De
corrupción y diezmos
Por
Adán Salgado Andrade
Desde
México para Socialismo o Barbarie, 22/10/11
Desde
este corrupto México.– Ahora que se habla del
bicentenario de la supuesta independencia de México, la
historia del país está indisolublemente ligada a la de la
corrupción, sobre todo a partir de la impuesta colonia española.
Como se sabe, la mayor parte de los sometedores de los
antiguos mexicanos, eran mercenarios ávidos de lucrativas
aventuras que les permitieran salir de las miserables vidas
que hasta entonces habían llevado en España. Atraídos por
míticos, auríferos reinos, aquí, en las tierras anahuacas,
de todos modos hallaron gente, tierras, vastos recursos y,
en efecto, minerales preciosos, como oro o plata, que, en
corto tiempo, los convirtieron en hombres acaudalados, claro
que sin modales y, lo más grave, sin lealtad muchos de
ellos. La “solución” del soberano español en turno
(Carlos I de España), fue permitir que tales mercenarios se
quedaran con una parte de las tierras y los hombres de los
que se habían apoderado por el simple uso de la violencia y
el latrocinio. Esa suerte de dádivas soberanas habrían de
convertirse en la norma, con tal de, efectivamente,
garantizarse el rey español la “lealtad” de aquellos
ladrones a “su servicio” (no exceptuando, claro, que el
propio rey era el ladrón principal al haberse apropiado por
la fuerza de tierras ancestralmente ocupadas por
industriosas y cultas civilizaciones).
Esa
mercantilista relación entre los “súbditos españoles”
en las colonias y su rey en España, también fue muy
bien aprovechada por la iglesia, la cual habría de
recuperar en estas sometidas tierras el poder perdido en
Europa, debido principalmente a las reformas luteranas y a
que la “fe ciega” de los inicios del cristianismo y la
edad media se había ido disipando con los siglos (más que fe
ciega, se trató en realidad de una absurda fanatización,
que convirtió a los seguidores de Cristo en peligrosas
hordas de manipuladas turbas que arrasaban con todo aquel
que no se acogiera al “cristianismo”, como puede verse
en la reciente, muy recomendable cinta española “Ágora”).
Aquí, además de la imposición de esa tan cuestionada
“fe” por medio de la fuerza y de la “santa inquisición”,
también las prácticas lucradoras de enriquecimiento de la
elite eclesiástica volvieron a reforzarse como nunca antes.
Así, el obligado diezmo, la bendita “limosna”
para la curia local, era una suerte de impuesto religioso,
cuyo incumplimiento, además del castigo divino al mandar al
infierno al pecador, incluso ameritaba en muchas
ocasiones castigo corporal con las ingeniosas
torturas que los muy “creativos” inquisidores les infligían.
Por
tanto, las dádivas soberanas a sus “súbditos” para
comprar sus lealtades y el diezmo eclesiástico, por la
fuerza de la costumbre, se convirtieron con el paso de los años
y los siglos en parte, como dije antes, de nuestra historia
y de nuestra cultura, sí, la cultura de las dádivas–corrupción–diezmo.
En
nuestros días, este supuesto azote, en realidad,
para el sistema político mexicano está que ni mandado a
hacer pues, entre otras cosas, garantiza la estabilidad y
el, digamos, aceptable funcionamiento de la sociedad
por aquél “gobernada”.
Se
habla desde distintos niveles de gobierno de que se debe de
acabar con la corrupción, las prácticas fraudulentas, las
extorsiones, el crimen organizado... pero esas prácticas
son algo tan necesario para la perpetuación y subsistencia
del sistema político, que hablar de acabar con ellas sería
para éste una especie de autoinmolación.
Por
estos días de violencia generalizada (alimentada todavía más
por las equivocadas estrategias gubernamentales para
“combatir” al crimen, de “contra la violencia, más
violencia”) e impune actuación del así llamado “crimen
organizado”, cabe preguntarse hasta qué punto la corrupción
de la que he estado hablando, formaría parte de aquellos
factores de supuesta “inestabilidad” o es gracias a la
corrupción (y a todo lo que implica, como veremos adelante,
particularmente a la forma actual que el diezmo ha
tomado) que la “estabilidad” subsiste.
