Polémica
con el Frente de Izquierda I
Voto
democrático, milagros y lucha de clases
El
“olvido” del gobierno
Por
José Luis Rojo
Para
Socialismo o Barbarie, 31/08/11
El
Frente de Izquierda se alzó con la nada despreciable cifra de
550.000 votos en las primarias. Se trató de un importante
triunfo que le permitió pasar el piso proscriptivo impuesto
por la nueva ley electoral. Acerca de la naturaleza de esta
votación, y de las tareas que vienen a propósito de la
misma, se ha abierto un importante debate que atañe no
solamente a las fuerzas del FIT sino al conjunto de las
organizaciones de la izquierda independiente. Esto es más
importante todavía cuando desde las fuerzas que integran
dicho frente (el PO y el PTS, fundamentalmente) se han
echado a rodar análisis y orientaciones –en algunos
casos, realmente disparatados– que creemos no van
a servir para consolidar revolucionariamente los votos
obtenidos.
La
política revolucionaria debe partir de la realidad tal
cual es y no de cómo quisiéramos que fuese
Refirámonos
primero a las “teorizaciones” (si es que podemos llamarlas
así) que se han adelantado acerca del resultado del FIT el 14
de agosto pasado.
El
PO parece haber reconocido la naturaleza “democrática” de
parte importante de esta votación. Sin embargo, le ha
agregado dos connotaciones impropias:
Uno,
que por sí mismo este voto democrático sería
“revolucionario” porque, en las actuales condiciones
de crisis mundial, cualquier tarea por mínima que fuera, iría
“objetivamente” contra el sistema.
Dos,
complementando lo anterior, señala que como se trató de un
voto democrático a una figura de la izquierda, también
operaría “automáticamente” el enlace entre este voto
y un definido programa de clase anticapitalista. En síntesis:
estamos frente a un clásico enfoque objetivista.
El
PTS ha optado por un análisis casi opuesto por el vértice.
Niega redondamente el referido contenido democrático de parte
importante de la votación.
En
un giro “subjetivista”, ahora resulta que los
550.000 votos habrían dependido, centralmente, de la
“inserción” de su organización “en la clase obrera”
y del carácter militante de la campaña. El PTS añade algo más:
que a diferencia del PO, se declara “ateo” y dice no creer
que haya habido “ningún milagro”, terminando por reenviar
la importante elección a la señalada explicación: todo se
debió a su inserción en la clase obrera y a su militancia.
Del objetivismo del PO al subjetivismo del PTS
lo que queda ausente, increíblemente, es un análisis
materialista de la realidad tal cual es.
Todo
este debate luciría sin importancia alguna, si no se tratara
que ambas organizaciones tienen la responsabilidad de hacer
algo revolucionario con la votación obtenida. La cuestión
es que para poder hacer algo correcto con la misma, lo primero
es partir de reconocer la realidad. Esa es una de las
condiciones para poder transformar un voto democrático
general en una votación realmente de izquierda al
servició de la lucha de clases.
La
naturaleza específica del voto al FIT el 14 de agosto
Insistimos:
hay que partir del contenido real del voto el 14
para poder pelear por transformar esa votación en una más
política, más clasista, más socialista. Es una tarea
que sin duda alguna incluye –pero de ninguna manera se podría
reducir, ni tener ése como el objetivo principal– el
obtener parlamentarios de la izquierda.
Partamos
de los hechos. Creemos que en la votación del frente de
izquierda se combinaron dos componentes.
Uno,
es un hecho que la izquierda independiente como tal tiene en
el país un piso electoral que sin dejar de ser minoritario,
no deja de ser de importancia. En 2009, la suma de los votos
entre el frente que conformamos el Nuevo MAS, el PTS e IS, y
los del PO, alcanzó la nada despreciable cifra de 400.000
votos con un contenido programático definido. Está
claro que este voto concentró lo mejor de la vanguardia
obrera y estudiantil, lo mismo que el tradicional votante de
la izquierda, y configuró una de las bases presentes en la
votación del pasado 14.
Sin
embargo, solo un necio podría negar que el fenómeno específico
del 14, el que adquirió dimensiones objetivas, no fue
exactamente el aumento de la base de ese voto político de
izquierda, sino que la multiplicación del mismo vino de la
mano de la campaña democrática: vastos sectores que
nunca antes habían votado por la izquierda –y que quizás
no lo vuelvan a hacer– la votaron para que la misma
no quedara fuera de las elecciones del 23.
Se
trató de un hecho extraordinariamente progresivo, que
de ninguna manera hace falta distorsionarlo, o transformarlo
en algo que no fue, para valorarlo como tal. Al mismo
tiempo, tampoco adelanta las cosas, transformar automáticamente
ese voto en uno “objetivamente revolucionario”.
