Otros
“presuntos culpables”
Por
Adán Salgado Andrade
Para Socialismo o Barbarie,
22/07/11
Desde
este México tan injusto.- Por estos días se ratificó al
juez Héctor Palomares Medina, quien se hiciera infamemente
famoso por su circunstancial “actuación” en el polémico
documental “Presunto culpable”. En éste, Palomares
condenó, de forma arbitraria, la suerte del joven Marco
Antonio Zúñiga, acusado injustamente de asesinato, a pesar
de una serie de “irregularidades” legales y corruptelas,
basado sólo en un dudoso “testimonio” que, al final, no
pudo sostenerse. De no haber sido por la acción de los
abogados Layda Negrete y Roberto Hernández, quienes
hasta de grabaciones se valieron (y de paso obtuvieron
permisos para grabar las distintas audiencias a las que el
juicio dio lugar), Zúñiga seguiría encarcelado. Todo ello
fue en el año de 2005 y es lo que, resumidamente, se narra
en el citado documental.
Sin
embargo, a pesar de la distancia de los hechos y de su
exhibición, la realidad es que en este país de impunidad,
de cotidiana injusticia, de autoritarismo legaloide, de
selectiva represión y gradual militarización… lo que
menos impera es que realmente se haga justicia en todos los
casos que se analizan en los juzgados y ministerios públicos
y que la mayoría de las veces, quienes vayan a dar a la cárcel
sean personas que, como Zúñiga, sean inocentes y su única
falta sea la pobreza en que se encuentran y que no tengan
dinero para pagar los sobornos y los cohechos que muy fácilmente
los librarían del asqueroso sistema legal y carcelario que
nos caracteriza.
En
similar situación, acusada también falsamente, como a Zúñiga,
está el caso que igualmente por estos días le sucedió a
la pasante de la UNAM Mariel Solís, inculpada de haber
participado en el asesinato del catedrático de la misma
institución Salvador Rodríguez Rodríguez.
Mariel
fue arrestada sólo porque se “parecía” a la mujer cómplice
del verdadero asesino, el apodado “El sapo”. La
apresaron el 8 de julio, pero por fortuna, tanto su familia,
así como una inusual movilización de la sociedad civil (se
emplearon redes sociales para ejercer presión ante las
ineptas, corruptas autoridades judiciales), lograron
demostrar su inocencia y el 14 de julio, seis días después,
fue liberada y su personal pesadilla en el reclusorio
femenil de Santa Marta Acatitla concluyó (dijo Mariel:
“No digo que soy una santa, pero nunca cometería un
crimen”).
Voy
a referir algunos casos de personas que igualmente fueron
condenadas a distintas penas carcelarias, a pesar de
evidencias en su favor y simplemente basándose las
“autoridades” que los llevaron a prisión en pruebas
“circunstanciales” que nada demuestran. Quizá ustedes,
amables lectores, recuerden otros casos, además de los que
les expondré, en donde, sencillamente, la legalidad no
vale… y si hay dinero para pagar “mordidas” a jueces o
abogados “defensores”, entonces habrá libertad… y si
no, una vida pudriéndose en un reclusorio o en una cárcel
es lo que le espera al desafortunado “presunto culpable”
que caiga en “manos de la justicia”.
Primer
“presunto culpable”
Se
trata de un hombre de unos treinta años, que llamaré
Pedro, y era albañil. Él y su esposa habían intentado por
muchos años tener hijos, hasta que lo lograron. Tuvieron
una hija, que aunque nació con labio leporino, trajo la
alegría que durante tanto tiempo habían estado anhelando.
Con sus limitados recursos, buscaron atención médica para
corregir su malformación física. Tan felices estaban que
cuando llega el primer año de vida de la pequeña, a pesar
de las limitaciones presupuestarias, deciden celebrarle su
cumpleaños.
Acuden
Pedro y su mujer a comprar al popular mercado de la Merced
cosas para la fiesta, con tal de conseguir todo un poco más
barato, sobre todo porque pensaba la señora cocinar arroz y
el tradicional mole con pollo. En cierto momento, se paran
frente a un puesto en donde venden “recuerdos”, mismos
que deciden comprar para regalarles a los invitados, con tal
de dejar constancia de tan importante evento.