Han
dicho centros empresariales que estudian el impacto de la
inseguridad y la violencia en la actividad económica, que
alrededor de un 7% del PIB del año pasado (2009), unos 175
mil millones de pesos, se pierden por tal inseguridad. Fue
esta cifra refutada por el gobierno, en especial el
secretario de hacienda, quien negó que la criminalidad, y
yo agregaría a la corrupción, como parte de dicha
criminalidad, afecte. Muy miope su opinión, dado que, por
ejemplo, pensemos en alguien que sufre un asalto y que
entran a robarle a su casa: televisión, computadoras,
refrigerador, joyas, dinero… y todo aquello con que puedan
cargar los ladrones. Es evidente que estará sufriendo un
retraso en su desarrollo económico, pues de haber tenido
satisfechas sus necesidades en cuanto a dichos aparatos y
satisfactores, haber estado en un punto, digamos que de
satisfacción, de pronto pierde ello y debe de comenzar
desde cero. Pero, además, si no tiene de momento los medios
económicos que le permitan reponer lo robado, pues le
implicará un atraso material, quizá de varios años atrás.
Su desarrollo material habrá retrocedido y si antes del
robo estaba en posibilidades de realizar o adquirir otros
bienes o emprender cambios en su estilo de vida, pues deberá
esa persona posponerlos, quizá de forma permanente. Que el
mencionado tecnócrata diga que no hay atraso, es no usar el
sentido común para razonar, como lo hice arriba, en que,
efectivamente, hay una fuerte afectación material para la
actividad económica del país (días después señaló que,
en efecto, “hay afectación”).
Hace
unos días asistí a una reunión de proselitismo político
priísta. Estaban allí tanto empresarios como políticos de
poca y mediana monta. Al escuchar algunas de las
conversaciones, me cercioré de que esta gente existe
gracias al dinero que tienen y que prontos están para
presumirlo. Por ejemplo, una de las pláticas que escuché
era la siguiente, sostenida entre dos supuestos empresarios
que comían junto a mí, hombres cincuentones, vestidos con
ropa fina, que manipulaban hasta tres “black berries”
(costosos teléfonos celulares) y lucían sendos anillos y
pulseras de oro en sus manos y muñecas:
–
Oye, y ¿qué pasó, siempre te fuiste a Estados Unidos? –
preguntaba uno.
–
Sí... sí, me fui en la Honda nueva... la que te dije que
compré apenas... sí, nos fuimos el sábado tempranito, a
Laredo, y luego luego nos fuimos al mol... y me gasté
como cincuenta mil dólares...
–
¿¡Cincuenta mil dólares!?...
–
Sí... cincuen... no... digo, cinco mil dólares... sí,
como sesenta y tantos mil pesos... sí, pero nos vinimos
bien surtidos, sí... mi mujer se compró harta ropa... y a
mis hijos les compré unos juegos y sus laptops...
–
Ah... pues qué bien... yo pienso irme la otra semana...
Y
en ese tenor continuó esa materialista–consumista
conversación.
Pude
platicar con algunos empresarios sobre la corrupción
gubernamental. “Eso nunca se va a terminar”, me dijo uno
de ellos. “Aquí, si no le entras con el diezmo,
nomás no te dan contratos”. Muy confidencialmente me
reveló que acababa de entregar medio millón de pesos a
unos regidores, quienes a cambio le entregarían una obra
por, en efecto, ¡cinco millones de pesos! “Es la cuota
que debes de pagar si quieres sobrevivir aquí”, continuó
diciéndome. “Y no te creas que son, así, muy
importantes, son güeyes chicos”. “Y nada más
por darte los precios unitarios de las obras, para ver que
no te desfases mucho, nada más por dártelos, ¡te piden
cincuenta mil pesos!... y ni modo que no le entres, porque
si tú haces tus cotizaciones y estás demasiado subido,
pues de todos modos menos te dan el trabajo, así que también
allí le tienes que entrar”, continuó diciéndome,
esbozando una irónica sonrisa, como diciendo “ni modo, así
trabaja este país”.
