Final
de otro sexenio panista
Más
pobreza, más inseguridad
Por
Adán Salgado Andrade
Desde
la empobrecida ciudad de México,
para Socialismo o
Barbarie, 06/04/2012
Nos
acercamos ya al final de un segundo sexenio panista y hay
que resaltar los pésimos resultados que tuvieron este par
de fallidas administraciones (la de Vicente Fox, primero, y
la actual, de Felipe Calderón) en México, sobre todo
porque se trata de un partido que, mientras estuvo a la
sombra, criticaba con mucho ahínco lo que los gobiernos priístas,
sus antecesores directos, hacían.
El
resultado, a casi doce años de que se prometió un
“cambio” de políticas económicas, de proyectos
sociales, de mayor apertura “democrática”… y un sinfín
de incumplidas promesas, es que en este país reinan
actualmente los mismos problemas que se prometió combatir,
pero varias veces aumentados muchos de ellos. No pretendo
hacer con este análisis una defensa del sistema político
anterior, igualmente nefasto, corrupto, dictatorial y
mafioso (entre otras “cualidades”), pero, como dije, es
necesario porque el PAN pretendió presentarse como una
verdadera alternativa que, es evidente, no sólo no mejoró
muchos negativos aspectos que el monopolio político del PRI
provocó por tantos años, sino que han empeorado cuestiones
tan esenciales como la economía, la inseguridad o, incluso,
la corrupción imperante en esos tiempos priístas, que fue
más que rebasada. Baste ver, por ejemplo, los niveles de
endeudamiento público a los que se llegó en once años de
las administraciones panistas, casi $422,000 millones de dólares,
que representan alrededor del 36% del PIB del año pasado,
que fue cercano a los 1.18 billones de dólares
($1180000000000). Ese aumento tan brutal representa un 170%
con respecto al endeudamiento que existía en el 2000, que
era de aproximadamente $252,000 millones de dólares (mdd).
Y particularmente en la administración de Calderón, el
endeudamiento al que se llegó fue de casi el doble del
anterior.
¿En
qué se ha reflejado tanto peligroso endeudamiento? Vean, ni
siquiera se han realizado inversiones fundamentales, como en
PEMEX, que ha sido, digamos, la gallina de los huevos de
oro, brindando alrededor de un tercio de los ingresos
gubernamentales. No se ha construido una sola nueva refinería,
a pesar de que las exportaciones de crudo son de varios
cientos de millones de dólares (tan sólo el año pasado
fueron de 62600 mdd. En el 2009, el año con más altos
ingresos petroleros, las exportaciones fueron de $80640 mdd.
Y PEMEX está valuada en $415,750 mdd). Pero, claro, se han
hecho suntuosas e inútiles obras, como la llamada “estela
de luz”, que de un costo original de 400 millones de
pesos, se infló a los 1300 millones, con lo que se pudo
bien haber construido un hospital, perfectamente montado con
todo lo necesario. Otro ejemplo es la nueva sede del senado,
una obra que ha costado casi $2300 millones de pesos. Por si
no bastara su alto costo, ese edificio ha resultado con
muchos defectos, pues por la corrupción implícita en su
edificación, se retrasó su entrega, han estado saliendo
todas sus fallas, tales como puertas de vidrio que se
quiebran repentinamente, falta de agua, goteras,
estacionamientos inadecuados… en fin, refleja, justo, el
actuar del gobierno panista corrupto que impulsó su inútil
construcción.
Además,
claro, de los muy generosos salarios que se paga el
gobierno, tanto a sus muy altos mandos, así como a tanto
funcionario inútil, que no justifica los cientos de miles
de pesos que perciben mensualmente. Por ejemplo, los
diputados perciben, con prestaciones y todo, $231,000 pesos
mensuales, lo que los convierte en los funcionarios mejor
pagados del mundo (en Alemania, por contrastar, ganan los
diputados alrededor de $144,300 pesos al mes).
Otro
rubro en el que también se ha gastado mucho dinero es en el
tal “combate al crimen organizado”, tanto por la
adquisición de armas, así como por los sustanciosos
sueldos y aumentos salariales que reciben ejército, marina
y altos mandos policiales para que desarrollen una tarea
que, en lugar de haber hecho de este país un lugar más
seguro, todo lo contrario, la criminalidad se ha
incrementado a niveles nunca antes vistos, aumentando los
delitos de todo tipo, tales como asaltos, secuestros,
homicidios (van más de 50,000 muertos, según señalan las
cifras más recientes, en lo que va del calderonismo).
