La
nueva Doctrina Monroe:
“la droga para los (norte)americanos”
Por
Alfredo Jalife–Rahme
Revista Contralínea, México, 17/10/10
No es
exactamente una Doctrina Monroe que feneció desde que
Washington abandonó a Latinoamérica –especialmente a
Suramérica– para consagrarse de lleno a su “arco de la
crisis” en el gran Medio Oriente, en búsqueda del
vellocino de “oro negro” perdido. Pero se pudiera metafóricamente
proponer que la nueva visión “Guerras del crimen: gánsteres,
cárteles y seguridad nacional de EEUU” –reporte
publicado el pasado 28 de septiembre por el Centro por una
Nueva (sic) Seguridad Estadounidense (CNAS, por sus
siglas en inglés)– conlleva abiertamente la intención de
americanizar la geopolítica de las drogas en todo
el hemisferio, de acuerdo con su muy peculiar visión de las
cosas.
El CNAS es
un pequeño conglomerado de militares retirados que ostenta
su “bipartidismo” (en Estados Unidos, eso condimenta las
supuestas imparcialidad, objetividad y neutralidad de las
posturas propuestas), cuando importantes secretarios (desde
el Pentágono hasta el Departamento de Estado) suelen acudir
a sus cónclaves.
Perturba
enormemente su similar resonancia con el pernicioso
“Proyecto por un Nuevo (sic) Siglo
Estadounidense”, propuesto por los superhalcones israelí–estadounidenses
de extrema derecha, mejor conocidos como los
neoconservadores straussianos, quienes empujaron a
Estados Unidos al abismo mediante las guerras fracasadas de
Irak y Afganistán, con el fin de perpetuar la hegemonía de
Israel en el Medio Oriente, como destacados académicos
estadounidenses de cepa nacionalista se han cansado en
demostrar.
Lo
relevante radica en que Estados Unidos asimila a su muy
controvertida “seguridad nacional” –en realidad, una
seguridad “trasnacional” muy sui géneris– “las
guerras del crimen” de “los cárteles de la droga y los
gánsteres”: una criminalización militar en su máxima
expresión con dedicatoria especial a todo el
continente–hemisferio.
En fechas
recientes, ha llamado poderosamente la atención la escalada
retórica proveniente de círculos muy influyentes en
Estados Unidos, desde la poderosa secretaria de Estado,
Hillary Clinton, hasta el prominente senador del Partido
Republicano Richard Lugar (quien propuso un cuerpo
intervencionista estadounidense en conjunción con las
rebasadas fuerzas locales mexicanas), que hablan
abiertamente de una “insurgencia” que se despliega en México
y que rememora aquel libro inolvidable de hace 14 años: La
próxima guerra, de Caspar Weinberger, exsecretario
reaganiano de Estado, con el prólogo llamativo de Maggie
Thatcher (la dama de hierro británica).
Que el
israelí–estadounidense Weinberger haya sido atrapado in
fraganti en el pestilente escándalo del
indeleble “Irán–Contras” (que, por cierto, involucró
presuntamente hasta los propietarios israelí–argentinos–venezolanos
del edificio Omega en la ciudad de México, que siguen
vigentes al desear capturar a precio de remate Mexicana de
Aviación) cobra otro enfoque de la insurgencia subrepticia
y de los experimentos criminales que impone Estados Unidos a
Latinoamérica –como acaba de exhumar su canallesca
inoculación de sífilis a los ciudadanos de Guatemala para
experimentar sus medicamentos (por lo menos, ya pidieron
disculpas públicas).
Incomoda
bastante que tomen como gurú al fanático globalizador al
israelí–venezolano Moisés Naim y como guía a su muy polémico
libro Ilícito. Naim es director en jefe de la
revista Foreign Policy, que no solamente aboga políticas
militaristas, sino que es un centro de propaganda de la
globalización, un modelo neocolonial financierista
inventado por Estados Unidos y a quien ha beneficiado como a
nadie.