Le
pregunté su opinión sobre el narcotráfico. “Mira, esto
lo ha provocado el gobierno, por haber favorecido sólo a un
cártel y meterse en los territorios de los otros… provocó
la guerra. Eso era lo que hacía el PRI, respetar los
territorios”. “Vaya”, reflexioné en ese momento,
“entonces el PRI se entendía más con los capos, que los
panistas”. “Y vas a ver que no le va a quedar más
remedio al gobierno que negociar, porque si no, esto se va a
poner peor, en serio. De todos modos,
Estados Unidos va a seguir consumiendo droga, eso que
ni qué, y se la tenemos que surtir… se hacen pendejos,
nada más. Además, a los gringos les conviene tener un solo
grupo, para que puedan controlarlo... es más difícil si
hay varios”. Tiene sentido lo que este empresario me
comenta. En realidad fue lo que se hizo en EEUU luego de que
terminó la prohibición, pues se siguieron “tolerando”
a las mafias que habían acogido la medida y que cambiaron
de giro, todo bajo la “discreta” aceptación del
gobierno y los cuerpos policíacos.
“Bueno,
¿y qué piensas de los empresarios que secuestran?”, volví
a preguntarle. “Mira, esos son los que lavan el dinero y
se quieren salir… yo, por eso estoy bien derechito, pago
mis impuestos, les pago todas sus prestaciones a mis
trabajadores… así, no tienen por qué molestarte, en
serio. A mí nunca me han molestado, porque no me meto en
negocios chuecos… bueno, al menos del lavado de dinero y
esas cosas”, aclaró, sonriendo, viendo mi cara de
incredulidad, sobre todo por lo que me había contado antes,
de lo del “diezmo”. “Seguro eso habrán hecho en
Colombia, haber pactado con los cárteles”, pensé, lo que
explicaría la aparente “paz” que vive ese país, que a
pesar de toda la supuesta guerra contra el narcotráfico,
sigue produciendo una gran cantidad de la droga consumida en
EEUU. Y me vinieron a la mente las declaraciones publicadas
en diarios de EEUU, que aseguran que el gobierno de Calderón
protege sólo al cártel de Sinaloa, el del Chapo Guzmán,
quizá porque, como de todos modos ese país necesita droga,
pues es mejor tener bajo control a productores y
distribuidores. Tiene lógica, entonces, lo que me dijo este
empresario, de que la guerra a muerte de los cárteles ha
sido provocada por un absurdo, surrealista favoritismo del
gobierno a un solo cártel. También me vino a la mente que
la producción de amapola y estupefacientes en Afganistán,
ese invadido país, convertido en un infierno gracias al
“control” militar estadounidense (como también sucede
en Irak), ha aumentado muchísimo en comparación con los
niveles que había antes de dicha invasión, pues
constituye, además de un muy buen negocio, casi la
totalidad del PIB de ese país.
Allí
mismo conocí a otra persona que se ha dedicado a trabajar
para PEMEX. “Uy, si te contara todas las transas que se
hacen allí… fíjate, en una ocasión se estaba perforando
un pozo en Tabasco, de ocho mil metros de profundidad, que
según los estudios daba a un muy buen yacimiento, que iba a
producir bastante. De repente, que paran la obra, sí, y no
faltaba mucho para llegar al petróleo, en serio. Todos nos
quedamos sorprendidos, pero nos dijeron los jefes que se
cerraba. Y ni dijeron por qué... ya después, tú sabes,
comenzaron a correr los rumores de que se debía dejar como
la cuota para el gobierno que iba a venir... el que
está ahorita... ay, se me va su nombre... sí, el de Calderón,
sí... que había que entrarle con algo, y que ese pozo iba
a ser como que el pago para que nuestra empresa siguiera
perforando”. “¡¿Y así, nada más se paró todo!?”,
pregunté, escéptico.
