El análisis de la votación del FIT
Las cifras de la
izquierda
Por Marcelo Yunes
Socialismo o Barbarie, periódico, 27/10/11
La elección del FIT
fue en términos generales muy buena, ya que por un lado pudo
conservar el importante caudal cosechado en agosto, si bien
por el otro no cumplió con las expectativas (por lo general
desmedidas) de sus componentes, sobre todo el PO, en cuanto al
ingreso de diputados al Congreso. Sin duda, el principal déficit
de la campaña no fueron los resultados sino la política,
tema que se analiza aparte.
Una evaluación con los
ojos sanos, es decir, sin las lentes de aumento de Altamira y
Cía. o las anteojeras del PTS, muestra los logros y los límites
de una votación que, con ser importante, no tuvo el
carácter de “hito histórico” que pretendió imprimirle
el PO, por ejemplo.
En las primarias, el
FIT había obtenido algo más de 520.000 votos, tanto a
presidente como a diputados. Justamente, la poco significativa
distancia entre la votación a cargos legislativos y
ejecutivos (incluso, en provincia de Buenos Aires hubo más
votos a presidente) mostraba que el corte de boleta había
sido escaso, casi estadístico (menos del 10%).
He aquí el centro
de los esfuerzos de la campaña del FIT: el casi
desembozado llamado al corte de boleta (sobre todo al
votante de Cristina), dejando en un categórico segundo
plano la elección presidencial. Esto es un disparate
oportunista; era muy evidente que si por el “comando de
campaña” del FIT hubiera sido, cambiaban la mitad de sus
votos a presidente con tal de conseguir los que necesitaban
para entrar al Congreso. Se trató casi de una campaña
para una elección parlamentaria, no presidencial.
El resultado final
recompensó muy pobremente esta orientación. El FIT arañó
los 500.000 votos a presidente (es decir, algo menos que en
las primarias: del 2,48 bajó al 2,31%), y a diputados en todo
el país logró un 16% más, unos 580.000 votos, esto es,
60.000 votos más (un 11%) que el 14 de agosto.
Altamira, con el estilo desorbitado que lo caracteriza,
decía en pleno escrutinio (y cuando ya había sólida
tendencia para todas las fuerzas) que el FIT lograba no sólo
diputados, sino “700.000 votos a presidente y 800.000 a
diputados”.
Quizá estos dislates
se debieran a que el PO estaba demasiado enamorado de sus
pronósticos exitistas: en la última Prensa Obrera antes
de las elecciones, Marcelo Ramal se entusiasmaba: “A pocos días
del 23 de octubre, las evidencias de un ascenso político
del Frente de Izquierda son inocultables (...) Una
encuestadora se declaró, ella misma, sorprendida con un dato:
si la elección sólo abarcara a los jóvenes y a los sectores
‘medios bajos’ (la clase obrera), el Frente de Izquierda
estaría ¡tercero! Pero esto no debería sorprender
a quien siguió la enorme campaña electoral del
Frente” (PO 1199).
El resultado, con ser
bueno o incluso muy bueno, no es, con todo, extraordinario. La
suma de los votos de la izquierda en 2009 ya daba 530.000
votos en todo el país a diputados, cierto que en una elección
parlamentaria y no presidencial. Meter diputados, sobre todo más
de uno, sí hubiera hecho una diferencia, y es verdad que faltó
muy poco (algo parecido le había ocurrido al MST con
Izquierda Unida en 2001). En cuanto a porcentaje, Izquierda
Unida había obtenido en 1989 el 2,45% en todo el país y un
diputado, Zamora. Es lícito y apropiado decir que la elección
del FIT ha estado a la altura de las mejores de la
izquierda desde 1983; no lo es creer (o querer hacer creer)
que ha sido un salto cualitativo por encima de todo lo
hecho electoralmente por la izquierda en ese período.
El análisis por
distrito
Por otro lado, que
quede claro: sólo el antidemocrático sistema de asignación
de bancas privó al FIT de entrar al Parlamento. En Buenos
Aires, el porcentaje era más que suficiente para ingresar,
pero la exigencia de alcanzar un piso del 3% del padrón hizo
que quedara a unos 40.000 votos del Congreso. Mención aparte
merece Capital Federal: el PO empapeló la ciudad con afiches
pidiendo 100.000 votos para entrar al Congreso. El FIT obtuvo
104.000... pero necesitaba 110.000.
Justamente, en Capital
fue donde más funcionó el llamado solapado al corte de
boleta: mientras que en agosto la diferencia entre los votos a
presidente y a diputados era del orden del 5%, en
octubre fue del 70%.
Córdoba y Salta
marcaron una tónica parecida a Capital: cayó algo la votación
a presidente y subió alrededor de un 20% la votación a
diputados, que en Salta llegó al 8,6%, el pico del FIT en
todo el país. En cambio, en provincias importantes como
Mendoza, Neuquén y Tucumán, hubo un descenso de votos para
ambas categorías. Agreguemos que el FIT podría haber sacado
más votos en la general a diputados si no fuera porque al no
llegar en agosto en algunos distritos al piso proscriptivo del
1,5%, no computó en ellos, en octubre, votos a diputados. Por
ejemplo, obtuvo 30.000 votos a presidente en Santa Fe, pero
cero a diputados. Con esos votos que el antidemocrático
esquema kirchnerista le privó de obtener, el FIT hubiera
superado holgadamente los 600.000 votos a diputados.
