Editorial I:
Las perspectivas económicas para
el 2008
Inflación y deterioro salarial K
Socialismo o Barbarie, periódico,
21/02/08
La cuestión de la inflación
hace rato que está en el centro de las preocupaciones
cotidianas de los trabajadores y los sectores populares. Las
indignantes cifras oficiales no hacen más que alimentar la
bronca popular frente a un sueldo que alcanza cada vez
menos. Ahora se vienen las paritarias, en las que muchos
tienen expectativas de conseguir un aumento digno. Pero
muchos otros desconfían –con justicia– de que Moyano y
Cía. quieran realmente torcerle el brazo a un gobierno que
ya está mostrándose duro con los trabajadores. Por eso hay
que prepararse para
muy duras luchas por el salario y las
condiciones de trabajo más allá del show que arme la
burocracia sindical con las patronales.
Inflación regional
En verdad, habría que hablar de
un aumento mundial
de la inflación, ya que luego de dos décadas o más de
relativa estabilidad empieza a haber señales de aceleración
de los precios en varias de las principales economías del
mundo, empezando por EE.UU. En este marco general, hay
elementos que están en la base del crecimiento de la
inflación que son comunes a la mayoría de los países latinoamericanos.
En efecto, el comportamiento económico
de Sudamérica,
desde principios de esta década y en particular en los últimos
cinco o seis años, se caracteriza por inéditos niveles de
superávit fiscal y de balanza comercial, que son en buena
medida el producto de un aumento de los precios
internacionales de las materias primas y commodities que
exportan esos países. También Argentina se ha visto
beneficiada por esta “ola”, por lo que, como señalamos
muchas veces desde estas páginas, el “milagro
argentino” no tiene nada de milagroso y mucho menos de
argentino.
Sin embargo, esta mejora de las
cuentas fiscales –esto es, de la disponibilidad de caja
del Estado– y cierta recuperación de la actividad económica,
que permitieron un período de crecimiento continuo en la
región, no llegan a configurar un ciclo de acumulación
capitalista nuevo. Más bien, lo que se da es lo contrario: gobiernos
que aprovechan políticamente la
bonanza económica temporaria, pero sin
dar pasos que conduzcan a sacar a nuestros países del
atraso estructural y el subdesarrollo crónico.
Venezuela, por ejemplo, goza de un recurso hoy día caro, el
petróleo, que le provee ingresos extraordinarios, pero a la
vez carece de infraestructura industrial importante y
depende de la importación para abastecerse de bienes de
consumo, especialmente alimentos. Y a pesar de los discursos
de Chávez sobre el “socialismo del siglo XXI”, esa
Venezuela desigual y atrasada no
ha cambiado. Su dependencia de las importaciones hace
que, a pesar del control de precios, hoy tenga la inflación
más alta del continente. Algo parecido sucede con
Bolivia, que parte de más atrás, y donde la
“nacionalización” del gas de Evo Morales se está
revelado como lo que siempre fue: una medida muy limitada
para negociar las
condiciones del atraso y la dependencia, no para salir
de ellos.
Deterioro salarial
En nuestro país, los problemas de
fondo no son tan distintos: el Estado cuenta con muchos
más recursos que antes, pero la debilidad estructural en rubros clave como energía y transportes,
así como la falta de
inversión necesaria para sostener un ciclo de
crecimiento genuino, hacen que se esté llegando rápidamente
a “cuellos de botella” en la oferta, con la consiguiente
disparada de los precios.
Desde 2006 se intentó un sistema
de precios semicontrolados o “pactados” con los grandes
productores y la cadena comercializadora. Pero, tal como era
de prever, ese mecanismo se fue desgastando hasta volverse,
en 2007, casi inutilizable. En consecuencia, se pasó
a una variante muy “argentina”. Mientras en muchos países,
para que los índices de inflación no se desboquen, se
buscan vías de control de precios,
aquí se hace algo mucho más simple: que los precios vayan
por donde quieran; total, lo que se controla es el índice
oficial. Sin duda, en todas partes hay quejas de que la
medición de precios tiene distorsiones. Pero sólo en
Argentina se tiene un índice al que nadie (empezando por el propio Estado) toma en serio.