“Sí,
así como lo oyes... y se ve que iba a ser un pozo que iba a
producir mucho, en serio”. “Y qué sabes... ¿sí lo están
operando ya?”, volví a cuestionar. “No sé... ya no he
regresado para allá, pero seguro sí, sí... era muy
bueno”. “Oye... y qué me puedes decir de los diezmos...
con lo que tenían que entrarle para que los dejaran
trabajar”, abordé el tema. “¡Uy... sí, seguido se hacían
comidas para los funcionarios de PEMEX, pagadas por las
empresas, las que querían perforar o vender equipo... y allí
era donde les tiraban los cañonazos... imagínate, cañonazos
de sesenta... cien mil pesos... ¿¡quién los aguanta, no!?
Y era cuando se cerraban los tratos”, dice este
hombre treintón, muy cordial.
Y
ya luego me platicó que en otra ocasión estuvo en un pozo
que empleaba equipo de perforación nacional, muy bueno.
“Sí, muy bueno, de verdad. Y que pregunto de dónde era
el equipo, y me dijeron que era nacional, que de Monterrey,
pero que ya no se fabricaba, que ése era como de 1970, casi
cuando dejaron de fabricarlo... ¿por qué crees?... pues
porque como era nacional y era tan bueno, no convenía a las
empresas extranjeras que se siguiera fabricando y entonces
PEMEX dejó de comprarlo, presionada por esas empresas
extranjeras y pues que quiebra la compañía. Pero te digo,
tan buen equipo, que en ese pozo todavía lo estaban
usando.”. “Y luego dicen que México no desarrolla
tecnología propia”, pensé.
En
realidad, sí se ha desarrollado tecnología propia en
muchos rubros, pero no conviene a las transnacionales que se
fabrique, pues dañaría sus intereses, ya que dejaríamos
de comprarles la carísima tecnología que nos venden, la
cual, muchas veces, ya hasta obsoleta es en sus países de
origen (además, los “paquetes” de venta exigen que
también se les compre el “mantenimiento”, mucho del
cual bien podría proporcionarse en nuestro país, lo cual
encarece todavía más cuanto equipo compramos).
Así
que, por lo relatado, puede verse como, en efecto, es un puntal
del sistema la corrupción, pero además es esencial
para que dicho sistema político marche dentro del país
y deje marchar al país (y esto que comento se da
para todos los partidos políticos, pues son varios los
casos de descarada corrupción en que se han visto
implicados el PAN, PRI, PRD, PVEM... y en todos ellos es tan
común aquel elemento, que ni empacho tienen en
“aliarse” unos con otros en los actuales procesos
electoreros, sin importar si son de derecha o izquierda, con
tal de destronar a quien se encuentre en el poder. Los
intereses de sus gobernados es lo que menos les importa).
Y
esta situación se da en todos los niveles, pues hasta en la
institución supuestamente más recta y honorable que es el
ejército mexicano, cae en la corrupción y las dádivas
(por eso quizá ahora se esté usando a la Marina, sobre
todo para llevar a cabo los llamados “operativos quirúrgicos”,
para la captura de los capos del narcotráfico que han
dejado de ser piezas claves en el negocio). Recuerdo
una plática que tuve con un ex soldado, quien estuvo en el
ejército casi cinco años, llegando al grado de sargento.
Me
platicó que en cuanto al entrenamiento, le parecía bueno,
pues les enseñaban a usar armas, tácticas militares, de
sobrevivencia, defensa personal... “pero fíjate que lo
que no me gustó es que para todo te pedían dinero, sí,
que si quería salir, que si quería descansar, que si quería
un rifle mejor... todo mundo te pedía, y si no le entrabas,
pues nomás nada conseguías o hasta te castigaban, porque
dependiendo de si habías hecho algo malo, pues podías
pagar y te retiraban el castigo.
