|
|
Argentina |
Comunicado
de prensa del Nuevo MAS, 09/12/2013
La
rebelión policial se extiende a todo el país
Cuando
el perro le muerde la mano al amo
Héctor
“Chino” Heberling dirigente del Nuevo MAS declaró en
relación a la rebelión policial:
“Como
era previsible, luego del exitoso levantamiento de la policía
de la provincia de Córdoba, y las concesiones del
gobernador de De la Sota a la misma, la rebelión policial
se ha extendido a lo largo y ancho del país, llegando en
estos momentos al corazón de la Argentina: la provincia de
Buenos Aires.
“El
gobierno de Scioli les acaba de proponer un básico rondando
los 8.600$, pero la asamblea realizada en La Plata y otras
concentraciones de policías que se están desarrollando en
otros puntos del gran Buenos Aires, rechazan esta cifra y
exigen más.
“El
reclamo de fondo es similar en todos los casos: lograr el
mismo básico que tiene la Policía Metropolitana, que
alcanza los 12.500$. No casualmente Macri es muy duro con
los reclamos de los trabajadores bajo su jurisdicción…
pero tiene la policía mejor paga del país.
“Mientras
tanto, el gobierno nacional ya no puede sacarle el cuerpo a
la situación, y a su responsabilidad política por la
misma, debido a que la rebelión es, evidentemente nacional.
“De
ahí que diversos funcionarios hayan salido a
responsabilizar a distintas fuerzas políticas opositoras
por los saqueos (su dedo está apuntando al massismo a estas
horas), así como Randazzo acaba de exigirle a estas mismas
fuerzas a que salgan a declararse en favor del ‘orden
constitucional y el contra del reclamo policial.
“El
Secretario de Justicia de la Nación, Julián Álvarez,
incluso llegó a comparar la actual rebelión con el
levantamiento policial en Ecuador contra Correa años atrás.
Este no alcanzó a ser un verdadero intento de golpe de
estado pero tuvo, sí, elementos de un “planteo”
policial que trascendía en los hechos el pedido
corporativo.
“La
actual rebelión policial siquiera llega a ser un planteo de
esas características; se trata de un argumento del gobierno
que esconde su fracaso político en materia de la “gestión”
de las fuerzas represivas. Esto en el sentido que nunca logró
realmente disciplinarlas, nunca encaró una verdadera
‘depuración’ de los sectores que estuvieron vinculados
con la dictadura militar, por no hablar de una disolución
de la ‘maldita policía’ que nunca fue su programa. Por
el contrario, su política fue siempre buscar una
‘relegitimación democrática’ de las fuerzas
represivas, política que le saltó al oficialismo por los
aires el año pasado en oportunidad de levantamiento de la
Gendarmería, y muestra su redondo fracaso nuevamente ahora.
“Pero
que marquemos la responsabilidad del gobierno kirchnerista
en lo que está ocurriendo, no quiere decir que nuestro
partido apoye la rebelión policial en curso. Contra los que
muchos creen, incluso vergonzosamente entre las filas de la
izquierda, la rebelión policial no es un simple ‘reclamo
de trabajadores’, como tantos otros, por los salarios.
“Los
policías, aunque ganen un salario, no son
‘trabajadores’ como los demás, sino un personal burocrático
al servicio de la defensa de la propiedad privada y del
capital, cuyos rangos inferiores eventualmente podrían ser
ganados para no reprimir a los trabajadores en condiciones
de extrema lucha de clases, cuando su temor al poder obrero
sea mayor que a la autoridad del estado mismo.
“Pero
la situación actual no tiene nada que ver con ello. Cuando
se mejoran las condiciones de salario de los represores, lo
único que se mejora son las condiciones de la represión;
no la calidad de vida de un sector de trabajadores, como
‘ingenuamente’ parecen crear sectores como los de la CTA
Micheli (que alientan la sindicalización policial) o
sectores de la misma izquierda.
“Hay
otro elemento que delimitar. El gobierno está creando
confusión afirmando, falsamente, que todos los saqueos
producidos en Córdoba, y los incipientes en otras partes
del país, habrían sido ‘organizados’. Esto no es así.
