El triunfo de Cristina Kirchner
Espaldarazo para
pilotear las aguas turbulentas
del ajuste que viene
Editorial
de Socialismo o Barbarie, periódico, 27/10/11
“Los
votantes de Cristina están convencidos de que el país está
‘blindado’ frente a la crisis mundial” (La Nación, 24
de octubre del 2011)
Coronando
un año de permanente “festival electoral”, Cristina
Kirchner se alzó con una votación casi hegemónica del 54% a
nivel nacional. El grueso de sus votantes, tanto entre la
clase trabajadora como a nivel de las clases medias urbanas y
rurales, premió con su voto a un gobierno que aparece como el
garante del crecimiento económico y la estabilidad política
del país, en agudo contraste con lo que está ocurriendo
mundialmente.
La
circunstancia no ha beneficiado solamente al gobierno
nacional. Hay que recordar que a lo largo de todo el año los
oficialismos de los más diversos colores se vieron
favorecidos por estas condiciones de estabilidad (los casos de
Macri en Capital o Binner en Santa Fe).
Sin
embargo, al otro día de la elección Cristina ya se estaba
reuniendo con Mercedes Marcó del Pont, presidenta del Banco
Central de la República Argentina. Es que a pesar de su
amplio triunfo electoral, la corrida contra el peso no para,
haciendo descender las limitadas reservas en dólares del país.
En ese marco hay que entender la medida que obliga a
petroleras y min eras a liquidar los dólares de sus
exportaciones en el país.
Ese
solo hecho alcanza para mostrar el escenario que viene para
2012: un año marcado por un deterioro en la situación
económica nacional y la posibilidad de una escalada en la
“conflictividad social”.
Frente
a esta realidad, lo que se impone para la izquierda, luego de
un año dedicado centralmente a los esfuerzos de la
participación electoral, es trabajar por un reagrupamiento de
los sectores de la vanguardia obrera independiente frente a lo
que se supone será un duro ciclo de luchas de los
trabajadores, al tiempo que proyectarse como oposición
política por izquierda al gobierno K. Algo que exigirá dejar
de lado los rasgos de agudo oportunismo político esbozados
por las fuerzas que componen el FIT a lo largo del 2011.
Vida,
“muerte” y resurrección del kirchnerismo
Al
cierre de esta edición se cumple un año de la muerte de Néstor
Kirchner. Su deceso simbolizó un giro paradójico en la
situación nacional, luego de que el kirchnerismo pareciera
herido de muerte tras su derrota con las patronales del campo.
¿Cómo dar cuenta del triunfo de una gestión electa para 12
años de mandato ininterrumpido, algo sin precedentes en la
historia política del país?
Este
continuismo se explica dadas las circunstancias excepcionales
en las cuales surgió el kirchnerismo, no sólo nacionales,
sino regionales e internacionales.
El
primer determinante fue la crisis que vivió el país en 2001
y que los Kirchner supieron interpretar tomando una serie de
medidas capitalistas “heterodoxas”, que les permitieron
reabsorber la rebelión popular desatada aquellos días,
mostrando dotes de “pilotos de tormenta”. Ya en otras
ocasiones habíamos señalado que el kirchnerismo es el
personal político burgués que mejor leyó esos
acontecimientos, dándose una política para dejar atrás los
aspectos más intragables del esquema neoliberal de los 90
–en primerísimo lugar, la desocupación de masas– en
resguardo del capitalismo nacional.
Contradictoriamente,
también la crisis económica internacional los benefició, ya
que legitimó su discurso contra el
“neoliberalismo”. Para su beneplácito, si la crisis
mundial les dio la excusa ideológica, la coyuntura económica
del país también se vio favorecida por el impacto
relativamente leve en el país, dado el rol de contrapeso que
han venido cumpliendo países como China, India y Brasil en su
rol consumidor de las exportaciones principales del país.
Y
lo anterior favoreció permitió también que cambiaran de
humor las patronales del campo, que si bien soportan poco al
gobierno no les gustaba, no dejan de embolsarse millonadas de
la derrota de la 125. Expresión simbólica de esto es que
mientras
Cristina Kirchner ganó con comodidad en los distritos
rurales, Llambías, ex titular de la CRA y una de las espadas
de la Mesa de Enlace, quedó electoralmente en ridículo,
incluso por detrás de la votación del FIT.
En
suma, a pesar de la crisis mundial, el país continuó la
senda del crecimiento, aunque paradójicamente ahora, en plena
euforia K por la reelección de Cristina, se está configurado
un giro que podría ser abrupto en la realidad económica del
país: todas las estimaciones apuntan a una caída en 2012
en el crecimiento del producto.