Así, se entiende que, mientras
para el INDEK la inflación de 2007 fue del 8,5%,
para el resto del país – consultoras privadas, bancos,
economistas, sindicatos y, sobre todo, el bolsillo del
trabajador– haya tenido un piso del 20%. Precisamente, los técnicos desplazados del INDEC
hicieron un trabajo serio de estimación de la inflación
real, considerando varios escenarios, y concluyeron que fue del
23 al 26%!
Lo cual echa por tierra todo el discurso K de la
“recuperación salarial continua”.
Digamos las cosas como son: entre
2003 y 2006 puede haber habido, de manera desigual, algo de
recuperación del poder de compra salarial (si bien nunca
alcanzó a compensar lo perdido en la crisis de 2001-2002).
Pero desde 2007 hasta ahora, ya puede hablarse de deterioro
salarial con respecto a la inflación entre amplísimos
sectores de trabajadores. Y a no engañarse: los K
quieren que sea esta
tendencia (la del deterioro en términos reales)
la que se afiance en
las paritarias que se vienen.
La pelea por el salario: una
cuestión política
El escenario que se viene en el año
es de deterioro económico. Sin embargo, Cristina K
viene afirmando que “la argentina está para ir por más y
vamos a ir por más. Vamos a hacer todo lo posible y lo
imposible también para que ese sueño de crecer todos los años
10% en la actividad se nos dé” (Clarín, 2/2/08).
Efectivamente, la gran carta de triunfo de los K es el
crecimiento que ha venido teniendo el país en los últimos
años. ¿Pero cómo harán para sostener una alto
crecimiento en un contexto deteriorado de la economía
mundial? Independientemente que logren esos índices (cosa
cada vez más discutible) una cosa ya está clara: una
de las variables para “anclar” el crecimiento y la
estabilidad económica será hacerles pagar a los
trabajadores los costos de una eventual crisis.
Y lo anterior, traducido al
salario, significa que los aumentos que se concedan en esta
nueva ronda paritaria, se buscaran que queden por detrás
no solo de la inflación real sino de las ganancias que van
logrando los capitalistas en concepto de productividad
(mayor cantidad de bienes producidos por hora de trabajo).
Es decir a costa de
un aumento de la explotación de los
trabajadores.
En estas condiciones se entiende
el porque de tanto celo gubernamental por tener bien atadas
las negociaciones paritarias y la razón por la cual cada
lucha que logre desbordar el corsé
gobierno-patronal-burocracia tendrá no solo un impacto económico
sino que apuntará a un aspecto central del andamiaje político
de los esposos K.
Editorial II:
Las paritarias que se vienen
¿Show
burocrático o desborde?
Socialismo o Barbarie, periódico,
21/02/08
En el contexto económico
deteriorado que venimos analizando desde estas páginas y en
relación a las paritarias que se vienen es cómo con
respecto a las brujas: no existen pero que las hay las hay.
Decimos esto porque en el momento que estamos cerrando esta
editorial, el gobierno acaba de anunciar cual es su techo
para las negociaciones: el
19.5%. Es decir, supuestamente las negociaciones serían
“libres”, “sin pisos ni techos”, pero el techo ya
está. Que la inflación del año 2007 haya rondado entre el
23 y el 26% es lo de menos: en el 2008 todas las previsiones
serias dicen que
será mayor aún!
La danza de los porcentajes
Por supuesto, con la apertura del
período de paritarias, arrancó
la danza de porcentajes con los que cada cacique gremial
busca reubicarse frente a su base y en la interna de la
burocracia sindical (CGT y CTA). Sabemos por experiencia lo
que valen esos cacareos y esas pinturas de guerra que se
borran con la primera lluvia.
En vez de marearse con todas las
variantes, conviene retener algunas líneas estratégicas a
más del ya anunciado número testigo
por parte del gobierno. La patronal,
por boca de la UIA, ya dio su cifra: 12%, con la idea de
estirarse, en promedio, hasta algo menos del 20%. Para la burocracia,
todo lo que quede por encima del 20% es de regalo. Todo
esto, en un año en el que las presiones inflacionarias van
a ser –como está dicho– más
fuertes, no menos, que en 2007. ¿Queda claro quién
pierde? Si esto se cierra en estos números, más allá de
casos particulares, la paritaria va a ser un gran teatro: patronal y burocracia fingen pelear a muerte y el
gobierno finge mediar, pero los
números
“gruesos” ya estarían arreglados.
