Nueva
coyuntura política
Después del paro del campo
Editorial
de Socialismo
o Barbarie, periódico, 03/04/08
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Apertura inmediata de paritarias en todos los gremios
Los trabajadores no debemos pagar la crisis
Días atrás los trabajadores de FATE realizaron una muy
importante asamblea (ver contratapa) lo que se expresó
en ella fue el terrible atraso salarial, el repudio a las
condiciones de esclavitud laboral al que están
sometidos y la exigencia de un paliativo inmediato
frente a la brutal escalada de los precios.
Informamos la experiencia de los compañeros de FATE
a modo de ejemplo. Porque la clase obrera debe intervenir en
la actual situación de crisis con sus propias banderas.
Es que en las condiciones donde sectores propietarios
presionan para alzarse con todas sus ganancias
extraordinarias y en las cuales la inflación y el deterioro
económico es cada vez más evidente (como señala la cita
del analista económico que encabeza este artículo), se
hace más urgente y perentorio romper el techo salarial
firmado por Moyano con el gobierno K y aceptado por todos
los burócratas de la CGT y la CTA. El techo tiene la
cada vez más evidente consecuencia de que seamos los
trabajadores el pato de la boda del “acuerdo
nacional” al que llamó para el próximo 25 de mayo
Cristina K en su reciente discurso.
Durante la semana pasada, Cristina K también había
subrayado dirigiéndose al propio Moyano, “el ejemplo que
significaba la responsabilidad con que venían manejando los
dirigentes sindicales en las negociaciones de
paritarias”...
Porque, claro, se trata de la “responsabilidad”
por la cual –en estos momentos de crisis– una de las
principales “anclas” de la economía K sería que los
trabajadores se aguanten salarios, condiciones de trabajo
y de empleo a la baja. Esto como “contrapeso”
a las concesiones que se deban hacer al campo y a las
consecuencias de la crisis económica mundial que comienzan
a sentirse en nuestro país.
Apertura de paritarias ya. Paritarios electos en
asamblea
En estas condiciones, seguramente muchos compañeros
estarán descubriendo que sin son parte de un gremio que ya
acordó el techo salarial, lo firmado ya ha quedado bien
por detrás de la brutal escalada de los precios de los últimos
días.
Para que los trabajadores no seamos el pato de la
boda de la crisis, hay que poner sobre la mesa las
reivindicaciones como la que acaban de votar los compañeros
de FATE: apertura ya de todas las paritarias o reapertura
de las que han sido firmadas.
Por paritarios electos en asamblea: no se puede dejar las negociaciones en manos de los
burócratas de la CGT y la CTA. Escala móvil de salarios
o indexación mensual de salarios acordes a la inflación.
Basta de esclavitud laboral como la que campea entre amplios
sectores de la clase trabajadora, y como se ha venido a
revelar ahora entre los compañeros trabajadores en el
campo.
También deberían agregarse planteos como
el
control obrero y popular del abastecimiento y los precios de
los productos de primera necesidad, así como la estatización
bajo el control de las organizaciones obreras del comercio
exterior.
Estas son sólo algunas de las tareas que están planteadas para que más
pronto que tarde los trabajadores hagan su irrupción en
la escena del país.
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En
el momento que redactamos esta editorial (miércoles 2 de
abril) el paro del campo se ha levantado. El gobierno K
realizó ayer martes una concentración de importancia en
Plaza de Mayo (unos 50.000 asistentes) pero menor en su
convocatoria a la del 25 de mayo del 2007. Por su parte, el
“campo” acaba de finalizar una concentración en
Gualeguaychú (unos 20.000 asistentes) donde anunció
formalmente el levantamiento del lock out agrario. Se impone
entonces sacar las conclusiones políticas de estas tres
semanas de crisis que han abierto una nueva coyuntura en
el país.
El “campo” sale fortalecido de la pelea con el gobierno K
Es
preciso, en primer lugar, hacer un balance del resultado
inmediato que ha dejado esta pulseada. Es verdad que el
frente único de las organizaciones del campo ha levantado
la medida sin obtener por ahora la reivindacion casi única
y central por la que salieron a pelear: la rebaja de las
retenciones al nivel que tenían antes del 11 de marzo
pasado. En lo inmediato, el gobierno salvó la ropa
tomando una serie de medidas para los pequeños y medianos
productores, evitando tener que dar marcha atrás en la
anunciada suba de las retenciones.
Sin
embargo, da toda la impresión que la cosa no va a quedar así
nomás. La SR, FAA, CRA y Coninagro levantaron señalando
que lo hacían “por un mes y para sentarse en la mesa de
negociación que convoco la presidenta”.
Más
allá de no haber obtenido –en lo inmediato– la
reivindicación por la que salieron a cortar las rutas, es
un hecho que salen fortalecidos de la pelea porque lo
que emergió de esta disputa es un movimiento social
que logro concitar el apoyo de amplios sectores de las
masas urbanas, no sólo de las clases medias, sino también
–equívocamente– de sectores populares.