Lo
descrito se acompaña, además, con las problemáticas
sociales que una pésima administración conlleva, tales
como alto desempleo, pues alrededor de 3 millones de
mexicanos en edad de trabajar carecen de empleo (hablando
conservadoramente, pues el INEGI toma como empleados hasta a
los franeleros, por ejemplo). Eso ha llevado a que unos 14
millones de mexicanos recurran a la llamada “informalidad
laboral” para tener un ingreso que les permita sobrevivir.
Pero son tan magros los salarios que obtienen la mayoría de
los mexicanos, que alrededor del 60% de la población actual
es considerada en el nivel de pobreza o pobreza extrema (y
no sólo las así llamadas clases bajas están
resultando afectadas, sino incluso la media, como más
adelante analizo). En contraste, cada vez hay más ricos,
pues resulta que de las cuentas que se manejan en el mercado
de dinero, o sea, la Bolsa Mexicana de Valores, 199694 (de
igual número de individuos, un 0.17% de la población
total) concentran una riqueza equivalente a 42.5% del PIB
del año pasado, o sea, unos 464,000 millones de dólares.
Es decir, se ha llegado a una impresionante hiperconcentración
de la riqueza, contrastando con el aumento de los millones
de pobres, muchos de los cuales ni siquiera tienen asegurada
la comida de cada día que transcurre.
Por
otro lado, en rubros tan importantes como la producción agrícola,
tampoco este fallido gobierno ha hecho algo por impulsar y
aumentar ese estratégico e importante rubro. Han aumentado
dramáticamente las importaciones de alimentos, a grado tal
que son más de mil millones de dólares mensuales en
promedio los que se requieren para comprar alimentos,
granos, sobre todo. En los once años que lleva mal
administrando el panismo, se han gastado más de $87000 mdd
sólo para importar alimentos, pues no se ha diseñado, a la
fecha, un plan que realmente levante al campo y logre
aumentar la muy necesaria producción alimentaria (con eso
de que algún estúpido secretario del ramo declaró que era
más barato importar maíz que sembrarlo, véanse las
consecuencias). Además, la indiscriminada apertura
comercial en el sector agropecuario con EU, empeoró la
situación, pues no se puede competir con un país que
subsidia fuertemente a sus agricultores (ver en este mismo
blog mi artículo “Apertura total del TLC al agro
mexicano… o de cómo se sigue matando al campo en México).
Y
a lo descrito, hay que sumar, por si no bastara, la actual
debacle económica, que inició en el 2008, teniendo como
epicentro a EU, en donde la incontrolada desregulación económica,
el estallido de la burbuja inmobiliaria en EU, así como el
excesivo endeudamiento, fueron factores que se combinaron
para desatar una crisis tan severa, que ya se considera
igual o peor que la crisis del año 1929 (ver en este mismo
blog mi artículos: “La crisis de los créditos en Estados
Unidos: la consecuencia de gobernarse por índices” y
“El convenenciero capitalismo salvaje”, en los cuales
explico cómo dichos factores fueron los detonantes de los
actuales, muy graves problemas económicos, que están
afectando a millones de personas por todo el mundo). Y,
claro, cuando suceden fenómenos recesivos como el que
actualmente estamos viviendo, que ha hecho quebrar incluso a
países enteros, como el caso de Grecia (ver en este mismo
blog mi artículo: “El capitalismo salvaje lleva a la
quiebra a países y provoca catástrofes ecológicas”),
sus efectos perduran por muchos años. Por estos días, el
Banco Mundial (institución financiera mimetizada como
desarrollista, pero que, en realidad, está muy al servicio
de los intereses estadounidenses), ha declarado que los
efectos de las crisis, como la actual, duran más de diez años,
aunque de todos modos no se llega, una vez que se
“superan” los problemas, a los niveles que se tenían al
inicio. Así que, de acuerdo con ello, si bien nos va, por
allí del 2019, estaremos “superando” los devastadores
efectos que en todo el mundo, especialmente entre las clases
trabajadoras, está teniendo la crisis actual (hay que ver,
por ejemplo, que las draconianas medidas de austeridad
impuestas a sangre y macanazos policíacos en Grecia, además
de no resolver en realidad nada, más que pagarles a los
acreedores, supone un fuerte retroceso, pues factores como
el nivel de vida de la población, así como su capacidad de
consumo se verán afectados por muchos años, resultando
peor el “remedio” que la enfermedad).