La tesis
nodal de la publicación del CNAS sobre la criminalización
hemisférica de su nueva Doctrina Monroe se centra en el
modelo mexicano de “una violencia sin precedente” (que
ya rebasó los 30 mil muertos de una administración
proclive al genocidio), donde los grupos de narcotraficantes
“han evolucionado”, lo cual “comporta desafíos
significativos no solamente para México, sino también a
los gobiernos y a las sociedades a lo largo del hemisferio
occidental, incluyendo a Estados Unidos”.
¿La
evolución tecno–criminal de los narcotraficantes invita a
una “ayuda” militar de Estados Unidos por la vía de la
intervención, que implica a toda Latinoamérica y hasta el
mismo Estados Unidos?
El reporte
del CNAS de 84 páginas monitorea al “crimen organizado”
en todo el hemisferio, “analiza sus desafíos para la región
entera” y “recomienda (sic)” que “Estados
Unidos sustituya el paradigma” de la “guerra contra las
drogas” con políticas que integren lo doméstico y lo foráneo,
con el fin de “confrontar los desafíos interrelacionados
del tráfico de las drogas con la violencia, que van desde
la cordillera de los Andes hasta las calles de Estados
Unidos”.
Como se
nota, se propone ir más allá de los planes fallidos del
Plan Colombia y el Plan México (rebautizado como Plan Mérida
para no provocar similitudes innecesarias) para abarcar las
políticas doméstica y foránea en todo el hemisferio, es
decir, una nueva Doctrina Monroe para combatir el narcotráfico
y todas las variantes del crimen organizado.
¿Cómo
limpiará Estados Unidos a todos los elementos “nocivos”
del continente? ¿Se equivocará de vez en cuando con las
oposiciones democráticas a los designios de neocolonización
de la anterior Doctrina Monroe?
La coartada
es perfecta: ya que el producto del narcotráfico, desde su
génesis en los cultivos andinos hasta su mayor consumo
interno en el mundo, desemboca violentamente en “las
calles de Estados Unidos”, lo que afecta indiscutiblemente
la “seguridad nacional–trasnacional” estadounidense,
por lo que, comprensiblemente, el gobierno asediado directa
y/o indirectamente no puede quedarse con los brazos
cruzados.
¿Qué
opinan Canadá, Brasil y Argentina al respecto, para citar a
tres miembros del G20, el ícono de la nueva gobernación
global?
Como era de
esperarse, México y Colombia se llevan las palmas.
México es la piedra de toque del proyecto para americanizar
y, por qué no, trasnacionalizar las “guerras del
crimen”. De acuerdo con la singular cuan unilateral
cosmogonía de Washington: “Ningún (sic) país
en el hemisferio es más importante para la seguridad de
Estados Unidos que México, que lucha por su vida (sic)
en contra de una extensa insurgencia (sic)
criminal. Los cárteles mexicanos de la droga dominan las
redes criminales en el hemisferio y han adquirido una
extensa influencia internacional”.
Como era de
esperarse, el reporte escamotea la venta masiva de armas de
alto poder provenientes de Estados Unidos e Israel.
El reporte Guerras
criminales, que aún no ha lanzado chispas
“hemisféricas” debido a su poca difusión, fue el
resultado de un año de estudio del coronel retirado Robert
Killebrew y Jennifer Bernal, quienes aducen básicamente que
“las redes (sic) criminales que vinculan a los cárteles
y a los gánsteres cesaron de ser un problema criminal, sino
una amenaza con metástasis (sic), que tomó la
forma de insurgencia (¡super–sic!) criminal muy
extendida e interconectada. La escala (sic) y
violencia de estas redes amenazan a los gobiernos civiles y
a las sociedades civiles (sic) en el hemisferio
occidental, así como en Estados Unidos”.
Llama la
atención el lenguaje cibernético iterativo (por ejemplo,
redes), pero más que nada la sacrosanta definición de
“insurgencia criminal”, término muy militar del Pentágono
bajo el cual libra sus guerras (por cierto, fallidas) desde
Irak hasta Afganistán. Aparece así un axioma inescapable:
toda insurgencia exige una contrainsurgencia.