La
continuidad del paro seguramente hubiera horadado este
enorme capital político, en la medida que el brutal
desabastecimiento y los escandalosos aumentos de los precios
de los productos de primera necesidad (amén de las imágenes
de los centenares de millones de litros de leche echados a
perder), sumado al comienzo de las suspensiones en muchas fábricas,
podrían haber hecho que las ciudades terminaran dándose
vuelta contra el campo. Al haber levantado el paro al
tiempo, esto no ocurrió.
El
gobierno de Cristina K, si bien formalmente logro
“aguantar el chubasco”, concediendo medidas menores y no
retrocediendo en la principal demanda del paro agropecuario,
salió sin embargo muy debilitado ante la opinión
publica. Quedó en minoría tanto en los centros
urbanos como rurales y no está claro que, en esas
condiciones, bajo cuerda, no termine cediendo, de una u
otra manera, frente al reclamo agrario. Igualmente para
precisar este aspecto habrá que ver la dinámica política
general y, particularmente, la negociación que ahora se
abre.
Emerge un movimiento social conservador
El
lock-out agrario significa una fuente de enorme confusión
entre las masas trabajadoras. Porque,
contradictoriamente, terminó recogiendo un creciente
malestar con el gobierno de Cristina K que se vino incubando
a lo largo de todos los meses del verano (malestar del
cual la mayoría de la izquierda siquiera se percató en
oportunidad de la pelea del Casino).
Claro
que este malestar es completamente justo en la medida
que los esposos K cada vez más significan creciente carestía
de la vida, aumentos salariales a la baja, patoteadas a los
que salen a luchar, manutención de la esclavitud laboral de
los ’90, doble discurso hipócrita en el terreno de los
derechos humanos, etc.
Sin
embargo, y lamentablemente, en lo inmediato este justo
descontento popular y el desarrollo de una acelerada
experiencia respecto del gobierno K, no son capitalizados
por un movimiento social y / o político de los
trabajadores, sino por la emergencia de uno de rasgos
conservadores.
Es
que emergió un movimiento social heterogéneo, una típica
coalición donde están mezclados pequeños
propietarios, políticos patronales, sectores acomodados de
las clases medias, todos comandados bajo la batuta de algún
sector gran patronal (la Sociedad Rural) pero que irrumpe en
la escena con métodos de movilización de masas.
¿Cuál
es entonces la tremenda contradicción que hay que subrayar
aquí? Que lo que termina emergiendo y polarizando contra el
gobierno K no es una gran huelga obrera o lucha popular,
sino un movimiento social de grandes y pequeños
propietarios agrarios que levantaron por programa una
medida (la disminución indiscriminada de las retenciones) que
sólo puede tender a afectar aún más las condiciones de
vida y salario de los trabajadores, tanto de la ciudad
como del campo mismo. La paradoja es que por haber recogido
un creciente sentimiento popular anti K, un paro
reaccionario es el que termina concitando la adhesión
popular amenazando con inclinar el conjunto de la situación
política no hacia la izquierda sino hacia el polo
opuesto.
Esta situación que emergió en las últimas
semanas no es un fenómeno puramente “nacional”. Hace
parte de la actual coyuntura en toda la región
latinoamericana por la cual (por toda una serie de
razones que no podemos desarrollar aquí) la situación política
se encuentra polarizada entre los gobiernos de la
centroizquierda capitalista y / o “progresistas” y las
oposiciones burguesas de derecha que logran sumar el apoyo
de importantes sectores de masas (y tienen la simpatía,
tras los bastidores, del gobierno de George Bush). Es el
caso hoy de los “escuálidos” en Venezuela (frente a los
estrechos límites burgueses del propio Chávez), como también
en Bolivia en la emergencia de la reaccionaria oligarquía
del Oriente del país y su chantaje separatista. El movimiento agrario emergente
de estas semanas del lock-out tiene acordes similares
a lo que está ocurriendo en otros países de la región.
Aparece una fisura en la burguesía alrededor del plan económico K
Pero
hay que profundizar aún más en el análisis de la polarización
entre el gobierno K y el movimiento social conservador
que se vivió en estas semanas. Porque el movimiento social
del frente único del “campo” como tal (los grandes
propietarios arrastrando a los pequeños detrás de su
programa) fue comandado, ni más ni menos, que por
tradicionales organizaciones oligárquicas como la Sociedad
Rural. Y la pelea por el cobro y el reparto de la renta
agraria del país (ver artículo específico en esta misma
edición), expresó, puso de manifiesto es la emergencia de una
división burguesa de importancia a la hora del plan económico
K.
Desde
Duhalde en adelante, y reafirmado por los K, lo que ocurrió
en el terreno de la economía fue una redistribución de
las ganancias donde –en términos relativos– se
desfavoreció a las privatizadas de servicios y las empresas
de finanzas (las estrellas bajo Menem) en beneficio de
los grandes capitalistas dedicados a la industria. Junto
con esto, los grandes propietarios y productores agrarios,
se han visto enormemente beneficiados por la política económica
K, llegando a quintuplicar lo que les ingresa por
renta agraria con relación a los ’90.
