La campaña del FIT
Un manual de perfecto oportunismo político
Por José Luis Rojo
Socialismo o Barbarie, periódico, 27/10/11
En el contexto de las elecciones del 23
de octubre, hay que evaluar los resultados y, sobre todo, la
política electoral del Frente de Izquierda. Respecto de los
resultados, sin dudas fue una elección importante, sobre todo
en contraste con lo que son las votaciones habituales de la
izquierda en nuestro país, más allá de que no haya llegado
a configurar –como afirmó Altamira con su habitual estilo
autoproclamatorio– “la mejor elección de la izquierda
desde 1983”.(1)
En todo caso, el resultado electoral del FIT expresó parte
de lo mejor de la amplia vanguardia obrera y estudiantil de
nuestro país, sector que los votó a pesar de sus crecientes
críticas al contenido de la campaña. Respecto de la evaluación
de su resultado electoral, ver nota aparte en esta edición.
Pero en lo que queremos centrarnos aquí es en el contenido
político y la orientación de la campaña del FIT, la que,
creemos, configuró un verdadero manual de oportunismo político
en la izquierda,
y que fue continuidad de la manera en que sus componentes
buscaron la legalidad y la usaron para dirimir las relaciones
de fuerzas electorales en la izquierda (incluso contra nuestro
partido).
Jugando a las escondidas con el gobierno
La primera regla de una política electoral revolucionaria
que el FIT infringió fue la de la identificación del
responsable de carne y hueso de gestionar el capitalismo en
cada momento dado. Es decir, la campaña del FIT, por pura
conveniencia y para no chocar contra la “ola cristinista”
en el marco de su llamado apenas disimulado a cortar boleta,
prácticamente “olvidó” nombrar al gobierno de
Cristina como responsable de las calamidades existentes en
la Argentina actual.(2)
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Una
muestra de las campañas públicas del Nuevo MAS y del Frente
de Izquierda. Nuestro eje público fue la denuncia del
gobierno. Por el contrario, el FIT, en los medios masivos
(afiches, televisión, etc.) no nombraba a Cristina. Las críticas
al kirchnerismo quedaban reservadas a los periódicos
partidarios, que no llegan más allá del círculo de
militantes y simpatizantes.
¡Un doble discurso de graves
consecuencias políticas! |
La justificación para este accionar oportunista fue el
hecho cierto de que enormes franjas de los trabajadores y la
juventud confían en él. Eso es una realidad que de ninguna
manera podría ser pasada por alto para el diálogo con
estos amplios sectores, que es justamente uno de los objetivos
de una campaña electoral de los revolucionarios: llegar a más
amplios sectores que a los que se llega en la actividad
habitual. Precisamente, la participación electoral de los
revolucionarios da un pedestal para llevar a cabo este diálogo
–aprovechando el acceso a los medios masivos de comunicación–
que en otros momentos está casi completamente vedado a la
izquierda. Además, se trata normalmente la instancia de más
interés en política para los trabajadores en la democracia
burguesa.
Ahora bien, aprovechar la tribuna electoral no como una
secta ridícula sino como organizaciones revolucionarias con
aspiraciones a una mayor influencia entre las masas, teniendo
en cuenta además su nivel de conciencia para desarrollar este
necesario diálogo es una cosa. ¡Y otra cosa es que ese nivel
de conciencia determine no la forma del diálogo sino la
política entera, esto es, hacer campaña sin siquiera
nombrar al gobierno como tal!
¿Cómo se podría alertar a las masas acerca del ajuste
que viene casi sin nombrar al gobierno de Cristina?(3) ¿Acaso
los compañeros del FIT no han leído nunca a Lenin, que
insistía en la obligación de los revolucionarios es siempre
decirles a los trabajadores la verdad, por más amarga que
fuese?
