el mundo hay.
Primero
lo primero: en los últimos años, los desarrollos políticos
han sido el elemento más dinámico en Latinoamérica. Así
cómo en el mundo el factor determinante es la crisis económica
histórica que se está viviendo, su refracción no mecánica en la región ha dejado al factor político como él más dinámico hasta
él momento.
Este
factor político está compuesto esencialmente por dos
elementos. Por un lado, existe un trasfondo más
general. Una “irradiación” general que tiñe todo el
arcoiris de la lucha de clases regional. Tiene que ver con
que, de conjunto, Latinoamérica
sigue en última instancia
determinada por el “impacto” del proceso de rebeliones
populares abierto a comienzo del siglo XXI.
Ese
factor da contexto a otro elemento que hace ya un par
largo de años se ha abierto paso: una
persistente
división entre los de arriba respecto
de cómo responder a este ciclo
de rebelión popular.
En
términos generales, los oficialismos regionales son
aquellos que ensayaron distintos procesos de reabsorción
con métodos más o menos “reformistas” (desde Chávez, pasando por Morales y hasta muy
“adelgazadamente” los K). El tema es que frente a esa
circunstancia, la mayor parte de la burguesía ha tendido
a pasar a la oposición. Su divisa reza más o menos así: ni un paso atrás
en materia de los “derechos adquiridos” bajo el
capitalismo neoliberal heredado de los ’90.
En
este contexto, amplios sectores de la burguesía, y la mayoría
de los medios de comunicación (arrastrando tras de sí a
amplios sectores de las clases medias) han girado a
una oposición de derecha más o menos “furibunda”.
En Argentina, esto se vio con la reaccionaria movilización
de los campestres en 2008.
Por
último, pero no menos importante: la actitud del gobierno
de Obama. Este fue asumiendo una ubicación crecientemente conservadora
para con la región. “Condenó” en un comienzo el
golpe en Honduras… sólo
para terminar avalando todo
lo actuado por Micheleti al “santificar” la elección
fraudulenta que eligió a Pepe Lobo en noviembre del 2009.
No
hace falta que oficialmente el gobierno norteamericano apoye
una intentona golpista para saber cuanto le
disgusta que algunos de los gobiernos
“progresistas” de la región
no practiquen las “relaciones carnales” de antaño.
Esto es así, más allá de que ninguno de estos
gobiernos sea consecuentemente antiimperialista. Y de que
todos ellos estén recorridos por un pragmatismo
burgués consumado. En el caso de Ecuador, esto se puede
ver, en estos mismos momentos, en las medidas
antiobreras y antipopulares que viene llevando adelante
Correa.
En
síntesis: con el antecedente de Honduras, en una coyuntura
dónde nuevamente se expresan elementos de polarización política
(giro a la derecha del castrismo en Cuba; sonora derrota
electoral en Venezuela de Chávez, etcétera), ¿cómo un
levantamiento policial podría ser apreciado cuál mero
hecho “gremial” fuera de estas coordenadas regionales?
Al
contrario: lo que se vivió en Ecuador es una asonada
golpista que sólo cabía condenar y llamar a derrotar con
la movilización independiente de las masas. ¡No hay
tradición a la cual se pueda apelar desde la izquierda
revolucionaria que pueda desconocer esta exigencia
elemental!
Los
golpes no son, se hacen
“En
medio de la turbulencia, un pesado y agrio silencio
de las Fuerzas Armadas (milicia, aviación y marina) se
instaura dejando la sensación de un gobierno que se ha
quedado sin la capacidad operativa que ofrecen
las armas
para aplacar la escalada de los eventos”.
“La opinión dominante en esta
capital es que esos ‘elementos’ golpistas entraron en
escena con la rebelión policial ya en marcha,
con
la intención de ‘pescar a río revuelto”.
Pero
vayamos al grano de la definición misma de los
acontecimientos del jueves 30. La regla básica es que un
acontecimiento golpista no se lo puede analizar mediante un
esquema abstracto como
si no fuera un hecho dinámico.
La historia del continente está plagada de circunstancias
golpistas que no siguieron un único “tipo
ideal”.
Para
que se configure un acontecimiento
golpista no hace falta estar frente a uno como él de la
Argentina de 1976. Por el contrario, los intentos, asonadas
y planteos golpistas han sido muy
variados. Por ejemplo, en los años 60, la Argentina
vivió un sinnúmero de “planteos”
golpistas, dónde las fracciones del ejército
(“azules” y “colorados”) sacaban sus tanques a las
calles para imponer uno u otro punto de vista al gobierno de
turno. Dos décadas después, en abril de 1987, Aldo Rico se
autoacuarteló en
defensa de la impunidad para los militares genocidas en
circunstancias donde el planteo tampoco apuntaba a asumir
el poder. Pero por eso no dejaba de ser una acción o
hecho golpista, que era obligatorio combatir
sin vacilaciones.