A
cierta distancia de donde están comprando, un ratero le
arrebata de la mano el monedero a una mujer. Echa a correr,
pero como la agraviada comienza a perseguirlo y a gritarle
“¡Agárrenlo, es un ratero, me robó mi monedero!”, el
delincuente (éste, sí, real), emprende desaforada huída,
dirigiéndose a donde Pedro y su esposa están comprando
“recuerdos”. En
un acto vil, inescrupuloso, el ratero, con tal de no
incriminarse, arroja el monedero en la bolsa de mandado de
Pedro, sin que éste lo perciba Cándidamente Pedro espera a
que su mujer termine de comprar. Cuando unos momentos más
tarde la mujer robada, muy agitada por la carrera, pasa
frente a donde está Pedro, se da cuenta de que el monedero
está dentro de la bolsa de aquél y grita “¡Ese es mi
monedero, señor, usted me lo robó, regrésemelo!”… De
nada valieron tanto el testimonio de la esposa de Pedro, así
como el de la mujer que vendía los recuerdos de que la
pareja tenía varios minutos allí, comprando
“recuerdos”, no. Simplemente, culparon a Pedro, quien de
inmediato fue detenido por policías “preventivos” y
llevado al ministerio público a que rindiera declaración.
Obviamente que Pedro no tenía dinero para pagar tanto
“mordidas”, así como para contratar los servicios de un
abogado “defensor”, no digamos ético, sino por
lo menos “hábil” para haberlo deslindado lo antes
posible de responsabilidades (los “abogados” de oficio
que son asignados para “defender” a los inculpados son
meros membretes, que, igual, si no hay dinero de por medio,
nada hacen). Por tanto, por ser pobre, tuvo que
pasarse un año “preventivamente” preso, hasta que pudo
“demostrar” su inocencia, esto es, hasta que pudieron
familiares y amigos reunir algo de recursos monetarios para
cohechar a algún “juez” o representante “legal”.
Segunda
presunta culpable:
En
este caso, aunque lo que referiré no llegó hasta el ámbito
legal, muestra cómo una buena parte de los empleadores en
este país, tratan a sus trabajadores despóticamente y con
una prepotencia comparable a la de las mismas
“autoridades”, como si así se invistieran de
superioridad e importancia.
Se
trata de una pareja de jóvenes a los que llamaré Ana y
David, de unos veinte años, estudiantes, que trabajaban en
una tienda de la franquicia de comida rápida estadounidense
KFC (la de los pollos muy grasosos y de bajo contenido
nutricional). Ambos se relacionaron sentimentalmente al
estar trabajando en el lugar.
Un
mal día a Ana, por el exceso de trabajo que había, no le
fue permitido por el gerente salir a comer. La chica moría
de hambre y, claro, despachar piezas de pollo, puré de papa
y ensaladas, a pesar de lo mala que sea esa engordante
comida, en aquel momento más le estimulaba el apetito. Se
le hizo fácil, digamos, arrancar un pedazo de carne a una
de las piezas de pollo… ¡en mal instante, pues el gerente
alcanzó a verla!
Y
lo que siguió fue que el prepotente tipo la acusó de robo
y de inmediato llamó a un policía para que se la llevara,
advirtiendo al resto de los empleados, David incluido, que
debían de testificar en contra de Ana, por haberse atrevido
a “robarse” un pedazo de pollo. Ante tan “horrendo”
crimen, según el abusivo gerente, había que actuar. Sin
embargo, ninguno de los empleados atestiguó en contra de
Ana cuando los policías “preventivos” que acudieron al
llamado de “auxilio” del gerente se pusieron a
interrogarlos. El saldo de su “osadía” fue que ese
mismo día todos fueron despedidos, que al fin en este país
de millones de desempleados, sobre todo jóvenes, como
ellos, es muy fácil hacerse de nuevos trabajadores,
especialmente tratándose de labores tan repetitivas, pues
en un par de horas se les “entrena” para las actividades
que allí desempeñarán, principalmente en ese tipo de
franquicias, en donde ya todo es tan mecánico, que no se
requiere ni de experiencia ni, mucho menos, de escolaridad
(secundaria las más de las veces basta). Por fortuna, Ana
se salvó de la acción “penal”, gracias a la
generosidad y altruismo de sus compañeros, pues quizá de
haberla encerrado, se hubiera tenido que pasar varios meses
o años tras la rejas, hasta que su “terrible” crimen
hubiera sido “castigado”.
