La ola de
despidos amenaza con levantar la temperatura política antes
de
fin de año
¿Felices
Fiestas?
Editorial
de Socialismo o Barbarie, periódico, 04/12/08
“Claudio Guliani tiene 40 años y hace 15 que
trabaja en el sector de tratamiento térmico de VW:
‘Estamos aquí dándoles el apoyo a estos chicos que están
quedando afuera, venimos por ellos y por todos, porque
tampoco sabemos qué nos va a pasar a nosotros el año que
viene” (La Nación, 2-12-08).
En todo el país se vivió un
noviembre abrumador, él más caluroso en 50 años. No se
trata solo de la temperatura ambiente. También la coyuntura
social podría amenazar con “calentarse” incluso
antes que llegue formalmente el verano. Es que en el
centro de la situación política se está colocando –cada
vez más– la problemática de los despidos,
herramienta privilegiada a la que están recurriendo las
patronales como forma de descargar la crisis sobre los
trabajadores manteniendo las prevalecientes condiciones
de explotación. Mientras tanto, gobierno K,
gobernadores y burocracia sindical tratan de seguir con su
política de “administrar” la crisis para evitar
situaciones de desborde social antes de las Fiestas.
Las automotrices en el
centro de la escena
Es
sabido que en los últimos años tres sectores han sido los
dinamizadores de la economía nacional: la construcción, la
producción agrícola y las automotrices. Los tres están
siendo golpeados duramente por la crisis mundial. En la
construcción, la situación es obvia a partir de que la
crisis de las hipotecas basura de los EEUU se ha extendido
mundialmente tendiendo a deprimir la edificación y a bajar
los valores de las propiedades.
Respecto
de la producción agro-ganadera, si la ganadería ya venía
muy golpeada, a los “productores” acostumbrados a sus 4
por 4 y a vivir muy cómodamente, ahora se les ha esfumado
parte –aunque sólo parte– de sus sueños de nuevos
ricos con la caída del precio de la soja.
Pero
es la crisis de la industria automotriz la que está pegando
en el centro de la clase trabajadora. La caída del
patentamiento de autos en noviembre ha sido del 15%, la más
grave desde abril del 2003. Y está claro que cuando
hablamos de las automotrices, hablamos de la concentración
más importante del proletariado industrial del país.
Esta concentración obrera, en
una de las ramas más dinámicas de la economía argentina,
tiene básicamente tres lugares de radicación: el Gran
Buenos Aires (con mayor peso en la zona Norte del mismo), Córdoba
y, en menor medida, Santa Fe. De estos tres lugares, hay en
estos momentos conflictos abiertos –que eventualmente podrían
amenazar con desbordarse– en las dos provincias del
interior.
El cuadro de situación a
estas horas es así: en General Motors se había terminado
la conciliación obligatoria el pasado lunes 1/12, el SMATA
provincial se vio obligado a convocar a un paro por tiempo
“indeterminado” sólo para que inmediatamente intervenga
el Ministerio de Trabajo de la Nación decretando una
nueva conciliación como manera de seguir desgastando a la
base.
Sin
embargo, la patronal yanqui sigue rechazando dejar sin
efecto el despido de 150 compañeros efectivos (calificados,
falsamente, como “suspendidos”), negándose a rotarlos
porque, en realidad, lo que busca la empresa, es dejarlos
en la calle a plazo fijo, de ahí que no quiera darles
tareas ni que entren a la planta.
Todo
lo anterior lo señalamos sin referirnos al hecho cierto
que, en EEUU, cada día que pasa se comprueba más
fehacientemente que la situación de la casa matriz está al
borde del colapso: si no recibe un rescate por 4.000
millones de dólares de manera inmediata la empresa podría
quebrar antes de Navidad: “La urgencia de la solicitud
de GM despertó nuevas preocupaciones de que es posible de
que a la automotriz no le quede otro remedio que acogerse a
la protección por bancarrota. Representantes del sindicato
UAW (United Auto Workers’) dijeron durante una reunión
ayer que GM podría verse forzado a declararse en quiebra
antes de Navidad si no logra los fondos gubernamentales en
los próximos días” (WSJA, La Nación, 3-12-08).
De Santa Fe pasemos ahora a Córdoba.
Se trata de una provincia importantísima en lo que hace a
concentración obrera en general y automotriz en particular:
varias de las terminales más significativas están
radicadas en la provincia mediterránea así como grandes
autopartistas.
