Tras
la muerte de un dictador
Por
Txente Rekondo
La
Haine, 30/01/08
Otro
dictador ha muerto en su cama, sin hacer frente a la
justicia por los crímenes contra la humanidad y sus políticas
genocidas. Ají Mohamed Suharto ha seguido los pasos de
Franco o Pinochet, y al igual que éstos, "amigos de
Washington" , ha pasado los últimos años de su vida
rodeado de los suyos y de las riquezas indebidamente
apropiadas durante sus años de dictadura. Este
acontecimiento, sin embargo, sirve para traer a Indonesia a
la actualidad informativa.
El
archipiélago indonesio ha visto cómo en los últimos diez
años se han sucedido toda una serie de acontecimientos de
gran calado a la hora de afrontar la configuración del
moderno estado de Indonesia. Así, en 1997–8 vio como sus
bosques ardían, su moneda se hundía y el dictador dimitía.
Entre 1999 y 2000, tuvieron lugar las primeras elecciones
democráticas, el referéndum por el que Timor Lorosa
rechazaba la ocupación indonesia, y la presidencia del país
volvía a cambiar de manos. En los dos próximos años, el
presidente es acusado de corrupción, y los ataques
islamistas en Bali se cobran la vida de más de doscientas
personas. Entre 2003–4 éstos lanzaran nuevos ataques en
Yakarta, mientras que la población acude a las urnas tres
veces, y en diciembre del 2004, tras un terremoto, un
tsunami arrasa el noroeste de Sumatra. Y más recientemente
la fiebre aviar también afecta al archipiélago.
Fruto
de todo ello, Indonesia ha atravesado un período donde,
como bien señala un académico local, "el capital ha
huido, la economía atrasada, la corrupción es
generalizada. Además, encontramos continuas protestas políticas,
violencia comunal, movimientos secesionistas, todo ello
junto a cambios constitucionales, intentos de
descentralización y cinco presidentes en siete años y un
sinfín de maquinaciones políticas entre las elites".
Indonesia
es el estado con mayor población musulmana del mundo (y el
cuarto más poblado), con una importante reserva de recursos
naturales. Además, gran parte del comercio mundial transita
por el estratégico estrecho de Malaca, que une el litoral
del Océano Indico con el Mar del sur de China y el Océano
Pacífico. También son muchos los que ven a Indonesia como
el "centro geopolítico" de la ASEAN.
De
cara a las elecciones presidenciales del 2009, algunos
analistas señalan los retos a los que deberá hacer frente
el país, "necesidad de una mayor inversión
extranjera, un desarrollo de las infraestructuras, una
reforma del sistema burocrático y poner fin a los altos índices
de corrupción". Sin ello, según las mismas fuentes,
Indonesia verá limitado su progreso.
Uno
de los aspectos claves en estas reformas y dentro de la
llamada "transición política", lo encontramos en
los planes para forzar un cambio estratégico en la situación
de los militares indonesios, lo que se ha venido a llamar
una "reforma militar" que hasta la fecha no se ha
podido llevar a cabo.
El
estamento militar es la institución más influyente del país,
jugando en las ultimas décadas un papel clave en la política,
y preservando "la unidad territorial del estado".
Unas fuerzas armadas creadas y mantenidas para mantener la
seguridad interna y enfrentarse a los movimientos
separatistas, y no para situarse al frente de una defensa
ante un ataque exterior. Su papel sociopolítico se
incrementó bajo el llamado Nuevo Orden de Suharto, que
permitió que los militares ocupasen diferentes puestos políticos,
diplomáticos y en otros ámbitos de la burocracia estatal.
Al tiempo que se hacían con importantes puestos en las
empresas de los diferentes sectores económicos. Se calcula
que en los años noventa, más de catorce mil militares
estaban en puestos ajenos a la estructura militar.
Se
pretende acabar con la dwifungsi, una función dual del ejército
que le confiere un papel oficial en los asuntos políticos,
económico y militar del país). Y para ello, tras sacarles
de los puestos "comerciales", se propone aumentar
considerablemente el gasto militar, para buscar "un ejército
moderno y profesionalizado". O como dicen algunos
indonesios, "para mantenerles contentos".
