La
penetración estadounidense en
la sojización argentina
Por Luis E. Sabini Fernández (*)
Ecoportal.net,
28/05/08
En el Clarín
Rural, uno de los voceros principales del “país de la
soja”, se construye, sobre todo desde su última página,
“Primer nivel”, el fundamento ideológico del proyecto
de sojización permanente de los mandantes de su gestor y
alma máter, el ingeniero Huergo, quien parece haber
mantenido su fidelidad a lo permanente ya que no a la
revolución.
En el Clarín
Rural, uno de los voceros principales del “país de la
soja”, se construye, sobre todo desde su última página,
“Primer nivel”, el fundamento ideológico del proyecto
de sojización permanente de los mandantes de su gestor y
alma máter, el ingeniero Huergo, quien parece haber
mantenido su fidelidad a lo permanente ya que no a la
revolución.
Por allí
desfilan los voceros de la AAPRESID, asociación de
sembradores en directa, de ASA, asociación de semilleros
cabecera de puente de las transnacionales, voceros directos
de la producción de agrotóxicos como Novartis, y algunos
menos ligados a los productos de cada día y más ligados a
la ideología que los sustenta.
Tal es el
caso de Enrique Seminario, un dirigente de la consultora
E&M Agronegocios. Pertenece al área tecnológica del
Unicist Research Institute, que, como su nombre lo indica es
un engendro madeinUSA, aunque su carta de presentación
con un águila igual a la de los dólares billete nos cuenta
que están también en Brasil y España.
Clarín
Rural, con su generosidad transfronteriza, le da cabida
en Argentina.
Nos parece
jugoso observar el vocabulario que usa dicho instituto,
porque junto con los rasgos del Unicist Research Institute
nos darán la pauta de lo que son, realmente.
El URI se
basa en un descubrimiento típico de lo que Mario Bunge
calificaría pseudociencia. El de la “estructura del
concepto”. Como han descubierto eso, y lo afirman
categóricamente, como un avance radical, copernicano del
conocimiento humano, ahora sí se puede “estudiar la
realidad”. Y con semejante instrumento se puede lograr
“pronósticos de futuro que son en realidad el fin último
de los estudios sobre la realidad”.
Aparte de
la respuesta del cordobés chistoso, “si vua’ ser pronósticos
de pasado”, ya vamos entendiendo: tanto despliegue, para
dominar lo futuro.
Y yendo, ya
no a la pretensión de haber descubierto la pólvora, y
antes de ver la panoplia de recursos de que el URI dispone,
veamos con qué léxico cuenta nuestro aventajado asesor en
Argentina, en un diario argentino. Tenemos que enterarnos
que el URI es un Knowledge-Bank, y que en su actividad
desarrollan “diferentes Think Tanks de la organización”.
En el “mapa de acceso a la sede hispanoparlante” [sic]
tenemos “Investigación”, “Intelligent Knowledge
Management”, “Corporate University”, “Educación
Ejecutiva”, “Partners”, etcétera. ¿Qué querrá
decir “hispanoparlante”? ¿Al 50%?
Y Seminario
no se queda atrás: el chacring es el símbolo de la
agricultura con conciencia social [sic] y de negocio [¡ah!].
Por supuesto, quien habla de chacring, hablar de chacrers,
commodities, cluster.
Nos parece
que se va transparentando desde dónde proviene tanta
creatividad. El mundo corporativo tiene una impronta
nacional tan evidente que causa pena tener que escuchar
sobre abolición o superación de nacionalidades. En rigor,
sin embargo, es casi verdad: supresión de las
nacionalidades sí, pero de las periféricas. La meneada
transnacionalización es una estadunidización del
mundo.
El Unicist
Research Institute, que funciona como usina ideológica del Clarín
Rural y transitivamente de los grandes consorcios
llamados transnacionales, como Monsanto o Cargill, haciendo
hincapié en aquel descubrimiento al parecer capital, el de
la “estructura del concepto” genera toda una suerte de
herramientas ideológicas, un discurso que conviene conocer:
“partners ideológicos”, “Think Tanks” que definen
como “investigaciones multidisciplinarias en distintas
partes del mundo”, y, la frutilla del postre,
“Conceptual Learning Machine” [máquina de aprendizaje
conceptual] que la misma página-e del instituto la
rebautiza: “mejor definida como Intelligent Knowledge
Manager [gerente de conocimiento inteligente]. Y se trata de
“prototipos” de inteligencia artificial con “motor de
aprendizaje basado en redes neuronales”.
En 1986,
finalizan el primer set de Sistemas Expertos con utilización
de IA.
En 1993
construyen el sistema Blue Eagle (Águila Azul; aquí una
diferencia de color con el águila fundante de EE.UU., que
era un águila blanca) para el Knowledge Management
(gerencia del conocimiento) para aplicar en 62 mercados y 31
estados (no especifica los agraciados).
En el 2000
incorporan redes neuronales para alcanzar la gerencia de
conocimiento.