El cuadro es el siguiente: en
Iveco (fábrica de camiones de FIAT) se produjeron
recientemente 42 despidos y la fábrica tiene suspendido al
personal en su totalidad (a lo largo de la semana de la
salida de esta edición). El pasado lunes 1/12, unos 500
trabajadores, más o menos desbordando a la burocracia,
se concentraron en el portón de entrada. Interrumpieron el
tránsito en el Camino Interfábricas y la ruta nacional 9
exigiendo la reincorporación de sus compañeros. A
consecuencia del corte, el Ministerio de Trabajo provincial
decreta una conciliación que la patronal se habría negado
a acatar con el argumento de que “no habría producido
ningún despido, sólo se terminaron los contratos”.
Por su parte, en Volkswaguen,
la empresa ahora habría “retrocedido” con los 368
despidos transformándolos en “suspensiones” hasta el 31
de marzo próximo. Aunque al momento del cierre de esta
edición no se sabe a ciencia cierta los detalles del
posible “acuerdo”, la “solución” encontrada (que
paradójicamente el SMATA Córdoba aceptaría a diferencia
del SMATA de Santa Fe) seria similar a la que gobiernos y
empresa están intentando ensayar en General Motors. Y no
está clara a estas horas la situación de los 215 compañeros
contratados despedidos en la autopartista Gestamp.
Si hay despidos, que no se
noten
En
medio de esta situación, a nivel del gobierno nacional, los
provinciales y la burocracia sindical, lo que se debate, es
cómo hacer para que la cosa se note lo menos posible.
Pero vayamos por parte, arranquemos por la política de las
patronales.
Ya
habíamos señalado en nuestra edición anterior cómo las
patronales rechazaron en masa la idea de la prohibición de
los despidos bajo el argumento de que esto afectaría “sus
derechos de contratación y propiedad privada”. Por su
parte, hasta el momento, el gobierno K tampoco ha querido
implementar esta medida, limitándose a anunciar una serie
de medidas en beneficio de las patronales (ver nota aparte).
En
este marco, la política de las empresas ya está clara: generar
el hecho consumado de los despidos y, eventualmente,
negociar algo después sobre la base de una relación de
fuerzas ya creada de los cientos de compañeros en la calle.
¿Cuál es la lógica de la misma? Es muy simple: preservar
el grado de explotación de los trabajadores que siguen
trabajando. Es decir, de ninguna manera la patronal va a
aceptar (salvo que se le imponga con durísimas luchas) el
reducir, por ejemplo, la jornada laboral. Si esto ocurriera,
si los trabajadores tomaran como “derecho adquirido” el
trabajar menos horas por igual salario, ¿cómo luego, una
vez pasada la crisis, aceptarían volver a jornadas de
superexplotación de 12 ó 14 horas?. Está claro que difícilmente
lo hicieran, razón por la cual se terminarían tirando por
la borda conquistas inmensas de los capitalistas respecto de
la clase obrera de la década de los ’90.
En
estas condiciones, los gobernadores de dos de las más
importantes provincias del país (sobre todo Schiaretti,
porque poco se ha escuchado del “socialista” Binner a
este respecto) están poniendo –a su manera– el grito en
el cielo: temen por la estabilidad social de sus
provincias: pretenden que los despidos se noten lo menos
posible.
Y
el SMATA comparte punto por punto los planteos de los
gobernadores, temerosos de que una respuesta obrera ante la
intransigencia patronal termine produciendo el desborde
de sus cuerpos orgánicos.
Como venimos señalando, el
que ha puesto más alto su voz es el cordobés Schiaretti:
ha salido a señalar que con todos los beneficios que se les
concedieron a las automotrices en los últimos años, ellas
no le pueden retribuir así al gobierno provincial
despidiendo sin más ni más trabajadores: “El mandatario
les recordó los beneficios que recibieron del Estado cordobés
en los últimos años para sus radicaciones, recuperación
y/o ampliación de líneas de producción. Schiaretti recordó
que a las terminales se les habían concedido desgravaciones
impositivas a diez años, tarifas diferenciales de
electricidad y subsidios por cada puesto laboral creado:
‘No puede ser que de la noche a la mañana echen a la
gente” reclamó (La Nación, 2/12/08).