Sin
embargo, el PO y el PTS incurren en lo contrario: uno u otro
tipo de error de apreciación no parece servir para las tarea
que está planteada el 23: ¿cómo transformar ese voto
democrático general en un voto político por la
izquierda.
Hay
algo más. Es obvio que los marxistas, como materialistas
ateos, no creemos en milagros. Esto es así, sencillamente,
porque los milagros no existen como tales. En esto tiene plena
razón el PTS. Sin embargo, esto no quita que las creencias
religiosas puedan actuar como motor de acciones
revolucionarias en las condiciones en que los actores de estas
acciones evidentemente no son plenamente concientes de la obra
que están protagonizando. Sobre esto reflexiona el PO.
En
todo caso, lo que el PTS parece no querer ver, es el hecho
cierto que el llamado al “milagro por Altamira” realizado
por el derechista Jorge Rial operó como una suerte de convocatoria
progresiva para que “nadie se quede afuera”, y
que esa votación democrática multiplico los votos del
FIT el 14 de agosto.
Entonces,
la negación de la existencia de los milagros es de buenos
materialistas. El rechazo a la realidad de que el voto democrático
jugó el 14 un enorme papel, es puro idealismo.
Del
voto democrático al voto político de clase
La
realidad que venimos señalando es la que ahora coloca uno de
los más grandes desafíos hacia octubre: ¿cómo
transformar ese voto democrático general en un
voto político de clase?
El
PO ha señalado que a partir de ahora se va a producir “un
proceso de diferenciación” en ese voto. Esto es muy cierto,
más allá de que nadie pueda saber en qué proporciones
ocurrirá esto. En
todo caso, el desafío es lograr que la mayoría del voto
democrático del 14 se reafirme votando políticamente a la
izquierda el 23. Esto nos lleva a qué tipo de campaña se
debe llevar adelante, sea desde dentro mismo del FIT o,
incluso, desde afuera.
Entre
las fuerzas del FIT hay discusión a este respecto.
Reafirmando su ángulo objetivista, el PO ha salido con
la ya señalada posición de que en tiempos de crisis las
tareas mínimas y democráticas serían “objetivamente
revolucionarias” chocando “invariablemente con los límites
del sistema”. Se trata de una “teorización” ad hoc que
les viene como anillo al dedo. Porque su verdadera preocupación
es “no espantar” el voto que obtuvo Altamira el 14,
llevando adelante una campaña basada solamente en
consignas mínimas para lograr meter diputados de
izquierda en el Congreso.
El
PTS pretende, por su parte, cuestionar por “izquierda”
este esquema. Teme como la peste quedar “pegado” a la
línea oportunista de su aliado electoral. Porque el hecho
cierto es que el PO terminó acaparando toda la
“visibilidad” electoral del FIT. En el último editorial
de su periódico, afirma que el FIT debería poner su campaña
“al servicio de las luchas” y propone como ejes la pelea
por la tierra en Jujuy y la solidaridad con el pueblo chileno
en lucha. Adelantémonos a decir que es elemental que la tarea
principal de una campaña electoral de la izquierda
revolucionaria, pasa, efectivamente, por ponerla al servicio
de las luchas en curso.
Sin
embargo, mediante este “envoltorio revolucionario”, el PTS
parece seguir barriendo bajo la alfombra el problema que le
marcamos al FIT en oportunidad de las internas del 14: la inexistencia
de todo foco en el gobierno de Cristina Kirchner, la falta
de alertas acerca del ajuste económico que se viene,
la carencia de toda denuncia sobre el rol de la burocracia
sindical. Es verdad que no estamos en una coyuntura de
grandes luchas. Pero justamente para preparar las que se
vienen, hay que partir de señalamiento que estamos haciendo,
el que se está haciendo carne, además, en la provincia de la
presidenta: porque el principal conflicto del momento, y al
servicio del cual debería ponerse la campaña de la
izquierda, es en estos momentos el de los petroleros del sur.
Pero
algo sintomático ocurre con ambos componentes del FIT:
la Argentina sería un país que carecería de gobierno
nacional: de eso no se habló el 14 (recordar el “nos
exigen 400.000 votos” sin decir quién se los exigía
concretamente) y por la prensa escrita de ambas
organizaciones, no parece haber mayor preocupación al
respecto.
Objetivismo
y subjetivismo, electoralismo y sindicalismo
se dan la mano en el FIT, evitando hacer lo que hace falta:
ayer, dejar para el ultimísimo momento la pelea contra la ley
electoral proscriptiva de la democracia de los ricos; hoy, la
negativa a formular una política electoral socialista
revolucionaria de arranque del llamado o la preparación de la
lucha contra el gobierno.