Porque la amarga verdad en nuestro país, es que más allá
de las concesiones de los últimos años –subproducto, en
realidad, de su propia lucha, y no de las bondades K–, la
tercerización, los contratos basura, el lugar clave en el
gobierno de la burocracia sindical (con su correlato de la
muerte de Mariano Ferreyra), han sido responsabilidad, en
primer lugar, del kirchnerismo.
Así, el FIT no aprovechó la campaña para alertar acerca
del escenario de ajuste que viene. Un discurso tan poco crítico
en relación con el gobierno puede pagarse en el futuro, si la
crisis golpea y el gobierno se desprestigia. Poco y nada se ha
dicho acerca de los adversarios de carne y hueso de la clase
obrera y de los problemas que están por delante. Y no alcanza
para compensar esto con hablar abstractamente acerca de la
crisis mundial, como hizo Altamira.
En todo caso, la explicación es simple y la ha
formulado más de un militante del FIT disconforme: no es que
el PO y su socio el PTS
hayan sufrido de “amnesia revolucionaria” durante la campaña,
sino que al centrar ésta en el corte de boleta con Cristina,
evitaron lo más posible nombrarla para no perder votos. Pero
ésa es casi una definición de manual de cómo una política
electoral revolucionaria se convierte en una crudamente
oportunista, por más que se la quiera disimular.
El sacrificio del programa
El FIT centró su campaña en llevar los reclamos al
Parlamento y en el corte de boleta de los que votaban a
Cristina. Todo el mundo pudo observar esto. El primer aspecto
tiene un costado perfectamente lícito, porque la mediación
parlamentaria existe, y aunque es obligación denunciar su carácter,
también lo es aprovechar que podría ser una caja de
resonancia de reclamos obreros que nunca se escuchan en él
(salvo a veces por la vía distorsionada de la burocracia
sindical).
Pero de lo que careció siempre la campaña del FIT fue de
un planteo elemental en la tradición de los revolucionarios.
Ya la campaña en las primarias estilo Chapulín Colorado
educaba mal en el sentido de que el FIT podría resolver por sí
mismo los males de los trabajadores. Ahora bien, el planteo de
llevar al Congreso los reclamos, pero sin aclarar que la
manera de resolverlos es mediante la más amplia movilización
de los trabajadores es reincidir en el mismo error.(4)
A este problema se le agrega otro que retomaremos más
abajo dada su gravedad: el abierto llamado al corte de boleta.
Que recordemos, no hay tradición en esta manera de plantear
el voto entre la izquierda revolucionaria. Claro que el corte
de boleta puede llegar por añadidura, lo cual tiene,
eventualmente, un carácter progresivo en la medida en que
expresa el comienzo de una evolución política.(5) Tanto el
PO como el PTS han argumentado, en defensa a nuestras críticas,
que en la campaña tenían “un claro programa”. Pero esta
afirmación se contradice completamente con el hecho visible
de que llamaron casi de manera abierta al corte de boleta con
el kirchnerismo.
Centrar toda la campaña en el corte de boleta es
desmerecer
y menoscabar el programa que se dice levantar.
El abierto llamado al corte de boleta y la supuesta
defensa del programa propio es una contradicción que
no se puede resolver por más vueltas verbales que se le
den: es oportunismo y punto.
A nadie se le escapa que el objetivo “reivindicativo”
(la formulación “meta diputados en el Congreso”, al mejor
estilo MST) no se puede presentar a expensas del planteo de
conjunto, es decir, el programa. El razonamiento de los
compañeros ha sido del estilo “metemos diputados a cambio
de que voten a Cristina, total después decimos lo que
queremos”. Los problemas de este oportunismo son evidentes:
¿qué pasa ahora que los diputados no entraron? Pasa que se
sacrifica es la educación política de conjunto de la clase
obrera justamente cuando la izquierda tiene mayor exposición
política: durante las elecciones.