Sin
embargo, con la suba de las retenciones algo se rompió.
Sea porque consideran suficientemente “normalizado” el
país como para presionar con que no haya “paliativo”
alguno para las masas urbanas (léase, precios del
transporte subsidiados u otros). O porque todo el mundo ha
comenzado a hacer sus cálculos frente a la crisis económica
internacional que se avecina, crisis que ya está comenzando
a asentar sus reales en el país (la creciente inflación es
una muestra palmaria de esto). La cosa es que este sector se
planta frente al gobierno en la búsqueda de acabar con un
mecanismo que le venía obligando a compartir parte –sólo
una parte– de sus ingresos extraordinarios con el Estado K.
Y
es esta división burguesa la que termina abriendo la crisis
política y el cuestionamiento al plan económico K que se
ha vivido en estas ultimas semanas y por la que emergió un “atisbo”
de campos patronales enfrentados. Porque frente
al tímido, mezquino y puramente capitalista
“neo-desarrollismo” K, frente a una economía algo mas
“regulada” producto de la intervención del Estado luego
de la rebelión popular de diciembre del 2001, frente al
proteccionismo económico burgués que –en un sentido–
significan las retenciones, el “campo” lo que enarbolo,
de alguna manera, tanto política como ideológicamente, es
un ensayo o suerte de reivindicación de retorno a las
condiciones “idílicas” de “libertad de mercado” al
estilo de los ’90.
Y
acompañando la división burguesa, lo que también se vio
(más abiertamente que lo que significaron las elecciones
del año pasado en la capital donde ganó Macri), es la
emergencia de una división entre las clases medias
urbanas y del interior del país, donde el sector mas
acomodado y conservador de las mismas salió a
“cacerolear” por derecha contra el gobierno K. Esta
división de las clases medias, es otro tanto de los síntomas
de las situaciones de polarización política como la que
ha irrumpido en estas semanas en nuestro país.
Las brazas de la rebelión popular siguen ardiendo en el proceso de
recomposición de los trabajadores
De
continuar el paro agrario, muy posiblemente al menos parte
de la opinión publica urbana, se hubiera dado vuelta. Había
creciente síntomas de eso. Si esto no ocurrió, igualmente
creemos que no va a pasar mucho tiempo para que entre
amplios sectores de los trabajadores se tome conciencia de
que tanto desde el “campo” como desde el gobierno K
(junto a la burocracia de la CGT y la CTA), en mor de
defensa de la “estabilidad” y la “paz social”, se
pretenda que sean los trabajadores los que paguen cada
“concesión” que se termine haciendo a los propietarios
agrarios.
Frente
a esto, surge otro rasgo que es también común hoy en
Latinoamérica. Es la emergencia de muy duras luchas
obreras contra los gobiernos progresistas, los cuales,
frente a la creciente crisis económica y el asedio de
la derecha, tienden a adoptar un curso crecientemente conservador.
Es categóricamente hoy el caso de Chávez en Venezuela. Si
no que lo digan los obreros de Ternium-Sidor (aceria de los
Rocca en ese país) que están en un duro y directo
enfrentamiento con el gobierno de Chávez que podría dar
lugar a una suerte de paro general en los próximos días.
También (aunque más mediatizado) el de Morales en Bolivia.
Y no será de otra manera con Cristina K en nuestro país.
Pero
incluso si frente a las luchas obreras se establece un
frente único entre ambos “campos” patronales, hay un
elemento de enorme importancia que ni por un momento debemos
olvidar. Desde el estallido del ciclo de rebeliones
populares latinoamericano, en ningún caso todavía se han
dado derrotas obreras y populares de importancia.
En
nuestro país, parte de las concesiones obligadas a dar por
la clase capitalista (por intermedio del gobierno K), fue
organizar la economía de manera tal que se recuperase –de manera muy importante–
el empleo.
En estas condiciones, una nueva generación obrera ha
entrado a trabajar y ha comenzado un estratégico proceso –de vanguardia, pero
muy profundo– de recomposición de los
trabajadores. Los casos de la Marrón en el neumático, del
cuerpo de delegados del subte, de la línea 60, de las
opositoras del SUTEBA, etc., están allí para
testimoniarlo.
En
las condiciones del actual deterioro económico, de una
inflación que es creciente, y de la eventualidad de
agravarse las cosas, de suspensiones y / o despidos, casi
inevitablemente se asistirá a un ciclo de muy
importantes huelgas y luchas obreras. Luchas que van a
ser muy duras porque seguramente enfrentaran –en
este punto– a ambos bandos capitalistas unificados. Pero
atención: las mismas las llevara adelante una clase
trabajadora que a pesar y en contra de las burocracias de la
CGT y la CTA, no se va a dejar despojar así nomás, fácilmente,
de las relativas mejoras en las condiciones de vida de
los últimos años. Mejoras que han sido un subproducto no
de las “bondades” del gobierno K sino de las medidas que
los capitalistas se vieron obligados a tomar para reabsorber
la rebelión popular del 2001. Para este escenario debe
prepararse la izquierda revolucionaria.
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