Tercer
“presunto culpable”:
En
este caso el inculpado se debió a la falta total de escrúpulos
y valores de los que adolece cada vez más esta sociedad tan
materialista, individualista e inmoral.
Un
joven de 23 años, al que llamaré Octavio tenía por
supuesta “muy amiga” a la que llamaré Sonia. Sonia, a
su vez, era novia de un mequetrefe que, además de machista,
la maltrataba y hasta la golpeaba frecuentemente, por lo que
la chica le tenía terror. Un mal día en que Sonia había
ido a una fiesta con su novio y que también Octavio tuvo la
mala suerte de asistir, el novio se puso bastante borracho y
sus instintos machistas y abusadores se le incrementaron con
el alcohol. En alguna habitación de la casa en la que Sonia
y su novio estuvieron solos, debido, como dije, a la
embriaguez del energúmeno, la chica fue golpeada como nunca
antes, además de violada de manera bárbara y penetrada
analmente, provocándole dolorosos desgarres. Sin embargo,
cuando Sonia llegó a su casa y su familia, al día
siguiente, vio la forma en que había sido golpeada, además
de que les dijo que también había sido violada, debido al
terror que le tenía al novio, se le hizo muy fácil e
irresponsable, culpar de todo a su “amigo” Octavio,
quien también se había emborrachado, para su desgracia, así
que no pudo negar las dolosas imputaciones de Sonia, pues no
recordaba una buena parte de lo que había hecho estando
borracho durante la fiesta. Y a pesar de que no eran
terminantes las falsas “evidencias” empleadas para
acusarlo, a la cárcel fue a dar y purga actualmente 17 años
de prisión (la historia fue revelada tiempo después por
Sonia, pero como ya es “cosa juzgada”, nada se puede
hacer, según nuestras estúpidas “leyes”).
Cuarta
“presunta culpable”:
En
este caso, de nueva cuenta, se trata del abuso de
empleadores prepotentes, que con tal de despedir
justificadamente a sus empleados, cuando necesita reducir
personal, lo hace de manera sucia e ilegal.
Se
trata de Wal–mart, esa franquicia de tiendas de
autoservicio en donde se pagan salarios miserables a
empleados a los que se les explota demasiado (incluso a los
llamados “cerillos”, que son los menores de edad que
embolsan lo que la gente compra, esa empresa no les paga, ni
les da ningún tipo de prestaciones, so pretexto de que está
prohibido por la ley emplear a menores, pero que es una
especie de “servicio social” que presta. Las propinas
que les da la gente es todo lo que ganan).
A
quien llamaré Leticia, laboraba como cajera en una de las
tiendas de la franquicia. Cuando la empresa se puso a
reducir personal por las bajas ventas, a personas con ella,
que ya tenían algunos años trabajando allí, se propuso
actuar suciamente para no liquidarla conforme a la ley si
era despedida injustificadamente, así que le trató de
armar un “delito” mostrándole un video en que ella
aparecía “extrayendo” dinero de la caja, lo cual es
absurdo, a decir de Leticia, pues los cortes de caja son
sumamente estrictos y siempre que falta dinero, ellas lo
deben de pagar. Eso, lo de extraer dinero, pues es fácil
filmarlo cuando cualquier cajera saca billetes para dar el
cambio. Como el argumento era tan obviamente estúpido,
Leticia decidió acudir a un servicio de abogados defensores
y en estos momentos, la empresa se encuentra demandada por
falsas acusaciones, despido injustificado y otras anomalías.
