Perú
Humala presidente

Humala en la cuerda floja

Por Guillermo Almeyra
La Jornada, 12/06/11

Ollanta Humala jamás fue un hombre de izquierda. Es más bien un militar nacionalista e indigenista moderado y con ideas etnocaceristas confusas. Si consiguió el apoyo del derechista Mario Vargas Llosa y del ex presidente indígena Alejandro Toledo no fue tanto por su abandono de buena parte de su programa inicial, más radical porque planteaba la idea de una asamblea constituyente y la posibilidad de algunas estatizaciones y modificaciones del sistema impositivo, sino por la maleabilidad del candidato, que demostró ser sensible a las presiones de centroderecha.

La importancia de su triunfo electoral no reside tanto en su audacia y sus posiciones, sino en que evitó que Perú recayese en manos de la derecha represiva, corrupta y dictatorial que había apoyado a Alan García y Alberto Fujimori y que, compacta, votó esta vez por Keiko Fujimori, que se rodeó con los peores elementos que habían secundado la dictadura de su padre.

La elección enfrentó medio Perú contra la otra mitad. Por Humala votaron los indígenas de la sierra y del sur, y los amazónicos y los pobres trabajadores de la costa norte, más los intelectuales asustados ante el peligro de una nueva dictadura fujimorista; por Keiko Fujimori lo hicieron los pobres más atrasados de las ciudades, la mayoría de las clases medias urbanas, conservadoras y racistas, y las derechas unidas, respaldadas y estimuladas por la embajada de Estados Unidos. Los votos de Humala reivindican tierra, derechos, respeto y dignidad y se oponen a la destrucción de sus territorios por la gran minería extranjera, que es el eje del gran capital en Perú. Los votos de Fujimori que realmente cuentan, los de la derecha empresaria o rentista, quieren evitar que los sectores populares se organicen y movilicen y conquisten espacios de poder. Por eso la reacción inmediata de la Bolsa de Lima, al conocerse la victoria de Humala, fue una caída catastrófica de los títulos que obligó a cerrarla, o sea, un semigolpe financiero.

Los efectos del triunfo de Humala serán mayores en el campo internacional que en el nacional, porque su presidencia refuerza a Rafael Correa, en Ecuador, y a Evo Morales, en Bolivia, y porque Humala buscará un acuerdo estrecho con Brasil, en lo económico y en lo político, fortaleciendo así la influencia brasileña –conservadora– frente a Estados Unidos y la construcción de un cordón chino–brasileño que una la costa atlántica con la del Pacífico. Además, se ha roto el anillo central de la cadena que unía Colombia, Perú y Chile detrás de Washington y aseguraba al imperialismo el control de la costa del Pacífico en América del Sur.

En el plano nacional, en cambio, es muy probable que los indígenas y los pobres que masivamente votaron por Humala le exijan soluciones a sus exigencias económicas, sociales, ambientales y democráticas, y entren en conflicto con un gobierno que ni quiere ni puede enfrentarse con la gran minería extranjera y con la derecha apoyada por el imperialismo.

Humala, como buen militar y como prisionero de sus aliados, seguramente buscará tergiversar y terminará reprimiendo. Ante la imposibilidad de la victoria de las guerrillas y de la revolución, el general nacionalista Velasco Alvarado realizó una “revolución pasiva” (para aplicar las concepciones de Gramsci), descabezó el latifundio y eliminó la servidumbre para tratar de modernizar en forma capitalista el Perú rural.

Humala, sin embargo, no tiene las condiciones necesarias para siquiera intentar repetir el velasquismo, pues la burguesía no está asustada por la rebelión indígena, ni hay una izquierda importante en Perú ni cuenta con la mayoría de los mandos de las fuerzas armadas. Su “progresismo” tiene, por tanto, grandes límites, a no ser que los aymaras de Puno y los quechuas del resto de las sierras peruanas, influenciados por el ejemplo boliviano, no desborden el marco que el neopresidente tratará de imponer. Sobre todo porque, para presionar a Chile y obtener una salida al mar, en Bolivia crecerá la idea de reforzar los lazos con Perú para revivir en parte, y en nuevas condiciones de enfrentamiento con el imperialismo estadounidense y la oligarquía de Chile, la efímera Confederación peruano–boliviana que fuera derrotada por la alianza entre el imperialismo británico y la oligarquía chilena. El general Cáceres, el Taita, el “héroe de los Andes”, como se recordará, terminó reprimiendo a los mismos indígenas en los que se había apoyado para derrotar a los chilenos en su guerra de guerrillas.