En
el caso santafesino, la que se ha mostrado más “activa”
ha sido la Ministra de Trabajo provincial, la que, en
realidad, viene sosteniendo el plan empresarial vendiendo la
idea que los 150 compañeros que quedarían en la calle lo
harían en calidad de meros “suspendidos” y no lo que es
verdad: ¡despidos encubiertos de decenas y decenas de
trabajadores en blanco que nunca volverían a la planta!
En
este contexto hay que ubicar la reciente votación de la
Legislatura provincial de Santa Fe donde por ley se decretó
la aparente prohibición de los despidos por 180 días. Se
trata de una medida en la misma línea: administrar los
despidos políticamente para que se noten lo menos
posible. Porque en realidad, no hay una prohibición
taxativa, sino la estipulación de una serie de pasos para
llegar a los mismos diluyendo así sus potencialmente
“desestabilizadores” efectos.
“Prohibición”
limitada que, sin embargo, desde ser usada por los
trabajadores –en todo lo posible– como herramienta
legal al servicio de trabar lo más posible el accionar
antiobrero de las patronales.
Todo lo que estamos señalando
ocurre en el contexto de que la CGT de Moyano, luego de
alardear con que presentaría un proyecto de ley contra los
despidos en el Congreso Nacional, la doble o triple
indemnización y un plus de $ 500 para fin de año, bajó
una vez más los decibeles cajoneando el anunciado
planteo.
Él “arrugue” de Moyano,
sumado a la intrascendencia de la CTA, seguramente tienen
mucho que ver con la política gubernamental. Es que los
esposos K no quieren oír ni hablar de la prohibición de
los despidos, de la doble o triple indemnización o de
aumentar y hacer universal el seguro de desempleo. Y, menos
que menos, del desencadenamiento de alguna medida de
lucha real a tal efecto por parte de alguna de las dos
centrales.
Las tareas de la próxima
coyuntura
En
las condiciones que venimos señalando, la izquierda
revolucionaria tiene que prestar muchísima atención a
la evolución de la experiencia obrera en automotrices,
autopartistas, siderúrgicas y empresas del Neumático:
se trata de una tarea estratégica que ahora adquiere una
importancia urgente y central independientemente que
sea difícil pronosticar cuándo se podrían desencadenar
grandes luchas.
Porque
estas ramas de la producción combinan, eventualmente,
elementos de potencialidades explosivas: resumen la
mayor y más calificada concentración obrera del país al
tiempo que un escenario que dependiendo de la evolución de
la crisis mundial, podría ser el de la eventualidad de que
comience una experiencia de lucha y organización en el
mismísimo corazón de la clase obrera argentina.
Dos son las tareas que básicamente
están planteadas: desarrollar con la mayor escala y
profundidad posible una amplia campaña alrededor de un
programa obrero de salida a la crisis. En este sentido,
hay que ir por la vía que el gobierno y las patronales no
quieren: tender a horadar las condiciones de explotación
heredadas de los ’90 afectando las ganancias y la
propiedad de los capitalistas. Esto requeriría de
medidas que van desde la prohibición de los despidos, la
reducción de la jornada laboral sin reducción de salarios,
la apertura de los libros contables, hasta incluso la
exigencia de estatización bajo control de los trabajadores
de las empresas que suspenden y despiden masivamente.
Pero al mismo tiempo hay otro
andarivel: se trata de encarar las tareas que se desprenden
de la necesidad perentoria de desbordar los cuerpos
orgánicos de la burocracia. Hay que estudiar, por ejemplo,
si hay condiciones para aprovechando las contradicciones que
se desprenden del fallo de la CSJ acerca de la “libertad
sindical”, pueda comenzar realmente un proceso de
sindicalización y organización de los desorganizados.
En todo caso, habrá que estar muy atentos a esta
eventualidad y pensar alguna iniciativa a tal efecto.
Al mismo tiempo, de manera que
no sea “aparatista” (es decir, sin pretender pasar por
encima de la experiencia que vaya haciendo la vanguardia y
la propia base obrera), hay que dar pasos concretos en poner
en pie instancias de coordinación real entre lugares de
trabajo, privilegiando las ramas productivas ya señaladas.
En este sentido, la seccional
del SUTNA San Fernando puede cumplir un importantísimo
papel en la zona Norte del Gran Buenos Aires, proyectándose
incluso mas allá hacia la eventualidad de un Encuentro
Nacional de sectores obreros en lucha para cuando comience
realmente la resistencia. Esto a condición, repetimos, que
exprese la maduración de un sector real de la vanguardia y
la base obrera de la fábrica.
