Una
coyuntura nacional con rasgos reaccionarios
De
ataques y resistencias
Editorial
de Socialismo o Barbarie, periódico, 11/09/08
En
los últimos días se han sucedido una serie de hechos que
requieren una explicación. La explosión popular en el
ferrocarril Sarmiento por la barbarie del servicio, cuya
responsabilidad fue atribuida por el gobierno a la
izquierda; la detención de 8 trabajadores de Luz y Fuerza
de Córdoba por el “delito” de haber salido a luchar y
movilizarse contra la escandalosa reducción de las
jubilaciones que está aplicando el gobierno provincial
sojero de Schiaretti; la amenaza –con la entera anuencia
del gobierno K– de la burocracia de la UTA de sancionar y
echar del gremio a todo el cuerpo de delegados del subte,
cuerpo de delegados que muchas veces no puede reunirse por
el temor de ser atacado por la patota del gremio; la suma de
los despidos masivos en el neumático más la detención a
lo largo de todo el miércoles 8 de cinco delegados y compañeros
de la Marrón de FATE también por el “delito” de
intentar montar una carpa del aguante de los despedidos de
esa planta; y las crecientes amenazas que se ciernen sobre
Zanón. Indiscutiblemente, todos estos ataques están
marcados por un común patrón reaccionario.
Sin
embargo, estos mismos hechos ocurren en momentos que
recrudecen las acciones de resistencia, paros y
movilizaciones de importante sectores. Por ejemplo, está
en curso una verdadera rebelión educativa contra el
ajuste salarial y presupuestario que abarca a los docentes
de la provincia de Buenos Aires, a los estudiantes
secundarios y universitarios de la Capital Federal, también
a los docentes de este distrito y otros del interior del país.
A la vez, sigue abierto todavía el conflicto del neumático
(caso testigo en la industria), el que a pesar de todos los
pesares, aún no está del todo cerrado.
En
síntesis, lo que se está viviendo es una coyuntura marcada
por una suma de elementos reaccionarios, pero que a
la vez, y dialécticamente, no deja de estar atravesada
por un proceso de dura resistencia de importantes
sectores de trabajadores.
Un giro
conservador
Para
entender lo específico de la coyuntura que se está
viviendo, hace falta elevar un poco la mirada. El
hecho es que desde el 2001 a esta parte se han vivido tres
momentos políticos generales distintos. Como en un
movimiento pendular, un primer momento estuvo marcado por la
rebelión popular del 19 y 20 de diciembre y sus
consecuencias. La impronta la dio una acción
independiente del movimiento de masas que, con su
actividad, tiró abajo el gobierno de De la Rúa y tiñó
el conjunto de la realidad del país a lo largo de todo un
período.
Como
es sabido, el gobierno de Néstor Kirchner con su
gatopardismo (cambiar algo para que todo siga igual), vino a
hacer el trabajo de reabsorber las iras populares. No
casualmente su discurso fue una “Argentina país
[capitalista] normal”. Y digamos que, durante su
presidencia, tuvo bastante éxito; esto aún a pesar de que,
lo que no logró, fue terminar de cambiar globalmente las
relaciones de fuerzas establecidas por la misma rebelión.
Pasado
el primer momento de rebelión, y asentada la gestión
gubernamental en una coyuntura económica nacional e
internacional favorable, se instaló como un segundo momento
general. En su oportunidad lo llamamos de “mediación”
dado que se logró el desplazamiento de los reclamos
de las calles al terreno electoral.
Aprovechándose
del siempre tramposo mecanismo del voto universal, la
burguesía avanzó muchísimo en la reabsorción de la
rebelión popular cerrando el proceso de cuestionamiento a
la dominación política de la clase patronal que se había
esbozado con el “que se vayan todos” aunque no así la
etapa más de conjunto abierta en el país (y Latinoamérica
como un todo). Así, se abrió un período de cierta estabilización
general.