Y
en el caso de México, basta realizar encuestas entre la
población, para ver que, en efecto, el nivel de la economía
ha sufrido fuertes estragos, sobre todo en la así llamada y
casi inexistente “clase media”. Pero, además, una
perniciosa consecuencia adicional es que la precariedad económica
lleva a una acelerada descomposición social, dado que los
sectores sociales aún más vulnerables (las así llamadas
“clases bajas”, que todos vamos hacia allá), harán lo
que sea, con tal de sobrevivir en medio de este salvaje
sistema de “sálvese quien pueda” (ver en este mismo
blog mi artículo “Sorteando la crisis”). Y dicha
descomposición social conduce al aumento de actividades
criminales y delincuenciales, como sucede actualmente en el
país, lo que se ha visto reflejado en un importante
incremento de la inseguridad, que también recogen las
encuestas que a continuación expongo (agradezco a la señorita
Vianey Riego del Valle y a los estudiantes de sociología
del segundo semestre de la FES Aragón por el estudio
realizado, en que baso este análisis).
La
encuesta realizada se dividió en una parte social y en una
parte económica. Comienzo analizando la parte económica.
Pues
bien, en el estudio económico de la muestra estudiada, se
obtuvo un ingreso promedio de apenas $9906 pesos, debiendo
de trabajar en la mayoría de las familias, 70%, al menos
dos personas por hogar encuestado (el promedio obtenido
equivale aproximadamente a $330 pesos por día, alrededor de
5.5 salarios mínimos, lo cual concuerda con las cifras
oficiales dadas recientemente, en las que se indica que el
85% de los trabajadores gana cuando mucho cinco salarios mínimos.
Pero de éstos, alrededor de 63% perciben cuando mucho 3
salarios mínimos. El resto, lo que podría considerarse
como “clase media”, un 22%, tiene sueldos de cuando
mucho cinco salarios mínimos, como reportó nuestra
muestra. Se tuvieron algunos salarios extraordinarios, de
hasta $25,000 pesos mensuales, sólo en un 9.3% de los
casos. Y arriba del promedio obtenido, únicamente está el
32% de las personas encuestadas, las que obtienen entre $10
y $15 mil pesos por mes. Como se ve, en general, no son
realmente altos los ingresos).
Así
pues, es difícil vivir sólo con un salario, y en los pocos
hogares en que es así, es porque se trata de un sueldo
relativamente alto (12.5%). En otros, en donde el ingreso es
bajo, es porque recientemente perdió el empleo alguno (o
algunos) de los miembros del hogar o no han podido conseguir
uno, con lo que el deterioro económico es mayor que hace
cinco años, cuando se realizó una investigación similar.
Además, estamos hablando de hogares con pocos integrantes,
de cuatro en promedio, y aún así se nota la afectación en
el nivel de vida. Por otro lado, casi un 85% señalaron
poseer casa propia, comprada hace años, lo que en esas
familias implicaría cierta, digamos, “estabilidad”,
pues al no tener que pagar renta, se tiene una relativa
menor presión económica. Pagan renta un 22%, siendo
relativamente baja, de $3 mil pesos en promedio
(manifestaron que no pueden pagar más de esa cantidad).
Y
si revisamos algunas de las comodidades que la “clase
media” solía tener en el pasado reciente, también allí
se refleja la disminución en su nivel de confort. Así, sólo
un 30% manifestaron tener línea telefónica, lo cual
indicaría la decreciente tendencia que está teniendo ese
servicio, tanto por la crisis, como, además, por el
creciente uso de celulares, que casi el 97% declaró poseer
al menos uno, de tarjeta prepagada (y es porque resulta más
barato, pues aunque no se tenga crédito, mientras el número
esté activo, se pueden recibir llamadas o mensajes). Sólo
23% manifestaron poseer televisión de paga, lo cual también
es indicativo de que ese relativamente reciente servicio, ya
tampoco es tan popular (también porque el Internet ofrece
opciones digamos que televisivas, como Youtube u otros
sitios especializados).