Con todo al acto del 20/12
Por
último, volvamos a señalar que las burocracias de la CGT y
la CTA que habían salido a exigir la “prohibición de los
despidos” dejaron en claro que su planteo era –al menos
por ahora– puramente testimonial. No sólo Moyano
no volvió siquiera a hablar del tema, sino que incluso la
CTA, que ha convocado a una marcha para el 12 de diciembre
supuestamente a tal efecto, no está claro que se trate de
una convocatoria realmente para movilizar masivamente algo
que vaya más allá de su aparato.
Por esta misma razón, y
porque es una acuciante necesidad, la izquierda
independiente tiene la oportunidad entonces de organizar la
próxima jornada del 20 de diciembre alrededor de levantar
un programa obrero de salida a la crisis.
La
importancia del acto es evidente. Se trata del hecho de que
si aún no ha despuntado un proceso generalizado de
resistencia, que sirva como punto de apoyo para lanzar una
política más de conjunto de organización de las propias
luchas, la tribuna del 20/12 podría ser un punto de
apoyo a tal efecto.
En
estas condiciones, una iniciativa de importancia podría ser
que desde los distintos sectores de representación de la
vanguardia independiente como es el caso del SUTNA San
Fernando y otros en distintos puntos del país, se discuta
la eventualidad de convocar a la formación de columnas
de la vanguardia obrera para participar y encabezar el acto
del 20/12. Desde el nuevo MAS, nos pondremos al servicio
de esta iniciativa, al mismo tiempo que organizaremos
nuestra propia columna partidaria para participar en este
nuevo aniversario del Argentinazo.
El nuevo
paquete económico kirchnerista
Llegó el tiempo de las
vacas flacas
Por Marcelo Yunes
Socialismo o Barbarie, periódico, 04/12/08
Lo que habíamos llamado
“modelo de coyuntura” (ver revista SoB 20) está
llegando al límite de las condiciones excepcionales que le
dieron aire. Si, como dijera un periodista económico, el
esquema K se basaba sobre los factores “SS: soja y
suerte”, el cambio del marco internacional (antes de
bonanza, hoy de crisis inédita) y commodities con precios
en caída libre son la madre de un nuevo paquete
“keynesiano” de corto plazo y corta mira.
La respuesta de los Kirchner a
las nuevas condiciones que plantea la crisis económica
internacional –luego de un breve período de gozo y pase
de facturas a los neoliberales, como si no fuera a afectar
aquí– ha sido un nuevo volantazo y una nueva improvisación,
revestida como siempre de “gran decisión estratégica”.
Pero en realidad el paquete supuestamente
“keynesiano” tiene poco de tal y bastante de desesperación,
con dudoso resultado en el sentido buscado, es decir, la
actividad económica y la recaudación fiscal.
Ya hay instalados varios
fantasmas, algunos de ellos nada etéreos y de carne y
hueso. Por ejemplo, la ola de despidos. La estrategia
patronal está a la vista: aprovechar la excelente excusa de
la crisis –incluso antes de que se noten sus efectos
reales– para curarse en salud y reducir planteles,
empezando por los trabajadores contratados, los más
desprotegidos. Tan desprotegidos que son casi invisibles, al
menos para Hugo Moyano y la CGT, que siguen sin reconocerlos
como tales.
Después de seis años de
crecimiento continuo y alto, 2009 puede ser un año de
recesión (aun con el “arrastre estadístico” del
crecimiento de 2008, que ya será menor). La caída de la
actividad y del nivel de empleo es un dato que ya todo el
mundo da por descontado, y por buenas razones.
El fantasma de la inflación
parece haberse alejado de la mano precisamente de la
desaceleración, pero el peligro es otro: que un brusco
salto del tipo de cambio –esto es, la cotización del dólar–
genere el peor de los mundos, el de recesión con inflación.
Y el alza de precios, además del dólar, puede tener otro
motor: los tarifazos, inevitables en un contexto de achique
general de los subsidios.
Los gemelos, a terapia intensiva
El gobierno siempre ha
manejado estas presiones (dólar y tarifas) recurriendo a la
caja estatal (Banco Central y subsidios del Tesoro). Pero
los otrora robustos superávits fiscal y comercial, esto es,
los superávits “gemelos”, hace rato que no gozan de
buena salud, y más bien habrá que hospitalizarlos en
cualquier momento.