El cacerista Humala ha optado ya, antes mismo de llegar al palacio de Pizarro, por limitarse a hacer la política que fracasó con el gobierno del indígena Toledo, ex funcionario de las instituciones internacionales imperialistas, agregándole sólo la promesa de lograr que las empresas mineras paguen un impuesto a las ganancias extraordinarias, cosa que las mismas se negarán a hacer.

Las opciones son, por consiguiente, la preparación de un golpe anti Humala o la fagocitación “pacífica” del nuevo gobierno mediante una serie de presiones económicas o, en el campo opuesto, la creación, a partir del apoyo logrado por Ollanta Humala, de una izquierda peruana que profundice y radicalice el proceso actualmente incipiente.

Pero eso requeriría un lapso relativamente largo y confuso, ya que no existe el núcleo de tal izquierda anticapitalista ni ninguna fuerza relativamente importante plantea las bases programáticas para tal lucha. Lo más previsible, por tanto, es una aguda inestabilidad social y política en Perú, con un gobierno nacionalista bailando en la cuerda floja.


(*) Guillermo Almeyra, historiador, nacido en Bu(*) Guillermo Almeyra, historiador, nacido en Buenos Aires en 1928 y radicado en México, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de París, es columnista del diario mexicano La Jornada y ha sido profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco. Entre otras obras ha publicado “Polonia: obreros, burócratas, socialismo” (1981), “Ética y Rebelión” (1998), “El Istmo de Tehuantepec en el Plan Puebla Panamá” (2004), “La protesta social en la Argentina” (1990–2004) (Ediciones Continente, 2004) y “Zapatistas–Un mundo en construcción” (2006).


Humala ha dicho siempre que quiere tener buenos vínculos con el gobierno de EEUU

Washington necesita cooperar con el nuevo presidente

Por Jim Lobe
Inter Press Services (IPS), 06/06/11

Washington.– Estados Unidos debe procurar relaciones de cooperación con el presidente electo de Perú, Ollanta Humala, reclaman especialistas estadounidenses en la región andina sudamericana.

"Humala ha dicho siempre que quiere tener buenos vínculos con el gobierno de Estados Unidos, y ha enviado señales positivas hacia Washington en la campaña electoral", dijo Coletta Youngers, especialista en Perú en la no gubernamental Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés).

"Creo que intentará políticas más independientes de Washington, pero no hay razón para creer que será un antagonista de Estados Unidos al estilo del (presidente venezolano) Hugo Chávez", dijo Youngers a IPS.

"De modo que compete al gobierno estadounidense asegurar que esas relaciones despeguen bien, para evitar que terminen en otro escenario de tensos vínculos bilaterales", agregó en referencia al deterioro de los lazos entre Washington y los gobiernos progresistas de Ecuador y Bolivia.

Las primeras señales indican que el gobierno de Barack Obama está abierto a tener una relación constructiva con Humala, quien ganó la Presidencia por estrecho margen el domingo 5 y es descrito por derechistas y neoconservadores como un títere de Chávez.

"Deseamos seguir trabajando con él del mismo modo que lo hicimos con las (salientes) autoridades peruanas", dijo el subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Arturo Valenzuela, durante la asamblea general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que se celebra este año en El Salvador.

Humala será investido presidente en 28 de julio, y sucederá a Alan García, considerado uno de los aliados más fieles de Washington en América del Sur.

García se ganó en su segunda Presidencia una reputación de fidelidad a las políticas macroeconómicas del neoliberal "consenso de Washington" y a la estadounidense "guerra contra las drogas", así como de rechazo a iniciativas de Chávez, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).

