20/12,
a diez días de la asunción de Cristina K
A
Plaza de Mayo contra el Pacto Social
Editorial
de Socialismo o Barbarie, periódico, 13/12/07
La
fanfarria que rodeó a la ceremonia de asunción de Cristina
Fernández de Kirchner no impidió ver algunos de los rasgos
que la nueva presidenta busca imprimirle a su gobierno.
Por lo
pronto, se empezó a notar el afán de Cristina por subir
el perfil en el plano internacional. El gobierno de Néstor
Kirchner tuvo bastante exposición internacional, pero en
cierto modo obligada por la situación de la Argentina y de
la región, y a contramano de los deseos de Néstor
Kirchner, poco afecto a la política internacional. En
cambio, Cristina ya antes de asumir emitió fuertes señales
de que sus intenciones de “normalización” empiezan
por las relaciones con el resto del mundo, y en particular
con los poderosos.
Guiños
para los organismos financieros...
La
ostentosa firma del acta del Banco del Sur no alegra
ni preocupa seriamente a nadie. Contra los entusiasmos fáciles
de los que compran cualquier buzón pintado de rosado (no
digamos de rojo), lejos de ser un “FMI regional” como
propuso Chávez, será una especie de Banco Interamericano
de Desarrollo (BID) de los gobiernos de
“centroizquierda” donde cada crédito quedará sujeto al
riguroso control político de los socios más grandes,
en particular Brasil.
Más atención
habría que prestarle al intento de mediar en la negociación
en Colombia entre el presidente Uribe y las FARC, a pedido
del presidente francés Sarkozy. Ese tipo de gestos, como el
acoso jurídico-diplomático a Irán, son los que le valdrán
a Cristina el beneplácito de Estados Unidos.
A esto se
agrega el plan de mejorar la relación con los mercados
financieros internacionales –tema clave para
garantizar la salud de las cuentas fiscales y el servicio de
deuda–, lo que incluye las conversaciones entre Cristina y
el titular del FMI, Strauss Kahn; los repetidos
anuncios de una voluntad de acuerdo con el Club de París
y las señales de que está en carpeta una oferta a los
bonistas que quedaron fuera del canje, los hold-outs.
Esta “normalización” tiene beneficios (como volver a
emitir deuda con jurisdicción de los tribunales de Nueva
York, que paga menos interés) pero también sus costos para
la caja pública.
Además, el
discurso de asunción de Cristina dejó tela para cortar.
Por ejemplo, el anuncio de la voluntad de “terminar los
juicios” a los represores y llegar a la “reconciliación
definitiva” de las Fuerzas Armadas con la sociedad. Los
“progres” quieren interpretar esto como continuidad de
la política de derechos humanos, pero no leen lo elemental:
Cristina quiere darle un corte a la situación de zozobra
jurídica permanente que viven las Fuerzas Armadas, porque
tarde o temprano quiere saber que puede recurrir a ellas con
las “heridas cerradas”.
...
y ataques a los trabajadores
También
fue escandalosa la embestida contra los docentes por “no cumplir con los días de
clase”, que se ganó merecidas réplicas desde sectores
combativos del gremio… y el aplauso alcahuete de Yasky y
Estela Maldonado ¡Los Kirchner fueron grandes defensores de
la Ley Federal de Educación, que dejó el sistema educativo
nacional en la ruina y la segmentación que es hoy! ¡Parece
que es una muestra del “nuevo estilo” Cristina K: “¡la
culpa de todo la tienen los trabajadores!”
Por otra
parte, por más que prometió no ser garante de las
ganancias empresarias, ésa fue sólo la contrapartida
formal del verdadero mensaje: que no va a ser rehén de
“internas sindicales”. El destinatario directo fue Moyano,
que ni apareció en la asunción, que no llevó gente a la
Plaza y que enseguida respondió amenazando con ponerse
“en la vereda de enfrente”. Difícil que el chancho
chifle… pero es cierto que hay
un tironeo real entre el “nuevo” gobierno y ese sector
de la burocracia sindical, que para Cristina es
demasiado poco fiable.
Más todavía
ahora que las “malas noticias” ya empezaron, incluso
antes del 10 de diciembre. Es cierto que hay un
microambiente “de gracia” para la administración
Kirchner –las encuestas le dan un 75% de imagen
positiva–, pero a no engañarse, porque, como venimos señalando
en estas páginas, la flamante gestión no gozará de
carta blanca, ni siquiera durante los famosos “primeros
100 días”.