Tras
la independencia de Timor Lorosa, Aceh quiere seguir sus
pasos. Unas negociaciones entre el movimiento guerrillero
del GAM y el gobierno central dieron paso a un proceso que
abre las puertas al pueblo de Aceh para decidir su futuro en
libertad. Y algo similar ocurre en Papua, aunque en este
caso la postura de Yakarta no permite de momento entrever un
proceso de las mismas características, por ello el
movimiento independentistas, con el OPM a l frente, continúan
defendiendo el derecho a ejercer su libre determinación.
Para un país altamente centralizado, las opciones
independentistas siempre han sido el objeto de la represión
de un ejército dispuesto a cometer atrocidades y crímenes
contra la humanidad en defensa de la "sacrosanta unidad
de su patria".
Otro
aspecto que conviene reseñar, es la utilización de algunos
elementos del ejército en los conflictos comunales e interétnicos
(cristianos y musulmanes en Poso o en Molucas, así como
entre Dyaks y Madureses en Kalimantan), potenciando la
aparición de grupos paramilitares en esos enfrentamientos.
Algo similar ocurre en algunos casos con el islamismo
militante más radicalizado.
Indonesia
es un país musulmán, aunque la mayoría de la población
practica un Islam de corte moderado, un ejemplo de esa opción
política lo encontramos en el PKS Partido de la Justicia,
que aumentó su representación en las elecciones
parlamentarias del 2004 (pasó de 7 a 45 escaños). No
obstante la radicalización de algunos grupos minoritarios
islamistas ha centrado la atención informativa de los
medios occidentales, confundiendo aquél con otros grupos
como Lashkar Jihad (activo en los conflictos comunales) o
Jemaaah Islamiya (con una agenda local amparada en el
paraguas ideológico de al Qaeda).Algunos militares opuestos
a las reformas no han dudado en utilizar estos grupos para
buscar una mayor desestabilización que justificaría una
posterior intervención del ejército, "garante de la
estabilidad del país".
Las
presiones de estas organizaciones se perciben en diversos
frentes, desde los que actúan contra instituciones o
empresas acusadas de colaborar o representar los valores
occidentales, pasando por los que presionan para establecer
la Sharia, hasta los "pesantren" o escuelas islámicas,
que desde el sector educativo propagan ideologías
islamistas radicalizadas que están llegando a la propia
universidad.
Finalmente,
si históricamente EEUU ha tenido a Indonesia como un fiel
aliado a través de los sangrientos años de Suharto, más
recientemente, se percibe en Washington el valor de
Indonesia en la "guerra contra el terror" y se
aprecia al mismo tiempo la importancia "geopolítica y
estratégica" del país asiático.
El
dictador
Con
su muerte, Suharto ha escapado a un juicio por las masacres
de 1965–68 (cientos de miles de muertos), por la ocupación
de Timor (acabó con un cuarto de la población), por la
creación de "escuadrones de la muerte" (sólo en
seis meses de 1983 más de 300 muertos), por "las
operaciones militares" en Aceh y Papua (miles de
muertos), por la corrupción y la apropiación de las
riquezas del país...
Cuando
en mayo de 1998 dimitió, algunos se apresuraron a
presentarlo como un triunfo de las protestas populares y una
apuesta por "la democratización" del país. Pero
además se ha sabido, aunque no se ha aireado, que su
renuncia bien pudo deberse también a un acuerdo tácito,
por el que sus bienes y los de su familia no serían
"tocados" y el imperio familiar de los Suharto
seguiría adelante. Como señala un abogado indonesio,
"los seguidores del dictador tras la renuncia de éste,
han continuado dentro del gobierno, dentro del parlamento,
de la judicatura y de los negocios. No son tan poderosos
como en el pasado, pero todavía están presentes".
El
caso de su hijo, Tommy, es un ejemplo. Tras ser condenado a
quince años de prisión por "ordenar la muerte de un
juez de la Corte Suprema", tan sólo ha cumplido un
tercio de la misma. Además, la familia Suharto sigue
controlando hoteles, los peajes de carreteras, compañías aéreas
y cadenas de televisión. Diez años después de su dimisión,
los "asociados a Suharto en el mundo empresarial y político
continúan en posiciones influyentes y el poder de su sombra
permanece vivo en forma de fundaciones caritativas que ha
creado".
El
ejemplo indonesio nos muestra una vez más cómo los
dictadores más sangrientos del mundo pueden gozar de un
retiro de oro si han sido durante su mandato "un fiel
aliado de Estados Unidos" o de alguna otra potencia
colonial aliada del mismo.
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