El
contexto regional
En
todo caso, el continuismo kirchnerista no es una
excepcionalidad nacional. Comparte ese rasgo con otros
gobiernos latinoamericanos que tienen características
similares, de manera acentuada o adelgazada. El PT en Brasil
va por su tercer mandato. En Venezuela, Hugo Chávez pretende
ir por su segunda reelección (está a cargo del Ejecutivo
desde 1998), objetivo que solamente podría verse
obstaculizado por su enfermedad. Y los casos de Bolivia,
Paraguay y Ecuador podrían ser similares.
La
razón de este continuismo es que estos gobiernos
comprendieron que en las condiciones de la crisis nacional,
regional y mundial, el rol de intervención del Estado en la
economía pasaba a ser de primer orden. Y no ha habido
alternativa seria a este planteo desde otro sector patronal.
De
ahí entonces que el ascenso, apogeo, “muerte” y
resurrección del kirchnerismo no sea una circunstancia
particular argentina: lo mismo les pasó a varios de los
presidentes regionales arriba mencionados, casi para las
mismas fechas. Sólo basta recordar que
Chávez estuvo a punto de perder el gobierno con el golpe de
Estado de abril del 2002 y el paro-sabotaje patronal de
comienzos del 2003. En el caso de Correa, presidente de
Ecuador, sufrió un intento de golpe policial en el 2010. Por
su parte, Evo Morales debió enfrentar el levantamiento de las
patronales del Oriente boliviano en 2008. Y en la Argentina,
si bien la rebelión de las 4x4 campestres nunca alcanzó el
carácter “destituyente” que interesadamente le atribuyó
el kirchnerismo, es un hecho que las patronales agrarias le
propinaron al gobierno la más grave derrota en su gestión.
Y,
sin embargo, en ningún caso esto alcanzó para cambiar las
relaciones de fuerzas de conjunto, razón por la cual la
totalidad de estos gobiernos permanecieron y se volvieron a
fortalecer luego de esas crisis, en casi todos los casos
reforzados –hasta el momento– por las circunstancias
mundiales, con la importante salvedad de la crisis que
atraviesa Evo Morales, que tratamos en esta edición.
Las
siete vidas de la democracia burguesa
Hay
un segundo dato a destacar de la elección. No es casual que
Randazzo (ministro del Interior) y Cristina, en cuanto tomaron
los micrófonos la noche del 23, de lo primero que hablaron
fuera de las bondades de la reforma política implementada por
el kirchnerismo, tema que ha sido materia de polémica en la
izquierda a lo largo de todo el 2011. Particularmente de
nuestro partido con el FIT, cuya actitud fue, centralmente,
adaptarse a la nueva legislación.
El
hecho es que junto con las medidas “heterodoxas” arriba señaladas
que buscaron estabilizar la situación económica y social del
país, el kirchnerismo asumió un segundo eje central de su
gestión: la relegitimación de la democracia patronal,
seriamente dañada como subproducto del “que se vayan
todos” de 2001. Y en ese plano han dado un paso adelante
–si bien la obra no está terminada–
a lo largo del festival electoral de este 2011.
Para
este objetivo tomó varias medidas. Una, importantísima, y
con rasgos de progresiva concesión al movimiento de masas en
el terreno democrático, es el juzgamiento a ciertos
personajes nefastos de la dictadura militar. En ese sentido,
el miércoles 25 se conoció la cadena perpetua para Alfredo
Astiz y otros genocidas, lo que no deja de ser un triunfo de
la lucha popular.
En
este terreno, el kirchnerismo trata que se salde dentro del
sistema una de las cuentas pendientes del Estado
argentino, y puede hacerlo en parte también porque estos
personajes nefastos ya son gerontes que ningún peso
tienen dentro de la estructura actual de las FF.AA.,
subordinadas hoy al régimen de la democracia patronal.
Parte
de la orientación de relegitimación de las instituciones fue
la temprana modificación (2003) en la composición de la
Corte Suprema de Justicia, con la incorporación de Zaffaroni
y otros juristas “progresistas”.
Es
en ese marco que se inserta la reforma política, que, en
sustancia, busca legitimar el voto secreto como mecanismo para
dirimir “el poder” en el país. Es decir, la democracia
indirecta versus la democracia directa de las luchas y
asambleas populares que se viene expresando a nivel de
experiencias de amplia vanguardia (y, a veces, de masas) desde
el 2001.
Junto
con esto, se busca restablecer el sistema de representación
política con viejos y nuevos partidos patronales
(instrumentos por excelencia de esta democracia indirecta),
varios seriamente dañados por la crisis de diez años atrás.
En
esa dirección, se introdujeron modificaciones proscriptivas
para el accionar de las minorías con la excusa de “reducir
la cantidad de partidos”, pero que apuntan centralmente
contra la izquierda.