Apenas
un 15.4% dijeron tener computadora, lo que podría
explicarse, además de la crisis, porque este instrumento
tiende a ser sustituido por otras tecnologías, sobre todo
porque el uso de las computadoras se está limitando mucho a
interaccionar en las redes sociales, tales como el Facebook
o a bajar contenido de la red, tal como música, fotos o
videos y eso puede hacerse con dispositivos como los smart
phones y últimamente los ipads (tabletas), que
tienden a popularizarse (bueno, entre los sectores que aún
pueden adquirirlos. Aunque como muchos compran a crédito, sí
se ha incrementado su uso). Sin embargo, sólo 7.7% poseen
Internet en casa, es decir, se está dando la creciente
tendencia de que por el costo, muchos prefieren acudir a
lugares en donde el uso de la red sea gratuito o en donde se
puedan “robar” la señal (otro signo más de las
actividades digamos que “ilegales” que se están dando
por la crisis, pues muchos de esos dispositivos cuentan con
rastreadores de señal y sus claves). Sin embargo, un fuerte
signo de decadencia económica es que únicamente 3%
declararon tener auto de modelo reciente, de cuatro años
para acá. Me parece que este rubro sería uno de los más
fuertes indicadores de la precariedad a la que está
llegando la “clase media”, la que en los viejos tiempos
era la que más consumía autos nuevos en comparación con
la “clase alta” (baste recordar que antes, los
aguinaldos servían para dar el enganche de un nuevo auto,
incluso para pagarlo casi por completo. Ahora, los
aguinaldos, excepto los de los funcionarios, senadores y
diputados, sirven en su mayoría sólo para pagar deudas). Y
esta fuerte baja en el consumo de autos nuevos se constata
con la cifra que se tiene en cuanto a las ventas de vehículos
de agencia en el 2011, que fue de poco más de 900 mil
unidades, siendo la mayoría modelos digamos que económicos
o de precio medio.
Bien,
pero en el estudio se midieron, además de los satisfactores
anteriores, lo que se gasta en muy importantes rubros como
la alimentación, el transporte y en la educación. Así, se
gastan en promedio $3470 pesos mensuales en alimentación,
lo que significa que un 35% aproximadamente del salario se
va en ese muy importante satisfactor. Claro, si de por sí
los alimentos tienden a subir mundialmente, en este país es
más acentuada su carestía, debido a que por las
equivocadas políticas a las que aludo arriba, cada vez
importamos más y más alimentos. Eso se refleja, pues, en
el dinero que se emplea para adquirirlos.
Otro
rubro que se lleva una buena parte de los ingresos es el del
transporte, que en esta ciudad de México, cada vez más anárquicamente
extensa, implica, además, en muchos casos, más de hora y
media de traslado desde el hogar al centro de estudio o de
trabajo. En el caso de la muestra estudiada se obtuvo un
promedio de $1571pesos, que representan 15.8% del salario
promedio, o sea, casi una sexta parte se va en pagar
transporte. Como dije, eso concuerda con la realidad, pues
algunos de los encuestados manifestaron gastar hasta cien
pesos por día, dado que el transporte es cada vez más
costoso (e ineficiente, por si no bastara).
Un
tercer rubro en importancia es el de los gastos educativos,
o sea, lo que implica estar en la escuela, a pesar de que se
estudie en un plantel público, pues eso implica gastos como
el material requerido (libros, cuadernos, copias, cuotas),
así como los consumos extras, tales como alguna bebida o
alimento y aquéllos necesarios. Aquí, el promedio fue de
$1040 pesos, o sea, un 10.4% del ingreso. Como dije, eso
gracias a que en la encuesta los estudiantes acuden a
planteles públicos y por eso continúan estudiando. De
hecho, el que muchos jóvenes no puedan ingresar a alguna
institución de educación media o superior, es factor para
que la mayoría no puedan ya continuar sus estudios y
decidan trabajar, por ejemplo, si es que tienen suerte y
pueden conseguir un empleo (de lo contrario, se convierten
en el creciente sector de jóvenes que ni estudian y ni
trabajan, los despectivamente llamados ninis, que en
el país se calcula que hay más de siete millones en esa
situación).
En
cuanto a los gastos de salud, en la muestra son bajos, $415
pesos, probablemente porque se cuente con algún servicio público
de salud, pero también porque la mayoría de la gente busca
alternativas baratas para curarse, como los consultorios
populares, y medicamentos de los llamados genéricos, que
son menos costosos que los de “marca”. Eso no quiere
decir que la población sea saludable, no, al contrario, los
servicios de salud públicos, cada vez se saturan más, a
pesar de ser muy deficientes, pues la mayoría de la población
al carecer de ingresos suficientes para curarse cuando se
enferma, debe recurrir a ellos, aún a sabiendas de que es
en general malo el servicio que prestan (simplemente, cuando
se requiere un estudio especializado, digamos, para
determinar si un tumor es canceroso, se le da al paciente
consulta a veces hasta dentro de tres meses. Imaginen, si se
trata de una emergencia, quizá ya para entonces esa persona
haya fallecido. Ver en este mismo blog mi artículo “Los
deficientes servicios públicos mexicanos de salud: el caso
ISSSTE”).