Aquí, por fortuna, Leticia no permitió que se aplastaran
sus derechos laborales y, sobre todo, humanos, además de
que cuenta con la ayuda de abogados digamos que eficientes
en el plano laboral y quizá éticos, si no actúan sólo
por el dinero de por medio a que la demanda puede dar lugar.
Quinto
“presunto culpable”:
En
este caso, además de las anomalías legales, se verá como
vivimos una crisis de valores humanos, en donde entre la
misma “familia” se dan bajezas, como la que narraré.
Un
hombre al que llamaré Ernesto, de 65 años, tenía dos
hermanas, con las cuales había que arreglar algunas
cuestiones sobre propiedades heredadas. Sin embargo, había
cierta reticencia entre una de las hermanas a aceptar lo que
a cada quien correspondía. Un mal día Ernesto fue a ver a
una de ellas a su casa y entró, como siempre hacía, sin
tocar la puerta. La codiciosa “hermana”, viendo la
oportunidad esperada, decidió actuar. Como llevaba muy
buena relación de amor con un policía, le pidió que la
ayudara a acusar falsamente a su hermano. Así fue y en
cuanto Ernesto estuvo dentro de la casa de la mujer, casi de
inmediato irrumpieron policías y la hermana simplemente lo
acusó de robo y de que le quería quitar su dinero y todo
lo que tenía de valor. Ernesto, sorprendido, fue apresado
por los “diligentes policías”, quienes tomando como
“pruebas” las falsas acusaciones de la hermana, sin más,
lo condujeron a los separos en donde sin mediar juicio ni
nada, de inmediato lo encarcelaron. El pobre Ernesto se la
pasó seis meses en la cárcel, hasta que pudo comprobar su
inocencia, pero le quedaron secuelas tanto físicas – se
enfermó de una infección bucal y perdió todos los dientes
–, como mentales, pues quedó sumamente deprimido por su
injusta estancia en ese lugar, sobre todo a su edad, y que
la causa hubiera sido la falsa acusación de su
“hermana”. Pero así es de absurda nuestra
“justicia”, combinada con la falta de valores.
Sexto
“presunto culpable”:
Este
es otro caso, muy frecuente, por desgracia, de estar en el
lugar y a la hora equivocadas. Un hombre al que llamaré Simón,
se hallaba esperando en la calle, frente a una tienda de
ropa, a que su esposa terminara de hacer allí dentro
algunas compras. Para su desgracia, un ratero que se había
robado una llanta iba en loca carrera, perseguido por los
dueños de dicha llanta, cuando de repente choca con Simón,
quien cae, golpeándose la cabeza y quedando inconsciente.
El ladrón se deshace de la llanta, la que queda junto a Simón,
quien, cuando despierta, ya está rodeado de policías que
lo detienen y lo llevan al ministerio público para
encerrarlo, pues las supuestas “evidencias”,
“demostraban” que él se había robado la llanta, a
pesar de varios testimonios, incluido el de su esposa, que
afirmaban categóricos que Simón no se había robado nada.
Sigue en la cárcel por falta de… ¡dinero para salir!
Séptimo
“presunto culpable”:
En
el séptimo caso, se ve cómo la aplicación de la tal
“justicia” es totalmente arbitraria, pues el
delincuente, una mujer, pudo salir libre gracias a
corruptelas y sobornos pagados a cuanto “representante de
la ley” hiciera falta.