La actitud que asuma Washington dependerá en gran medida de la voluntad de Humala de continuar o no con semejantes políticas, afirman expertos en Washington. El coronel retirado moderó notablemente su discurso y posturas en esta campaña electoral respecto de lo hecho en la de 2006, observan.

El abierto populismo de Humala y el apoyo explícito de Chávez a su primera postulación presidencial, así como el alzamiento que protagonizó en 2000 contra el régimen en retirada de Alberto Fujimori, despertaron preocupación de analistas y políticos estadounidenses.

De hecho, la actual embajadora de Estados Unidos en Perú, Rose Likins, apoyó sin ambages la candidatura de la contrincante de Humala en segunda vuelta –la hija de Fujimori, Keiko– en reuniones privadas con grupos de la sociedad civil y otros sectores de opinión, si bien el gobierno de Obama se mantuvo públicamente neutral en la campaña. Por su parte, la derecha estadounidense se manifestó abiertamente en contra de Humala.

La columnista del diario The Wall Street Journal, Maria Anastasia O'Grady, advirtió que las implicaciones regionales de su triunfo serían "alarmantes" y culpó al gobernante Partido de los Trabajadores de Brasil por ayudar a "reconstruir la imagen" del candidato para persuadir a sus críticos de que no se trata del radical que ella cree que es.

Roger Noriega, que fungió entre 2003 y 2005 como asesor sobre América Latina en el gobierno de George W. Bush (2001–2009) y ahora trabaja para el conservador American Enterprise Institute, sostuvo el mes pasado en Miami que Humala puede terminar siendo "el más radical de todos" los gobernantes progresistas sudamericanos, Chávez incluido.

"No caigan en la estafa Castro–Chávez llamada Humala", advirtió Noriega a su audiencia en referencia a las coincidencias entre el mandatario venezolano y el expresidente cubano Fidel Castro.

En los días previos a los comicios, Noriega acusó públicamente a altos oficiales militares venezolanos de entregar dinero a la campaña de Humala, citando presuntas fuentes reservadas.

"En ciertos lugares se teme que Humala se sume al campo de Chávez y fortalezca el desafío hacia Estados Unidos", dijo Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, un grupo de estudios con sede en Washington.

"Pero son miedos exagerados. Humala es un hombre lo suficientemente inteligente para saber que no puede tomar el mismo camino de Chávez. Sabe que debe ir despacio y crear confianza", dijo Shifter a IPS.

Los comicios del domingo demuestran que Washington debe ajustar su conocimiento de América Latina, en especial en materia económica.

El hecho de que tuvieran un papel tan débil los postulantes apoyados abierta o implícitamente por García ‒cuya política amigable con las inversiones contribuyó a un crecimiento del producto interno bruto de nueve por ciento en 2010‒ y de que los competidores que llegaron a segunda vuelta representaran a la izquierda y a la derecha constituye un mensaje importante.

"Washington a veces da por sentado de que las decisiones económicas sensatas dan como resultado una política estable y moderada. Perú desafía abiertamente esa presunción", dijo Shifter.

"No es por accidente que Humala obtuvo la mayor parte de su caudal electoral en las regiones más empobrecidas del país. Y ese es el mensaje: los países no pueden abandonar a porciones importantes de su población. No todo se resuelve por la magia del mercado", agregó.

Pese al impresionante crecimiento económico ‒empujado en gran medida por la creciente demanda internacional de minerales e hidrocarburos‒ hay pocas pruebas de que la riqueza haya llegado a los sectores más pobres, apuntó Youngers.

"Al contrario de lo que pasa en el resto de América del Sur, la desigualdad permaneció intocada en Perú en los últimos cinco años", dijo a IPS.

"Perú necesita con desesperación atender los problemas señalados por Humala, y mejorar realmente la calidad de vida de los más pobres", añadió.

Posiblemente, opinó, el mandatario quede "atrapado entre las demandas populares de cambios profundos y aquellas que, si bien reconocen la necesidad de luchar contra la pobreza, no quieren modificar las reglas del juego".