Y
por eso me salí, ah, porque además los sueldos son muy
bajos. Yo ni siete mil pesos al mes sacaba y eran una
friegas, en serio. Los únicos que ganan muy bien son los
altos mandos, sí, ellos ya te sacan que treinta, que
cuarenta mil pesos... a esos, los tenientes, generales... a
ésos, sí les pagan muy bien”. Y esa plática me recordó
la muy recomendable película mexicana “El infierno”,
del director Luis Estrada, recientemente estrenada (la cinta
es un ensayo cinematográfico, en forma de humor negro, que
muestra las causas que están provocando la ola de
violencia, de corrupción, de inseguridad y de descomposición
social que está viviendo México en los recientes años y
provocó una gran polémica al ser exhibida, en cuanto a su
clasificación, ya que el gobierno la censuró al
clasificarla como “C”, para adultos, siendo que hasta
los niños han vivido la violencia y los problemas que se
muestran en dicha cinta).
En
la película se muestra a un personaje que dice que fue
soldado, quien se alquila como sicario de un capo del
narcotráfico, y resulta ser mejor matón que sus otros
elementos civiles . “Sí, eso es cierto”, me dijo
el ex soldado que menciono antes, “muchos de los compañeros
renunciaban y se iban a trabajar con el narco, pues allá,
¡fácil les pagaban cinco o seis mil pesos a la semana!”.
Y otra vez el elemento material, una mejor paga, pesa más
que la “lealtad militar”.
Que
de todos modos en estos momentos, incluso al ejército se le
cuestiona su “guerra contra el narcotráfico”, debido a
las constantes violaciones de todo tipo de los derechos
civiles y humanos de la gente a la que dice “defender” y
sin embargo, todo indica que ese arbitrario actuar de los
militares, es parte de la estrategia panista (en contubernio
con el gobierno estadounidense), para militarizar
gradualmente a todo el país, como parte del plan de
“seguridad interna” que Estados Unidos, a través del
Pentágono, ha diseñado para hacer de México su “zona de
contención” contra “terroristas”, inmigrantes
ilegales y cuanta amenaza pueda presentarse (ver mi
artículo: “La muy oportuna ‘descomposición’ del
estado mexicano, pretexto para militarizar y recrudecer la
represión gubernamental”, en este mismo blog).
Y
va unido a esto que en apariencia la “guerra contra el
narcotráfico” calderonista esté fracasando, pues todavía
justificaría mucho más pronto dicha militarización,
incluso, una intervención militar directa estadounidense,
en donde se justificaría que EEUU instalara bases militares
aquí, so pretexto de “ayudar” en la lucha contra el
narcotráfico (ver también mi artículo “La fracasada
lucha panista en contra el crimen organizado”, en este
mismo blog).
Por
ello, si ni el “honorable” ejército se salva de las prácticas
corruptas, qué puede esperarse de los cuerpos policíacos,
sobre todo de los locales, que por los salarios bajos y una
real carencia de valores y “lealtad” hacia la autoridad,
son fácil presa de todo lo que hemos venido analizando:
corrupción, dádivas del crimen organizado (narconóminas,
ya se les llama aquí al sueldo que reciben del narcotráfico),
“diezmos”... en fin, un problema que si se da, como he
narrado, en los altos círculos, es lógico que entre los
subordinados también sea práctica muy común.
Agréguese
a esto que la mayor parte de esos policías se dedican a
extorsionar a los ciudadanos, en lugar de velar por su
seguridad, actuando más como delincuentes uniformados que
como servidores públicos y el problema que comento es peor
aún. Es muy común que esos “policías” extorsionen por
cualquier motivo a los ciudadanos, aludiendo inventadas
faltas que colocan a la víctima de su prepotencia
autoritaria en un nivel “delincuencial” peor que el del
mismo crimen organizado (nada más tómese el ejemplo de que
al estacionarse en un supuesto lugar prohibido, falta
inventada frecuentemente, se le trata al “infractor”
como si fuera un criminal y, más bien, actuando los
elementos de las grúas policíacas que arrastran los vehículos,
ellos sí, como verdaderos ladrones.