Un
joven a quien llamaré Rubén, tenía 17 años cuando decidió
irse a vivir con su novia, a pesar de la oposición de la
familia de él. Esto porque la familia de la chica se
dedicaba a la distribución de drogas y otros ilícitos. La
familia de Rubén temía que el muchacho se fuera por el mal
camino. Lo que sucedió fue peor, pues pasaron dos años,
durante los cuales, Rubén se llevaba muy bien, tanto con su
novia, como con su familia. Sin embargo, en algún momento
tuvo problemas con una tía, la familia supone que porque no
quiso Rubén hacer algo malo. Por desgracia el problema pasó
a mayores y en algún momento la mujer asesinó a Rubén con
una pistola. La familia de Rubén buscó afanosamente que se
hiciera justicia, apelando a todas las instancias
“legales” y gastando el poco dinero que tenían en
abogados, sin embargo, las conexiones de la familia de la
asesina, además de que contaba con bastantes recursos
monetarios, lograron que luego de una breve estancia en un
reclusorio femenil, la mujer saliera libre. La familia de
Rubén fue amenazada de que ya no siguieran buscando
“justicia”, pues luego les “tocaría” a ellos, así
que decidieron dejarlo por la paz y prefirieron pensar que
todo lo malo que se haga en esta vida, se pagará. Pero
mientras ese espiritual consuelo se llegara a hacer
realidad, la asesina y su familia gozaron de perfecta
inmunidad, gracias a las corruptas, inmorales “autoridades
judiciales”.
Octavo
“presunto culpable”:
Este
caso es un tanto surrealista, sobre todo porque a quien le
sucedió, es un joven que se dedicaba a hacer activismo en
la UNAM, además de que daba clases de filosofía.
En
una ocasión que viajaba en el metro, se quedó dormido y
fue despertado por los gritos de una mujer que estaba a
medio metro de él, llorando y gritando que la había
manoseado. Alguien jaló la palanca de emergencia, lo
apresaron los policías “preventivos” y lo obligaron a
quitarse los zapatos y a caminar más de dos horas sin
ellos. También de una manera muy arbitraria e ilegal, se le
enjuició y fue sentenciado a un año de cárcel, sin que
realmente existieran pruebas o evidencias que demostraran el
hostigamiento sexual hacia la mujer que lo acusó. Incluso
cuando de alguna forma demostró su inocencia, de todos
modos el delito del que se le acusó, había prescrito.
Noveno
“presunto culpable”:
En
este caso, al joven que le sucedió lo que narraré,
tuvieron la fortuna sus familiares de contratar a un abogado
eficiente y, sobre todo, que tenían dinero suficiente para
pagar lo que hubo que pagar.
A
quien llamaré Marcos, caminaba un día muy tranquilo sobre
una amplia avenida. De repente, vio acercarse a una
patrulla, la que se detuvo enfrente de él. Bajaron los
prepotentes uniformados, acompañados de un hombre que, sin
más, culpó a Marcos de robo, de que hacía como “cinco
minutos”, lo habría asaltado. El lugar señalado estaba
muy lejano, como para haberlo recorrido en cinco minutos,
una calle que lo menos estaba a cuatro kilómetros, y eso,
como hizo hincapié Marcos, por lo menos era media hora para
haberlo caminado, no en cinco minutos. Y a pesar de su
insistencia de que él no conocía a ese hombre que lo
culpaba y que él regresaba de su trabajo, los policías lo
detuvieron y lo llevaron al ministerio público. Impotente,
desesperado, Marcos se veía, en efecto, tras las rejas. Por
fortuna, al llegar al ministerio público, le permitieron
hablar a su familia, la llamada legal, y, como dije, se pudo
arreglar, eso sí, forzoso pago de $18,000 pesos, entre
cohecho y dádivas. Y en este caso, gracias a las
corruptelas, Marcos pudo librarse de la cárcel, ¿pero cuántos
no han podido y están pudriéndose en una sobresaturada
celda?
Y
así, podría seguir narrando otros casos que me han
platicado familiares o los directamente acusados, pero con
esos basta para demostrar que a pesar de que hasta el
cansancio es conocida la corrupta, arbitraria manera en que
actúa el sistema “judicial” de acusar falsamente a
inocentes y condenarlos a pudrirse en saturadas cárceles y
reclusorios, a pesar de la mencionada cinta “Presunto
culpable”, la ilegalidad, el cohecho, la prepotencia, la
brutalidad policiaca… esa cloaca institucional seguirá,
como una parte integral de un sistema que se vale de ella
para así atemorizar a la gente, reprimirla, hacerle ver que
si por un supuesto robo, no sé, unas galletas en un centro
comercial o una falsa acusación, se puede pasar años en la
cárcel, entonces si se dedica a protestar contra el
sistema, a defender sus derechos, a cuestionar justamente
tal “legalidad”, pues le irá peor aún.