La ausencia de un claro perfil de clase
Además de “olvidar” la existencia del gobierno, uno de
los grandes ejes de la campaña del FIT fue presentarse como
representación de la izquierda de nuestro país (de la cual
se excluyó, sin embargo, a otras fuerzas, en primer lugar, al
Nuevo MAS). Un fenómeno distinto hubiera sido que expresara
un sector de la vanguardia obrera que hubiese tomado en sus
manos la tarea de poner en pie un instrumento de independencia
política de clase, lo que no fue el caso.
Ahora bien, el carácter de frente de algunos partidos de
la izquierda que tuvo el FIT, y no de porciones reales de la
vanguardia obrera que se elevaran al plano político, no
obligaba a que sus componentes debieran adelgazar hasta el
extremo su perfil de clase.
No se trata solamente de que las candidaturas más
propiamente obreras tuvieran casi nula proyección nacional.
Se trata del hecho que no hay manera de expresar ese perfil de
clase si no se parte de una clara delimitación del
gobierno capitalista de carne y hueso que gobierna el país.
Como vimos, el FIT careció de definiciones claras en ese
sentido, con lo que su quedó exageradamente diluido su perfil
de clase. A modo de contraejemplo, se puede observar la campaña
que en la ciudad de Neuquén realizamos con nuestro compañero
Alcides Christiansen, que sin ser doctrinaria ni hacer
planteos estratosféricos, tuvo un anclaje de clase
cualitativamente superior a la del FIT.
Izquierda y parlamentarismo
En la tradición de la izquierda revolucionaria, desde la
Tercera Internacional, es una obligación para los partidos
revolucionarios presentarse a las elecciones cuando de ellas
participan las más grandes masas: no hacerlo sería puro
infantilismo de izquierda.
Sin embargo, esto no quita que haya dos maneras muy
distintas de afrontar esta responsabilidad: una es el
aprovechamiento revolucionario de la presentación electoral,
y otra muy distinta es la adaptación oportunista al
parlamentarismo, que es lo que se expresó en el caso del
Frente de Izquierda.
La presentación electoral de los revolucionarios es una
tarea de enorme importancia, sobre todo cuando amplios
sectores de masas desarrollan casi toda su experiencia política
bajo el régimen de la democracia burguesa, como sigue siendo
hoy todavía la tónica mundial. Entonces, es absolutamente
correcto buscar obtener una representación parlamentaria, que
es muchas veces casi un paso obligado para lograr amplia
influencia sobre sectores de masas.
Sin embargo, este objetivo no se puede llevar a cabo
perdiendo de vista que la estrategia de presentarse a
elecciones y conseguir bancas es demostrarle a las masas que
el parlamento es una cueva de bandidos, donde todos los días
se ventilan asuntos contra los trabajadores, y que la forma de
representación y democracia que la clase obrera debe aspirar
a tener son sus propios organismos de lucha y poder.
Ninguna de estas reglas siguió el FIT en su presentación electoral.
Arrancó aprovechando la ley proscriptiva del régimen burgués
para dirimir las relaciones de fuerzas con nuestro partido,
excluyéndonos del frente. De paso, digamos que en el famoso
“programa”, del FIT, en
sus dos formulaciones, el punto de pelea contra la ley
proscriptiva nunca figuró. Pura esquizofrenia, ya que a la
vez se decía (y era casi lo único que se decía)
“nos exigen (¿quién) 400.000 votos”. ¡Pero el
programa del FIT no denunciaba esa misteriosa “exigencia”!
En un contexto de reforma electoral proscriptiva, el FIT
pidió a último momento, cuando el agua le llegaba al cuello,
el voto democrático para superar el piso (lo cual es muy lícito),
pero nunca denunció la ley electoral ni el régimen de
democracia patronal como tales (lo cual ya es puro
oportunismo). Y sólo se han acordado del problema ahora,
cuando debido a los mecanismos tramposos de la democracia
patronal, una buena elección de Pitrola en la provincia de
Buenos Aires no puede ser coronada con su ingreso en la Cámara
de Diputados. ¿No había que denunciar antes ese carácter
antidemocrático de la legislación? Sí, claro, pero el FIT
no lo hizo porque, como había superado la valla principal del
1,5%, estaba alegremente adaptado a las restricciones del régimen.