En
la última década, en el continente vivimos no solamente
golpes de Estado “hechos y derechos” como él de
Honduras (o el de abril del 2002 en Venezuela, donde llegó
a asumir un presidente “sustituto” de Chávez). También
el paro-sabotaje patronal de enero del 2003 en Venezuela
tuvo características golpistas. Lo mismo el levantamiento
reaccionario del Oriente boliviano en agosto-septiembre del
2008. ¿En qué se
diferencian estos acontecimientos de la asonada golpista que
se acaba de vivir en el Ecuador?
En nada sustancial.
Está
claro que el intento de golpe ecuatoriano no triunfó, y que
el mismo tuvo un enorme grado de improvisación. Por eso
mismo lo definimos cómo asonada
golpista más que cómo un golpe hecho y derecho.
Pero su contenido
golpista, de irrupción reaccionaria en
la esfera política por la vía de los hechos, no queda disminuido por ello: “Como parte de la cultura política
de Ecuador, la oposición siempre tiene esos deslices
desestabilizadores. Hacer oposición es tumbar
gobiernos. Me parece que eso sucedió ayer: que la
protesta en los cuarteles derivó en esa
dinámica desestabilizadora, y la cosa se complicó”.
Sólo
ciegos esquemáticos
pueden haber perdido de vista el profundo sentido reaccionario
de los acontecimientos, simplemente por su carácter
relativamente “inorgánico”[10].
En
definitiva, el hecho fue que la policía ecuatoriana –un
pequeño “ejército” de 40.000 integrantes en un país
de no más de cinco millones de habitantes– de hecho intentó
“explotar” a su favor una medida antipopular de Correa
para desatar una asonada
golpista que, si no se transformó en un golpe
consumado, se debió a una serie de hechos cuyo centro tuvo
que ver con que no lograron el apoyo de sectores de masas. Ni
siquiera los apoyaron los propios trabajadores estatales
afectados por las medidas de ajuste del gobierno de Correa, de
los cuales ciertos “izquierdistas” supusieron los policías
eran su expresión “más
avanzada”.
A los
golpistas se los aplasta con la movilización
Por
nuestra parte, no tenemos dudas: frente a un planteo
golpista no caben las medias tintas. Menos aun cabe estar
del lado de los golpistas. Tampoco corresponde una posición
del tipo “ni unos ni otros” que iguale a ambos bandos patronales.
Lo que cabía era el
inmediato llamado a aplastarlos con la movilización
independiente de masas. Eso es lo que correspondía en
Ecuador.
El
no tener una visión “liviana” –o idiota– de la
intentona, y tomar partido seriamente contra ella, no
significa darle el menor apoyo político al gobierno burgués
de Correa.
Cómo está visto, este no apeló a las masas
“ciudadanas” para que lo liberen sino
a las FFAA, decretando el Estado de excepción, y entregando
el control del territorio nacional a las mismas, poniendo en
sus manos el operativo concreto de su rescate. Por si
fuera poco, luego dijo algo así como que “el 90% de los
policías son buenos”, y pocos días después premió a todas
las fuerzas de seguridad con
un suculento aumento salarial. Mientras tanto, el
castigo a los insurrectos, “está en manos de la
justicia”…
Tampoco
correspondía el llamado a la confianza en las lágrimas de
cocodrilo de los Chávez, Morales, Kirchner, Insulza, la OEA
o la UNASUR, como fue el caso de todo el coro de la
“progresía” intelectual y política regional.
Y
esta no es una mera posición “doctrinaria”: está el
ejemplo concreto de Honduras, donde fueron pura impotencia
frente a los golpistas.
Por
el contrario, hay una histórica tradición frente a los
planteos golpistas: ¡llamar
a la movilización independiente de las masas para aplastarlos! ¡Esta es la
tradición de las autenticas corrientes revolucionarias!