Ver
mi artículo “Robo en descampado, el arrastre de autos por
grúas policíacas en la ciudad de México”, en este mismo
blog)
Como
he dicho, la corrupción es puntal del sistema. Y sin lugar
a dudas, no sólo del sistema mexicano, sino que buena parte
de los países del orbe también deben su existir a la
corrupción, traducida como el deseo de enriquecerse en el
menor tiempo posible por quienes la practican. Considérese
el caso estadounidense, en donde se originó la debacle económica
que tiene sumido al mundo en la profunda crisis de la que aún
no salimos (y en la cumbre del llamado G–20, a ningún
acuerdo se llegó para tratar de aliviar la recaída).
Ahora
se sabe que gran parte de dicha debacle se debió a la
corrupción bancaria–financiera que permeó todos los
niveles de gobierno, el que se desentendió de los ilegales
manejos financieros de los barones del dinero. Un país tan
supuestamente honesto como Islandia, también está prácticamente
quebrado debido a las irregulares (léase corruptas)
prácticas de sus banqueros.
Estados
Unidos, en la clasificación que se hace sobre corrupción,
ya salió del lugar número 20, hasta donde están los países
honestos, para ubicarse en el 22, abajo del 21, que es
desde donde comienzan los países corruptos (aunque ninguna
estadística que mida la corrupción, presenta a un país
con diez cerrado, que significaría cero corrupción.
Islandia, que antes de la debacle era considerado de entre
los países más honestos, presentaba 9.7, o sea, casi
limpio. Ver el sitio www.NationMaster.com,
en donde México ocupa el lugar 65, con un deplorable 3.5, o
sea, bastante corrupto.
El
más corrupto de todos es la nación africana Chad, en
donde, por cierto, se filmó una cinta que acabo de ver, de
la muestra, “Un hombre que llora”, muy recomendable. En
ese país, por ejemplo, el ejército recluta forzosamente a
los jóvenes, pero si sus familias pagan una cuota, los
dejan libres).
Una
nueva conversación que pude escuchar durante la reunión a
la que he aludido arriba, me confirmó que nada se hace en México
sin el “diezmo” del que he estado hablando en el
presente artículo (la “mochada” o “mordida”, como
se le dice aquí en el lenguaje coloquial). Un tipo bajo de
estatura, trajeado, blanco, de unos 34 años, se acercó a
un grupo de comensales que estaba a mi lado, supongo que
también de empresarios. Saludó, muy aparentemente
respetuoso, y luego de las obligadas presentaciones, se
dirigió a uno de ellos, con quien parecía estar más
familiarizado, y siguió esta conversación:
–Ah...
oiga, y el cuate ese dice que ya que esté en el cargo, que
sí le va a dar la chamba, pero que necesita un adelanto,
unos cuatrocientos mil pesos, porque se quiere comprar carro
nuevo y toda la cosa, para no llegar sin nada, que si le
entra, le garantiza la obra, ¿cómo ve?
Seguramente
quien hablaba se refería a una persona que formaba parte de
un gabinete recientemente elegido, que estaba ya por ocupar
su “puesto de trabajo”.
El
hombre a quien se dirigió, lucía un traje sport, de unos
sesenta años, y le contestó:
–Ah...
no... no le entro... qué tal si es puro cuento... no...
–Ah...
bueno... como vea, sí... yo nomás le vine a decir lo que
me dijo ese cuate... pero como usted vea... – pretendió
abogar por “ese cuate” el de la propuesta, con cara de
desánimo, pero de todos modos se despidió, otra vez muy
aparentemente efusivo y respetuoso.
Luego,
pude escuchar al del traje sport decir a otro:
–A
ése, lo vamos a ir a ver directamente, ¿eh?... no confío
en los intermediarios, como este cabrón... luego te suben
la cuota...
Pues
curiosa manera de abaratar los sacrosantos diezmos,
pensé en ese momento.
Contacto:
studillac@hotmail.com
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