Superar el oportunismo
La campaña del FIT, de esta manera, aunque logró una
elección de importancia, lo hizo sacrificando la inédita
oportunidad que tuvo para educar en un sentido de
independencia de clase al electorado que los votó.
Esto, sumado a que la campaña no logró el principal (y
equivocado) objetivo que las propias fuerzas del FIT se habían
propuesto, obtener diputados, hace que ahora, lamentablemente,
la solidez política del fenómeno (Altamira alardeaba que el
desarrollo ascendente del FIT era algo “inexorable”), esté
más en peligro de lo que sus componentes suponen.
En definitiva, al FIT le ocurrió lo que a todos los grupos
que se desplazan al oportunismo: mantuvieron un discurso
“radicalizado” para la militancia en sus periódicos, pero
ante los flashes y las cámaras lo adelgazaron hasta el ridículo.
Fue un triste desaprovechamiento de una exposición
absolutamente excepcional que tuvieron en los medios para
pelear por una política de verdadera independencia de clase
entre los trabajadores. Tarea que, de todos modos, estará más
a la orden del día que nunca frente a un 2012 que seguramente
no será la “calma chicha” del año que acaba de pasar.
Notas:
1. La mejor elección, más allá de sus costados oportunistas, sigue
siendo la de Izquierda Unida en 1989 cuando el ingreso de Luís
Zamora en el Congreso Nacional como diputado por la provincia
de Buenos Aires. Este volvió a ingresar, pero por
Autodeterminación y Libertad y por la Capital Federal en
2001, ya con un perfil mucho más desdibujado.
2. Por más que al PO no le guste, hay un texto educativo de Nahuel
Moreno al respecto que ha pasado la prueba del tiempo (y que,
supuestamente, el PTS decía en su momento reivindicar): La
traición de la OCI, donde se desarrolla una crítica
marxista a una organización que hizo escuela en campañas
oportunistas como la que desarrolló el FIT.
3. Algunos compañeros podrán argumentar que sí hubo
menciones al gobierno en la campaña del FIT. Es verdad, pero esporádicas
y sobre todo muy tardías, sin que jamás fuera un eje
de campaña (¡en una elección presidencial!). Por ejemplo,
Altamira en el discurso del cierre de campaña en Unione e
Benevolenza alertó, muy correctamente, contra el ajuste de
Cristina. Pero fue más para salvar las apariencias
ante la propia base (muchos compañeros manifestaron su
descontento con el tono de la campaña) que como orientación
política real de la campaña, que fue categóricamente
para el lado de barrer bajo la alfombra las críticas al
gobierno para conseguir “diputados de izquierda”… con el
corte de boleta oficialista.
4.
Un ejemplo en contrario es la
manera como desde Las Rojas estamos llevando adelante una dura
polémica con las agrupaciones feministas kirchneristas, que
confían en que mediante gestiones parlamentarias y la
“buena voluntad” de Cristina, se obtendrá el derecho al
aborto, poniendo en cambio el acento en la necesidad de la
movilización y organización extraparlamentarias. Hacemos
esto, a la vez, sin ceder ni por un minuto a la presión
ultraizquierdista que niega la importancia de que el debate
llegara al recinto y descarta desde el vamos toda intervención
de tipo parlamentario
5.
Recordemos, de paso, que en junio, en plena fiebre antes de
las primarias, Altamira escribió una columna en Prensa
Obrera… rechazando el corte de boleta gobierno-FIT y
diciéndoles a los kirchneristas que pensaban hacerlo que ni
se atrevieran, ya que esos votos el Partido Obrero no los quería
por ser “una estafa política”. Claro, en ese momento
Altamira deliraba con que el FIT ya tenía asegurado el
piso” y soñaba con el millón de votos (mes y medio después
les vino el pánico). Quién lo ha visto y quién lo ve…
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