No hubo
giro a la derecha
Cristina
se alzó con el 54% de los votos. El segundo fue Hermes Binner
del FAP (Frente Amplio Progresista) con el 17% y el resto rondó
la intrascendencia; entre ellos, la UCR, que no logra
recuperarse de una crisis histórica.
La
elección expresó, en este terreno, tres cosas. Uno,
que la votación fue mayoritariamente de centro izquierda y no
de centro derecha, como ocurrió en junio del 2009, a la
salida de la crisis del campo.
Es
decir, políticamente y de conjunto, el país está
instalado en un contexto en que las relaciones de fuerzas más
de conjunto entre las clases mantienen elementos favorables a
la lucha social y política de los explotados y oprimidos,
aun sin que esto signifique que haya un ascenso en esas
luchas, y mucho menos un proceso de radicalización política
más de conjunto.
Esta
realidad, sin embargo, seguramente hará mucho más difícil
la aplicación de las medidas de ajuste económico que el
gobierno comienza a tener en carpeta. Sobre esto volveremos.
En
segundo lugar, aparece una oposición de centro izquierda al
gobierno K expresada en Binner. A decir verdad, el Partido
Socialista de Binner, así como la mayoría de sus acólitos
frentistas como la CTA Micheli (expresada en las candidaturas
de Lozano y De Gennaro), revistieron en las filas de la Mesa
de Enlace campestre. Pero hace rato que las patronales del
campo se olvidaron del conflicto (a partir de los cuantiosos
ingresos que vienen obteniendo), a la vez que el FAP se
desembarazó de un perfil que los dejaba a la derecha del
kirchnerismo.
Por
otro lado, la elección de Binner sirve para “apañar” a
una de las mitades de la burocracia de la CTA, que queda
fortalecida políticamente al amparo de la primera fuerza de
la oposición patronal. Mientras tanto, la CTA de Yasky, que
mostró claramente sus credenciales pro Cristina a lo largo de
la campaña electoral, no hizo tan buen negocio electoral al
quedar pegado a la candidatura de Sabatella, que nunca logró
levantar vuelo. En todo caso, el FAP es una alternativa de
centro izquierda tan o más capitalista que el kirchnerismo.
En
tercer lugar, la debilidad que esta nueva “alternativa” al
gobierno no resuelve el hecho de que, como contrapunto al
operativo de relegitimación de la democracia patronal, no
se logre restablecer un claro sistema de partidos políticos.
Por
esa hendija se coló el Frente de Izquierda, tras lograr el
triunfo de pasar el piso proscriptivo del 1,5% y quedar como
una de las siete candidaturas presidenciales para el 23,
realizando una buena elección. Este hecho progresivo ocurrió
más allá de que la orientación y política electoral oportunista
del Frente de Izquierda no sirvió para aprovechar de manera
revolucionaria todo lo que hubiera sido posible esta
oportunidad (ver nota aparte).
La
exclusión de la izquierda
El
kirchnerismo, para montar este operativo de reletimiación en
esencia reaccionario, recurrió a un mecanismo que en
apariencia apareció “democratizando” las formas de
representación: las internas abiertas y obligatorias con el
piso del 1,5%.
Como
explicamos oportunamente, en agosto pasado ese instrumento en
apariencia “democratizador” hizo que aumentara la
participación electoral, lo que permitió que el FIT, con un
fuerte componente de voto democrático, lograra el triunfo de
pasar el piso. También jugó a favor de la izquierda la
masiva reproducción en los medios de la propaganda política
de las fuerzas “habilitadas”, lo que le dio a la izquierda
una exposición y una posibilidad de hacer llegar masivamente
su mensaje totalmente inéditas.
Sin
embargo, enmascarado detrás de esos rasgos “progresivos”
está la esencia profundamente reaccionaria de la reforma, aun
si por el momento no ha logrado uno de sus dos objetivos
principales (el otro era favorecer al kirchnerismo, y lo logró
con creces), que es volver a poner en pie el sistema de
partidos.
Este
carácter reaccionario se manifiesta, en primer lugar, en el
establecimiento definitivo del piso proscriptivo del 1,5% para
participar en las elecciones nacionales (y la izquierda no va
a lograr todos los días milagros para superarlo). Pero también
en la subsistencia de otros mecanismos proscriptivos
propios de la representación política de la democracia
patronal. Por ejemplo, lo que impide que Néstor Pitrola
ingrese al Congreso Nacional, como les pasó a otras figuras
de la izquierda en los últimos 20 años: la valla de sacar
un piso del 3% del padrón para lograr acceder al Parlamento.