A propósito,
el reporte fue lanzado en el hotel Willard Intercontinental,
donde asistió un panel de discusión sumamente interesante
(además del coronel retirado Robert Killebrew): doctor
Vanda Felbab–Brown, del influyente Brookings Institution;
Roberta Jacobson, asistente vicesecretaria de Estado para
Asuntos del Hemisferio Occidental; y Michael Shifter,
presidente del Diálogo (sic) Interamericano (Dia).
Aquí se notan las “redes” propias de la alta burocracia
de Estados Unidos con los militares, la academia formal y
sus organizaciones no gubernamentales muy domesticadas. No
es momento ahora de escudriñar las biografías ni los
financiamientos del Dia (por ejemplo, la Fundación Ford),
pero lo más notorio es que el reporte goza de una bendición
plural de amplio espectro para su desarrollo de parte de la crema
y nata del poder estadounidense –con la notable
excepción, para no decir extinción, de la muy poderosa
banca que se lleva todas las suculentas ganancias de las
“guerras del crimen” por la vía del paradisiaco lavado
fiscal.
Llega a
cinco conclusiones donde el reporte expectora toda su muy
aburrida lingüística propagandística: 1. El crimen, el
terrorismo y la insurgencia están entrelazados en nuevas y
peligrosas maneras; 2. Sus redes criminales y su alcance lo
convierte en un desafío multinacional (alega que opera en
14 países soberanos del continente por ahora); 3. Cualquier
esfuerzo “estratégico (sic)” debe “incluir
una asistencia (sic) apropiada (sic) a los
países de Latinoamérica para fortalecer su seguridad y sus
instituciones de reforzamiento de la ley”; 4. Estados
Unidos debe enfocarse a limpiar (¡super–sic!) su
propia casa (sus escuelas y sus jóvenes); y 5. Derrotar a
los cárteles y a sus aliados (sic) tomará mucho
tiempo.
Sus
recomendaciones al gobierno de Estados Unidos, sucintamente
descritas, son “renovar un alcance (¡super–sic!)
político y militar (sic) a los Estados de América
Latina; mejorar los esfuerzos para fortalecer las
instituciones estatales a través de la región; mejores
ataques a las redes financieras de los cárteles”.
Del lado
estadounidense, el reporte reclama que “la política doméstica
debe tener como objetivo expandir un mejor espionaje
mediante el reforzamiento de la ley, campañas adicionales
financiadas por un fondo federal para disminuir la demanda
de las drogas y salvaguardar a las comunidades de
estadounidenses contra el reclutamiento de los gansters”.
¿No están funcionando adecuadamente la Seguridad del Hogar
(Homeland Security) y el Acta Patriótica, diseñados contra
el espantapájaros del montaje del “terrorismo
islámico”?
Es
asombrosa la similitud conceptual y operativa de la
“guerra contra el terrorismo islámico global” y las
flamantes “guerras del crimen”: las primeras sirvieron
de pretexto para librar varias guerras en el Medio Oriente,
¿las segundas se aprovecharán para “apuntalar”
militarmente a ciertos países incómodos de Latinoamérica
y así deglutirlos óptimamente?
Apareció
el peine: “Solamente abordando al crimen
trasnacional (¡super–sic!), las sociedades en el
hemisferio serán capaces de mitigar (sic) su
impacto”, ya que “crimen en la era de la globalización
pudiera (sic) ser la tendencia emergente más
importante en el entorno de la seguridad global (sic)
de hoy”.
¿Antes de
globalizar su contrainsurgencia contra las “guerras del
crimen”, Estados Unidos la americaniza primero
hemisféricamente?
Hoy,
Latinoamérica experimenta negativamente desde hondurazos
(golpes militares para derrocar a mandatarios incómodos con
el fin de colocar luego a un “demócrata” domesticado
por la vía electoral en un entorno militarizado) hasta
insurgencias teledirigidas (“guerras del crimen”) que no
se entenderían sin la aportación masiva de armas de alto
poder provenientes de Estados Unidos e Israel a los cárteles
de las drogas.
¿Con su
nueva contrainsurgencia, Estados Unidos empuja una nueva
Doctrina Monroe –algo así como “las drogas para los
americanos” continentales–, como supremo pretexto de
“ayuda humanitaria” para compensar sus pérdidas geopolíticas
en Latinoamérica?
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