Humala
ante un conflictivo panorama
Crece
oleada contra modelo extractivo
Por
Raúl Zibechi (*)
La Jornada, 15/07/11
La reacción
de los pueblos contra el modelo extractivo es cada vez más
intensa y se está conformando una alianza de hecho entre
diversos sectores sociales. Hace pocos meses fueron los
obreros que construyen la central hidroeléctrica de Jirau,
sobre el río Madera, en el estado brasileño de Rondonia,
los que se levantaron contra las pésimas condiciones de
trabajo. Hace dos años fueron los indígenas amazónicos de
Bagua, en Perú, los que enfrentaron las concesiones
petroleras, con un saldo de más de 30 muertos.
Puno:
movilizaciones populares contra la gran minería
En junio el
levantamiento fue en el sur peruano, abarcó buena parte del
departamento de Puno y se dirigió contra proyectos mineros
e hidroeléctricos. Desde hace varios años la resistencia a
la minería viene creciendo en toda la región. Tambogrande
y Ayavaca se inscribieron en los últimos años en la
historia de la resistencia a la minería, ambos en el norte
peruano. Hace dos meses, en Cocachacra, en el sur del país,
la población consiguió frenar el proyecto minero Tía María.
Allí donde la población puede expresarse, lo hace
masivamente contra la minería trasnacional.
El reciente
levantamiento en Puno tiene algunas particularidades que
muestran un camino. En primer lugar, fue una lucha extensa e
intensa: 45 días de paros, en los cuales hubo seis muertos
y 30 heridos por la represión ordenada por el presidente
Alan García Pérez, que en pocos días dejará el gobierno.
Por dos veces los manifestantes intentaron tomar el
aeropuerto de Juliaca, la principal ciudad del departamento,
con unos 300 mil habitantes. Lo consiguieron, pero la
represión se cobró cinco muertos. Palos y hondas contra
fuego real.
Desbordando la
contención policial, las multitudes sitiaron la ciudad,
quemaron la comisaría de Azángaro y destrozaron locales de
varias trasnacionales en Juliaca, según informa el
mensuario Lucha Indígena, dirigido por Hugo Blanco. Las
principales formas de lucha fueron los paros indefinidos,
con masivos cortes de carreteras y marchas de varios días
hasta las ciudades, que llegaron a reunir hasta seis
comuneros.
En segundo,
fue una lucha masiva en la que participaron comunidades
aymaras y quechuas, campesinos, trabajadores urbanos,
comerciantes, estudiantes y profesionales, y contó por
momentos con el apoyo de autoridades locales. Se consiguió
tejer un vasto frente social. El Frente de Defensa de los
Recursos Naturales del sur de Puno fue uno de los referentes
principales, pero no el único, ya que se trató de una
amplia convergencia, en la cual participan organizaciones
locales y de base, y otras que integran la Conacami
(Confederación Nacional de Comunidades del Perú Afectadas
por la Minería).
En tercer
lugar, no fueron acciones locales ni contra una empresa. La
resistencia se focalizó contra el proyecto hidroeléctrico
Inambari, un conjunto de cinco represas para proveer de
energía a Brasil, que viene siendo cuestionado desde hace
varios años porque desplaza miles de campesinos y afecta
los ecosistemas. Pero también contra la explotación minera
Santa Ana de la canadiense Bear Creek Mining. Además, se
unieron a la lucha las comunidades que quieren la limpieza
del río Ramis, contaminado por minería formal e informal,
y los que rechazan otros emprendimientos mineros en uno de
los departamentos más pobres del país.
En cuarto
lugar, los sucesos de Puno muestran que la oleada contra el
modelo extractivo en Perú se expande desde las iniciativas
puntuales, en general contra la minería, hacia confluencias
entre luchas de diversos departamentos. A finales de junio,
mientras ardía Puno, se realizó un encuentro en Islay (sur
de Arequipa), donde se registró la resistencia a la mina Tía
María en Cocachacra, en el que participaron comunidades
afectas de Tacna, Moquegua, Puno, Cusco y Arequipa.
La tendencia
viene siendo a la generalización del conflicto en toda la
sierra andina y parte de la selva amazónica. El gobierno
deja 227 conflictos sociales y ambientales no resueltos,
tres veces más de los que encontró García hace cinco años
cuando ocupó el Palacio de Gobierno. Su sucesor, Ollanta
Humala, anunció que aumentará los impuestos a la minería
y el agronegocio para poder cumplir sus metas sociales,
entre ellas pensiones vitalicias a los mayores de 65 años y
construcción de colegios y hospitales.
Es poco
probable que esas medidas consigan frenar la actual oleada
andino-amazónica contra el modelo extractivo, que viene
creciendo desde las profundidades de la sociedad peruana
desde hace más de una década. La población del sur y de
las regiones donde se asientan los más resistidos proyectos
mineros, hidroeléctricos y petroleros ha votado masivamente
por Humala. En Puno, alrededor de 80 por ciento en varios
distritos. Sin embargo, no esperaron que asuma el nuevo
presidente para que resuelva sus problemas.
Todo indica
que no habrá tregua, aunque un descenso significativo de la
represión conseguirá desdramatizar los conflictos. Hay dos
hechos que hacen pensar que la resistencia al modelo seguirá
su curso. La primera es que existe plena conciencia que se
trata de una tregua, ya que los proyectos han sido aplazados
pero en modo alguno anulados. El capital trasnacional no va
a permitir que el Estado peruano incumpla sus compromisos y
multiplicará sus presiones.
En el caso de
la hidroeléctrica Inambari, Brasil está muy interesado en
asegurar y diversificar sus fuentes de energía. Los
gobiernos de Lula y García firmaron en 2010 un acuerdo para
el suministro de hidroelectricidad. Humala pudo llegar a la
presidencia, entre otras razones, por el apoyo del gobierno
brasileño que se concretó en la presencia directa de dos
asesores personales de Lula.
La segunda es
que hay cada vez mayor conciencia de que no se derrota el
modelo a escala local ni por caminos legales. El poder del
capital trasnacional es tan fuerte, tan densa la malla legal
que lo protege, y tiene tanta capacidad de corromper, que sólo
será posible ponerlo en fuga con levantamientos simultáneos
en las más diversas geografías. Quizá estemos asistiendo
a los primeros pasos en esa dirección.
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Raúl Zibechi es analista internacional del semanario
“Brecha” de Montevideo, docente e investigador sobre
movimientos sociales en la Multiversidad Franciscana de América
Latina, y asesor a varios grupos sociales.
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