Si
la reforma electoral hubiera sido tan “democrática”, habría
quitado del medio esa traba proscriptiva que le da una
sobrerrepresentación a los partidos del sistema y opera como
cepo excluyente para la izquierda y las fuerzas menores en
general.
En
definitiva, hay que subrayar los alcances conservadores de
la orientación legitimadora de la democracia capitalista por
parte de los Kirchner. Régimen que desde 1983 fue puesto en
cuestión varias veces (no olvidar la crisis de 1989, con la
salida anticipada de Raúl Alfonsín del gobierno y la
hiperinflación), y otras tantas veces fue remendada para
que siga siendo el marco en el cual se garantiza la
continuidad de la explotación capitalista de la clase
trabajadora argentina.
La
realidad es que pese a los matices “progresistas” que el
kirchnerismo le imprimió a su gestión, se está cumpliendo
el mandato que formuló Néstor Kirchner desde el primer día
de su asunción: hacer de la Argentina un país capitalista
normal, aun con evidentes matices respecto del dominio
puro y duro del neoliberalismo de los años 90. Porque, en
esencia, lo que hizo el kirchnerismo fue crear las
condiciones para la estabilización del país luego de la
crisis más grande que haya vivido en los últimos 25 años.
Unidad
nacional contra los trabajadores
Que
Cristina haya sido votada como por aclamación para gobernar
cuatro años más no quiere decir que tenga el camino
despejado. Como habíamos advertido tras las primarias del 14
de agosto, el cuadro de situación “rosado” que vivió
el país este 2011 está llamado a cambiar, y quizá de manera
bastante drástica, en 2012, que será muy distinto a
2011. En gran medida, porque se adelanta una recaída
recesiva de la economía mundial, que en esta oportunidad podría
arrastrar a China y Brasil y golpear el país, como parece que
empieza a ocurrir.
Esto
sucederá en un contexto en que variables clave de la economía
nacional se vienen deteriorando: crece la fuga de dólares,
los industriales se quejan del dólar barato y piden por lo
bajo una devaluación “para recuperar competitividad”, la
inflación no para de crecer, los subsidios a las tarifas y el
transporte cada vez son más onerosos para unas cuenta
fiscales que muestran un fuerte retroceso en su superávit, y
sigue la lista. Por todo esto, el gobierno ya está hablando
de que “hay que defender lo que se obtuvo y no pedir más”,
sobre todo no pedir aumentos salariales de más de un 18% el año
que viene cuando la inflación ronda el 30%.
Esto
es lo que explica la moderación del discurso de
Cristina en la noche del domingo 23. Si ya nos referimos a su
reivindicación de la reforma política, el segundo y central
eje de sus declaraciones fue un abierto llamado a la “unidad
nacional”. Fue asimismo significativo que no dijera palabra
de las medidas económicas que se vienen y que su discurso fue
mucho menos “progresista” de lo habitual en las filas K.
Este
discurso habla de lo que ya es un secreto a voces (pero que no
estuvo en la cabeza de quienes emitieron su voto por
Cristina): lo que se avecina –más allá de cómo lo
quieran maquillar–
es un ajuste económico más o menos en regla, que significará
inexorablemente un deterioro en el nivel de vida de los
trabajadores.
Las
tareas de la izquierda para 2012
En
definitiva, y como decíamos en la introducción a este
editorial, lo que se impone para la izquierda independiente,
luego de un largo año dedicado con más o menos suerte a los
esfuerzos de la participación electoral, es comenzar a
trabajar por un reagrupamiento de los sectores de la
vanguardia obrera independiente frente a lo que se supone será
un duro ciclo de luchas de los trabajadores, al tiempo
que una redoblada persecución a sus dirigentes más
destacados, como acaba de ocurrir con el “Pollo” Sobrero.
Al
servicio de estos objetivos, habría que colocar en la agenda
hacia marzo del año que viene la realización de un Plenario
Nacional de Delegados y activistas de base, tarea que si
se tomara mancomunadamente por los compañeros ferroviarios
del Sarmiento, de la línea 60, FATE, Kraft, el Garrahan, del
subterráneo de Buenos Aires y otras internas y agrupamientos
seguramente podría dar lugar a una instancia muy
representativa.
Al
mismo tiempo, junto con las tareas planteada para continuar
peleando contra la proscripción de la izquierda
(“gracias” a los Kirchner, va a haber que, literalmente,
vivir renovando las legalidades partidarias), se impone
proyectarse como oposición política realmente de clase al
gobierno, para lo cual el FIT deberá abandonar los rasgos
de agudo oportunismo que exhibió a lo largo del 2011.
A
estas dos tareas nos abocaremos los militantes del Nuevo MAS,
con el orgullo de haber resistido satisfactoriamente un
conjunto de condiciones adversas de las cuales hemos salido más
fortalecidos que nunca.
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