Otros
rubros, tales como los gastos en cultura o en recreación,
son bajos, pues además de que no se consideran en estos
tiempos de crisis digamos que prioritarios, en especial el
de la cultura tampoco es algo que se acostumbre (me refiero
a los gastos que se destinan a rubros tales como obras de
buen teatro, cine de arte, museos, exposiciones, libros,
videos, principalmente. Es bajísimo el consumo cultural en
México). En este caso, la cultura reportó un gasto
promedio mensual de apenas $361 pesos.
La
recreación, que, ésa sí, está más extendida, igualmente
reportó un gasto bajo, $450 pesos, indicativo de la
creciente precariedad económica.
También
se midió el crédito, ya que su generalización es otra señal
de que la crisis está pegando. Así, casi un 40% están
solventando algún tipo de crédito, sobre todo de tarjetas
de crédito, y en promedio se pagan alrededor de $2100
pesos. La contraparte es que algunos ahorran, 37% de la
muestra, pero el promedio obtenido fue de apenas $800 pesos
al mes, o sea, que en la mayoría de los casos, las familias
viven al día y por eso es que han tenido gran auge los
prestamistas y casas de empeño, quienes prestan dinero,
cobrando leoninos intereses, de 6% o más al mes. Y millones
no tienen otra alternativa que aceptar, con el riesgo de
perder la mayoría de las veces el bien dejado en prenda (la
casa, incluso, si el préstamo fue, por ejemplo, bancario, y
se dejó la propiedad como “garantía”).
Ahora
bien, tal precariedad imperante en la mayoría de la
sociedad mexicana, como señalo antes, es uno de los
factores que ha dado lugar a la descomposición social, la
que se manifiesta, sobre todo, en un incremento paralelo de
actividades ilícitas, dado que también se han cerrado
bastante las oportunidades de empleo (según estadísticas
recientes, tan solo en la ciudad de México hay 250,000
personas desempleadas, pero un 70% tienen como nivel de
estudios de la preparatoria hacia arriba y un buen número
cuenta con maestría o doctorado. Es decir, que la
circunstancia de que a mayor preparación, mayor oportunidad
de conseguir un empleo, está dejando de ser una realidad,
constituyendo un fuerte motivo de frustración entre la
gente que se ha esforzado por estudiar, pues sus empeños no
tienen recompensa alguna. De hecho, están bajando las
solicitudes para estudiar maestrías o doctorados, sobre
todo si no se dan incentivos económicos para hacerlo, como
becas).
Por
esa razón es que muchos jóvenes, principalmente, son los
que se suman a las filas de la delincuencia y del así
llamado “crimen organizado”, siendo también los que
mayor población constituyen en las saturadísimas prisiones
mexicanas, pues alrededor de un 70% de los internos tienen
entre 16 y 25 años de edad.
Y
la inseguridad que ocasiona el alarmante aumento de la
delincuencia se refleja también en la vida diaria, como
reveló la encuesta.
Así,
casi un 47% de los encuestados manifestaron como principal
problema en su vida diaria la inseguridad, por encima de
cuestiones tales como transporte malo o deficientes
servicios públicos, lo que indica cómo ha fallado
totalmente la estrategia gubernamental para el “combate a
la delincuencia” (ver en este mismo blog mi artículo
“La fracasada lucha panista en contra del crimen
organizado). Esto se entiende, además de por la precariedad
económica mencionada, porque también han ido cambiando los
tipos de delitos, muchos de los cuales la tecnología actual
ha ido facilitando o porque, simplemente, los delincuentes,
en vista de que el gobierno se especializa más en
“combatir” al narcotráfico, se han enfocado en realizar
delitos digamos que más fáciles, tales como la
extorsión o el secuestro, como veremos más adelante.