El gobierno pretende, con declaraciones de este tipo, meter
todos los fenómenos en el mismo saco.
“Pero
hay que diferenciar muy bien aquellos hechos que son espontáneos
y subproducto de la miseria social que crece por abajo (y
que el gobierno no fue capaz de resolver en estos diez años
de la ‘década ganada’), de aquellos saqueos que sí
fueron organizados a modo de chantaje por la huelga
policial.
“Dicho
esto, es verdad que la rebelión policial está aprovechándose
-a modo de chantaje a la sociedad- del hecho que al
desaparecer de las calles facilitan una ‘tierra de
nadie’ por dónde no solamente se pueden colar acciones
sociales de los sectores populares más desprotegidos sino
que habilitan, incluso, situaciones que parecen
‘prefabricadas’ como para justificar su supuesta
‘utilidad’ para controlar la situación y cuidar la
propiedad privada.
“El
ejemplo cordobés se extiende por todo el país. Nuestro
partido no lo considera un simple reclamo salarial, sino el
accionar de fuerzas represivas del estado que con la
capacidad de chantaje señalada, arrancan aumentos
salariales corporativos para ellos, sólo para salir a mejor
reprimir a los genuinos trabajadores cuando hacen lo propio
saliendo a la lucha por sus auténticas reivindicaciones.
“Por
esto mismo, no apoyamos el levantamiento policial ni su
reclamo de sindicalización, así como tampoco salimos en
defensa del gobierno nacional y los gobiernos provinciales,
los que, en definitiva, terminan haciéndole el juego a las
fuerzas represivas del estado que ellos gobiernan, y de las
cuales son sus amos.
“Nuestra
posición pasa por la disolución de la policía y demás
fuerzas represivas del estado, así como por alentar el
proceso de organización por abajo entre vecinos y
trabajadores, para que sea la población explotada y
oprimida la que tome en sus manos los problemas de la
seguridad.
“Esta
última será la única forma de acabar con las redes de la
droga, la prostitución y demás (redes que tienen íntima
conexión con la policía y el mismo estado), así como para
evitar las guerras de pobres contra pobres y transformar la
lucha por las necesidades de los trabajadores y el pueblo,
en una lucha de clases contra la patronal, el gobierno
kirchnerista y los demás gobiernos provinciales
capitalistas.”
Contactos:
Héctor "Chino" Heberling: 11 58 91 06 64
Secretaría de Prensa:
Hugo: 11 68 34 94 65
nuevomas.prensa@gmail.com
http://www.mas.org.ar
Polémica en
la izquierda sobre la
huelga policial..
Un análisis de clase de las
fuerzas de seguridad
Por José Luís Rojo,
10/12/2013
“El hecho de que los policías hayan sido
elegidos en una parte importante entre los obreros socialdemócratas,
no quiere decir absolutamente nada. Aquí, una vez más, es
la existencia la que determina la conciencia. El obrero,
convertido en policía al servicio del Estado capitalista,
es un policía burgués y no un obrero.”
(León Trotsky,
“¿Y ahora?
Problemas vitales
del proletariado alemán”)
A estas horas está en
curso la mayor rebelión policial que se tenga memoria en el
país. Es una buena oportunidad, entonces, para referirnos a
algunos de los problemas políticos y estratégicos que están
planteados para los revolucionarios frente a estas
situaciones. Más aun cuando sectores de la izquierda tienen
una posición favorable a los “planteos” policiales.
Esto es así, incluso, como en el caso de algunos de los
integrantes del FIT (Frente de Izquierda y los
Trabajadores), el que, como tal, no ha sido capaz de sacar
una posición al respecto luego de varios días de rebelión
de las fuerzas de seguridad.
Presentaremos entonces
una versión levemente actualizada de un artículo publicado
el año pasado en oportunidad del levantamiento de la
Gendarmería.
No
son trabajadores sino un cuerpo especial burocrático
La
primera cuestión es establecer el carácter social de los
integrantes de la policía y las fuerzas de seguridad (así
como de las fuerzas armadas profesionales en las cuales no
hay conscripción o “leva de masas”).