En efecto, y como hemos dicho
más de una vez, el centro de ambos superávits son los
precios de los commodities, en particular los granos y sobre
todo la soja. El “yuyo” es responsable de buena
parte del ingreso de divisas del comercio exterior y, vía
las retenciones, del ingreso fiscal. Pues bien, aunque no es
la catástrofe que lloran De Angeli y sus alicaídos amigos,
una tonelada de soja a 300-330 dólares no es motivo de
jolgorio. Los campestres se cebaron en abril, cuando la
tonelada superaba los 520 dólares (y los 550 en julio).
Para empezar a hablar, son 2.000 millones de dólares menos
de ingreso por retenciones.
Otros rubros tampoco ayudan.
El sector automotriz es responsable no sólo del
grueso de las exportaciones industriales del país, sino que
ha sido el motor, en los últimos años, de todo el
crecimiento industrial. Pruebas al canto: mientras que el
Estimador Mensual Industrial global muestra un crecimiento
para toda la industria del 8% en 2006 y 7,5% en 2008, ese
mismo índice, dejando fuera automotrices y metalúrgicas,
sería del 7% en 2006 y sólo del 4,5% en 2008. Para no
hablar del impacto en el comercio exterior, ya que las
terminales automotrices exportan el 60% de su producción (y
de eso, el 63% a un Brasil con muchos problemas). La caída
del sector va a repercutir en todo: empleo, nivel
industrial, volúmenes de exportación e ingresos fiscales.
Hasta el petróleo, que
ha sido fuente de divisas y de ingresos fiscales (pocos
recuerdan que, por encima de 45 dólares el barril, todo el
excedente es retenido por el Estado), ahora está de capa caída.
Con el barril derrumbado en menos de 50 dólares (tras haber
tocado los 140 dólares), producción, exportación e
ingreso a las arcas del Estado van a andar bien por abajo.
El vergonzoso levantamiento de la paritaria petrolera a
cambio de evitar despidos es un indicador de la malaria que
se viene.
En suma, el superávit
comercial, que, recordemos, es el que sostiene la cotización
del dólar, va a caer drásticamente de los 12-13.000
millones de este año. ¿Hasta cuánto? Hay quienes dicen no
mucho: a 9.000-10.000 millones (Alejandro Mayoral); otros,
quizá más realistas (Miguel Bein), estiman no más de
7.000 millones. Pero no faltan quienes hablan directamente
de superávit comercial cero. Y eso es luz roja para
el tipo de cambio actual, que ya pasó un sofocón y se
esperan otros.
En este marco es que el
gobierno decide mejorar la situación de los ingresos
fiscales apelando a herramientas poco usuales. Por supuesto,
la primera fue la estatización del sistema previsional [1].
En silencio y sin hacer olas, se prorrogaron impuestos
nacidos de la ley de emergencia económica. Y el anuncio más
rimbombante fue el del paquete “antirecesión”, que
incluye la creación del Ministerio de la Producción.
Capital, volvé, te perdonamos
Uno de los caballitos de
batalla de los Kirchner siempre fue cantar loas al capitalismo
“productivo” y despotricar contra los “especuladores
financieros” que “ponen la plata afuera”. Por
supuesto, la oposición no tiene sentido: muchos de los dueños
de los más de 120.000 millones de dólares de argentinos en
el exterior son perfectos capitalistas industriales
que vendieron sus activos en el proceso de extranjerización
de la economía y tienen su platita a buen resguardo en
Suiza, Luxemburgo o las islas Caimán. Ni existe tampoco
separación tan tajante entre “industrialistas” y
“financistas”: sobran ejemplos de inversiones
“diversificadas” y capitalistas con huevos en varias
canastas.
En todo caso, si fuera cierto
que eran todos unos gusanos especuladores, es a esa gente
que el gobierno le sirve en bandeja una medida de la que se
habló infinidad de veces en los últimos 20 años y que sólo
ahora se implementa: el blanqueo de capitales argentinos
en el exterior.
Se habla de blanqueo porque,
naturalmente, esa plata no está declarada ante el fisco
argentino, ni paga por ende un solo centavo de impuestos.