Por
ese motivo, la inseguridad, en la muestra, casi un 47%
manifestaron que sus actividades cotidianas se han visto
afectadas en algún nivel. Así, muchos ya no pueden pasar
por una calle determinada porque hay delincuentes o grupos
de personas que les “piden” dinero o son asaltados
constantemente en el transporte y problemas así. Por tanto,
cabe preguntarse, ¿¡es esa la seguridad que prometió
Felipe Calderón que dejaría!?
Pero,
además, la cifra de los que han sufrido algún tipo de
delito es alarmantemente alta, ya que un 87.5% de los
encuestados afirmaron estar en esa situación. Y el tipo de
delitos que han experimentado es diverso, indicativo de que
la delincuencia “organizada” ya no se conforma sólo con
los asaltos de antaño pues, como señalo arriba, ha
preferido realizar actividades que no impliquen, por
ejemplo, venta de droga, asalto a bancos o tráfico de
personas, que aunque muy lucrativos delitos aún, podríamos
decir que se han complicado en algo, no tanto por la
“guerra” del gobierno en contra de ellos, sino que por
tal guerra, el “crimen organizado” ha tendido a
enfrentarse entre sí, en la lucha por el control de, por
ejemplo, las zonas donde se distribuyen estupefacientes.
De
esta forma, los encuestados han sufrido delitos como robo en
calle (con violencia las más de las veces), 43.4%. Casi un
17% sufre cotidianamente robo en el transporte público
(sobre todo, aquellos que se desplazan dentro del Estado de
México), lo que implica un estrés constante de a ver a qué
horas y quién es el asaltante. En sus casas han sido
robados 9.43% (sigue siendo, por desgracia, asaltar casas,
una constante desde hace años), lo que ocasiona traumáticas
secuelas psicológicas, difíciles de superar (claro, pues
se considera al hogar como el sitio más seguro). El
secuestro, que tiende a extenderse, se manifestó en el 3.8%
de los casos, sobre todo el denominado secuestro exprés,
que consiste en que la víctima es amagada por un hampón
que se hace pasar generalmente por taxista y le pide todas
sus pertenencias y en caso de que tenga una tarjeta de débito
o de crédito, la obliga a acudir a cajeros para sacar el
mayor efectivo posible. Y ya luego la deja libre, so pena de
que si voltea a verlo o lo denuncia la matará. Los
aterrorizados “pasajeros” hacen todo lo que les digan,
con tal de salir vivos de esa terrible, infame experiencia.
La extorsión policiaca, practicada por delincuentes con
uniforme o placas de judiciales (me refiero a policías
“de verdad”, no a impostores), también es frecuente,
manifestada también por 3.8% de los encuestados (este es
otro crónico problema, la existencia de una corrupta,
delincuencial “policía”). Y un 2%, manifestó haber
recibido llamadas telefónicas tratando de extorsionarlos,
sobre todo diciéndoles que tenían secuestrado a un
familiar y que si no pagaban determinada cantidad de dinero,
lo asesinarían. En todos los casos se trató, por fortuna,
sólo de una atemorizante mentira.
Finalmente,
agresión física, producto de algún asalto violento, han
sufrido 5.7% en la muestra, lo que evidencia que ahora la
criminalidad se acompaña de una alarmante sociopatía que
no lleva a los delincuentes a conformarse sólo con asaltar
a alguien, una mujer, digamos, sino que en muchos casos aquélla
es violada o asesinada en el más desalmado de los casos.
Así
que, como puede verse, en efecto, la inseguridad es ya endémica,
agudizada tanto por la ineptitud de los actuales corruptos,
ineptos tecnócratas en el poder, así como porque en el
capitalismo salvaje, las ciudades se han convertido en
selvas de concreto en las que priva la deshumanizada,
individualista, egoísta máxima de “sálvese quien
pueda” (acompañado ello de una lamentable insensibilidad,
manifestada en cosas tan simples como jóvenes que no dan el
asiento en el transporte a damas embarazadas o personas de
la tercera edad, enfrentamientos físicos o verbales por
cualquier cosa entre peatones o entre automovilistas y otros
signos de la falta de verdaderos valores humanos, tales como
la compasión, la solidaridad, la amistad, la sensibilidad,
el cuidado de la naturaleza… entre otros. La gente tiende
cada vez más y más a comportarse como simples autómatas
consumistas, condición extremadamente ideal para
este materialista sistema).