Todo
dedicado a “una mayor asertividad […] El desarrollo de
la estructura de ya casi 800 conceptos que cubren el
espectro conceptual en lo económico y social tanto macro
como micro, modelados en su estructura, permite el análisis
de países, mercados, empresas con un altísimo grado de
acierto en su relaciones causales y su evolución” [sic].
Observemos,
¡eureka! que con “casi 800 conceptos” ya hemos logrado,
por fin, conocer la realidad, lo verdadero. ¡Gracias
Unicist Institute por habernos brindado al fin la clave! ¡Qué
formidable clave aritmética! ¿Por qué no serían 545 o
tal vez 3 500?
Ante
aquellas pavadas del pensamiento complejo, aquellas
disquisiciones del existencialismo, la epistemología, los
devaneos de un Kant, un Marx, un Pascal, aquella humildad de
no pretender conocer lo futuro, ante todas esas
paparruchadas, ¡tenemos ahora el arma que nos permite
ingresar a lo futuro como amos!
¿Acaso no
sabíamos que impulsando los bio-necrocombustibles iba a
estallar el hambre? ¡Claro que lo sabíamos! El pensamiento
unicist ya lo tenía.
Es que con
un poquito de poder, con una cucharadita de nuclear, unas
cuantas porciones de cohetería, algo de bombas de
fragmentación y medios de incomunicación de masas, esto sí,
abundantemente regados, ya tenemos los elementos de la
receta ideal.
¡Qué
importa si no conocemos el futuro!; ¡lo haremos! Con los
ingredientes recién descritos e inteligencia, mucha
inteligencia (no, claro, la cerebral, sino la de la
seguridad) podremos cumplir nuestras propias profecías.
Vale la
pena recordar que los boys del Pentágono, que
siempre andan buscando su Pearl Harbor ya han encontrado por
lo menos dos, por no decir tres o cuatro. Porque podríamos
contar la voladura del Maine en Habana en 1898, y la
de los barcos del golfo de Tonkin en 1965, pero aun reduciéndonos
a los P.H. que los think tanks del Pentágono
cuentan, al menos tenemos uno en 1941 y hay que agregar otro
en 2001, setiembre 11.
Hay muy
fuertes indicios y pruebas de los tres primeros
acontecimientos, pero tal vez el dato del 11 de setiembre
como producto del conocimiento humano o al menos
estadounidense (y también de la acción del otro,
exactamente como fue el histórico P.H.) puede resultar un
poco más indigerible. Citemos entonces al think tank
que lo pre-anuncia, por no decir que lo invoca, lo necesita:
Personalidades
del establishment pentagonal estadounidense como
Roger Barnett / U.S. Naval War College; Alvin Bernstein /
National Defense University; Eliot Cohen / Nitze School of
Advanced International Studies, Johns Hopkins University;
Thomas Donnelly / Project for the New American Century;
David Epstein / Office of Secretary of Defense; David Fautua
/ Lt. Col., U.S. Army; Donald Kagan / Yale University; Fred
Kagan / U.S. Military Academy at West Point; Robert Kagan /
Carnegie Endowment for International Peace; James Lasswell /
GAMA Corporation; Mackubin Owens / U.S. Naval War College;
Steve Rosen / Harvard University; Gary Schmitt / Project for
the New American Century; Abram Shulsky / The RAND Corp.;
Barry Watts / Northrop Grumman Corp.; Paul Wolfowitz / Nitze
School of Advanced International Studies, Johns Hopkins
University; Dov Zakheim / System Planning Corp., entre
otros, escriben un informe, Rebuilding America’s
Defenses, subtitulado “Report of The Project for the
New American Century”, setiembre de 2000, que sin tapujos
se dedica a explicar cómo afianzar el dominio planetario de
EE.UU. y su “preponderancia” en todos los órdenes,
aunque muy especialmente en el militar. Sus autores
se quejan, página tras página, a lo largo de casi 300 000
espacios, de lo actuado hasta ese momento y el texto es una
retahíla de “presupuestos que deben incrementarse”,
“aceleración en la construcción de submarinos”,
“experimentación más agresiva con nuevos conceptos
operacionales”, “expansiva visión de futuras misiones
posibles”, “adición de nuevas capacidades de los
infantes de Marina”, “mayor fuerza de infantería” y
reclamos por el estilo.
En medio de
tal letanía acerca de las insuficiencias del aparato
militar estadounidense descuidado, según ellos, después
del colapso soviético, estos buenos señores procuran,
empero, transformar esa dura realidad con que asoma el nuevo
siglo. Y comentan: “Más aún, el proceso de transformación,
aun cuando conlleve cambios revolucionarios, va a ser
probablemente largo, de no existir algún acontecimiento
catastrófico y catalizador, como un nuevo Pearl Harbor.”
Ah, bueno.
Es que la
soja no viene sola.
(*)
Luis E. Sabini Fernández es Docente del área de Ecología
y DD.HH. de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la
Facultad
de Filosofía y Letras de la UBA, periodista y editor de futuros
del planeta, la sociedad y cada uno.
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