Sin
embargo, y pasado el tiempo, este segundo momento también
se cerró. El péndulo se terminó ladeando hacia el
otro lado. Es que con el triunfo reaccionario de la patronal
del campo meses atrás, la cancha se inclinó
–digamos– más hacia la derecha.
Sí
en el 2001 el cuestionamiento había venido por la
izquierda, ahora estamos viviendo cómo una contraofensiva
conservadora que pretende restaurar condiciones de
explotación y estabilidad lo más próximas posibles a la década
de los ’90.
Un
ajuste cada vez más ortodoxo
El
movimiento que venimos describiendo no es propio solamente
de la Argentina. En la región latinoamericana como un todo
se está dando el mismo proceso general. Con
desigualdades, el hecho es que gobiernos capitalistas
“progresistas” del estilo Chávez, Morales, Correa y
Cristina K (aún con las inmensas diferencias entre ellos)
están siendo cuestionados mayormente no por un desborde que
provenga desde la izquierda (aunque no deja de haber, por
momentos, elementos que podrían ir en ese sentido), sino
desde sectores patronales conservadores que se niegan
a compartir así no sean más que migajas de las rentas
petrolíferas, gasíferas o agrarias.
Estas
presiones desde la derecha se ven multiplicadas en
momentos en que la crisis económica mundial produce otro
movimiento simultáneo en las alturas: estrechar filas
entre los de arriba para que la cuenta de la crisis la
paguen los trabajadores.
Esto
es, precisamente, lo que está pasando en el país. Más allá
del debate subsistente entre sectores de la patronal, el
imperialismo y el gobierno K alrededor del “modelo” de
país, el hecho es que el gobierno de Cristina Kirchner está
llevando adelante un ajuste económico que está
adquiriendo, indiscutiblemente, ribetes cada vez más
ortodoxos.
Si
inicialmente llegó incluso a insinuar que podría
“renunciar” si la obligaban a adoptar un “rumbo
antipopular”... sus veleidades parecen que le duraron
poco. Cada día que pasa el hecho es que está adoptando un
curso crecientemente conservador que se expresa en el
retorno –más o menos disimulado– de los clásicos
ajustes ortodoxos de la economía. Y el hecho es que la
receta del ajuste –ahora aplicada por los esposos K– está
siendo acompañada de una andanada de ataques
reaccionarios contra todos aquellos que osan salir a
resistir la misma.
Si
para muestra basta un botón, está el reciente anuncio de
que se le pagará (con dólares contantes y sonantes de las
reservas del Banco Central) la deuda externa que tiene el país
con el Club de París (ver artículo en esta misma edición).
Se trata, ni más ni menos, que de la friolera de 7.000
millones de dólares que evidentemente se restarán a
las posibilidades no solo de mejorar en algo el nivel de
vida de las masas, sino siquiera para la propia acumulación
de capitales dentro de las fronteras nacionales. Y esto por
no hablar del aumento que se viene en el gas, en el
transporte y un largo etcétera.
En
este contexto, las medidas de maquillaje K del estilo de la
falsa “movilidad” jubilatoria o el más que simbólico
aumento del salario mínimo (o las asignaciones familiares)
no pueden –de ninguna manera– compensar esto.
Porque
si las patronales del campo lograron evitar el aumento de
las retenciones, si la recaudación impositiva sigue
cayendo, si también se está verificando una caída en las
reservas internacionales, pues bien, ¡alguien debe pagar
la cuenta de una crisis económica que es creciente!
En
síntesis: el gobierno de Cristina K, como por una “ley de
la naturaleza”, se está inclinando –de manera cada vez
más abierta– a un ajuste económico en regla que
en todos los frentes significa un ataque a las
condiciones de salario, laborales y de vida de los
trabajadores y sectores populares.
Acción,
reacción y rebelión educativa
Todo
lo anterior ocurre al tiempo que gobierno, empresarios y
burocracia sindical se sientan sobre las paritarias haciendo
lo posible (y lo imposible) para que las mismas no se
reabran hasta el 2009.