Pues bien, el gobierno ni siquiera les pide que la traigan:
si sólo la declaran, pagan un 8%; si la traen para
depositarla, un 3%, y si se dignan a invertirla en
emprendimientos productivos, apenas el 1% (menos que el
risible impuesto a la riqueza, que sólo pagan unos pocos
que además no son ricos).
Los blanqueos y facilidades
siguen con una amplia moratoria impositiva (si antes evadió,
no se haga problema, pague ahora y todo perdonado) y
facilidades para que las pymes blanqueen a su personal,
junto con un estímulo para que tomen nuevo personal
(subsidios del Estado a los aportes patronales).
Según los cálculos del
gobierno –que nadie sabe cómo se hicieron–,
aparentemente tanto blanqueo le daría al Estado la
posibilidad de poner en marcha un plan de obras públicas
por 71.000 millones de pesos (obsérvese el detalle: no
70.000 millones, que suena a vaguedad, sino 71.000, como
para que parezca que hicieron la cuenta). Todo esto sería,
según los Kirchner, “keynesianismo” para enfrentar la
crisis.
En realidad, aquí el objetivo
principal sería atraer capitales que mantengan la rueda
de la inversión en movimiento. El beneficio fiscal que
podrían lograr las arcas estatales es muy modesto: si los
capitalistas argentinos, en un ataque de emoción, trajeran todo
lo que tienen (incluyendo sus casas de lujo en Miami o Punta
del Este, que representan una buena parte de esos 120.000
millones) para invertirlo, el fisco no vería más de 1.200
millones de dólares.
De más está decir que todos
los blanqueos de capitales fueron propuestos siempre, en la
Argentina, por los liberales y neoliberales rabiosos,
abogados de los buitres capitalistas que fugaron la plata
ansiosos por devolverle a esos gusanos y a su dinero su
“respetabilidad”. La necesidad tiene cara de hereje,
hace falta ingreso de dólares al fisco y es así que los
Kirchner toman medidas propias de Álvaro Alsogaray.
Por otra parte, sin la
menor garantía de éxito. En el actual contexto de
pavor global y huida a la liquidez, suponer que la patriótica
burguesía argentina aprovechará las generosas condiciones
que se le ofrecen para invertir en proyectos productivos es
soñar con las musarañas. Lo mismo cabe decir de las
facilidades a las pymes, que efectivamente concentran el 80%
de las empresas y el 65% del empleo, pero que en el marco
del ajustazo de la economía y los claros síntomas de
recesión global, regional y local, no van a dedicarse
precisamente a planes de expansión y blanqueo del trabajo
en negro. ¡Justo las pymes, las principales promotoras de
que el 40% de la fuerza laboral esté en negro!
Lo único que podría llamarse
“keynesiano” es el supuesto gasto en obra pública. Da
la casualidad, claro, de que es justamente ésa la pata del
plan que no tiene el menor detalle: ni de ubicación
de las obras, ni de financiamiento, ni de plazos. Tiene más
bien todo el aspecto de esos anuncios vacíos que
tanto les gustan a los Kirchner, en los que se manejan
cifras astronómicas (antes fueron los 20.000 millones de dólares
que invertiría China, ahora los cientos de miles de nuevos
puestos de trabajo, nadie sabe dónde ni en qué) y que se
desvanecen en el tiempo sin que nadie haga preguntas incómodas.
La Argentina del
Bicentenario: nada para festejar
De a poco se va cerrando el
ciclo económico de la Argentina kirchnerista y de un
“modelo” que, encaramado en condiciones excepcionales de
toda la región, posaba de “antineoliberal” pero que sólo
era tal en cuanto a los aspectos de regulación política de
la economía. Lejos de los espejitos de colores de la
“Argentina productiva del Bicentenario”, lo que tenemos
es lo que podía esperarse de un esquema que, aunque
redistribuyó cuotas de poder político (y de ganancia
material) entre ciertos sectores de la clase capitalista, no
modificó en nada esencial las grandes variables del
funcionamiento del capitalismo local.[2].
La estructura productiva
del país sigue tan dependiente como antes de las divisas
generadas por el único sector competitivo
internacionalmente: el agro de la Pampa húmeda. La
industria sigue siendo un páramo en materia de inversión,
tecnología y desarrollo. La única rama industrial
importante y motora de la economía, la automotriz, está
dirigida por multinacionales que aprovechan un régimen de
favor, creado en las 90, que compensa las desventajas
competitivas, y orientado al mercado regional. El impacto de
la crisis sobre Brasil y sobre toda la industria automotriz
muestran que el “auge” de las “exportaciones
industriales” en esas condiciones especiales no resiste la
primera prueba seria.