Muchos
sectores de la izquierda consideran que como obtienen un
salario por su actividad (a la que llaman, erróneamente,
“trabajo”), se los debe considerar “trabajadores”. A
partir de aquí se ponen en marcha toda una serie de falsas
analogías respecto de la verdadera clase obrera, que hay
que despejar.
Lo
primero a señalar es que cuando hablamos de la policía y
las fuerzas de seguridad, no
hablamos de trabajadores. Trabajador es aquél que
directa o indirectamente sirve a la
acumulación,
a la producción de valor y plusvalor, a la producción de
riqueza para los capitalistas, y que solidariamente integran
las filas de la propia clase trabajadora. También existen
trabajadores improductivos (cumplen una serie de servicios
para los capitalistas que no implican acumulación de valor
sino gastos), que
sin embargo mantienen sus relaciones de solidaridad con el
conjunto de la clase obrera y están caracterizados por
analogías con los demás trabajadores.
Pero
cuando hablamos de las fuerzas de seguridad nos referimos a
otra
cosa; a otra categoría social que la de un
trabajador Arranquemos señalando que existen otros ejemplos
en los cuales una casa social recibe ingresos parecidos a
los salarios obreros, y que sin embargo no son tales. Por
ejemplo, amplias capas de la gerencia de las empresas
modernas obtienen un ingreso sin ser patrones o accionistas.
Ocurre
que bajo la forma de un “salario”, los ingresos de los
gerentes o de los funcionarios jerárquicos son tan
elevados, que no pueden estar reflejando
sólo
su trabajo
(por más calificado que sea), sino una
cuota
parte de la plusvalía
extraída a los trabajadores. Si viven de la
explotación de la clase obrera por más “salario” que
reciban no son trabajadores, sino por el contrario son parte
de la clase capitalista.
Veamos
el caso de gendarmes y prefectos. Sostenemos que es un error
considerarlos como trabajadores: se trata de un conjunto de
“funcionarios” cuya actividad
(no trabajo) es actuar como
perros
guardianes de la propiedad y de la autoridad del Estado
capitalista: un policía burgués, no un
obrero, como dice Trotsky.
Es
decir: entran en otra categoría social que no es la de
trabajadores sino la de burocracia
(funcionarios de la seguridad del Estado). En la sociedad
capitalista hay un conjunto de estratificaciones entre las
dos clases sociales fundamentales (capitalistas y obreros).
Estas capas intermedias incluyen a los comerciantes y a las
distintas actividades profesionales (como los abogados y demás)
que son llamadas “clases medias”.
Con
estas clases medias, ocurrió históricamente que bajo el
capitalismo han tendido a confluir en la clase trabajadora vía
la proletarización de la profesiones (el caso de los médicos,
por ejemplo) o a desaparecer (los comerciantes frente a los
grandes shoppings).
Pero
las que no han desaparecido y no tienen que ver con la
economía sino con la administración de las relaciones de
poder, son las burocracias.
Aclaremos: en general, cuando hablamos de los empleados del
estado, sí hablamos de trabajadores.
En
el caso de los docentes, aunque sea el Estado el que les
pague su salario, cumplen una función productiva (la
formación de la fuerza de trabajo), aunque esto ocurra
indirectamente. En el caso de los empleados estatales,
depende en qué ministerio trabajen; si lo hacen en
“Economía”, podrían ser caracterizados también como
directa o indirectamente productivos. Pero si trabajan en
“Acción Social” o ministerios por el estilo, aun cuando
su función no fuera directa ni indirectamente productiva,
por su salario, por su función, por sus relaciones de
solidaridad social, etcétera, son trabajadores y no
burocracia.
Algo
muy distinto ocurre con las fuerzas de seguridad:
Policía, Gendarmería, Prefectura y Fuerzas Armadas. En
este caso está clarísimo, por función y por historia, que
se trata de una capa o casta burocrática que está puesta
en función de mantener el orden de la explotación patronal
y la autoridad del Estado capitalista. No se puede hablar de
“trabajadores” o de un sector que pueda tener algún vínculo
de solidaridad con ellos, sino de una capa social cuya
especialidad es la represión y el control social de los
explotados y oprimidos.