Lo
grave es que esto ocurre cuando el gobierno K se ha alzado con
un triunfo del 50% y prepara algún tipo de ajuste vía un
“acuerdo”, “pacto social” o lo que sea con empresarios
y burocracia sindical para después del 23 en prevención de
la crisis.
Nuestro
enfoque es: no se puede hacer política revolucionaria –electoral
y de ningún tipo– si no se parte de hacer responsable al
gobierno capitalista de Cristina de lo que se viene,
pinchando el globo de las ilusiones en el mismo que
tienen hoy los trabajadores, en primer lugar, desde el terreno
mismo de las luchas.
Una
línea de menor resistencia
Pero
además del perfil de la campaña electoral, hay otra discusión:
¿qué objetivos debe tener la misma? ¿Obtener
diputados o ponerse al servicio de la lucha de clases?
Tanto
el PO como el PTS, con los “estilos” que le son característicos,
parecen orientarse a enfrentar los problemas mediante una línea
de menor resistencia. Sea por el ya señalado atajo
electoralista el PO, o uno “luchista” el PTS, a lo que se
niegan es, en definitiva, a enfrentar (con la forma
del dialogo, o las tácticas que correspondan) la enorme
confianza que hay en el gobierno de Cristina por parte de
amplios sectores.
Para
el PO las cosas parecen estar claras: con su esquema mínimo y
reivindicativo, todo pasa por meter diputados de la izquierda
y punto. Incluso ha vuelto a su planteo de “corte de
boleta” como se ha podido apreciar en la campaña en Tucumán.
El
PTS responde que acerca de la importancia de meter diputados
“no tiene dudas”, pero que la campaña debería estar al
“servicio de las luchas”, que eso debería estar “en los
spots de campaña”.
Respecto
de los planteos del PO, es obvio que no se trata de
contraponer mecánicamente la orientación hacia la lucha de
clases con la posible obtención de legisladores. Pero la
pelea por diputados de la izquierda debería estar al servicio
de, y subordinarse a, la política general hacia la lucha de
clases. Este ABC del comunismo es lo que parece no querer
entender el PO, amenazando caer en el oportunismo.
Por
su parte, lo que le oscurece la visión al cerrado
sindicalismo del PTS, configura otra variante de oportunismo:
la política general hacia la lucha de clases pasa, en primer
lugar, con alertar acerca de lo que se viene y de quien será
el encargado de imponer lo que se viene: el
gobierno K.
Formular
una política mínima en función de obtener diputados sin
nombrar al gobierno K, sería oportunismo y nada más
que oportunismo, sea bajo el formato del PO o el del PTS. El
obtener diputados de la izquierda debe ser el subproducto
de una política revolucionaria y no al revés, el
resultado de una línea de menor resistencia electoralista
o sindicalista que para colmo amenaza con dejar sin el pan
y sin la torta.
Como
hermanos gemelos
En
definitiva, por la variante objetivista o subjetivista,
oportunista o sindicalista, el hecho es que aunque se pelean
mucho, el PO y el PTS cada día se parecen más. Esto
no tiene nada de malo en si mismo. Al contrario: podría abrir
la vía, si tuvieran una política correcta, hacia una
organización revolucionaria superadora que no los incluyera
solo a ellos. Pero está claro que esta perspectiva no se les
ocurre “ni a palos”: mucho de su pelea tiene componentes
de pugna sectaria.
La
prueba del pastel: un debate que los componentes del FIT ni
siquiera parecen haberse planteado (al menos no hasta ahora):
la transformación en influencia orgánica de la votación
de la izquierda. Es en esto en lo que se está más
atrasado. Esta el peligro que los votos vengan y se vayan
(como acaba de pasar en Tucumán) y que de ellos no quede
nada.
El
PO y el PTS parecen tener cada uno su receta: llamar a
ingresar a sus partidos, lo que en si mismo no está mal:
todas las organizaciones revolucionarias llamamos a los compañeros
y compañeras a integrar nuestras filas. Sin embargo, un
conjunto mucho más amplio de la vanguardia sin partido los
votó y no se van a sentir contenidos por este llamado a
integrar en sus filas. Que sepamos, hasta ahora el PO solo
planteó un “boletín de discusión” entre las
organizaciones del FIT. Y el PTS proclamó que “hay
condiciones para construir una fuerte organización
revolucionaria” pero nada más.
Desde
el nuevo MAS opinamos que se debería hacer un planteo que
vaya más allá, planteó que podría adquirir rasgos
definidos dependiendo del desarrollo concreto de la lucha de
clases en el país y, también, de una capacidad que hasta hoy
no han demostrado ni el PO y ni el PTS: ir más allá de los
intereses de sus propios ombligos.