Acerca
del carácter de los policías ecuatorianos
¿“Trabajadores asalariados” o
“chapas
vendepatrias”?[14]
Por José Luis Rojo
Para Socialismo o Barbarie, 10/10/10
“Lo
cierto es que ningún otro gobierno había aumentado tanto
el presupuesto policial como el de Correa. Durante los últimos
cinco años, se triplicó a 330 millones de dólares, y en
promedio los ingresos se incrementaron en un 80%. Por eso,
la mayoría concuerda en que las razones del malestar van más
allá de una reivindicación salarial. La aprobación de
la ley que eliminó bonificaciones fue apenas la gota que
colmó el vaso de la tropa. Las razones más profundas hay
que buscarlas en una serie de golpes más ‘simbólicos’
que ha sufrido la policía en los últimos meses. En
especial, la
conformación de una Comisión de Verdad, que reabrió casos
emblemáticos de violaciones de los derechos humanos en los
tiempos de la dictadura militar, así como nuevas
investigaciones sobre abuso policial”.
|
Trabajadores
policiales, trabajando: algunos “izquierdistas” los
consideran
simples “empleados
públicos”, como los
maestros o las enfermeras de las escuelas y hospitales del
estado |
Uno
de los argumentos más ridículos que se han escuchado en
estos días de ciertos sectores “izquierdistas”, es que
los policías serían “trabajadores asalariados” que
respondieron al ajuste de Correa como “avanzada del
repudio popular al mismo”...
Esta
gente jamás le ha echado una mirada a textos básicos
del marxismo, como el “El estado y la revolución”
de Lenin, que define con exactitud a los policías como “bandas
armadas” al servicio del capital! Da vergüenza ajena
tener que recordarles esto. Pero evidentemente a los policías
los consideran “empleados públicos”, como los
maestros o las enfermeras de las escuelas u hospitales
estatales.
Las
libertades democráticas primero
Pero
vayamos por parte. Es un hecho que la ley y ciertos vetos
recientes de Correa tuvieron un carácter antipopular y
apuntan a quitarle una serie de derechos adquiridos a los
trabajadores estatales. Está clarísimo también que hay
que llamar a luchar contra
esas medidas reaccionarias y, obviamente, contra el gobierno
de Correa mismo. De la misma manera, hay que hacerlo en la
Venezuela de Chávez cuando reprime por ejemplo a los
trabajadores que ocupaban la Mitsubishi, o a Evo Morales
cuando ataca a los fabriles de La Paz que reclaman por sus
salarios, o a los Kirchner en la Argentina por sus múltiples
medidas antiobreras.
Son
gobiernos patronales,
y actúan a favor de la mayoría de los capitalistas
contra los trabajadores. Esto es así, aunque al mismo
tiempo estén enfrentados con uno u otro sector burgués
en particular,
y también mantengan una mayor autonomía respecto a
un imperialismo yanqui debilitado, pero sin llegar romper
con él, ni menos con el capitalismo como tal.
Sin
embargo, cuando se trata de una asomada golpista, todo eso
está “tutelado” –por decirlo así– por un elemento
“mayor”: se
trata de las
libertades democráticas de las masas trabajadoras y
populares que están puestas en
riesgo. Deben ser ellas las que “pongan” y
“saquen” a los presidentes y no las acciones
reaccionarias golpistas de la derecha burguesa, el
imperialismo y sus instrumentos las FFAA y, en general, las
“bandas armadas” a su servicio, como la policía.
Flor de
“trabajadores”…
Volvamos
ahora al problema de la policía.
¿Desde cuando las mismas deberían ser consideradas como
“trabajadores asalariados”? No
es cierto que
toda categoría que recibe un salario sea
trabajadora. Cómo es sabido, hay trabajadores
productivos e improductivos. Los productivos crean valor y
plusvalor en el terreno mismo de la producción. Los
improductivos, si bien no agregan valor, sin embargo son
esenciales a la hora de la reproducción de la economía.
Pero
la policía no es una categoría “económica” o un tipo
especial de “trabajadores” aunque reciban un salario: son
un grupo
social lumpen-parasitario,
que cumple las tareas de cuidar el “orden” al
servicio de los capitalistas: son perros guardianes de
los capitalistas, que reciben
un ingreso por esa función.
En
el terreno de la producción, por ejemplo, los capataces
también reciben un “salario”. ¿Pero a quién se les
ocurriría caracterizarlos como parte de la clase obrera,
cuando son los perros guardianes de los capitalistas a nivel
de la producción. Pues bien: los policías son los perros
guardianes del orden capitalista –junto con las
fuerzas armadas– pero en el terreno político
general por así
decirlo, no de
la economía o la producción.
Así
las cosas, no se puede pretender que cualquier sujeto
social pueda encarnar las reivindicaciones populares. ¡No
señor! ¡La policía no puede hacer eso!
De
ahí el hecho empírico que se observó el propio jueves 30:
a pesar que los trabajadores estatales fueron duramente
perjudicados por las medidas antiobreras de Correa –que
formalmente iban en el mismo “paquete” que afectaban a
los policías– nadie ha reportado que miles y miles de
trabajadores estatales salieran a apoyar el levantamiento
policial…
¡El “instinto”
de la clase trabajadora por
suerte es
mayor que
el de tantos autoproclamados
“izquierdistas”!