En
nada menoscaba esto el origen social de los integrantes de
estas fuerzas. Es evidente que su base y muchos de sus
mandos medios provienen de sectores humildes o, incluso,
familias trabajadoras. Sin embargo, cuando
entran en servicio este origen social es “borrado”.
Se trata de instituciones que “lavan la cabeza”, que
forman a sus integrantes en otro tipo de relaciones
sociales; instituciones de “clausura” que suprimen las
relaciones solidarias anteriores y estableces una nueva: ser
perros guardianes del capital. De ahí provienen sus
identificaciones, cantos, valores, relaciones de
solidaridad, etcétera.
Un
planteo y no una “huelga”
Una
segunda cuestión se plantea a propósito de la medida de
fuerza tomada por las fuerzas policiales, presentada como
una “huelga” más. La caracterización proviene de
muchas fuerzas de la izquierda e, incluso, de sectores
sindicales como el sector Micheli de la CTA (Central de
Trabajadores de la Argentina).
Pero
considerar su planteo como “huelga” es un grave error.
Una huelga es una medida de fuerza de un sector de
trabajadores en virtud de un reclamo contra la explotación.
Pero un “planteo” como el que estamos viviendo
constituye una circunstancia objetiva más allá de la
supuesta “voluntad” de sus autores. El “hecho
económico” (que tampoco es un reclamo
salarial tradicional, sino que fortalece su accionar
represivo) queda subordinado
a una acción de fuerza (no olvidar que se trata de
personal armado) que quiérase o no, lo manifiesten o no, se
coloca desde
la derecha cuestionando las libertades democráticas (dependiendo en cada caso el grado de esto).
Es
cierto que el planteo de gendarmes y prefectos el año
pasado y el policial ahora, no llega a escalar cimas como,
por ejemplo, el levantamiento de Rico y los militares en
1988. Pero cualquier planteo de las fuerzas de seguridad
tiene inscripta
en su propia lógica
esa posibilidad.
¿Hasta dónde puede llegar la “solidaridad” entre las
fuerzas de seguridad? Los grados varían: se puede
estar ante un planteo económico meramente corporativo (como
es el caso actual), o más cerca de un planteo
“golpista” o “destituyente” que cuestione las
libertades democráticas desde la derecha.
En
cualquier caso, la lógica que venimos describiendo es de hierro, evidente por sí misma e incuestionable por más manifestación
de “vocación democrática” y de planteo “puramente
salarial” que hagan sus integrantes. De ahí que sea tan
necesario repudiar el apoyo que desde sectores de la
izquierda se les da a las fuerzas represivas y sus reclamos
“salariales”.
Una
posición reformista
Veamos
ahora la posición de “sindicalización” que hacen
sectores de la CTA como Lozano y en la misma izquierda, como
el MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores) y dos de
los integrantes del FIT: IS (Izquierda Socialista) y PO
(Partido Obrero). Nos parece totalmente
equivocado por reformista.
Que
se nos entienda bien. Respecto de la CTA, que es reformista
hecha y derecha, y confía en la posibilidad de
“atenuar” las contradicciones del sistema, es coherente
que considere que se pueda “democratizar” las
instituciones represivas de esta manera.
Pero
que corrientes de la “izquierda revolucionaria” crean
que se puede tener una política de “mejoras” y cambio
gradual en el carácter antiobrero de las instituciones
represivas y del Estado mismo (que es producto de las
irreconciliables contradicciones de clase, como decía Lenin),
por intermedio de estas u otras medidas, es ya un escándalo.
No
hay sindicalización ni compromiso de “no reprimir” que
valga en condiciones normales:
¿Acaso la “sindicalización de la policía” en Francia
sirvió para que sus demandas “confluyeran con las de
otros trabajadores”? Por el contrario, sirvió para
equipar de mejor armamento e instruir con nuevas técnicas
represivas, fortaleciendo “el carácter irrevocablemente
represivo del Estado capitalista” (Trotsky, ídem)
No
hay forma de “democratizar” las fuerzas de seguridad
mediante expedientes de este tipo.