Y
doy dos ejemplos concretos de cómo los delincuentes han
preferido dedicarse a practicar otros delitos que no tienen
que ver con tráfico de drogas, de personas o asaltos
bancarios, por ejemplo, que hace algunos años, sobre todo
éstos últimos, eran frecuentes. Las víctimas, en todo
caso, son ciudadanos comunes, a merced de grupos criminales
o simples individuos, para los que el sistema “legal”
que supuestamente está para defenderlos, es incapaz o, ¡peor
aún!, está ligado con dichos delincuentes, así que es inútil
cualquier tipo de denuncia que, en todo caso, muchas veces
resulta contraproducente, pues dichos criminales se
desquitan con algunos de los denunciantes asesinándolos. Y
por eso persiste el que los ciudadanos agraviados prefieran
no denunciar, porque pocas veces sirve de algo, además de
que, como dije, arriesgan sus vidas. Es realmente vergonzosa
e infame esa situación, cosa que los estúpidos tecnócratas
que detentan actualmente el poder no viven y por ello no les
interesa resolver en lo más mínimo, pues muchos tienen
guardaespaldas y circulan en sus autos blindados (además,
una población atemorizada es más fácil de dominar).
El
primer ejemplo que comento es el de Adela, estudiante de 25
años (no es su verdadero nombre). Hace poco abordó un
taxi, dentro del Estado de México. Habiéndole indicado a dónde
se dirigía, el supuesto conductor asintió. Todo iba bien
hasta llegar a una avenida en la cual, en lugar de dar
vuelta el taxista hacia el rumbo correcto, la dio al
contrario. Desde allí, Adela se alarmó. Para confirmar que
el tipo tenía malas intenciones, éste le soltó lo de “¡Ya
valió madres, así que ni te pongas pendeja porque te
mueres, cabrona!”. Luego, el delincuente se internó por
unas callejuelas desconocidas para Adela y que por la mañanera
hora aún estaban obscuras (el impuesto, absurdo,
financierista “horario de verano”, inútil en nuestra
situación geográfica, que mantiene a obscuras la ciudad
hasta pasadas las siete de la mañana casi todo el año, ha
contribuido al incremento de los delitos a tempranas horas).
Allí, el sujeto le pidió todo cuanto llevaba, incluyendo
su mochila, su celular, su monedero… todo. “¡No me dejó
nada el desgraciado!”, dice Adela, resignada, pues
confiesa que es la tercera vez que sufre un asalto.
“Aunque, pues dentro de todo, he tenido suerte, porque no
pasa de que me quiten las cosas”, como el “taxista”
impostor, quien incluso, consumado el robo, tuvo el cinismo
de exclamar “¡Cuidado!... ¿te lastimaste?”, dado que
Adela, al salir del auto, tropezó y cayó de rodillas. “Sí,
así de cínico ese tipo”, sonríe Adela. Pero, en efecto,
corrió con suerte, pues, comentamos, a cuántas mujeres que
sufren asaltos similares, las violan y muy lamentablemente
algunas son asesinadas con saña, luego de ese asalto sexual
(cientos de mujeres son asesinadas cada año en México, ¡otra
cifra más que la “guerra contra el crimen organizado”
emprendida por Calderón no ha logrado abatir!). Desde
entonces, Adela ha tomado como “solución”, la de
abordar solamente taxis “seguros”, que son aquellos que
salen de una base, además de asegurarse de detalles como el
que el auto tenga a la vista el tarjetón del conductor y
que éste corresponda al que maneja. “Sí, la verdad es
que aprendes a cuidarte”, concluye Adela. En efecto, se
aprende a cuidarse y a sobrevivir en medio de esta anarquía
social.
El
otro ejemplo que doy es aún más grave y es de los casos en
que es clara una complicidad con las corruptas autoridades
judiciales y policiales. Platico con Sonia (no es su
verdadero nombre), quien trabaja como mesera en un bar
(antro, como se les llama aquí), en el Estado de México.
El negocio es de unos parientes. Me dice que ya llevan
varios años y que aunque ha sido lucrativo, con los años
han debido de sortear una serie de obstáculos que sólo por
su empeño y porque no viven mal de lo que ganan, han ido
superando. “Mira, lo que pasa es que no se gana mal. En
fines de semanas buenos, entran hasta ochenta y cinco,
noventa mil pesos… pero a eso le debes de descontar
sueldos, la bebida, la comida, la renta, los impuestos… y
te vienen quedando libres como treinta mil pesos”, dice
Sonia, reflexionando en las cifras. Tan sólo de renta pagan
actualmente $46 mil pesos al mes. De salarios, con seis
empleados, de a mil quinientos cada uno por semana, son casi
cuarenta mil pesos. Y bebidas y alimentos, también
alrededor de diez mil pesos semanales. “Pero, mira, además
de esos gastos, debemos de pagar por seguridad”.