En
síntesis: a las asonadas golpistas no hay que tomárselas
a la “chacota”[17]. Hay que sacar las lecciones del caso, para incorporarlas a las
enseñanzas de la lucha de clases de este período. Hay que
saber que la mejor manera de evitar este peligro
latente del golpismo (alentado por la derecha
patronal y el imperialismo yanqui) es desbordar
por la izquierda
a estos falsos gobiernos “socialistas del siglo XXI”. Si
no sucede eso, tarde o temprano y de una u otra manera, van
a llevar a la derrota el ciclo de rebeliones populares, si
éste no se transforma en auténtica revolución socialista
de la mano de la clase obrera continental.
[1]
Atilio Borón, ALAI, 01-10-10, en socialismo-o-barbarie.org
[2]
Datos estos últimos de La Nación de la Argentina,
2-10-10.
[3]
Es el caso del “maoísta” Partido
Marxista-Leninista, un grupo de cierta importancia en el
Ecuador, que definió los acontecimientos como una “insurrección popular liderada por la policía”. Parece ser que
este grupo no tiene nada que envidiarles a sus pares de
Venezuela o del PCR argentino, ferviente seguidor de la
Sociedad Rural.
[4]“Declaración
de la LIT sobre los acontecimientos del día 30 de
septiembre en Ecuador”,
en www.litci.org.br. Izquierda Socialista de la Argentina no se quedó
atrás: definió la intentona como “una
rebelión contra el ajuste” saliendo a
criticar extensamente a nuestra corriente por haberse
plantado firmemente contra la asonada… En “¿Qué
paso en Ecuador?”,
Juan Carlos Giordano, miércoles 6 de octubre del 2010.
[5]
Como confirma agudamente Alberto Acosta, ex presidente
de la Asamblea Constituyente, y ex partidario de Correa,
que no por eso dejó de condenar el intento golpista:
“Primero: Correa no está afectando la modalidad de
concentración y distribución de la riqueza y el
ingreso: la pobreza no disminuye, la desigualdad se
mantiene. Segundo: no se camina hacia una superación
del modelo ‘extractivista’ de inserción sumisa en
la economía internacional; por el contrario, en este país, como en Bolivia y Venezuela, lo que
existe es una reinvención del extractivismo clásico,
una suerte de neoextractivismo del siglo XXI.
Tercero: la ‘revolución ciudadana’ tiene un mercado
déficit de ciudadanía”… En Correspondencia de
Prensa, 5 de octubre del 2010.
[6]
El PSTU, corriente “morenista”, parece haber
olvidado muchas de las más valiosas enseñanzas del
mismo… Moreno. Por ejemplo, folletos cómo “¿Quiénes supimos luchar contra el golpe gorila del ’55?” que
debería haber formado a algunos de sus
“dirigentes”.
[7]
David Suárez, “¿Qué
sigue?”, en socialismo-o-barbarie.org. Se trata de
uno de los mejores relatos que se han escrito de los
acontecimientos.
[9]
Gonzalo Ortiz, “¿Motín o golpe frustrado?”, Inter
Press Service, 01-10-10.
[10]
Una definición como la de estos “izquierdistas” que
estamos criticando fue dada por Rosendo Fraga, analista
político conservador argentino: “Lo
sucedido en Ecuador es claramente un
motín policial, generado más por motivos gremiales o
sociales que políticos”. La Nación,
1-10-10.
[11]
Un duro ajuste de los trabajadores estatales –proyecto
de “Ley de servicio público”- la que para colmo les
va a ser
compensada por Correa -incluso después de la asonada- vía
un aumento salarial a las fuerzas de seguridad en su
conjunto.
[12]
Una posición de este tipo sacó el PTS dos días después
de sucedidos los hechos, el sábado 2 de octubre.
[13]
Obvio que ese fue el caso del NPA mandelista en Francia,
lo que desató un cierto debate en su interior.
[14]
“Chapa” es una expresión que en quechua quiere
decir “vigilante”; así se llama comúnmente a la
policía ecuatoriana entre los sectores populares…
[15]
Corresponsal en Quito del diario conservador La Nación
de la Argentina, 6-10-10. Sus datos son doblemente
significativos porque, como toda la prensa de derecha
del continente, La Nación se ufanó por
desestimar el carácter golpista de asonada policial y
reducirla a un mero “problema gremial”.
[16]
Esta mecánica en el nacionalismo burgués de la segunda
posguerra esta muy bien explicada por los textos de
Milciades Peña y, en honor a la verdad, también –en
un plano más político- en textos de Nahuel Moreno como
“La traición de la OCI”.
[17]
Expresión de nuestro país que quiere decir algo así
como no tomárselas livianamente.
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