Esto
conecta con otro problema: el
confundir
sindicato con corporación, y creer que cualquier organización de “solidaridad”
entre pares es un sindicato u algo “progresivo”.
En
la Edad Media los que tenían igual oficio se organizaban en
corporaciones rígidas que llegaban a prohibir, incluso con
la muerte, que cualquiera que estuviera por fuera de esas
corporaciones pudiera ejercer ese oficio. Bajo el
capitalismo los empresarios de igual rama o, incluso, los
empresarios de conjunto, se organizan en “carteles” o
instituciones empresarias como la UIA (Unión Industrial
Argentina) o la Asociación de Empresarios Católicos, o
cualquier otra, bajo relaciones de solidaridad frente al conjunto de las otras clases
sociales. Pero a nadie se le ocurriría decir que por
eso son “sindicatos” como los de los trabajadores...
Lo
propio ocurre con la policía: promover o admitir su
sindicalización en épocas “normales” sólo les daría
herramientas para llevar adelante –frente al resto de la
sociedad– sus reclamos
corporativos,
que nada tienen que
ver con los de los explotados y oprimidos.
Las
situaciones revolucionarias
“La posibilidad eventual de un compromiso efectivo de una
parte de la policía para no reprimir a los trabajadores e
incluso rebelarse ante esa orden, sólo es posible en una
situación de lucha de clases aguda (es decir
revolucionaria) que produzca el quiebre y descomposición
del Estado y de sus instituciones coercitivas y la
radicalización política y social de las grandes masas. Sólo
bajo esas condiciones la clase trabajadora podría
establecer un acuerdo favorable a sus intereses en pos de
quebrar la cadena de mandos, suprimiendo la disciplina
vertical de la alta oficialidad, debilitando así el poder
represivo del Estado burgués, lo que presupone la
autoorganización y el armamento obrero y popular, un gran
factor de ‘persuasión’ sobre las fuerzas represivas,
mucho más realista que las campañas por la
‘sindicalización’ en momentos de relativa
‘normalidad’ de la lucha de clases.” (Trotsky,
cit.)
Se
nos dirá: ¿pero, entonces, desde el Nuevo MAS no se
defiende una política de división de las fuerzas armadas
en caso de situaciones radicalizadas, algo clásico del
marxismo?
Es
sabido que a partir de la Revolución Francesa se puso en
marcha la “leva de masas” y los ejércitos de
conscriptos, que por definición tenían base popular, y eso facilitaba –en los momentos críticos–
trabajar por su división. Muchos “hijos del pueblo”
estaban en sus filas, y en esos momentos críticos daban
vuelta los fusiles.
La
clásica película de Eisenstein,
Acorazado
Potemkin, retrataba
la sublevación de la flota del Báltico en la Revolución
de 1905 (algo que, de paso, no sólo ocurrió en la Rusia
revolucionaria, sino incluso en el Brasil por esos mismos años
y nuevamente en 1964 en la pelea frente al golpe contra João
Goulart).
Pero
a partir de la derrota yanqui en Vietnam (entre otros
factores), los ejércitos capitalistas dejaron
de tener base popular; se
profesionalizaron
e hicieron mucho más complejas estas relaciones.
Sin
embargo, sigue siendo válido algo establecido clásicamente
por León Trotsky. Señalaba que el factor más importante
que conllevaba a la división del ejército y las fuerzas de
seguridad no era ninguna “sindicalización” (ni el
necesario trabajo político sobre las fuerzas armadas en
condiciones revolucionarias), sino
el
temor y las relaciones de fuerza. Es decir,
el hecho de que las fuerzas de seguridad entren en pánico
ante la falta de garantías acerca de su futuro bajo la
presión de los acontecimientos revolucionarios.
En
esas condiciones, lo que procede es un trabajo
de zapa material e ideológico para dividir esas fuerzas
armadas (y de seguridad). Pero la orientación estratégica
en ese trabajo es, y ha sido siempre para el marxismo revolucionario, la destrucción de las fuerzas armadas y de seguridad del estado capitalista,
no su reforma.
|