Intrigado, le cuestiono sobre eso. “Sí, lo que pasa es
que todos los antros, hasta donde sé, deben de pagar a
gente que dicen que son de la Familia – se refiere
Sonia al grupo criminal identificado como La Familia
Michoacana, especializado, además de la venta de
drogas, en secuestros, venta de seguridad y otros
delitos –, que porque como te dicen que ganas mucho
vendiendo alcohol, pues que le tienes que entrar, si
no quieres que te pase algo o te quemen el local”. Ya había
yo oído de ese cada vez más generalizado delito, pero
nunca tan de viva voz, como lo narra Sonia. “Sí, y
nosotros le tenemos que entrar con ¡tres mil
quinientos pesos!”. “¿¡Al mes,!?”, inquiero. “¡No!…
¿¡cómo crees!?... ¡eso es a la semana!”. No dejo de
mirarla por un buen rato, estupefacto por la revelación.
“¿¡Entonces, pagan catorce mil pesos mensuales por seguridad!?”,
exclamo. Sonia asiente, resignada. “Sí, y nos subieron
hace poco la cuota, porque antes eran mil ochocientos a la
semana. Y es peor si no pagas. A un amigo que se negó a
pagar cuando abrió su bar, como al mes, fueron a
dispararle. Le quemaron el local y mataron a un cliente”,
agrega. Eso me recuerda las escenas de las cintas
estadounidenses de los gánsteres de los años treinta del
siglo pasado, los que, en efecto, vendían seguridad,
y todo aquel que se oponía era asesinado y su negocio
incendiado. Como dije antes, ya había yo escuchado de ese
tipo de extorsión, en muchas partes, pero no tan cerca,
digamos, sobre todo porque son zonas aledañas al Distrito
Federal que, se supone, es actualmente de las zonas “más
seguras” (con todo lo que implica más seguras,
que, en este caso, significa que hay menos delitos).
Y tampoco imaginaba que esa extorsión fuera realizada tan
flagrantemente, sin que ninguna autoridad hiciera algo al
respecto. “¿¡Pero, entonces, qué, qué sucede si no
pagan!?”, insisto. “¡No... pues pagas o pagas,
porque si no, te hacen algo o a tu negocio! Fíjate,
nosotros tuvimos que cerrar dos meses porque tuvimos
problemas con unos permisos. Cuando reabrimos, llegaron diciéndonos
que les debíamos dos meses, a pesar de que les
aclaramos que no había sido por nuestra culpa que tuvimos
que cerrar. Nos dijeron que ese no era su problema, que les
pagábamos o que ya sabíamos. Y mejor les pagamos”. “¿¡Y
entonces, qué, no, para eso, están las supuestas
autoridades, los policías!?”, pretendo reclamar,
anonadado. Sonia sonríe, irónica. “Mira, las autoridades
se hacen patos, están de acuerdo. Sospechamos de un
comandante de la judicial… pero como no lo puedes probar,
pues ni caso te hacen. Además de que te arriesgas a que
ellos mismos les den el pitazo de que andas de llorón
y te maten”, agrega fríamente Sonia. “Y las patrullas,
sólo se asoman cuando cerramos, para ver a quién agarran
borracho o con un vaso en la mano y a ver cuánto le pueden
robar”, asiente Sonia, con una mirada de impotencia y de
resignación.
Le
agradezco a Sonia su información, compartiendo su
impotencia y su resignada actitud de pues qué se le va a
hacer.
Y
me alejo del lugar, sin dejar de pensar en aquel
hollywoodesco lejano oeste, en que los rancheros
ricos, ladrones de ganado y tramposos, acompañados de sus
pistoleros, eran los que mandaban en los condados, y los
sheriffs se escondían en sus oficinas o eran sus cómplices.
Y
pues, en eso, en una mezcla de salvaje, lejano oeste,
y gánsteres impunes, se ha convertido a este sufrido
país, víctima de grupos de poder, “guerra al narcotráfico”,
deshonestidad y delincuencia policíaca, oportunismo
electoral, “crimen organizado”, deshumanización y,
sobre todo, corrupción e ineptitud de la mafia política
que detenta el mando.
Contacto:
studillac@hotmail.com
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