El tarifazo
del transporte por no anunciado no es menos impactante:
un 20% promedio. Sin contar los otros tarifazos
en luz, gas y el impuesto municipal –éste último,
lejos de limitarse a la Capital, va a ser incluso más
brutal en muchos distritos del Gran Buenos Aires–, sólo
por el transporte se calcula que la inflación de enero
tendrá un piso de aumento del 0,8%. O lo tendría si se
supiera cómo va a medir el INDEK el costo de vida. Para
colmo, los trabajadores afiliados a las AFJP aportarán
también a partir de enero un 4% más, lo que implica una caída
nominal del salario de bolsillo.
Por ahora,
todo esto genera murmullos, comentarios y quejas en voz
baja, pero no resistencia masiva. Los medios colaboran con
una campaña cuyo contenido es “por fin se sinceran las
tarifas, qué gobierno coherente y responsable”. En todo
caso, cuando la inflación real se haga sentir y corra
por abajo el reclamo de aumento salarial, veremos si el
panorama sigue tan relativamente calmo como hasta ahora. Por
lo pronto, el temor a que el tan cacareado “Pacto
Social” traiga más ruido que nueces ya está haciendo
hablar de bajar las pretensiones y pensar en un acuerdo
menos ambicioso que el que se esperaba originalmente.
La
lucha del Casino y el acto del 20 de diciembre
En el marco
de una coyuntura en la que, aunque sin cheques en blanco ni
mucha expectativa, predomina en el movimiento de masas un
sentimiento de “compás de espera” hasta ver “qué
hace Cristina”, se ha venido dando una sucesión
de despidos. Algunos de ellos son de origen “económico”
y están claramente vinculados al fin de la doble
indemnización. Se trata del regreso de una
herramienta que en los últimos años la patronal había
tenido “en suspenso”. Ahora, la intención de Cristina
es devolver a los empresarios el pleno ejercicio del
“derecho” de despedir. Sea por razones “económicas”
o claramente políticas,
como el caso del Casino
de Buenos Aires, regenteado por una patronal con fuertes
vínculos con el gobierno de Kirchner.
La lucha
de estos jóvenes aguerridos contra los despidos y por
condiciones dignas de trabajo es ejemplar. Se vienen
bancando patoteadas, represión en regla de la Prefectura,
el ninguneo del Ministerio de Trabajo hasta el día de la
represión, los despidos de la patronal y la vigilanteada
increíble de los “dirigentes” de los
“sindicatos” (ALEARA y SOMU), que han pasado de manera pública
a defender explícitamente a la patronal,
justificando los despidos, la represión y hasta la cárcel
para los compañeros. El análisis particular de esta pelea
se hace en nota aparte, junto con la crónica contada por
sus propios protagonistas.
En ese
sentido, el acto del próximo 20 de diciembre en Plaza de
Mayo, que por sexto año consecutivo agrupará a las
fuerzas de la izquierda revolucionaria y los sectores
combativos de la clase trabajadora y la juventud recordando
el Argentinazo, debe tomar como una de sus primeras banderas
la defensa de los compañeros del Casino y de todos los
sectores de la clase trabajadora que están en lucha, ya
sea contra los despidos, por salarios o por condiciones de
trabajo.
Al mismo
tiempo, a 10 días de la asunción de Cristina, es una tarea
de primer orden denunciar el pérfido Pacto Social
que gobierno, burocracia sindical y empresarios pretenderán
imponerle al conjunto de la clase trabajadora, con el objeto
de garantizar las condiciones de mayor explotación, al
tiempo que se busca atar de pies y manos a los trabajadores
con las cláusulas de “paz social”.
Y en el
plano más estratégico, este 20 de diciembre, podría ser
una oportunidad para dar pasos en el sentido de poner en
pie un Movimiento Político de los Trabajadores. Porque
la lucha contra el acuerdo Cristina-burocracia
sindical-empresarios enfrenta un enemigo que tiene un
proyecto político, y es una imperiosa necesidad que desde
el lado de los trabajadores se le plante otro que sea propio,
independiente y sin vínculos ni compromisos con ningún
sector patronal, de la burocracia sindical o del gobierno.
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