Sin duda, la elección
más interesante del FIT fue en provincia de Buenos Aires,
donde creció 28.000 votos a presidente y cerca de 70.000 a
diputados (el corte de boleta fue, no obstante, mucho menor al
de Capital, ya que rondó el 20%). En esa categoría, el
porcentaje total de votos creció un 50% de agosto a
octubre: del 2,38 al 3,57%. Es evidente que hubo aquí un
sector de jóvenes, trabajadores y sectores populares en
general, que se sumó al FIT con boleta entera o con corte (en
esos casos, en general votando a Cristina). Algo que muestra
–dejando de lado las exageraciones de Altamira– que sí
existe un terreno político fértil para que, al compás
de un casi inevitable desgaste de la futura gestión de
Cristina, la izquierda clasista pueda hacer pie en nuevos
sectores de trabajadores.
Dicho esto, es
necesario mantener los pies sobre la tierra en vez de delirar
con la supuesta avalancha de obreros que votaron al FIT. A
decir verdad, las cifras por distrito (en el Gran Buenos
Aires) y por comuna (en Capital) no muestran la
composición categóricamente obrera del voto del FIT que
proclaman el PO y el PTS, haciendo la salvedad de que la
división territorial permite inferir sectores sociales sólo
de manera aproximada. Las mejores votaciones del FIT en el
Gran Buenos Aires (a presidente, que dan la medida del voto más
politizado y comprometido) fueron los siguientes: Ensenada
4,05%, Avellaneda 3,69%, Ituzaingó 3,56%, Lanús y Tres de
Febrero 3,50%. Tres de los cinco distritos son del primer cordón
del GBA, y cuatro de ellos tienen una importante proporción
de población de clase media.
En el marco de una
elección bastante pareja, sin grandes picos ni pozos,
los distritos del tercer cordón del GBA, los de población
mayoritariamente trabajadora y con menos clase media, alternaron
cifras como las de Berazategui (3,34%) o José C. Paz (3,26%)
con otras por debajo del promedio para las secciones
electorales primera y tercera (que fue del 2,97 y 3,05%,
respectivamente), como La Matanza (2,95%), San Miguel (2,87%),
Moreno (2,86%) o Malvinas Argentinas (2,74%). Por otro lado,
distritos del primer cordón con mayor componente de clase
media, como Morón (3,34%) o los ya citados, muestran una
performance electoral similar o superior.
De hecho, el partido
bonaerense donde el FIT hizo mejor elección no fue ninguno
del Gran Buenos Aires sino Bahía Blanca, con el 4,13%. Y la
elección en La Plata, la capital provincial (no exactamente
un distrito obrero) fue mejor que en todos los
distritos del GBA salvo Avellaneda, con el 3,57%.
La votación del FIT en
la Capital también desmiente las fantasías obreristas
del PO y el PTS. También aquí la elección fue pareja y sin
mayores desniveles, salvo los barrios ricos como Recoleta. Y
las comunas de mayor porcentaje son Balvanera (3,81%), Villa
Crespo-La Paternal (3,75%) y Saavedra-Villa Urquiza (3,74%),
seguidas por Almagro-Boedo, Floresta-Versalles y recién en
sexto lugar (sobre 15) la comuna Boca-Pompeya. En barrios como
Caballito (3,40%) superan en porcentaje a la comuna
reconocidamente más plebeya de la Capital, Lugano-Soldati
(3,28%), que sólo está por encima de los barrios más
chetos.
Todo esto sugiere
entonces una composición del voto probablemente con peso
de la juventud y sectores populares, de clase media y
trabajadores, en proporciones difíciles de discernir sólo
con datos territoriales, pero sin duda no un voto
abrumadoramente proletario.
Por último, digamos
que es una exageración, en este caso del PTS, afirmar, como
lo hace en una declaración del lunes 24, que “la repetición
de los 500.000 votos obtenidos en la elección primaria deja
sin sustento las explicaciones superficiales que atribuían un
carácter ocasional de nuestro resultado del 14 de
agosto. Volvió a votarnos la gran mayoría de quienes en
aquella ocasión lo había hecho en defensa del derecho democrático
a estar presentes en la elección general, ahora en apoyo político
a nuestro programa y perspectiva”.
El PTS, a su manera,
pretende negar ahora, como lo hizo antes, que hubo un
importante componente de tipo democrático en la elección del
14 de agosto, como hemos sostenido, entre otros, el Nuevo MAS.
Desde ya, la grosería de que se trató de un resultado
puramente “ocasional” es una invención libre del PTS; de
lo que se trata es de discernir si hubo voto democrático o si
fue todo puro “apoyo político a nuestro programa y
perspectiva”.
Por supuesto, cualquier
análisis tiene buena parte de especulación e interpretación,
pero suponer, como lo hace el PTS, que “la gran mayoría”
(¿el 80 o el 98%? ¡las proporciones son importantes!) de los
500.000 votos de agosto repitió la elección en octubre es muy
discutible. Nos parece, más bien, que el FIT perdió
una parte (la más grande) del voto democrático, otra parte
logró que se transformara en un voto más político, y
compensó lo perdido ganando buena parte de los votos
de Proyecto Sur, incluido el electorado residual del MST (que
no tenía candidato presidencial) y un sector menor pero no
despreciable de votos kirchneristas, al menos para el corte de
boleta. El saldo fue un pequeño descenso (5%) en los votos a
presidente, y un crecimiento un poco más grande (11%) a
diputados.
Suponer que en un
contexto de alta volatilidad del electorado incluso en sólo
dos meses (como mostraron las cifras de los candidatos de la
oposición) los votos del FIT eran todos rojo rabioso en
agosto y se fotocopiaron en octubre, suena poco plausible. Sí
corresponde decir que la votación de octubre fue más
comprometida y más política… en la medida en que lo
permitió la campaña parlamentarista, oportunista y
semivaciada de contenido del FIT.
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