Para muestra de lo tramposa
que puede ser la danza de las cifras, veamos un caso. La
burocracia del SMATA
deslizó que buscaría un aumento del 50%
para 2008 y 2009, a tono con la idea original del Pacto
Social, por ahora en el freezer. El número parece
impactante. Pero se trata del reclamo de
máxima, que siempre implica arreglar por menos. Si el
acuerdo final llega a un 40%,
por ejemplo, no es más que un 20% por año, menos
que la inflación real de 2007, menos
que la prevista en 2008 y quién sabe cuánto será en 2009.
¡Y este “ventajoso” acuerdo se propone para las automotrices,
que es por lejos la
rama productiva que más plata ha ganado en estos años!
Así que el resto, agarrate Catalina…
Oigamos si no a Antonio Caló,
secretario general de otro gremio importante, la UOM: “Hay
que estar agradecidos” a los Kirchner porque la plantilla
de afiliados se triplicó desde 2003. ¡Claro, si los burócratas
viven de eso, no de los salarios de sus “representados”!
¡Caló y compañía sí que pueden estar “agradecidos”!
Muchos trabajadores con bronca
por el deterioro salarial intuyen cómo viene la mano, y por
eso no quieren saber
nada con dejar la negociación paritaria íntegramente en
manos de la burocracia. Un buen ejemplo fue el reciente conflicto
de la línea 60. Los compañeros ven que los
trabajadores del subte ganan mucho mejor y que sus salarios
no los negocia la burocracia sino una interna
independiente. Cuando se lanzó el paro sorpresivo, allá
fueron los matones de
la UTA, con la total complicidad policial, a tratar de
“poner orden”. El caso muestra dos cosas: primero, que
pelear por salarios en serio implica, de una manera u otra,
un desborde a la
burocracia; segundo, que por esto hay que prepararse para conflictos muy duros.
Porque burocracia, patronal y gobierno se juegan, juntos y cada uno por sus
razones, una parada importantísima.
¿Qué pelear en las paritarias?
Una experiencia muy importante
del año pasado respecto de las paritarias fue la de FATE,
que ahora tiene una nueva dirección independiente y
antiburocrática. Se trata de los delegados
o veedores electos por la base, que allí donde se pueda
hay que tratar de imponerle a la burocracia como una cuña
para que le resulte más
difícil negociar salarios y condiciones de trabajo que
correrán para los trabajadores, no para los burócratas que
ponen la firma.
Pelear representantes directos de la base en las reuniones paritarias es la
primera condición para ir por más. Desde ya que, además
de un aumento
salarial de un porcentaje que refleje la inflación real,
es decisivo luchar por cláusulas de indexación
automática si la inflación se desboca, aunque esto se
hace más difícil porque en Argentina, gracias a los K, no
existe índice oficial de inflación. Pero se puede y se
debe buscar un indicador para la escala móvil de salarios.
Pero la negociación no se agota
en el salario, aunque eso sea lo más urgente en la cabeza
de los compañeros. Porque en muchos gremios las paritarias
incluyen, o pueden incluir, condiciones
de trabajo. Y puede ser la oportunidad para denunciar
los convenios flexibles hijos de la ley Banelco
menemista refrendada por Kirchner. Desde las modalidades de
contrato hasta los horarios, turnos y tareas, todas
las medidas de esclavización laboral de los 90 son el peor
enemigo de los trabajadores y deben ser puestas en cuestión!
Justamente como producto de las
bestiales condiciones de trabajo es que los índices de accidentes laborales son en Argentina de los más altos del mundo.
El sistema de ART es una burla al servicio de la patronal y
en perjuicio de los trabajadores accidentados y sus
familias. Proponemos que, como se hizo en otras
oportunidades en casos de accidentes graves o gravísimos
(en la mina de Río Turbio, por ejemplo), se pongan en
marcha Comités
Obreros de auditoria y/o control de las condiciones de
trabajo, no meramente “informativas” sino con
derecho a veto.
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