La plétora de fondos en las
arcas fiscales tampoco sirvió no ya para avanzar en la infraestructura
de energía, transportes y servicios, sino ni siquiera
para mantenerla actualizada. Y la supuesta “independencia
del FMI”, alquilada (no comprada) a precio de oro en 2005,
a mediano plazo se reveló como una medida más política
que económica, ya que por su vulnerabilidad externa la
economía argentina está cualquier cosa menos blindada
frente a un muy probable agravamiento de las condiciones
internacionales.
Así, a 8 años del
Argentinazo, nada esencial ha cambiado estructuralmente en
un capitalismo argentino con nichos competitivos propios de
todo desarrollo desigual y combinado, pero que sigue signado
por el atraso global y por una inserción en la
división mundial del trabajo propia de una nación relativamente
marginal (por más que la inviten al G-20).
Para no hablar de los
resultados en términos de las condiciones económico-sociales,
que si por un lado muestran cierta recuperación respecto de
los índices catastróficos de 2001-2003, por el otro han consolidado
el salto en la desigualdad, fragmentación social y
precarización laboral y social iniciado en las 90, y
que ha pasado de manifestación coyuntural a ser parte de la
estructura del país.
En su evaluación de los
efectos de la crisis mundial, buena parte de los analistas
dan directamente por perdido el próximo 2009, y empiezan a
razonar a partir de 2010. Con ese marco, la máxima aspiración
de los Kirchner es “acotar los daños” que
provocará la crisis mundial en el empleo, la actividad económica,
el sector fiscal y externo y –la madre de todo– el
impacto electoral que vaya a tener ese cuadro. La oposición
burguesa, cuya ubicación y perspectivas son más de derecha
liberal –algo descolocada en esta crisis en la que todos
se volvieron keynesianos–, sólo es capaz de criticar el
poco apego kirchnerista a las “formas institucionales”.
Algo que en épocas de crisis galopante importa bien poco
incluso en los países centrales.
Así las cosas, y a pesar de
que la situación económica y social va a ser más difícil
para todos en el próximo año, los trabajadores y todos los
sectores populares deben prepararse para enfrentar las
consecuencias del desastre capitalista global y su impacto
en la Argentina. Es quizá en esas batallas que
inevitablemente habrá que pueda ir forjándose una nueva
herramienta política de clase, de los trabajadores,
independiente de los ya roncos cantos de sirena de los
Kirchner y de los graznidos de búho del resto de los políticos
del sistema.
Notas:
1.- Por si a algún incauto le
quedaba alguna duda de la estafa que era el sistema privado,
afinamos algunos números respecto de SoB
138. La transferencia total de fondos de aportantes
termina siendo de 74.000 millones de pesos (es decir, unos
22.000 millones de dólares). Las comisiones de las AFJP
fueron de 36.000 millones de pesos. Esto es, en pesos, casi
la mitad de los aportes, pero en dólares, incluso más que
los aportes. ¿Por qué? Porque mientras los fondos no
admiten retiros parciales (pase lo que pase en el medio, lo
que importa es el saldo final de la cuenta), las comisiones
se cobraban mensualmente. Y durante 7 de los 14 años que
duró el sistema, las comisiones en pesos, por el 1 a 1,
equivalían a comisiones en dólares. Suponiendo que en la
mitad de ese lapso ingresaron la mitad de las comisiones,
esos 18.000 millones de pesos eran otros tantos dólares. Súmese
a esto los otros 18.000 millones a una cotización variable
(dólar a 1,40, a 2,30, a 2,70, a 3 y ahora a 3,40). El
total da, sin duda alguna, bastante más de los 22.000
millones de dólares a valor actual que tienen 9,5 millones
de ex afiliados…
2.- Vale aclarar que estamos
hablando del proyecto con veleidades más
“transformadoras” de todos los que ha generado la clase
política capitalista en la Argentina de los últimos 20 años.
Ni que decir tiene que variantes como Macri, Carrió, De
Narváez, Duhalde, etc., son mucho más apegadas al statu
quo y al establishment, y mostrarían muchos menos escrúpulos
en recomponer las condiciones de la acumulación capitalista
en detrimento de la clase trabajadora, los sectores
populares y el conjunto de la Nación.
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