Y
como no podría ser de otra manera, el ataque económico
viene acompañado de lo propio en el terreno político.
Esto hacia aquellos que osen cuestionar y/o desafiar estos
ataques. El caso del subte es emblemático en este sentido,
más allá que en lo inmediato se haya logrado que la UTA
“suspenda” la brutal maniobra que pretendía descargar.
Porque
avasallando toda soberanía que le viene al Cuerpo de
Delegados desde las bases y que se funda en bien adquiridas
conquistas logradas en los últimos años como la jornada
laboral de seis horas y un sueldo envidiable para la inmensa
mayoría de los trabajadores, la maniobra no puede ser más
reaccionaria y artera: se trata de echarlos del gremio para
forzar –de la mano de la patronal– una situación de
intervención gremial y/o elección de delegados sin que los
compañeros más representativos se puedan presentar. Claro
que, a la vez, de ahí al despido liso y llano de los compañeros
habría solo un paso...
Pero
a toda acción le sigue una reacción.
Cómo si se tratara de un caso de “física política”,
el hecho es que se está viviendo una coyuntura donde los
ataques gubernamentales están obteniendo una respuesta
obrera y popular que tampoco parece quedarse atrás. Se
ha configurado así, una coyuntura de durísimas luchas
obreras y populares, la más de las veces extendidas en el
tiempo.
Además,
nunca hay que perder de vista que este tipo de situaciones
políticas de tipo “reaccionarias”, siempre se han
caracterizado por una enorme inestabilidad política.
Porque implican durísimas peleas cuyo resultado no está
(nunca puede estarlo) resuelto de antemano y de cuyo
desenlace depende la evolución en un sentido u otro de
la situación política como un todo.
Precisamente,
varias de las peleas que se están viviendo en estos
momentos son de magnitud. Por ejemplo, el conflicto
del neumático, a pesar de todos los pesares, aún no se
ha cerrado. Y se está viviendo una verdadera “rebelión
educativa” cruzada por ocupaciones de facultades y
colegios en la Capital Federal, e importantes paros docentes
en la provincia de Buenos Aires, la Capital Federal y el
resto del país. A esto se le debe sumar la larga serie
de conflictos y movilizaciones en el interior del país.
Cómo
se puede apreciar entonces, la coyuntura dista de ser de
“tranquilidad” y se explica como respuesta de la
vanguardia obrera, de trabajadores y estudiantil ante el
ajuste que está aplicando el gobierno de la mano de su
rearmada Santa Alianza con las patronales y todas las
fracciones de la burocracia sindical.
Encuentro
Nacional y movilización
En
síntesis, si no se está viviendo una “primavera de
luchas” como editorializó algún periódico de la
izquierda, sí es absolutamente verdad que están en
curso un conjunto de luchas de enorme importancia en las que
hay que hacer todo lo que haya que hacer para que triunfen.
Sin
embargo, este proceso de resistencia se presenta todavía
demasiado fragmentariamente. Cada uno está peleando
y resistiendo los ataques por su lado. Por esto, de lo que
se trata, es de ayudar a que la actual coyuntura de las
luchas se eleve a dar una respuesta de conjunto. En
este sentido, la marcha del próximo jueves 18 a dos años
de la desaparición de Jorge Julio López (a las 17 horas,
de Congreso a Plaza de Mayo), podría ser una primera
oportunidad para ir construyendo una respuesta.
Pero
hay que ir más lejos. Hay que construir una instancia de coordinación
de conjunto entre los compañeros del Cuerpo de
Delegados del subte, la Marrón y los despedidos de Pirelli
y Fate del SUTNA, las seccionales opositoras del SUTEBA, Zanón,
los movimientos de desocupados independientes, las
corrientes de izquierda, etc., que logre pararle la mano a
los ataques preparando un gran Encuentro Nacional en
apoyo a las luchas y contra la represión a los luchadores
obreros y una movilización masiva que se proponga preparar
una contraofensiva obrera y popular.
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