Esto
seguramente no sucede sólo aquí. Ha habido casos, por
ejemplo, en EEUU, de personas que han sido no sólo
encarceladas, sino ejecutadas (sobre todo afro
estadounidenses y latinos), y luego se ha demostrado que
eran inocentes. Una cinta que se estrenó hace algunos
meses, aunque es Hollywood, muestra que a veces se acusa
falsamente a personas, sólo por haber estado en el lugar y
a la hora equivocadas. Se trata de la cinta “Los últimos
tres días”, protagonizada por Russell Crow, personaje
cuya esposa es acusada falsamente de un asesinato, que en la
cinta se revela que, en efecto, ella no lo cometió, aunque
dentro de la trama queda la duda. Claro, muchos casos así
quedarán, sin forma real de que se compruebe si el acusado
es o no inocente, pero en muchos otros, las evidencias
demostrarán lo contrario.
Incluso,
refiriéndome al sistema penal estadounidense, también está
plagado de corruptelas e inconsistencias. Y existen dramáticos
casos, incluso públicos, de falsas acusaciones y de que, a
pesar de las evidencias, no se ha llevado a los verdaderos
responsables de ellos a la cárcel. Por ejemplo, a pesar de
los años que han transcurrido desde el asesinato de John F.
Kennedy, el crimen no se ha aclarado. Siempre se ha dicho
que aquél fue muerto por Harry Lee Oswald, un supuesto
mariner psicópata que le disparó desde una distancia que,
a todas luces, hubiera hecho imposible que pudiera dar en el
blanco y, mucho menos, destrozarle la cabeza a Kennedy,
tanto por la lejanía, así como porque había demasiados
obstáculos. Obviamente se trató de una conspiración, pero
por la “seguridad” del podrido sistema, nunca se sabrá
lo que realmente sucedió, aunque seguramente deben de
existir por allí algunos archivos “top secret”, que
develan ese “misterio penal”.
O
cuando también EEUU invadió Afganistán, so pretexto de
combatir al terrorismo, se encarceló en una improvisada
prisión en Guantánamo a cientos de hombres, cuyo único
“delito” era ser o parecer árabes. Muy pocos han podido
probar su inocencia desde entonces, pero la gran mayoría
siguen pudriéndose en ese inhumano sitio, y eso que el
“progresista” de Obama prometió en su campaña cerrar
esa ilegal cárcel, pero es la hora que no lo ha hecho (y
ahorita, queriéndose reelegir, es lo que menos le importará).
En
otra cinta que vi recién, “El secreto de Soraya” (The
stonning of Soraya), basada en hechos verídicos, muestra
los infames acontecimientos sucedidos hace algunos años en
un pueblo de Irán, cuando un miserable hombre acusó
falsamente a su esposa de infidelidad, porque quería
deshacerse de ella, ya que la mujer no le quería dar el
divorcio, pues el tipo la engañaba con otra. Pero en esas
machistas sociedades, la palabra del hombre prevalece sobre
la de la mujer, y a pesar de que era una vil calumnia, la
gente del pueblo, “enardecida” por el “brutal
crimen” cometido por Soraya, decidió en juicio sumario
apedrearla como “justo castigo” (es brutal la forma en
que se trata a las mujeres supuestamente “infieles” bajo
la ley islámica, no siendo parejo el trato hacia los
hombres infieles, a quienes sólo se “amonesta”).
Así
pues, en todo el mundo hay injusticias, inocentes pudriéndose
en cárceles o siendo ejecutados por las “justas”
autoridades (como en EEUU, que sigue practicando la barbarie
de asesinar a prisioneros, sean o no culpables).
No
sólo se ve que la llamada “justicia” es ciega, sino
también bastante corrupta.
Contacto:
studillac@hotmail.com
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