La
elección de la izquierda en la provincia de Tucumán
Los
votos van y vienen
Por
José Luis Rojo
Para
Socialismo o Barbarie, 31/08/11
“Dentro
cuatro o cinco días se vota en Tucumán, elecciones
provinciales muy difíciles (…) Pero a raíz del resultado
que hemos obtenido el 14, a varios periodistas de ‘La
Gaceta’ de Tucumán, que es el principal diario de la
provincia, se les ocurrió formar un comité y lanzar la campaña
‘un milagro para Daniel Blanco’. El primer periodista no
tucumano que se añadió a este emprendimiento fue Jorge Rial
y lo está fogoneando”
(Jorge Altamira, Prensa Obrera n°1191).
El
pasado domingo se realizaron las elecciones en Tucumán.
Siguiendo las tendencias nacionales –o multiplicándolas aun
más si se quiere– Aleperovich, radical K, se alzó con la
friolera del 70% de los votos. Las razones de esta inmensa
votación evidentemente están, entre otras cosas, en el peso
aun mayor proporcionalmente de los mecanismos clientelares en
todo el NOA respecto de los centros urbanos e industriales más
importantes del país. Efectivamente, parece evidente que esto
ha multiplicado el voto K en dicha provincia.
Las
especificidades tucumanas
Sin
embargo, a lo que nos queremos referir aquí es a las
lecciones que deja la votación de la izquierda. Tanto el PO
como el PTS esperaban una elección sustancialmente más alta.
En oportunidad de las primarias del 14, el FIT alcanzó en
Tucumán a la categoría de candidato presidencial, algo más
del 2%. A partir de allí, el PTS planteó que las
elecciones tucumanas configuraban “una nueva prueba para el
FIT”. Mientras tanto, Altamira, explícitamente planteó su
confianza en la posibilidad de un nuevo “milagro” ahora en
favor del candidato a gobernador del PO, Daniel Blanco. El
hecho es que no hubo milagro alguno. Blanco obtuvo un 0.47%,
la cuarta parte de la votación de sólo dos semanas atrás.
¿Qué
es lo que explica este fenómeno? Varias cosas. Primero, es de
un criterio de honestidad intelectual elemental señalar que,
evidentemente, el escenario para las elecciones a gobernador
no podía ser el mismo el del 14.
No
solamente porque hubo más “ofertas” a gobernador que fórmulas
presidenciales el 14, sino fundamentalmente porque cada votación
tiene sus especificidades. Por ejemplo, el domingo pasado se
votó en Tucumán a cargos ejecutivos “efectivos” mientras
que dos semanas atrás la votación, en definitiva, fue –por
decirlo de alguna manera– de “fantasía”.
Si
evidentemente no puede haber dos elecciones que se parezcan,
además, Tucumán es una provincia que tiene sus
especificidades, que son muy distintas a las de los distritos
del centro del país con mucho más peso de clase obrera y
juventud estudiantil politizada.
En
todo caso, la elección pareció expresar un retorno al
“patrón” pre jornadas del 14, dónde la izquierda,
incluso haciendo buenas elecciones, apenas si llegaba a sumar
los votos del 2009. Con eso le alcanzó para lograr un
legislador provincial en Neuquén y hacer lo propio
reeligiendo a Liliana Olivero en Córdoba.
El
peso del voto democrático
En
todo caso, lo menos que se puede decir es que la elección
tucumana configura un alerta contra el triunfalismo de
los integrantes del FIT. Estamos prácticamente seguros que en
la elección del próximo 23 de octubre el FIT seguirá
recogiendo –incluso en Tucumán– una parte quizás no
menor de la votación del 14 dado el grado de “instalación”
que logró la figura de Altamira, las circunstancias de crisis
mundial (que facilita la denuncia anticapitalista) y la dramática
fragmentación de las distintas alternativas patronales al
gobierno K, lo que ha terminando configurando –en los
hechos– un escenario de elección parlamentaria y no
presidencial (lo que no dejará de beneficiar a la izquierda).
Sin
embargo, el alerta es que no será menor lo que haga o deje de
hacer el FIT. En el resultado tucumano resulta obvio el peso
que tuvo el voto democrático el 14. Y por esto mismo, no será
menor el peso que tendrá el resolver correctamente –o no–
como transformar este voto democrático general en un voto político
de clase hacia la izquierda.
Una
campaña electoral reivindicativa mínima, oportunista, o
meramente sindicalista, podría dejar sin el pan y sin la
torta: haber desperdiciado una inédita situación de
visibilidad electoral de la izquierda para hacer una política
electoral revolucionaria quedando por detrás de las
posibilidades colocadas a partir del resultado del 14.
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