Fracasó el segundo lock out de los patrones del campo
La crisis mundial los dejó sin margen
Por Manuel Rodríguez
Socialismo o Barbarie, periódico, 23/10/08
La historia parecía repetirse.
Comenzaba octubre y la Mesa de Enlace convocaba a los
productores a movilizarse al margen de las rutas y cesar en
la comercialización de la producción. Sumado a la amenaza
de cortar las rutas, con esta demostración de fuerza la
dirigencia de la patronal agropecuaria pedía por el fin de
las retenciones, el aumento de los subsidios a los
diferentes sectores y una ayuda extraordinaria por la
“impresionante sequía que asolaba al país”.
Según adelantaban en la edición del domingo 5 de Página
12 Verbitsky y Novarro, el gobierno preparaba una serie
de medidas para entenderse con estas patronales: una
importante reducción de las retenciones en un mecanismo de
fomento de la producción y de la exportación, y subsidios
para el sector lechero, por las sequías y créditos para la
agricultura familiar. Con esto, buscaba el gobierno empezar
a recomponer la relación con esta patronal. Dolían todavía
los cacerolazos y movilizaciones masivas en las grandes
ciudades del país, el “voto no positivo” de Cobos.
La
coyuntura se dio vuelta: lo que la Mesa de Enlace no vio
El campo lanzó su nueva movilización habiendo ya
comenzado la más espectacular crisis capitalista desde los
años ‘30. Mientras todo el país miraba diariamente cómo
se desplomaba Wall Street y el Merval y colapsaban gigantes
financieros en todo el mundo, la patronal agraria llamaba a
salir a las calles para recuperar para sí esa inmensa renta
agraria extraordinaria que había surgido con el crecimiento
económico mundial y del astronómico ascenso de las
commodities… ¡y que acababa casi de desaparecer! ¡Tarde
les llegó la noticia a la Mesa de Enlace! Sólo lograron
balbucear en el conflicto que el precio de la soja también
se desplomaba. ¡Sí que lo hizo! Brutalmente, como todo en
esta crisis, cayó más de un 50% desde mediados del año
pasado.
Antes de la crisis capitalista mundial, la patronal
agropecuaria se movilizaba y movilizaba a los sectores
“chetos” de las grandes ciudades (primos hermanos de los
escuálidos venezolanos y de los gusanos cubanos). Pero
cambió no la coyuntura nacional, sino toda la situación
mundial. Y el mundo entero notó el cambio. ¡Menos las
patronales del campo! Porque si por lo menos antes de la
crisis capitalista mundial Buzzi se estaba convirtiendo en
el hazmerreír de la política nacional, al declarar
continuamente que “el campo está peor después del
paro”, que las patronales del campo “estamos en el
horno”, una vez que la crisis mundial arrancó, el reclamo
del campo simplemente cayó en saco roto: al Congreso de la
Nación sólo se movilizaron un par de cientos de
desocupados del MST y del PCR, mientras que en San Pedro sólo
fueron 5.000.
La vergüenza de la
izquierda campestre no tiene fin
Lamentable espectáculo han dado los sectores de izquierda
que han apoyado al campo. Han ayudado al gobierno
kirchnerista a entrenarse en descargar el peso de la crisis
a los obreros, a la educación y salud públicas, al pueblo
argentino. Por más que intenten reacomodarse estas
corrientes, como lo intenta Izquierda Socialista (producto
de una ruptura que sufrió en Córdoba esta organización,
contraria a su política pro–campo), han cruzado la
frontera de clase y han dividido a la vanguardia en torno al
apoyo o no de un reclamo patronal, a movilizarse o no con
los escuálidos argentinos. Han debilitado a la izquierda a
la hora de preparar la respuesta frente al tremendo ajuste
que se viene.
El poder de los
campestres se diluyó
Hoy en día todos los gobiernos se preparan para descargar
el peso de los rescates, de las bancarrotas y del colapso de
las patronales en los hombros de la clase obrera y pueblos
del mundo. Cristina, pedante como sólo una “cheta”
progresista puede serlo, sale a vanagloriarse de haberse
anticipado con su intervención en la economía (la fijación
de precios, los subsidios y la miseria salarial), los nuevos
tiempos que corren. No puede entender que esas medidas
fueron el producto necesario de la administración burguesa
de una sociedad en estado de rebelión popular. Mientras,
improvisa con su gabinete medidas para evitar el terremoto
que se aproxima, del cual ya hay anticipos varios. Por su
lado, enfrascados en un estrecho reclamo sectorial, las
patronales del campo se quedaron sin apoyo político,
replegaron su ofensiva y empiezan a buscar favores en el
Gobierno. No supieron ni construir una alternativa política,
ni hacer una lectura seria de la situación de crisis que se
aproximaba. Lo pagarán.
Luego de los acuerdos con el sector lechero, subsidios a la
producción fruti–hortícola y a los productores
perjudicados por la sequía, a Cristina se le acabaron los
grandes anuncios para el campo. El viento que sopla desde
Chicago (donde se cotiza la soja) deja a los productores en
la lona. Y si bien el gobierno busca recomponer la relación
con el campo, va a aprovechar el pifie del último “paro
del campo” para conseguirlo bajo sus condiciones: el
aumento de la producción para exportar y conseguir divisas
y para mantener el mercado interno con precios fijos. Y lo
hará a la tasa de ganancia que pueda imponerle el gobierno,
ya no en pelea con las patronales del campo, sino a los
trabajadores rurales y al consumo obrero y popular.
Más que nunca con una
posición independiente de todo bando patronal
La pelea entre el campo y el gobierno y la lucha por una
posición independiente de ambos bandos patronales es sin
duda un hito en la historia contemporánea de Argentina. Las
lecciones están al alcance de todos los luchadores
honestos, de los estudiantes comprometidos con la lucha del
movimiento obrero y los trabajadores comprometidos con el
destino de su clase: la necesidad de la independencia política
de los bandos patronales y el Estado, la necesidad de la
intervención política de los explotados y oprimidos y su
organización principalmente.
Los trabajadores, estudiantes y al pueblo pobre venimos de
lidiar con los últimos platos rotos que dejó la última
crisis nacional. En el marco de la crisis mundial, la clase
obrera argentina, junto al resto de los explotados y
oprimidos del país y a sus corrientes políticas, deberán
derrotar el ajuste que se viene, no sólo para evitar lo
peor de la barbarie capitalista, sino para empezar a
construir la alternativa progresiva que hace falta: el
socialismo.
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